lunes, 29 de febrero de 2016

CAPITULO 90

¿Confías en mí?

Él la miró por unos cuantos segundos, procesando las palabras que ella acababa de decirle. Observó las emociones en sus ojos, la forma en la que su agitada respiración hacía subir y bajar su pecho, el sonrojo de sus mejillas que se extendía más allá de su cuello. Levantó una mano y con un dedo recorrió su ceja derecha. 
LALI respiró profundamente mientras sus ojos se... cerraban. Acababa de entregarle absolutamente todo. Sus miedos, anhelos, deseos. Esperó en silencio y con ojos cerrados a que él dijera algo, pero PETER no habló. Se armó de valor para abrir los ojos y enfrentarlo.
—Pides sin considerarlo, preciosa —le dijo él.
Ella negó con la cabeza antes de que las palabras salieran de sus labios.
—Estoy cansada de que me cuides. Quiero que tomes lo que quieres de mí… lo que ambos queremos.
—¿Y cómo sabes que es lo que quiero? —preguntó. LALI le entregó una sonrisa de labios sellados, una sonrisa traviesa y que le decía que ella veía más de lo que él creía.
Llevó sus pequeñas manos al firme muro que representaba su pecho, lo acarició y la casi imperceptible capa de bello que tenía allí le cosquilleó en las palmas. Era tan perfecto, tan masculino, tan fuerte y protector.
—Porque lo noto cuando me miras —susurró y bajó una de sus manos por su abdomen, contando rápidamente en su mente los músculos que los surcaban, hasta detenerse en los botones de su pantalón —A veces, cuando me estás mirando, siento que estas a un segundo de acercarte a mí y besarme con furia, como si yo te debiera algo… siento que no tienes ganas de ser considerado, ni suave, que ni siquiera te detendrás para quitarme la ropa. Que será así, rápido, fuerte, como si quisieras marcarme… ¿Es eso, verdad? Quieres marcarme, para que nunca más nadie dude de que te pertenezco.
Una fina capa de sudor perlaba la frente de PETER. Dios, ¿Cómo podía ella haber descubierto sus emociones de aquella forma? Siempre creyó que era bueno para que los demás no reconocieran lo que estaba pensando. Al parecer se había equivocado con ella.
—LALI, no podré controlarme, preciosa y yo no…
—Shhh —lo interrumpió —Ámame a tu manera. Úsame para sacar lo que te atormenta, lo que te lastima, lo que te da rabia.
Cerró los ojos. ¿Podría hacerlo? Ella parecía tan dispuesta, tan relajada. Sacudió la cabeza. No podía rechazarla. Le estaba dando un regalo. Su cuerpo. Para que él lo usará como quisiera. Su dulce, dulce LALI. Siempre tan generosa y sincera. Dios, la amaba tanto que a veces le daba miedo. Se alejó de ella y salió de la cama.
LALI se incorporó sobre sus codos y lo observó angustiada. ¿Iba a alejarse? ¿Así sin más? ¿Acaso sería más fuerte su miedo de hacerle daño, que las ganas de hacerle el amor? Sus labios temblaron con la amenaza de las lágrimas que se asomaban en sus ojos. Pero entonces vio como él caminaba hacia uno de los cajones. Esperó. Cuando PETER se dio la vuelta hacia ella, observó que tenía varias corbatas en las manos. Su corazón se aceleró, pero mantuvo la misma expresión. Él se acercó a la cama y se sentó a su lado.
—¿Confías en mí? —le preguntó. Ella mantuvo la mirada firme en la suya.
—Sí —le contestó.
—Bien —fue lo único que él dijo.
LALI suaves corbatas alrededor de sus ojos. Un suspiro de sorpresa escapó de su boca. La tela se sentía algo fría y olía a almidón.
Él terminó de sujetarlo bien detrás de su cabeza.
—¿PETER?
Ella sintió sus labios cerca de la comisura de los labios. La piel se le erizó. No podía verlo, no podía saber que era lo que iba a suceder. El resto de sus sentidos se agudizaron.
Mientras él dejaba besos imperceptibles cerca de su boca, la ayudó a recostarse nuevamente contra las almohadas.
Aquello era tan emocionante, parecía tan… prohibido. La adrenalina aumentó en su sistema, haciéndola sentir casi enferma de los nervios. Pero se forzó a calmarse. Ya no tenía 17 años, esta no era su primera vez. Aunque aquello tan nuevo lo hiciera parecerlo.
—Si es demasiado, quiero que me lo digas,LALI. Quiero que me lo digas y me detendré, juro que lo haré. Solo tienes que decirme: no puedo. ¿Sí?
—Sí —asintió moviendo la cabeza para acompañar la afirmación.
La verdad que aquello era realmente nuevo, pero por nada del mundo quería que parara. Estaba tan ansiosa que una risita estúpida escapó de sus labios. Estaba segura que él estaba sonriendo también. No podía verlo, pero lo presentía.
Entonces sintió que una de las manos de él, tomaba su muñeca izquierda y la alzaba hasta arriba de su cabeza. Otra vez la suave tela de una corbata se rozaba con su piel. Ella alzó las cejas, sorprendida, debajo de su improvisado vendaje.
PETER sujetó su mano contra el fino barrote de madera que atravesaba le cabecera de la cama y luego hizo lo mismo con el otro brazo. Ahora ella estaba total y completamente extendida sobre la cama. Incapaz de mover los brazos. Jamás había estado así. Jamás había dejado que un hombre la atara y la vendara. La respiración comenzó a escapársele sin ritmo de los labios. Sintió que él abandonaba la cama, porque el peso que estaba a su lado cambió. Se quedó quieta, tratando de escuchar lo que él hacía. Escuchó el sonido de un cierre al bajarse, la emoción la embargó y su cuerpo reacción. Sus pezones se endurecieron, haciéndose más visibles. Se lamió los labios. Deseaba verlo. Pero aquello era… no podía explicar la emoción de no ver. Escuchó un sonido metálico contra el suelo y supo que sus pantalones habían caído, junto con el cinturón.
—¿Sabes que estoy haciendo, verdad? —le preguntó él. Ella respiró profundamente, para que su voz no saliera temblorosa.
—Eso creo —contestó y cerró sus manos alrededor de las corbatas.
—¿Quieres saberlo?
—¿Te haz quitado los pantalones? —inquirió.
—Ajá —asintió —¿Y sabes que estoy mirando?
Su piel se erizó y juró por Dios que sintió su mirada sobre sus pechos, porque sus pezones se endurecieron más aun, casi imposibles.
—PETER… —susurró. Estaba a punto de salirse de su propia piel, solo por sentir su toque. Lo necesitaba cerca. Estaba acabando con ella.
—Dios, LALI, me pones realmente duro —le dijo. Ella gimió, estaba segura de que él había dicho eso porque estaba tocándose. Se lo imaginó perfectamente en su mente. Parado a un costado de ella, mirándola, tocándose un poco para tratar de consolarse —Tanto tiempo, mirándote sin poder hacer nada, con demasiado miedo para acercarme a ti. Pero ahora estas ahí, atada y vendada, solo para mí. ¡Diablos! Eres mi fantasía hecha realidad.
—Por favor, PETER…
—¿Es demasiado?
—Te necesito —gruñó. Un extraño dolor se había instalado en medio de sus piernas. Podía sentir el calor allí. Podía sentir como su cuerpo comenzaba a prepararse para recibirlo. Era insoportable. Necesitaba alivio. Lo escuchó reír.
—Ay, preciosa, eso tuviste que haberlo pensado antes de abrir esa bonita boca.

CAPITULO 89

Juguemos. 

