Peter no intentó decir nada. Permaneció sentado junto a ella, acunándola
entre sus brazos mientras lloraba y lloraba sin parar. Finalmente su
padre entró en el cuarto, y Lali siguió llorando. Trató de explicarle
que había visto el cuchillo, que había sentido la muerte de Gimena.
Su padre se mostró tierno y comprensivo, y simuló creerla, pero Lali sabía que no era cierto.
En las semanas que siguieron, la policía investigó exhaustivamente el
asesinato. Interrogaron a los distintos maridos de Gimena en
profundidad, seguros de que Mariano o Nicolas la habían asesinado en un
arrebato pasional. Los periódicos se hicieron eco del crimen, así como
las principales revistas.
La policía habló con Lali. Ella contó que había visto el cuchillo, que
había sentido cómo moría su madre. Tampoco ellos la creyeron. Pero hubo
un policía que se mostró, al menos, mas amable que los demás. Agustin
Sierra. Era nuevo en la sección de homicidios, joven. con cálidos ojos
castaños y cabello rubio. Deseaba saber lo que Lali había visto; la
animó a hacer memoria. Mientas la interrogaba, Lali vio la .mano que
sostenía el cuchillo. Y supo entonces que el asesino de su madre levaba
unos guantes finos y gastados, color carne, parecidos a los guantes de
un médico.
Mariano estuvo a punto de ser detenido, igual que Nicolas. Pero no había pruebas que los incriminaran.
Finalmente, a los dos meses del asesinato, se detuvo a un sospechoso.
Era un vagabundo viejo y demente llamado Harry Nore. Lali lo había visto
desde siempre merodeando por las calles de Coconhit Grove. Pedía en una
esquina. A veces hablaba a voces de Jesucristo Y la Segunda Venida;
oteas veces permanecía en la esquina de noche, gritando que Satán se
acercaba y los devoraría a todos en un mar de fuego. Al principio lo
detuvieron por haber allanado la casa de un vecino. Había robado comida,
que el vecino le habría dado de buena gana, pero también se había
llenado los bolsillos con joyas de la familia. La policía lo encontró en
la cocina, cortando pan.
Con un cuchillo de trinchar carne.
Harry Nora también llevaba una medalla de oro de San Cristóbal que
pertenecía a Mariano Lanzani. lo cual hizo que la policía sospechase. Al
examinar el cuchillo que Nore había utilizado para cortar el pan, el
forense halló restos diminutos de sangre.
Sangre de Gimena.
Las huellas dactilares de Nore casaban con algunas de las que se
encontraron en el dormitorio de Gimena. Y el vagabundo tenía
antecedentes penales. Ya había cumplido condena por haber asesinado a su
esposa con un cuchillo similar.
Pero Harry Nore, el indigente de ojos saltones, infestado de piojos,
nunca fue juzgado por el asesinato de Gimena Esposito Lanzani; lo
declararon mentalmente incapacitado. Cuando se le interrogó, empezó a
desvariar, asegurando que Dios había dejado el cuchillo en su sombrero.
Dios le decía quien era bueno y quién era malo. Confesó haber asesinado a
Gimena. En la confesión. afirmo que el mismísimo diablo se la habla
llevada, porque Gimena había sido una mujer bella y malvada. Tan bella,
que empujaba a los hombres a actos de perversión y de violencia. Era un
engendro del Diablo, y éste la había reclamado. Las miradas podían
matar.
Harry Nore fue encerrado en una institución para dementes peligrosos, en
el norte de Florida. Poseía una aterradora sonrisa, desprovista de
dientes, que recorrió el país entero en las portadas de as principales
revistas. Daba el tipo de maniaco homicida, y tanto la policía como la
oficina del fiscal del distrito se dieron por satisfechos, asegurando
a Lali y a su familia, por lo menos, no tendrían que vivir con
la de un asesinato no resuelto.
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