PETER perdió el poco control que había en él, cuando aquellos suaves labios se movieron de manera exigentes sobre los suyos. Casi desesperado colocó una de sus manos sobre la nuca de ella, manteniéndola inmóvil para su beso. Con su otro brazo libre, rodeó su cintura, acercándola a él, casi levantando sus pies del suelo. 
Ella respiraba a través de él, no podía ser de otraforma. Rodeó su cuello con ambos brazos, acercándose tanto como era posible. La lengua de él invadió su boca, llenándola de su sabor. Un sonido suave, quebrado salió de ella, para terminar en la boca de él. PETER se movió un poco y la apoyó contra la puerta que estaba detrás de ellos. Tomó su labio inferior entre los suyos, saboreándola, tratando de controlar el movimiento. La morena gimió nuevamente y abrió sus ojos cuando los labios de él se alejaron un poco.
—Por favor, no te detengas, no… no tengas más miedo de hacerme daño, PETER —mientras decía cada palabra besaba sus labios sin apartar los ojos de él.
PETER respiraba trabajosamente, y por cada vez que ella lo besaba, implorándole con la mirada, acababa un poco más con su control. Cerró los ojos y apoyó la frente sobre la de ella. La mano que estaba en su femenina nuca subió, enterrándose en su cabello, deteniéndola.
LALI estaba agitada, lo miró fijo, esperando a que dijera algo.
—Demonios —murmuró él y volvió a atrapar sus labios.
—Sí, PETER, al demonio con todo, mi amor…
Él rió sobre su boca, acariciando su nuca. Ella sonrió entusiasmada. Sentía la adrenalina del momento, aquellas molestas pero a la vez agradables cosquillas en medio del estomago. PETER se alejó de ella y al instante echó en falta su calor. Abrió la boca para protestar pero él la detuvo colocando un dedo sobre sus labios.
—Vamos —le dijo y tomó su mano.
Caminó rápidamente hacia la habitación. LALI soltaba risitas nerviosas una vez que estuvieron dentro y la puerta se cerró detrás de ellos.
Él se giró a verla y tiró de ella hasta que chocó con su cuerpo.
LALI suspiró y apoyó las manos sobre su masculino pecho. Llevó las mismas hacia el cuello masculino y comenzó a desabrochar los botones de aquella aburrida camisa que él se había puesto para asistir al cementerio.
—He pensado muchas veces en esto —le confesó con la mirada clavada en el trabajo que hacían sus dedos y llegó al siguiente botón.
PETER respiró profundamente y antes de que ella llegara a la mitad de su pecho tomó sus manos, deteniéndola. La morena lo miró sorprendida.
—Esto no se hará a tu manera, preciosa —su voz sonó ronca y grave a causa del deseo que sentía. Y era porque tenía una pequeña fantasía sobre ella y el hecho de que hiciera lo que él le pidiera.
LALI sintió un suave calor recorrer su cuerpo. Primero en su vientre, luego en su pecho, hasta llegar a sus mejillas. Su respiración volvió a agitarse, haciendo que su pecho subiera y bajara notablemente. Se relamió los labios, ya que los sentía secos.
—Entonces, ¿Cómo se hará? —le preguntó haciendo todo lo posible por sonar normal, aunque los nervios la estaban consumiendo.
—Yo me quedaré extremadamente quieto, y te observaré mientras tú te quitas esa bonita ropa para mí.
Ella se estremeció de pies a cabeza y sintió la respuesta a aquellas palabras en su cuerpo. PETER se alejó y caminando hacia atrás llegó hasta la enorme cama, en donde se dejó caer de espaldas. Tomando una pose total y completamente relajada, colocó aquellos fuertes brazos detrás de su cabeza y la miró. Ella estaba quieta con los brazos a los costados. Su corazón latía rápido. Lo observó, parecía tan tranquilo. Y si no fuera por el bulto en sus pantalones, que demostraba su excitación, pensaría que él no estaba ansioso como ella. Pero sí lo estaba, aquello era un teatro. Él estaba ansioso, más que ansioso. Las manos le sudaban. Necesitaba tocarla, sentirla lo antes posible. Pero quería aquello. Le gustaba el juego.
—¿Qué estas esperando? —le preguntó con una suave nota de arrogancia.
—¿Es lo que quieres? —inquirió ella.
—Es lo que deseo —contestó. La temperatura aumentó en aquel cuarto.
LALI se lamió los labios, lentamente al sentirlos secos. Vio como él seguía el movimiento de su lengua con la mirada. Podía parecer muy tranquilo, pero sabía que sentía lo mismo que ella en ese momento. Sonrió, ambos podían jugar. Lo primero que hizo fue soltarse el pelo. Este cayó alrededor de su rostro y un poco más allá de sus hombros, en suaves ondas. Movió un poco la cabeza de un lado al otro, para acomodarlo mejor. Clavó la mirada en él y llevó las manos a los botones delanteros de su vestido negro. Decidió que iría despacio, para torturarlo como él la torturaba a ella. Desabrochó el primero contando mentalmente hasta diez para llegar al siguiente.
—¿Te gusta mi vestido? —le preguntó con tono inocente.
—Apúrate, LALI, mi paciencia tiene un límite.
—Dijiste que ibas a quedarte completamente quieto mientras yo me quitaba la ropa para ti.
Él vio el desafío en su mirada. Podía manejar aquello, no era ningún chiquillo impaciente. Pero ¡Demonios! ella era demasiado para su pobre control.
—No creo que sea necesario que… que vayas tan despacio —le dijo intentando sonar calmado. Ella le entregó una sonrisa dulce, que lo hizo ponerse más duro aun. ¿Cómo era posible? Estaba seguro que ella intentaba matarlo de alguna forma.
—Es un vestido muy delicado, tengo que ir despacio porque podría… arruinar o romper algún botón, PETER —ella volvió a la tarea de desabrochar el segundo botón. Él esperó paciente. Se obligó a esperar paciente. Cuando ella estaba llegando a la mitad, él ya estaba loco. Estaba a un segundo se ponerse de pie y lanzarse sobre ella como un desquiciado. Las solapas del vestido negro, comenzaron a abrirse, exhibiendo un poco de piel y un bonito sostén de combinaba. Ella llegó hasta la mitad y alzó la vista hacia él.
—Vas a matarme —murmuró, pero ella lo escuchó y sonrió.
—Pensé que te gustaba jugar —dijo y con un suave movimiento de sus hombros, el vestido cayó hacia los costados. Ella terminó de empujarlo hacia abajo, quitándose de paso los zapatos. Se enderezó y observó la reacción de él al verla sin el vestido, pero con un par de medias negras, que se ajustaban a la altura de sus muslos. Él respiró profundamente y sus ojos adquirieron un brillo malicioso. Lentamente recogió el vestido del suelo y giró, dándole la espalda. Lo escuchó resoplar algo entre dientes, pero no pudo entenderlo. Sonrió y se mordió los labios. Comenzó a caminar hacia el pequeño guardarropas que tenía en frente. Su idea era ir hasta allí para guardar el vestido. Abrió la puertita y colgó la prenda con cuidado. Pero el aire la abandonó cuando de repente un cuerpo grande y caliente se apoyó contra su espalda, aprisionándola contra la fría puerta.
—Bruja —gruñó él contra su oído —Eso eres LALI ESPOSITO, una maldita bruja.
Ella se rió entre dientes y pronto sintió como él la levantaba en brazos y la llevaba hasta la enorme cama. La dejó caer de espaldas y se colocó sobre ella para capturar sus labios en un necesitado beso. La morena se agarró con firmeza a aquellos fuertes hombros y abrió la boca invitándolo. Una mano grande y callosa, se posó en el costado de su cintura y bajó para llevarse consigo la media de la pierna derecha. Hizo lo mismo con la izquierda.
Él soltó sus labios, para bajar besos por su mentón hacia su cuello. Encontró un punto debajo de su oreja izquierda que la hizo temblar.
Las sensaciones eran inexplicables. Recordaba la noche que estuvieron juntos. Pero no se podía comprar con esto. Porque ahora lo amaba. Porque ahora lo conocía realmente. Porque ahora era suyo, y ella era suya.
Él siguió bajando su boca, arrastrando el peso su cuerpo a través de ella. Llegó hasta sus pechos. Metió una mano detrás de su espalda y desprendió el broche que lo mantenía en su sitio. Se alejó un poco de ella y se lo quitó.
Ella suspiró cuando él llevó su boca hacia la piel desnuda. Desde que su hija había nacido, estaban tan sensibles a cualquier tipo de contacto.
—PETER —murmuró abrumada.
—Dios, preciosa, eres hermosa —susurró contra su piel. Ella cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones. Enterró las manos en sus oscuros cabellos, acercándolo a ella. Necesitaba más de aquella sensación. Necesitaba que fuera más fuerte, más rápido. Pero él parecía tan decidido a seguir siendo delicado con ella.
—Por favor… —le pidió.
PETER levantó la mirada. Observó sus ojos. El deseo llameaba en esas esferas color chocolate.
—¿Qué quieres, mi amor? —le preguntó.
Ella se mordió los labios antes de contestar. Pero se armó de valor.
—No seas delicado conmigo, PETER… yo lo quiero todo de ti. Todo.

domingo, 28 de febrero de 2016

CAPITULO 88

Como si fuera la primera vez

Un mes después…

Las lágrimas caían por sus mejillas mientras estaba parada frente a aquella fría e insípida inscripción. ...
ALEJO William ESPOSITO, hijo, padre y abuelo, descansa en paz.
Un mes. Un m es entero su abuelo había luchado como ella se lo había pedido, pero su cuerpo ya no pudo más. Ella lo esperaba, pero el dolor era tan intenso, que ninguna espera la podía haber preparado.
Alguien se paró a su lado. No le hizo falta mirar para saber quien era. El aire cambiaba cuando él estaba cerca. Se aproximó más a ella, y la dejó apoyarse contra su costado. La morena apoyó la cabeza sobre su hombro.
—Es hora de ir a casa —le dijo él. LALI se secó las lágrimas con el dorso de la mano.
—Lo sé —asintió con un nudo en la garganta —Solo que… me cuesta un poco aceptarlo.
—Te entiendo, preciosa —susurró él y beso su sien —El día que mi abuelo murió me negaba a dejar el cementerio. No quería dejarlo allí. Pero debes saber que él ya no está aquí, solo está su cuerpo.
Ella asintió y se acercó más a él para abrazarlo y esconder su rostro contra su pecho. Tenerlo allí con ella era una bendición.
—¿Los periodistas siguen allí? —quiso saber.
—Sí, son como moscas… Pero podemos salir por otra parte.
—Sí, me parece bien.
Su abuelo había muerto hacía dos días. Al ser un hombre muy conocido en el mundo de los negocios, la noticia de su muerte había volado por todos lados. Y los periodistas ahora buscaban algún pedazo de ella para mostrar al público.
Observó una vez más la tumba, rodeada de hermosas flores. Se inclinó y acomodó una rosa blanca.
—Espero que ya estés en paz —le dijo.
Se puso de pie y tomó la mano de PETER para salir de allí. Ya no necesitaba eso, ya no. Había compartido unas hermosas cuatro semanas con su abuelo y su hija. El dolor no iba a quitarle aquello.
Caminaron en silencio, él apretaba su mano, dándole un callado consuelo. ¿Qué sería de ella sin él? PETER era maravilloso. Era un padre increíble. Solo faltaba dejar aquellas cosas tontas atrás para que todo fuera perfecto. Solo necesitaban pasar esa barrera que los alejaba. Necesitaban sentirse como la primera y única vez que había hecho el amor. Pero ella no estaba del todo lista. Las complejidades de una mujer que acababa de dar a luz eran algo complicadas de explicar.
Llegaron hacia la salida trasera del cementerio privado y al salir las molestas cámaras los encontraron. LALI gruñó por lo bajo y agachó la cabeza para que no vieran sus ojos hinchados. PETER la rodeó por los hombros y la acercó a sí mismo. Varios flashes sonaron a su alrededor y varias mujeres se le acercaron con un micrófono.
—¿Cómo te sientes, LALI? —preguntó una —¿Qué se siente saber que eres la heredera de todo el imperio LALI?
LALI no contestó, siguió avanzando, sintiendo unas terribles ganas de golpear a esa mujer. Ella no sentía nada con respecto al maldito dinero, solo tenía un gran vacío, de esos que hacen doler el pecho.
—Hay rumores de que la hija que tuviste es hija de tu ex prometido BENJAMI AMADEO y que le negaste la paternidad…
—Déjenme en paz —murmuró nerviosa. Sintió el cuerpo de PETER tensarse a su lado y eso no era bueno. Sabía que PETER, jamás sería capaz de golpear a una mujer, pero que le diría algo… lo haría. Lo miró y observó su mandíbula apretada. Sabía que se estaba conteniendo. Le tocó la mano y él la miró —Sácame de aquí, por favor —le pidió.
Él asintió y acelerando el paso, la llevó hasta el auto. Subieron y él prendió marcha a gran velocidad. El viaje fue algo silencioso y PETER contestaba cortamente. La morena miró la hora, todavía no eran ni las dos de la tarde. Pensó en su hija. La extrañaba. Necesitaba a aquella pequeña cosita regordeta que la ayudaba a pensar en cosas lindas. Pero ALLEGRA había sido llevada de paseo por sus abuelos paternos. NICO L y GIMENA habían aceptado encantados cuidarla y le habían dicho que la llevarían de nuevo a casa por la tardecita. Entonces ahora cuando llegaran estarían solos. Su corazón comenzó a latir con fuerza dentro de su tórax. Hacía tanto tiempo que no estaban total y completamente solos. Miró por la ventana, aun había un par de nubes, pero el cielo de primavera comenzaba a despejarse.
El auto se detuvo frente a la casa. Ella alejó la mirada de la ventana y se giró a verlo. Él también la miró. Esperó a que ella dijera nada, pero LALI no tenía intensiones de hablar, no en aquel auto. PETER suspiró y se bajó, ella imitó su acción.
Al abrir la puerta, él le dio el paso. Observó como subía la escaleras y se dijo a sí mismo que ya no podía más. No quería un día más sin ella entre sus brazos, piel contra piel. Ya no podía tolerar la tortura. LALI ingresó al reconfortante ambiente de la casa, dejó su bolso sobre el sillón y se quitó el pequeño abrigo de hilo y giró para ver como él ingresaba.
PETER entró y cerró la puerta detrás de sí con un poco de fuerza. Dirigió sus pasos hacia la cocina sin siquiera mirarla. LALI soltó un suspiro y fue detrás de él. Sabía que estaba así por lo que aquella estúpida periodista había dicho. Ella se detuvo en la entrada y lo divisó buscando algo de tomar en la nevera.
—PETER, sé que estás molesto por lo que esa mujer dijo y yo…
—No, tú no sabes nada —la detuvo él mientras tomaba un poco de agua. LALI se tensó. No quería discutir con él, no ahora. Solo necesitaba su consuelo, un abrazo, que le dijera que ese dolor iba a irse con el tiempo.
—No quiero que pelees conmigo, no ahora…
Él la miró. ¿Cómo se atrevía ella a hacerlo sentir culpable? No, él no tenía la culpa. Pero mierda que se odiaba a sí mismo cuando veía dolor en sus ojos.
—Bien, necesito ir a trabajar —le dijo y apoyó el vaso sobre la mesa.
Caminó hacia donde estaba ella y pasó por su lado. LALI cerró los ojos y apretó los dientes. No, no iba a irse para explotar de rabia en otro lado. Se giró y caminó unos pasos rápidos, lo tomó del brazo haciendo que se detuviera.
—No te vayas.
—LALI, por favor, necesito ir a bajo —le dijo sin mirarla.
—Dime que pasa, dime que sientes, necesito saber que piensas, déjame escucharte… siempre estás tú escuchándome a mí, tú nunca me dices que quieres o que necesitas.
Él se giró lentamente a verla. Tragó saliva. Era un cerdo, claro que sí. Pero solo Dios sabía cuanto la necesitaba en ese momento. Saber que era total y completamente suya. Que ya ninguna estúpida periodista la perseguiría para decirle que se decía por ahí que su hija era hija de otro hombre. En cierto modo estaba herido. Herido en su orgullo.
—Te necesito, LALI —murmuró sin apartar la vista de ella —Necesito hacerte mía de nuevo, quiero hacer el amor contigo…
El corazón de LALI se aceleró, aquellos ojos miel le decían todo lo que él no se animaba a decir con palabras.
—Yo… —las palabras se atoraron en su garganta.
—Lo sé —la interrumpió —¿Qué diablos pasa conmigo? No es el momento. Acabas de perder a tu abuelo y yo solo pensando en… eso —sonrió con cierta amargura —Lo lamento, preciosa, soy un mal nacido…
Él se alejaba de nuevo. LALI no reaccionó al instante. Pero ya estaba cansada de ser algo precioso para él. Quería ser su mujer. La mujer con la que él necesitaba compartir el placer, con la que compartir el cansancio de un largo día de trabajo. Quería ser la mujer con la que desahogara sus penas y rabias. Al diablo con sus complejidades. Ella también lo necesitaba de aquella manera.
—Espera —elevó un poco su voz cuando él ya estaba por salir. PETER se giró a verlo. Su rostro era una mueca de rabia y cierto dolor. Tal vez pensaba que ella lo rechazaba.
¿Por qué tenía que ser tan complicado? Porque ahora no había alcohol de por medio que movieran sus actos. Era total y completamente consciente. Esta sería como su primera vez juntos, total y completamente libres de cargos y culpas.
—¿Qué? —inquirió él.
—Yo también te necesito, PETER —las palabras salieron suaves de sus labios, en un intento de que la voz no le temblara —Te necesito tanto…
Él se quedó quieto como una roca, sus pupilas dilatadas. Sus ojos brillaron al escuchar sus palabras. Cerró la puerta despacio y apoyó la frente en la misma.
—No, mi amor, no lo quiero así. No quiero que te sientas obligada o presionada, LALI. No me lo perdonaría jamás.
Ella se acercó con paso decidido hasta él. Tomó su rostro con ambas manos y tiró de él hasta que sus labios se encontraron.
Desde que ALLEGRA había nacido, la había besado despacio, pausadamente, como si ella se fuera a romper. No quería más eso. Quería besos de verdad, besos con pasión, que la dejaran sin aire, que le hicieran temblar hasta el alma. Ya no era una niña y maldita sea que quería a ese hombre.

CAPITULO 87

El bisabuelo y la bisnieta.

Se detuvo frente aquella puerta, sintiendo un nudo en la garganta. PETER estaba detrás de ella, podía sentir el calor de su cuerpo cerca. Él llevaba a la pequeña Amara contra su pecho, dentro de una mochilita para bebés. ALLEGRA dormía profundamente contra los latidos del corazón de su padre, sin entender absolutamente nada de lo que su madre estaba pensando ...o sintiendo. Giró un poco y lo miró. PETER levantó la mano para acariciar su rostro.
—¿Quieres que entremos contigo? —le preguntó. Ella se apoyó en aquella mano fuerte y protectora y la había cuidado tanto.
—No —murmuró y lo miró fijo a los ojos —Creo que necesito un poco de tiempo, nada más.
—Bien —asintió él —Te esperaremos aquí… cualquier cosa me avisas.
Ella asintió y tomó el picaporte de la puerta, empujándola suavemente para entrar. Los sonidos llegaron hasta ella, el suave olor a suero. Observó al hombre acostado en la cama del medio de la habitación. Ese de ahí no era su temerario abuelo. No era el hombre al que mucha gente temía y respetaba. Ese de ahí era un humano, una persona que estaba llegando a su fin. Jamás pensó que vería de esa manera a ALEJO. Tan débil, tan solo.
Se acercó lentamente a la cama, observando mejor su rostro. Pálido, bolsas residían debajo de sus ojos. Se veía más viejo de lo que realmente era.
Se quedó quieta, sin hacer nada. Él parecía estar dormido, el único ruido que llenaba la habitación era aquel aparato que marcaba los latidos lentos de su corazón.
Entonces sus ojos grises se abrieron y se encontraron con los de ella. Ella vio la desesperación en sus ojos. Recordó sus palabras cuando la había ido a ver al campo. Estaba asustado de morir. Con cuidado estiró la mano, hasta encontrar la de él. Estaba algo fría.
—Hola —le dijo. Ella sintió el movimiento de la mano de él debajo de la suya —Mamá me avisó que estabas aquí… y yo quería verte.
—Gracias —dijo él apenas audible.
—¿Cómo te sientes? —que pregunta más estúpida, pensó.
LALI rió por lo bajo y la angustia de ella creció.
—A… abuelo, yo… yo venía a decirte que…
—¿Dónde está ella? —la interrumpió.
—¿Qué? —preguntó algo sorprendida. Él apuntó con un suave movimiento de cabeza hacia su panza. LALI se congeló.
—Ya nació, ¿Cómo se llama?
Ella le entregó una pequeña sonrisa.
—ALLEGRA KATHLEEN LANZANI ESPOSITO…
Sus ojos brillaron con una emoción que la morena jamás le había visto. Pudo ver la soledad en él, los años de soledad que había pasado desde la muerte de su abuela.
—Debe ser hermosa.
—Está aquí —dijo ella —Está con su padre afuera…
—Quiero verla —le pidió. La morena asintió y se acercó a la puerta. La abrió y PETER estaba allí sentado, acariciando un bracito de ALLEGRA. PETER levantó la mirada al escuchar el sonido de la puerta.
—Él quiere verla —le dijo en voz baja. PETER se puso de pie y sacó a la pequeña del refugio de su mochilita. Con cuidado se la tendió a su madre. LALI la abrazó a sí misma y volvió la vista a él.
—Yo no debo entrar —le dijo él como si leyera lo que ella estaba pensando —Es un momento solo de ustedes, lo necesitas. Ella asintió. PETER se inclinó y besó sus labios suavemente, haciendo que su corazón se acelerara y calmara a la vez —Todo va a estar bien…
—Gracias.
—Te espero aquí. Te amo.
—Y yo a ti.
Volvió a la habitación. De alguna manera ALEJO había logrado sentarse en la cama, contra las almohadas. Ella pudo ver el cansancio más instalado en su rostro. Cerró la puerta y se acercó a él.
Sin decir nada colocó a Amara en sus brazos. La pequeña tenía los ojos abiertos y lo miró con su ALEJO estaba quieto, parecía que no respiraba. Miraba a la niña con la misma suspicacia que ella lo miraba a él. Entonces levanto una mano, temblorosa, para tocar su rostro. ALLEGRA levantó una manito y tomó uno de sus dedos, apretándolo. Siguió mirándolo fijo, pero la desconfianza había desaparecido de su mirada miel.
—Es hermosa —murmuró sin quitar la vista de ella. LALI tragó saliva, tenía la garganta seca. Un nudo de lágrimas amenazaba con salir de ella —Tómala, niña, no dejes que se llene de lo malo de este viejo.
La morena se acercó y la alzó. Ellos se miraron en silencio. ¿Por qué le era tan difícil decir las malditas palabras? Porque la verdad era que no quería que él muriera. No aun.
—Abuelo.
—¿Si?
—No te mueras —le dijo.
Él alzó ambas cejas, sorprendido. Una sonrisa tiró de las comisuras de sus labios. Alzó la mano y tocó uno de los brazos de la morena.
—Esa decisión no está en mis manos, LALI.
—Lucha un poco más, abuelo…
—Estoy cansado, niña, tu abuela está esperándome.
Los ojos de ella acumularon las lágrimas. Se acercó un poco más a él, tomó su mano y la apretó. La primera lágrima resbaló.
—Te perdono…
Por primera vez en la vida, ella veía como los ojos grises e impenetrables de su abuelo se llenaban de lágrimas.
—¿Si? ¿Me perdonas?
Un sollozo escapó de sus labios y levantó una mano para acariciar su viejo rostro. A pesar de todo tenía lindos recuerdos de cuando era una niña y su abuelo la llevaba al campo y jugaba con ella.
—Sí, te perdono.
Las lágrimas que caían ahora por su rostro, no eran lágrimas de dolor, no eran lágrimas de angustia. Sabía que había hecho bien, sabía que aquello era lo correcto. Porque en sí todos podemos cometer errores en la vida, algunas personas merecen ser perdonadas, otras no. Y ella podía ver el arrepentimiento de su abuelo. Él merecía una segunda oportunidad.

CAPITULO 86

Semana uno (siete días)
Ella estaba sentada en su cómodo sillón. El silencio reinaba a su alrededor, mientras la pequeña bebé estaba realmente prendida de su pecho. Esa niña si que tenía hambre. Era como un reloj. Cada dos horas lloraba por su comida. Era increíble. La observó. Aquella pequeña boquita succionaba con ansias. A veces se detenía, como para respirar, pero al segundo volvía a la carga.
Siete días habían pasado rápidamente, su hija cumplía una semana de vida. ALLEGRA había llenado su vida de una forma que no podía explicar. Era perfecta en cualquier sentido de esa palabra. Y lo mejor de todo, era que era suya.
Con su mano acomodó el cabello lacio sobre su cabecita. Había decidido no raparla aun, aunque su madre y GIMENA le habían recomendado hacerlo. Es que le gustaba ese cabello. Tan suave, tan frágil. Observó su manito izquierda, que se apoyaba sobre el pecho que estaba tomando. Aquellos dedos eran tan minúsculos. Sonrió al ver que ella la estaba mirando atentamente. Sus ojos eran enormes y de un azul tan profundo. GAS le aseguró que con el tiempo se irían aclarando. Eran los ojos de su padre.
—¿Qué pasa, princesa? —le preguntó. Amara sonrió sin soltar la teta. LALI rió.
La puerta de la casa se abrió y él ingresó rápidamente. Se detuvo de repente al verla ahí sentada, con la pequeña en brazos. Todavía no podía creer que ambas estuvieran allí con él, viviendo con él. Todo era tan perfecto que no parecía real.
A LALI se le iluminó el rostro. Si estaba allí significaba que había terminado de trabajar en el taller. A pesar de estar a solo unos cuantos escalones de distancia, lo extrañaba horrores. Y no se animaba a bajar a visitarlo… en realidad no podía.
—¿Otra vez comiendo? —inquirió él. LALI miró a su hija y luego volvió la vista a él.
—Es un pequeño barril sin fondo —le aseguró.
PETER se acercó hasta ellas y se sentó en frente, sobre la pequeña mesita de café que allí estaba. Levantó la mano y tocó la mejilla de ALLEGRA. LALI observó que tenía las manos limpias. Siempre que subía del taller las traía así. Le había dicho que no quería tener que esperar a ir al baño de la casa para poder acercarse y tocarla.
ALLEGRA soltó el pecho de su madre. Al instante LALI se acomodó y la levantó para colocarla sobre su hombro y que hiciera el provechito. Se miraron a los ojos.
Las cosas entre ellos estaban… ¿Cómo explicarlo? LALI había creado un pequeño muro, por el cual el intentaba pasar cada día, teniendo un poco de excito pero retrocediendo al día siguiente. Ella le decía que lo amaba, el veía el amor en sus ojos. Pero aun estaba presente ese miedo, esa inseguridad. El fantasma de MERY no se alejaba. Él le había contado lo que había descubierto gracias a la carta que el cobarde de su primo le había dejado. LALI lo había escuchado atónita. Y desde entonces la tensión se había hecho parte de sus encuentros a solas. Por las noches, compartían la nueva cama que él había comprado. Ella dormía entre sus brazos, tensa, y al primer sonido de ALLEGRA se levantaba de un salto e huía de la habitación.
—¿Vas a contarme que sucede? —le preguntó. Ella alzó ambas cejas, sin dejar de dar suaves palmadas en la espalda de la bebé.
—Que sucede con qué —le dijo con voz suave.
—Con nosotros…
Él percibió el cambio en ella en ese preciso instante. ALLEGRA soltó un eructito. LALI la miró y comenzó a mecerla suavemente para que se durmiera.
—No sé a que te refieres —dijo sin mirarlo. Él se inclinó hacia ella y la tomó del mentón para hacerla mirarlo, cuando sus miradas se encontraron habló.
—Sé que algo pasa, mi amor… y necesito saber que es. Porque no quiero que haya barreras entre nosotros, de ningún tipo.
LALI se mordió el labio, nerviosa. No sabía como hablar del tema… es que en realidad ni ella sabía lo que pasaba. Tomó aire y lo soltó en un suspiro.
—Tengo miedo —le dijo. PETER acarició su mejilla.
—¿De qué? —quiso saber.
—De nosotros… yo creo que me había hecho a la idea de que los nuestro no iba a ser, y ahora estamos aquí juntos, con nuestra hija… es… complicado —soltó una risita nerviosa.
LANZANI suspiró algo aliviado, solo era eso. Ella temía que todo lo perfecto del momento se destruyera en un instante. La comprendía.
—Te amo, ¿lo sabes? —le dijo. Ella asintió levemente, sin apartar la mirada de la suya —Nunca olvides eso…
—Yo también —murmuró ella. Él se acercó un poco más y depositó un suave beso sobre sus labios. Ambos escucharon como ALLEGRA suspiraba en sueños. Sonrieron. Ella se puso de pie y PETER la imitó.
—Dámela un ratito —le pidió.
—Pero está dormida, voy a llevarla a la cuna…
—No, que duerma sobre papá —rogó y se la sacó, colocándola sobre su pecho. En esos siete días que llevaban conviviendo había aprendido lo bueno que había sido tomar un curso de cambios de pañales —Mi amor, te extrañé todo el día… —acercó su nariz a su cuellito y la olió. Amaba hacer eso.
—Entonces yo iré a preparar la cena…
—Me parece estupendo —dijo él mientras se sentaba en el sillón y tomaba el control de la tele. LALI sonrió y despareció de su vista, entrando en la cocina. PETER comenzó a cambiar de canal, sin prestarle atención a nada. Escuchó que el teléfono comenzaba a sonar y unos segundos después escuchó la voz de LALI al atender. Trató de escuchar lo que decía.
—¿Qué? —la escuchó preguntar. Luego un largo silencio —Yo… —otro silencio más. Él se sentó mejor en el sillón y se preparó para ponerse de pie —Está bien, mamá… Sí ella está muy bien, muy bien —pudo percibir la angustia en su voz. Decidió pararse e ir a la cocina. Ella seguía con el teléfono pegado a la oreja cuando él ingresó —Sí, gracias por avisarme, te amo, adiós.
Él esperó en silencio a que ella hablara. Pero no lo hacía. Decidió preguntar.
—¿Qué pasó? —los ojos de ella estaban algo vidriosos.
—Era mi madre… —dijo con voz queda —Quería avisarme que… internaron a ALEJO y que está muy mal. Dijeron que no pasaría de esta noche.
PETER se quedó callado, analizando sus palabras. Entonces la primera lágrima escapó de ella. La secó al instante, intentando ocultar su dolor. Él se acercó a ella.
—¿Quieres ir a verlo? —preguntó.
—No… no lo sé.
—LALI, amor, sabes que necesitas ir a hablar con él y decirle todo lo que tienes para decirle. Es el momento.
Ella asintió y cerró los ojos. Era hora de perdonar a su viejo y gastado abuelo

sábado, 27 de febrero de 2016

CAPITULO 85

Él las observó detenidamente, ellas dormían realmente profundo. Ambas estaban cansadas por tantas visitas y ruidos. Para su suerte, hacía como una hora, había llegado GAS y había echado a todos. Quejándose, familiares y amigos se fueron todos juntos. Y la paz reinó.
Unos segundos después una enfermera había entrado para ayudar a la morena a amamantar a la pequeña. Ese momento había sido realmente mágico para él. Se había quedado a un costado, dándole espacio a la morena, pero había observado todo.
Un bostezo involuntario escapó de su boca. El cansancio comenzaba a hacerse notar en él. Se miró a sí mismo, aun tenía la ropa de la iglesia. Sería bueno ir a casa, ducharse y cambiarse. Sí, eso mismo iba a hacer. Tomó su saco y se lo puso. Se acercó a la cama de la morena y se inclinó sobre ella para besar cortamente sus labios. Ella se removió un poco y abrió los ojos lánguidamente.
—Hola —dijo adormilada. Él le sonrió.
—Sigue durmiendo, hermosa —le dijo —Iré a casa a ducharme y cambiarme la ropa.
—Está bien —suspiró y volvió a cerrar los ojos —¿Nuestra hija esta bien?
—Duerme como osito —sonrió él.
—Perfecto —murmuró casi dormida. Él besó su frente —¿Volverás?
—Claro que sí… ¿A dónde más podría ir?
—Te amo.
—Y yo a ti —dijo y se fue de allí.
Al salir a las afueras del hospital, recordó que no había llevado su auto. Tendría que tomarse un taxi o ir caminando. Buscó su billetera en los bolsillos de su saco, pero se detuvo al sentir un papel allí. Lo sacó y abrió. Era una carta. Extrañado comenzó a leerla.
‘Esta no es la mejor forma de contarte algo, pero no se me ocurrió otra. No voy a dar vueltas, ni voy a rogarte que me perdones, solo te diré la verdad. MERY y yo hemos sido amantes durante los nueve meses de embarazo de LALI, y antes de que eso sucediera también estuvimos juntos cuando yo vine de visitas. Ella ha estado mintiéndote para retenerte, porque está obsesionada contigo, pero el algún momento lo entenderá. El día que intentó suicidarse, fui yo quien la encontró en el baño de su casa. Ella no ha perdido la memoria, PETER. Desde que despertó siempre supo porque hizo lo que hizo y con que fin. MERY esta enferma y necesita ayuda. Le he ofrecido mi amor, lo ha rechazado. Le he ofrecido la vida entera, también lo ha rechazado. Esta fuera de mi alcance. He decidido irme, no voy a volver. Pero quería que supieras la verdad, solo para sacarme un peso de encima. Lo siento mucho primo, pero nadie manda en su corazón. PABLO’
PETER volvió a releer la carta unas dos veces más. Su mente no podía entender con claridad lo que ese papel le estaba diciendo. ¿PABLO y MERY amantes? ¿Ella le había estado mintiendo todo este tiempo? ¿Había estado actuando mientras él se sentía como la mierda más grande del mundo por todo lo que le había hecho?
Se rió con amargura. La muy cínica se revolcaba con su primo y luego corría para decirle que lo amaba y que no podía vivir sin él. ¡Había intentado suicidarse!
No, pero él no se iba a quedar con aquellas palabras que estaban en la punta de su lengua. Ella iba a escucharlo.
Tomó un taxi y le indicó la dirección. Estaba enojado, tan enojado que tenía ganas de golpear a alguien. Su primo… hijo de puta… ¿Por qué no le había dicho aquello antes? ¿Le hubiese ahorrado un montón de cosas? Por culpa de MERY, él había tenido tres meses lejos a LALI… ¡TRES MESES! Y ella se había estado acostando con su primo. Volvió a reír. El taxista lo miró a través del espejo retrovisor. PETER lo miró.
—¿Puede creer que casi me casé con una loca de remate? —le contó. El hombre alzó ambas cejar y suspiró.
—Yo me casé con una loca de remate… y lo sufro cada día de mi vida —dijo el hombre.
—Puede que lo mío sea más complicado. Ella si está loca, literalmente hablando… Dejé embarazada a una mujer que conocí en una fiesta, se lo dije, ella me perdonó. Llevé a la mujer que embaracé a vivir conmigo porque quería cuidarla, ella lo aceptó. Empecé a darme cuenta de que no sentía las mismas cosas por ella que por la mamá de mi hija… Se lo dije, intentó suicidarse y luego perdió misteriosamente la memoria con respecto a ese día. Hoy íbamos a casarnos, mi hija decidió nacer. Usted no sabe lo hermosa que es y es tan pequeña —el taxista sonrió —Acabo de meter la mano en el bolsillo de mi saco y encuentro una carta de mi primo diciéndome que ella y él eran amantes… ¿usted puede creerlo? porque yo estoy intentando saber que pasó.
El taxista se encogió de hombros.
—Wow, tienes problemas, amigo —le dijo. PETER asintió —Deberías preguntarle por qué lo hizo, si tanto te amaba.
—A eso mismo voy.
En ese momento el auto se detuvo frente a la casa de MERY. Esperaba encontrarla allí. Le pagó al taxista, le dio las gracias y bajó. Se acercó rápidamente a la puerta y tocó el timbre. Luego de unos segundos la misma se abrió y sus miradas se encontraron.
Ella se quedó completamente quieta, sin respirar. ¿Qué hacía él allí? No lo esperaba. En ese momento deseó que su hermana estuviera allí. Haylie acababa de irse. Ella había abierto la puerta sin preguntar porque había creído que era ella que olvidado algo. El rostro de PETER le decía muchas cosas pero ninguna buena. Se le secó la garganta, las ganas de llorar volvieron a ella. Pero esta vez no iba a rogarle, ya lo había entendido.
—¿Qué… qué haces aquí? —le preguntó al fin.
PETER levantó la mano y le mostró el papel. Ella lo miró algo confundida, pero lo tomó. Comenzó a leer. Y a medida que sus ojos encontraban cada letra, su pulso se aceleraba. Cuando terminó volvió la vista al azulino.
—¿Por qué? —preguntó él.
—Yo…
—Traté de ser sincero contigo siempre, MARÍA —dijo con una calma que lo sorprendía hasta a él mismo – He perdido muchas cosas por tu culpa…
—PETER…
—Quiero saber por qué lo hiciste —sentenció —Solo quiero eso, y no volverás a verme nunca más en tu vida.
Sintió una presión en medio del pecho.
—PABLO… él me sedujo, PETER, yo… a veces me sentía sola. Antes de que… ella apareciera en tu vida, y luego mucho más…
—Esa no es una excusa —dijo él —Mentiste con lo del accidente… alejaste a LALI de mí, me perdí los mejores meses de su embarazo por tu culpa.
Ella comenzó a desesperarse. Se acercó a él y colocó las manos sobre su pecho.
—PETER, yo… yo te amo, PETER… todo lo que hice, lo hice por amor.
—¡No me toques! —gritó alejándose de ella —Jamás vuelvas a tocarme… me das… asco, MERY. Tú no me amas, no.
—¡SI, YO TE AMO! —gritó ella mientras las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas —POR ESO HICE TODO LO QUE HICE, PORQUE QUERÍA SER FELIZ CONTIGO…
—Eso no te da derecho a mentirme, a engañarme, a jugar con mi vida y mis decisiones —respondió él —Pero gracias a Dios, no me casé contigo.
—No digas eso…
—Adiós…
—¡NO, NO, PETER! —lo tomó del saco. Volvía a rogarle, era más fuerte que ella. Verlo allí, ver como la miraba, como si ella fuera basura, como si la odiara. No podía con eso —¡POR FAVOR, MI AMOR, POR FAVOR, NO ME DEJES, NO!
Él se alejó de ella con un solo tirón y comenzó a alejarse.
—No vuelvas a buscarme, ni a acercarte a mí o mi familia. Estás muerta para mí, MERY. Poco y nada me importa lo que te suceda de ahora en más…
Esas palabras la hirieron más que cualquier otra cosa en el mundo entero. Ya estaba realmente claro… había perdido absolutamente todo.

CAPITULO 84

LALI ya estaba acomodada en una habitación común y que gracias a Dios no olía a suero. Tenía una enorme ventana que daba a un hermoso parque que el hospital tenía para salir a respirar. Sabía que había sido GAS el que había mandado a darle aquel cuarto. 
Estaba realmente agotada, sentía un sueño que jamás había sentido en su vida. Era como si cada poro de su piel le g...ritara que se sumiera en las profundidades del cansancio. Pero no podía dormir, no sin volver a tener a su hija en brazos.
La puerta se abrió y una enfermera ingresó, empujando una pequeña cuna que estaba decorada con una manta rosa clarito. LALI se sentó al instante y sonrió.
—Que raro que no esté durmiendo —dijo la mujer —La mayoría de las veces las madres están tan cansadas luego del parto que se quedan dormidas.
—No podía dormir sin ella aquí —le dijo.
La enfermera sonrió y colocó la cunita bien cerca de ella así la morena podía verla.
—Está todo perfecto con la pequeña —le contó —Es perfecta y hermosa de la cabeza a los pies. Ahora está dormidita porque se ha cansado de que la revisáramos. Así que puedes dormir tranquila, cariño. Todo está bien.
—Gracias —susurró LALI.
—Cualquier cosa que necesites, toca el botón rojo.
La puerta volvió a abrirse para darle paso a PETER que llevaba consigo un enorme ramo de flores, unos cuantos osos y globos con frases de bienvenida. La mujer le sonrió y se acercó a él para ayudarlo a acomodar todo alrededor de la cama. Él se acercó a la morena y la besó suavemente en los labios. Colocó las flores sobre una mesa al costado y fue hacia el baño para lavarse las manos. Volvió al instante y se acercó a la pequeña cunita.
—Adiós —dijo la enfermera y se fue de allí.
—Adiós —dijeron ambos al unísono. El silencio los envolvió. Él clavó la mirada en ella.
—Nuestras familias siguen como locas allí afuera. Todos quieren pasar a la vez y verlas a ambas. Pero GAS se los ha prohibido rotundamente, diciéndoles que las primeras tres horas son enteramente nuestras.
Ella sonrió y suspiró. Él rodeó la cama y le pidió que se moviera un poco. La morena así lo hizo, dejándole un pequeño lugar. PETER se acomodó a su lado, apoyándola sobre su costado. Se observaron tranquilamente.
—¿En qué piensas? —preguntó ella con voz suave.
—En que deberías estar durmiendo —dijo él.
—No podía —le contó —Ella no estaba aquí y eso no me dejaba dormir.
—Ahora ya lo está —murmuró y acomodó un pequeño mechón que caía sobre su frente —Duerme, mi amor, que yo estaré aquí cuidando de nuestra hija y de ti.
La morena levantó su mano y acarició su mejilla, pudo notar bajo su palma el suave vello de la barba que comenzaba a crecer. PETER se inclinó un poco y rozó sus labios.
—Te…
—…amo —terminó él la frase por ella, para luego besarla tomando sus labios entre los suyos, ejerciendo una suave presión sobre ellos. Era simplemente delicioso. Se alejó un poco para observar como ella dejaba los ojos cerrados y se disponía a dormir.
PETER se acomodó mejor y también cerró los ojos. Por algún motivo también se sentía cansado. Era como si recién ahora pudiera estar realmente tranquilo. En los últimos meses no había podido dormir sin despertarse a cada rato, alterado, nervioso, incluso asustado. En ese momento no había nada de eso. Solo paz, una paz que lo envolvió y lo llevó sin más al mundo de los sueños.
Se despertó por un pequeño sonido que llegaba hasta sus oídos. Era parecido que hacían los gatitos al quejarse. Abrió los ojos rápidamente y se dio cuenta de que sí se había quedado dormido con LALI. La observó y ella seguía profundamente relajada. El sonidito volvió a llamar su atención. Levantó la cabeza y observó como ALLEGRA se removía molesta dentro de la cunita. Con sumo cuidado se puso de pie para no despertar a la morena. Se acercó a ver a su bebé. Ella tenía los ojos abiertos como platos y tenía una manito cerrada en un puño y lo chupaba con ansias. Oh, tiene hambre, pensó él. Ella era tan pequeña. Ahora ya no estaba roja. Se veía suave y rosadita. Tenía aquella pequeña boca en forma de capullo. Él sonrió divertido al verla sacarse el puño de la boca enojada y fruncir el ceño. Iba a llorar.
Se inclinó un poco y decidió levantarla. Era tan pequeña y estaba seguro de que cabía en su antebrazo.
La tomó despacio, colocando su mano derecha debajo de su cabecita. Amara se removió y suspiró mientras él la levantaba de aquella cómoda cunita. La colocó sobre su pecho, como lo había hecho LALI anteriormente. Aquella pequeña cabecita descansó justo en la unión entre su cuello y hombro. Su manito izquierda se cerró sobre el cuello de su camisa. PETER se quedó completamente quieto. Sintiendo su respiración suave y tibia contra la piel. Ella olía a… simplemente a bebé. Su pequeña mejilla quedaba perfectamente al alcance de su boca. Rozó sus labios sobre esa perfecta piel, para luego depositar un beso allí. Con su nariz acarició el lugar donde la había besado. Era tan frágil, tan dependiente.
—¿Sabes las veces que imaginé este momento? —le preguntó en un murmuro y comenzó a mecerse suavemente —Dios, amor, jamás pensé que podría amarte tanto —sintió como ella comenzaba a chupetear su manito otra vez. Sonrió —Eres el mejor momento de inconciencia que me pasó en la vida, mi amor.
—¿También yo? —escuchó que ella preguntaba.
Se giró y la vio. Allí estaba ella mirándolo con ternura, con una suave sonrisa plasmada en su hermoso rostro. Se acercó nuevamente a la cama y se acostó a su lado con sumo cuidado, agarrando a su bebé por todos lados.
—Claro que también tú eres lo mejor que pasó en mucho tiempo, LALI —la observó. Ella estiró la mano para acariciar la espaldita de la niña —Pero me parece ahora señorita LALI, que es hora de dar de comer a esta hermosa cosita. Esta a punto de comerme a mí. Ver más

Ella se dejó caer de rodillas en medio de la solitaria habitación de hotel, en donde se suponía que debería estar festejando su hermoso matrimonio. Las lágrimas recorrían sus mejillas, mientras un agudo dolor era dueño de su pecho. ¿Por qué él no podía amarla? ¿Por qué?
La puerta de la habitación de abrió y su hermana se asomó.
—MERY…...
—¡VETE! —le gritó.
—Pero…
—¡NO QUIERO VER A NADIE! ¡DÉJENME EN PAZ!
Su hermana asintió en silencio y volvió a salir. MERY se tomó el rostro con ambas manos y rompió en llanto una vez más. Tanto teatro para nada. Tanta mentira para nada. Al final la maldita arrastrada y su maldita hija se habían salido con la suya. Le habían arrebatado al amor de su vida. ¿Qué iba a hacer ella ahora? ¿Qué?
La puerta volvió a abrirse, pero esta vez era su padre. Ella lo miró y guardó silencio.
—No más, MERY —le dijo él.
—No es justo… —dijo ella apenas audible.
—Esto pasó hija porque obligaste a PETER a hacerlo… y lo sabes.
El labio de ella tembló y apartó la mirada de su padre. Se negaba a aceptar la culpa. No era su culpa. Ella merecía ser feliz.
—Yo lo amo…
—No, hija —dijo con ternura y se acercó hasta ella para agacharse a su lado. MERY apoyó la cabeza sobre su hombro —El amor no es así, MERY… El amor es saber dar un paso al costado, es aprender a perder, es dejar ir…
—Pero…
—Eres hermosa —la interrumpió —Y estoy seguro que encontrarás al hombre que compartirá el resto de sus días contigo.
Ella cerró los ojos, escuchando por primera vez lo que jamás había querido escuchar de los demás. Había perdido. Ya no había forma de que PETER volviera a su lado. El corazón de ese hombre, estaba en manos de otra. Soltó un suspiro. Era hora de olvidarse de PETER LANZANI.

—Oh, por Dios, oh por Dios, ella es hermosa —dijo sin poder creerlo EUGE mientras PETER le colocaba en brazos a la pequeña.
—Déjame verla —pidió NICO mientras se colocaba detrás de la rubia y apoyaba el mentón sobre su hombro —Diablos que has hecho un buen trabajo, hermano…
—Óyeme —habló EUGE y giró la cabeza para mirarlo —LALI también ha trabajado muy duro para que saliera tan bonita.
PETER rió y miró a la morena que también sonreía. El horario de visitas había comenzado hacia aproximadamente diez minutos. Y los únicos que se habían quedado eran EUGE y NICO. El resto había decidido ir a cambiarse la ropa elegante e incomoda.
EUGE miró a su mejor con los ojos llenos de lágrimas. LALIinclinó un poco la cabeza para mirarla también.
—¿Qué pasa? —le preguntó la morena.
—Yo… —no pudo seguir hablando ya que un nudo se había instalado en medio de su garganta. Aquello era tan emocionante —No puedo creer que estemos viviendo esto…
Los ojos de LALI también comenzaron a llenarse de lágrimas.
—Díselo… —le pidió -LALI.
EUGE se mordió el labio inferior y miró a su nueva sobrinita… Dios aquello era tan complicado. ¿Cómo iba a decirle a NICO en ese momento que dentro de nueve meses ellos también estarían así? Giró lentamente para mirarlo de frente. La pequeña dormía cómodamente, totalmente ajena a todo lo que pasaba a su alrededor.
—No estaba lista para decírtelo porque tenía miedo —le dijo. RIERA estaba quieto como una estatua, casi ni respiraba. La rubia tragó saliva —Amor, yo… estoy embarazada.
PETER abrió los ojos como platos al escuchar tal noticia. Miró a la morena, que lloraba en silencio, ella también lo miró y asintió. PETER observó a su amigo al instante. NICO estaba tan blanco como un papel.
—¿Q… qué? —logró decir apenas.
—Vamos a tener un bebé tan pequeñito como ella —lloró EUGE que estaba tan sensible como señora en plena menopausia.
NICO levantó una mano, algo temblorosa, y tocó su mejilla, secando las lágrimas que caían por ellas.
—Me haces el hombre más jodidamente feliz de este mundo —susurró. Se acercó a ella con cuidado, para no aplastar a su sobrinita, y la besó en los labios.
PETER se acercó a LALI.
—¿Desde cuando lo sabes? —le preguntó.
—Hace cinco días… fuimos juntas a comprar algunos test de embarazo. Ella tenía ciertas dudas. Todos dieron positivo —le dijo en voz baja —Vamos a ser tíos.
—Se agranda la familia —sonrió él.
NiICO se alejó de EUGE y miró a PETER. Este último también se giró a verlo.
—Voy a decírtelo, maldita sea —dijo RIERA —Te amo, hijo de…
—¡NICO! —lo paró EUGE.
—También yo, infeliz —rió PETER y se acercaron para abrazarse fuertemente.
—Estoy cagado hasta las patas —le dijo NICO al oído. PETER lo apretó un poco más.
—Esa es la primera sensación, no te preocupes… ya pasará. Lo prometo.
Se alegaron sin dejar de palmearse y decirse cuanto se amaban, con uno que otro insulto.
—Shhh —dijo EUGE —Están molestando a la princesita…
Todos se giraron a verla y observaron como la pequeña comenzaba a despertarse. Amara abrió los ojos lánguidamente.
—¡Tiene tus ojos! —exclamó NICO apuntando con su dedo a PETER.
—Dios, es tan preciosa…
La puerta se abrió e ingresaron, GIMENA, NICO L, EMILIA, MARIANO, CANDE, AGUS y VICO. Los saludos comenzaron de aquí para allá. Los cuatro nuevos abuelos se acercaron a EUGE que sostenía a la pequeña. Y las dos abuelas comenzaron a llorar.
Una vez que se abrazaron y lloraron entre todos, la pequeña aALEGRA fue a parar a brazos de sus tíos más jóvenes. CANDE sostenía a la pequeña mientras AGUS y VICO la observaban en silencio. Pero entonces las charlas se interrumpieron porque Amara comenzó a llorar.
—Quiere a su mami —dijo GIMENA y se puso de pie para tomarla en brazos y acercársela a LALI. La morena la tomó.
—Tranquila, mi vida —le dijo al oído mientras besaba su cuellito y la colocaba sobre su pecho. La niña se calló al instante.
—Es increíble como se calma —aseguró VICO, que estaba tan callado que no parecía él. PETER se acercó a su hermano y palmeó su hombro.
—¿Qué sucede, hermano? —le preguntó. VICO se encogió de hombros sin dejar de mirar a LALI que sostenía a ALLEGRA y comenzaba a hablar con las mujeres que se ponían a su alrededor. NICO L se acercó a ellos.
—No lo sé —dijo VICO —Es raro… ella es tan pequeña que… no lo sé. Es tan hermosa y perfecta, que no puedo creer que tú hayas podido hacer algo así —miró a PETER. No podía explicar muy bien los sentimientos que tenía hacia su hermano. Siempre lo había admirado, pero en cierto modo lo ocultaba —Estoy orgulloso de ser tu hermano, hermano.
PETER apretó su hombro, sintiendo un pequeño nudo en la garganta. Era increíble lo sensible que estaba el ambiente. Acercó a VICO a él y lo abrazó con fuerza.
—No sabes lo bien que me hacen tus palabras —le dijo sin soltarlo.
—Ya, ya, ¿Por qué son tan sentimentales? —habló NICO L. Ambos se alejaron y lo miraron. El mayor de los LANZANI tenía los ojos vidriosos.
—Oh no, papá va a llorar —dijo VICO divertido.
—¿Qué? —preguntó GIMENA poniéndose de pie. Se acercó rápidamente a NICO L y tomó su rostro con ambas manos —Oh, mi amor…
Lo abrazo, rodeándolo por la cintura y apoyando la cabeza en su pecho. NICO L le devolvió el gesto y cerró los ojos.
—Bien, ya basta —habló PETER para todos —Demasiada cursilería en un solo día… —miró a LALI y a su hija —Aunque lo vale, ¿cierto?

CAPITULO 83

El auto se detuvo frente al a puerta del hospital. Al instante la puerta de atrás se abrió y LALI vio el rostro de GAS. El rubio se inclinó y la tomó de las manos para ayudarla a bajar. Carl y Paul también se bajaron, mientras una enfermera traía una silla de ruedas para poder desplazar a la embarazada más rápido.
—¿Cómo te siente? —le preguntó DALMAU.
—L...as contracciones son cada diez minutos —dijo algo agitada.
—¡Miriam, hay que llevarla ya mismo a la sala de parto! —dijo él a la mujer que sostenía la silla.
—Enseguida, doctor —dijo la enfermera y se acercó a la morena.
—¿Ella va a estar bien? —preguntó Paul, mientras LALI se sentaba con dificultad sobre la silla. Una vez que estuvo cómoda los miró.
—Jamás voy a olvidar lo que hicieron por mí —les dijo con lágrimas en los ojos. Y creo que mi hija va a adorar tener dos abuelitos adoptivos…
Ambos hombres sonrieron emocionados.
—Nos quedaremos esperando a que todo salga bien, niña —dijo Carl.
—Gracias —murmuró y entonces una contracción acudió a ella. Apretó los dientes y se agarró a los costados de la silla.
—¡Vamos, ya! —exclamó GAS y empujó la silla.
LALI tenía su panza firmemente agarrada. La contracción se había detenido y algo agitada intentó comprender que pasaba a su alrededor. GAS la llevaba a una velocidad casi peligrosa por medio de los pasillos del hospital. La gente se abría paso a ella. GAS daba órdenes sobre su cabeza. Y las enfermeras se movían deprisa acatando cada grito.
Llegaron al primer piso. Un grupo de personas la rodeó y la ayudaron a levantarse. Una nueva contracción llegó.
—Cada cinco minutos —escuchó que DALMAU decía —Esa niña quiere nacer ya.
—¡Por favor! —gruñó ella adolorida —Me duele…
—Tranquila, LALI —dijo él —Estamos haciéndolo lo más rápido posible para ayudarte.
En menos de cinco minutos, LALI, estaba acostada sobre una cama, llevando puesto un camisón de hospital que le habían puesto y haciendo todo lo posible para no pujar. No quería que naciera sin que él estuviera allí.
—LALI, no aguantes la contracción —le pidió GAS —Ella necesita salir.
Dejó caer la cabeza hacia atrás, sobre la almohada y lloró.
—Dijiste que él… —no pudo terminar la frase, el dolor la forzó a pujar. Sintió un paño frío sobre su frente, secando su sudor. Una de las enfermeras estaba a su lado.
—Eso es —la alentó el rubio que era el encargado de ayudarla a traer el mundo a la pequeña ALLEGRA —Sigue así, pequeña, que pronto tu hija estará aquí.
—Lo estás haciendo muy bien, niña —le dijo la enfermera que le secaba la frente. LALI se dejó caer exhausta mientras la última contracción se iba y ella podía respirar un poco. Miró a la mujer que estaba a su lado.
—Gracias —le dijo en un débil susurro.
—No es nada, niña —le sonrió.
LALI se tensó al sentir dolor otra vez y empezó a pujar nuevamente.
—Tres, cuatro, cinco… Vamos, LALI, vamos que ella está muy cerca —dijo GAS.
—¡DIOS MIO, HAS QUE NAZCA YA! —le gritó a su médico.
—Eso hago —se defendió él.
—¿Dónde está el papá? —preguntó la enfermera. LALI la miró al instante y sintió unas terribles ganas de mandar todo al carajo. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, mezclándose con el sudor de sus esfuerzos por traer al mundo a su hija.
—No creo que sea buena idea hablar de eso —dijo GAS.
LALI intentó patearlo. Estaba asustada, adolorida y enojada.
—¡DIJISTE QUE IBAS A TRAERLO! —le gritó y volvió a pujar.
—Vamos, LALI, tú puedes… Yo sé que puedes.
—¡NO PUEDO! —lloró ella —¡NO PUEDO HACERLO!

Él entró desesperado al hospital. Se acercó a una mujer vestida de celesta y preguntó si acababa de ingresar alguna mujer a dar a luz. Apenas la enfermera dijo: Primer piso. No esperó más y se echó a correr nuevamente. No podía dejar de pensar. No podía creer que eso estuviera sucediendo. Mientras había estado parado en aquella iglesia, no había dejado de pensar en LALI. Aun más al ver que ella había decidido no asistir. Y entonces como un milagro caído del cielo, su hija había decidido nacer. Para salvarlo y hacerle entender que él no podía arruinar su vida de aquella manera.
Llegó al primer piso y comenzó a caminar hacia una de las puertas, más por instinto que por otra cosa. Al aproximarse, pudo escuchar unos gritos de dolor. El corazón se le estrujó en medio del pecho. Ingresó rápidamente en la puerta de la que habían salido los gritos, pero se detuvo al verla allí, detrás de un vidrio, llorando y maldiciendo, mientras GAS intentaba calmarla. Sin seguir dando vueltas, tomó la decisión de ingresar. Pero entonces una mujer muy bajita se interpuso en su camino.
—Señor, no puede ingresar así a una sala de parto —le dijo.
—Soy el padre de la niña…
—¿Cómo logró ingresar? —le preguntó como si no lo hubiese escuchado.
PETER no podía dejar de mirara a LALI. Ella estaba sufriendo, y él estaba allí sin hacer nada. Estaba a punto de perder el control.
—Déjeme entrar —le dijo a la mujer y dio un paso.
—Aléjese porque llamaré a seguridad —le advirtió.
—¿PETER? —escucharon que ella decía. LANZANI volvió la vista. LALI lo estaba mirando.
—Ya voy mi amor —le dijo él. Ella sonrió entra lágrimas pero su rostro cambió nuevamente al estado del dolor. PETER intentó pasar.
—No —lo detuvo la mujer.
—¡Maldita sea, Susan! —exclamó GAS —Dale una maldita bata y déjalo pasar antes de que ella me mate.
La enfermera miró mal a PETER y fue en busca de una bata. Rápidamente lo ayudó a colocársela. Abrió la puerta y él se acercó a la morena. Se inclinó cerca de su rostro. Ella lo miró respirando agitadamente, el rostro rojo, lleno de lágrimas y sudor. Era la mujer más hermosa que él había visto en su vida.
—Hola —le dijo él. LALI intentó sonreír, pero el dolor era más fuerte. PETER acarició sus cabellos.
—No puedo hacerlo —murmuró ella —No puedo traer a nuestra bebé…
—Claro que puedes, hermosa —le dijo y tomó su mano —Podemos hacerlo, ya estoy aquí…
—Oh por Dios, aquí viene de nuevo —exclamó ella y gimió de dolor.
LANZANI se desesperó, pero aguantó en silencio, mientras la mano de LALI se aferraba a la suya con fuerza.
—Ahí viene —dijo GAS —Puedo ver la cabeza… Vamos, LALI, un poco más.
—¡DIOOOS! —lloró y pujó con más fuerza.
—Eso es, mi amor, ya casi la tenemos —le dijo PETER al oído y le secó el sudor de la frente —Eres increíble… Dios mío, LALI, jamás en mi vida voy a volver a verte como alguien frágil y vulnerable…
—Aquí viene, aquí viene —dijo GAS. PETER alzó la cabeza e intentó ver, mientras LALI soltaba una maldición digna de un bárbaro y luego se dejaba caer flácida como gelatina sobre la cama.
El momento se detuvo para ambos mientras la habitación se llenaba de un agudo y fuerte llanto. GAS, con la frente perlada de un fino sudor, se incorporó y ambos pudieron verla, mientras las enfermeras de alrededor la limpiaban un poco.
PETER se quedó sin respiración mientras su mirada inspeccionaba por primera vez, aquel pequeño cuerpecito tembloroso y frágil.
—PETER, ven a cortar el cordón —le pidió a GAS. El azulino asintió y se acercó un poco. Tomó la tijera y cortó donde el rubio indicó. Una de las enfermeras colocó una toalla sobre el pecho de LALI y GAS colocó a la pequeña sobre ella.
—Oh Dios —lloró ella mientras intentaba tocar a esa pequeña cosita con cuidado. El corazón le latía acelerado, no sabía de donde estaba sacando fuerzas para seguir despierta. Sentía el cuerpo entumecido y flácido. Solo la pura fuerza de voluntad y aquel llanto desolador que salía de su bebé, la hacían seguir con los ojos bien abiertos.
PETER se inclinó sobre ambas y ellos se miraron a los ojos. La morena le entregó una pequeña sonrisa. Los ojos de él estaban llenos de lágrimas. No podía explicar los sentimientos que lo embargaban.
—Lo hiciste —le dijo.
—Lo hicimos —murmuró ella.
PETER se acercó sin dudarlo y la besó en los labios, tratando de explicarle todo con aquel pequeño beso. No encontraba las palabras para hablar.
La enfermera envolvió a la niña y la levantó del pecho de su madre. LALI intentó incorporarse, pero el agotamiento la hizo volver a su posición.
—Tranquila —le dijo PETER y acarició su rostro.
—Por favor, ve con ella, no la dejes sola —le pidió.
—Está bien, mi amor…
Se alejó de ella y se acercó a la enfermera que limpiaba con sumo cuidado a su hija. La observó mejor. Estaba roja como un tomate, una pequeña cantidad de cabello oscuro cubría su cabecita. Su ceño estaba levemente fruncido y tenía los ojos firmemente cerrados. La enfermera lo miró.
—Es una niña muy saludable, padre —le dijo. Le colocó una gorrita rosada y la envolvió con firmeza con una manta del mismo color. La levantó y se la tendió. PETER la miró sorprendido.
—¿Quiere que la agarre? —le preguntó.
—Pues claro —sonrió la mujer.
—Es que no sé como…
Ella se acercó y se la colocó en brazos. Lo ayudó a sostenerla correctamente.
—Siempre hay una primera vez para todo —le aseguró y se alejó.
PETER se quedó allí parado con ella en brazos. Lo observó más de cerca. Era la cosita más pequeña que él había sostenido alguna vez en su vida. Y era suya…
Las lágrimas que habían llenado sus ojos anteriormente, volvieron. ALLEGRA ya no lloraba, parecía estar muy cómoda dentro de esa manta.
—Hola princesa —le habló. Ella se removió un poco entre sus brazos. Bostezó y luego frunció el ceño, en una clara señal de llanto —No, mi amor, no llores. Soy yo, cariño, papá.
La pequeña se quedó completamente quieta al escucharlo. Su rostro se relajó y entonces abrió los ojos. Los mismos eran de un color miel, miel como la de las abejas. Esos eran sus ojos. Más de una vez su madre le había dicho que al abrir él los ojos por primera vez, habían sido de un miel como la más bonita tarde de verano. Era como si lo estuviera mirando, o eso creía. Sabía que los bebes no veían apenas nacían. Pero ella lo estaba mirando fijo.
—Sí, mi amor, aquí estoy —le dijo con voz queda —Dios mío, si vieras lo hermosa que eres.
La niña sonrió. Oh Dios, pensó él. Ella sonreía con la boca bien abierta y sin ningún diente. La primera lágrima resbaló por la mejilla del azulino.
—¿PETER? —escuchó que LALI decía. Se dio la vuelta muy despacio, con miedo de perder el equilibrio con su hija en brazos. La morena se veía demacrada, como si se hubiese ido a la guerra. Las enfermeras ya la había limpiado y acomodado. Pero aun así, seguía siendo la mujer más hermosa que él había visto jamás.
Se acercó hasta la cama y le colocó a la niña sobre su pecho. LALI la tomó y la observó bien. Al fin la tenía allí, al fin estaba en sus brazos. Era tan hermosa… Su pequeña, una parte de ella. Alguien que iba a depender de ella por muchos años. ALLEGRA tenía los ojos bien abiertos. Y sus ojos parecían ser… ¡VERDES! Miró a PETER.
—Tiene tu nariz —le dijo él. El mentón de ella tembló.
—Tiene tus ojos —murmuró.
GAS reingresó a la sala, ya que se había ido para asearse y cambiarse de delantal. PETER y LALI se giraron a verlo. El rubio sonrió.
—Buen trabajo, muchachos —les dijo —Tienen una hermosa y saludable niña.
—Gracias —le dijo LALI con la voz quebrada —Gracias por todo lo que has hecho por nosotras durante todos estos meses… tío.
DALMAU asintió algo emocionado. Le había tomado mucho cariño a aquella morena, como si fuera una hermana pequeña a la cual cuidar.
—Ahora los dejaré… Tengo que ir a calmar a una multitud que ha colmado la sala de espera, y tienen locas a las enfermeras…
—Pide perdón de nuestra parte, doc —sonrió PETER —La familia es así.
—Ya lo creo —rió. Miró a LALI—Enseguida vendrán a cambiarte de habitación y se llevaran a ALLEGRA para una revisión en neonatología. Luego vendrá una enfermera para ayudarte a alimentarla por primera vez
—Bien —asintió ella. GAS inclinó la cabeza y salió de allí. El silencio envolvió el lugar. PETER la miró una vez más.
—Dios mío, LALI —suspiró y levantó la mano para acariciar su rostro. LALI acariciaba la manito libre de ALLEGRA, que se agarraba con fuerza a uno de sus dedos.
—Parece estar asustada, PETER —dijo sin dejar de mirarla —Es como si supiera que ya salió a la luz, que vino a este mundo cruel y despiadado… Tengo miedo de no poder darle todo lo que se merece.
—Mírame —le pidió él. Ella no lo hizo, entonces PETER colocó un dedo bajo su barbilla y la levantó hasta que sus miradas se cruzaron —Ella jamás va ser no amada, LALI. No puedo prometerte que no vaya a sufrir, porque la vida tiene esas cosas a veces… Pero puedo jurarte que va a ser inmensamente feliz, y amada por mí, de la misma manera en la que te amo a ti.
—PETER…
—No lo hice, LALI —le dijo como si supiera lo que ella estaba pensando —No podía hacerlo.
Ella lo miró sorprendida. ¿No se había casado?
—No te casaste —murmuró.
—No —dijo él y acarició sus labios —Gracias a nuestra hija no cometí el mayor error de mi vida.
—Te amo —susurró ella. Él se acercó un poco más hasta rozar sus labios.
ALLEGRA comenzó a llorar en medio de los dos. Ambos rieron y PETER se alejó un poco para poder mirarla. LALI cambió de posición para ponerla boca abajo sobre su pecho.
LANZANI la observó cautivado. Ella parecía toda una profesional, murmurándole cosas dulces al oído, acariciando su espaldita. Le bebé se quedó dormida rápidamente, sobre los latidos familiares del corazón de su madre. Él sonrió sin que ella lo viera. Pero ese momento era el momento más mágico y lleno de paz de su vida… y era algo que lo iba a llevar consigo por el resto de sus días.

CAPITULO 82

PABLO se acercó a la puerta. Acababa de ver a su madre salir de allí. Ella estaba sola. Aquella era su oportunidad para hablarle, antes de que hiciera aquella locura de casarse con alguien que no lo amaba y jamás iba a amarla. Si ella solo pudiera entenderlo, de la manera en la que él lo entendía. Él sería capaz de darle hasta la vida, si ella se lo pedía. Pero no, ...era más fuerte el maldito capricho por PETER.
Soltando un suspiro se aproximó hacia la puerta. Sin siquiera tocar, ingresó.
MERY, algo sorprendida, se giró a verlo. Su rostro se palideció. No, él no podía estar allí en ese momento.
—Vete —le dijo al instante y se dio la vuelta.
PABLO no podía ni moverse. Ella se veía simplemente perfecta en ese vestido de novia.
—MERY, no lo hagas… No te cases con él —le pidió.
—¿Para eso has venido, PABLO? —preguntó sin mirarlo. Se acercó al pequeño tocador que había allí y se sentó. Comenzó a retocarse el maquillaje —¿A perder tu tiempo?
—Por favor…¿puedes escucharme? —se acercó un poco a ella desde atrás. MERY lo miró a través del espejo.
—¿Cuándo vas a entenderlo? PETER es el hombre de mi vida…
—PETER no te ama, MERY…
—¡Cállate! —exclamó y se puso de pie. Se giró a verlo con la mirada llena de furia. Nadie iba a arruinarle el día —Él me ama, se va a casar conmigo, vamos a ser muy felices.
PABLO la miró con lástima. Ella estaba enferma, completamente fuera de sí. Y aun así, él seguiría siendo capaz de darle todo. Maldita sea que la amaba.
—Vas a arruinar tu vida. Tarde o temprano, él va a dejarte.
—Vete, PABLO —dijo apretando los dientes —Vete porque gritaré y diré que intentaste abusar de mí. PETER jamás va a perdonarte algo como eso…
—PETER no va a casarse contigo, MER —le dijo lo más calmado del mundo.
—Jamás voy a amarte, PABLO, ¿entiendes eso? Jamás.
PABLO se encaminó hacia la puerta. Se giró a verla una vez más, antes de abrir el picaporte. Soltó un suspiro y le entregó una pequeña sonrisa.
—PETER jamás va a amarte, MERY, ¿entiendes eso? Jamás.
Salió de allí dejándola con el corazón en la boca. Cerró los ojos y contó mentalmente hasta diez. Nada iba a arruinar el día más importante de su vida. Nada iba a salir mal. Se acomodó el cabello y se volvió para mirarse en el espejo. Se sonrió a sí misma. Estaba realmente increíble. Iba a ser la novia más hermosa del mundo.
Una vez que el cura dijera: los declaro, marido y mujer. Ella estaría completamente en paz. Miró la hora sobre el reloj de pared que allí había. En menos de media hora sería la señora de LANZANI y nada podría impedirlo.

LALI miró angustiada a su alrededor. Todo parecía demasiado calmo para ser sábado…
Estaba a punto de sufrir una crisis de nervios. No sabía que hacer. No sabía si caminar o quedarse quieta. Y lo peor de todo era que se había olvidado su maldito celular en casa de su madre. Nada podía ser peor.
El corazón le latía con fuerza, estaba aterrada. No quería tener a su hija en medio de la calle y sola. Decidió caminar, pero al llegar a una cuadra se detuvo agitada y a punto de largarse a llorar. Una pequeña contracción la paralizó.
¡Nooo, no podía nacer ya!
Divisó frente a ella un viejo auto que estaba estacionado sobre la vereda. Había dos hombres mayores delante de él, charlando tranquilamente. Se acercó a ellas sin hacer demasiado ruido. El hombre más alto fue el primero en notar su presencia.
—Por favor… —dijo agitada —Acabo de romper bolsa. Necesitaría algún teléfono para pedir ayuda…
—Por Dios, niña… Tardarán demasiado en llegar, ¿quiere que la llevemos al hospital? Acabamos de terminar de arreglar a la vieja chata.
Los ojos de LALI se iluminaron, y una voz en su cabeza gritó ¡Sí!
—¿Harían eso por mí? —inquirió.
—Claro que sí —dijo el hombrecito más bajo y se acercó a ella para ayudarla a caminar. LAI le agradeció por lo bajo y caminó colgada de su brazo.
—Suba al auto —dijo el otro y abrió la puerta.
LALI se sentó con un poco de dificultad en la parte trasera, agarrándose con firmeza el vientre.
—¿Tienen un teléfono celular? —les preguntó —Necesito avisarle a alguien de todos modos.
—Si, niña —el hombre alto sacó un pequeño celular y se lo tendió —¿Cómo es su nombre?
—LALI —respondió apretando los dientes. Otra contracción acababa de acudir a ella.
—Él es Carl y yo soy Paul —dijo el hombre más bajo mientras se sentaba frente al volante.
—No pierda la calma, pronto estaremos en el hospital —dijo Carl.
—Gracias —murmuró y con manos temblorosas comenzó a marcar el único número que en ese momento tenía en mente. Sonó una, sonó dos…
—GASTON DALMAU —contestó al fin.
—GAS —susurró ella.
—¿LALI? —inquirió algo confundido.
—GAS… acabo de romper bolsa en la calle.
—Oh, Diablos ¿Dónde estás? —preguntó preocupado.
—Unos señores muy amables están llevándome al hospital —le contó —GAS, tengo miedo… no quiero que nazca sin cuidados.
—Tranquila… Si sientes contracciones, necesito que respires como lo hemos practicado. Eso te ayudará a controlarlos. Yo salgo ya mismo para el hospital…
Los ojos de la morena se llenaron de lágrimas. El auto en donde estaba metida se puso en marcha. Un tembloroso suspiro salió de sus labios.
—LAI, preciosa, no llores —le pidió él —Yo sé que estás asustada, pero por favor, no llores…
—No tenía que nacer hoy, GAS —lloriqueó.
—Lo sé.
—No este día, no hoy —las lágrimas salieron de sus ojos sin ningún control —Él no podrá estar y te juro que lo necesito tanto…
—Shhh —intentó calmarla —Él estará ahí, te lo juro.
—¿Sí? —inquirió mientras se sorbía la nariz.
—Sí —asintió —Ahora necesito que me digas cada cuanto tienes contracciones…
—Creo que cada quince minutos…
—Dios —susurró él y ella escuchó que buscaba algo y se abría una puerta.
—¿Es muy malo? —quiso saber.
—No, no, no —dijo rápidamente —Solo estate tranquila, LALI… Los nervios no ayudan a la bebé.
—Está bien —suspiró y cerró los ojos —Carl y Paul me están llevando al hospital – miró a los dos ancianos —Son señores muy bien parecidos…
Carl se giró a verla y le entregó una arrugada sonrisa.
—Lo mismo pensamos de usted, niña… Me recuerda a mi nieta Soledad. Solo puedo verla una vez al año. Vive con su madre en Latinoamérica.
—Eso es, LALI, mantén la mente ocupada… conversa con ellos, sonríe. Eres hermosa cuando lo haces —le dijo GAS —Pronto tendrás a tu hija en brazos.
Ella sonrió con los ojos cerrados. Era cierto… Al fin tendría lo que tanto quería.

AGUS se acomodó la corbata mientras estaba parado detrás de PETER, con NICOl y VICO al lado de él. Miró a su novia del lado del frente. Se veía preciosa con ese vestido tan bonito. CANDE lo miró y le entregó una sonrisa sin alegría. Él la entendía. Ninguno de los dos podía creer aun como era que PETER estaba a punto de casarse con la loca de MERY. Miró a su alrededor en busca de su prima. Divisó a EUGE, pero LALI no estaba junto a ella.
Que raro, pensó. Luego se encogió de hombros, diciéndose a sí mismo que era obvio que ella no estuviera allí.
AGUS volvió la vista a PETER. El hombre parecía a punto de explotar. No había ninguna expresión de emoción en él. Estaba tan serio y callado que AGUS se preguntaba si alguna vez, ese había sido el molesto y guardabosques, cuñado, que protegía a su hermana. También lo entendía a él… estaba a punto de mandar su vida a la mierda.
La música nupcial comenzó a sonar. Todas las personas en la iglesia se pusieron de pie. En la entrada apareció un hombre casi calvo, que llevaba a una elegante MERY colgada de su brazo. Ellos comenzaron a caminar, acercándose cada vez más a PETER. Miró de nuevo a LANZANI. Ni siquiera sonrió al ver a su futura esposa.
Al fin la molesta música dejó de sonar y la novia llegó a su destino. Ella sonrió emocionada, tenía los ojos vidriosos. Miró a PETER con demasiado amor… más bien locura.
—Bien —empezó a hablar el cura —Estamos reunidos aquí, para unir en sagrado matrimonio a esta joven pareja enamorada… El matrimonio es un pacto de amor para toda la vida. La unión sagrada entre dos almas en la tierra del señor…
Un celular comenzó a sonar a todo volumen en medio de la iglesia. Al instante todas las miradas se posaron en él. AGUS se dio cuenta que era el suyo. Maldita sea, se había olvidado de ponerlo en silencio. El cura lo miró con desaprobación.
SIERRA buscó en sus bolsillos con rapidez. Iba a apagar el infernal aparato, pero se extrañó al ver que era GAS.
—Lo siento mucho, debo contestar… prosigan con la boda, por favor —le dijo al cura y salió de allí dando grandes pasos.
Una vez que estuvo fuera de la iglesia, remarcó el número de DALMAU.
—¡Gracias a Dios que me llamas! —exclamó GAS al atender – Eras el único número que tenía agendado…
—¿Qué pasó? —preguntó AGUS —Estaba en medio de la iglesia…
—LALI rompió bolsa, AGUSTIN, está siendo llevada por dos ancianitos al hospital, ya que la muy loca decidió salir a la calle y a la niña se le ocurrió romper bolsa allí —dijo con nerviosismo.
—¡Por todos los cielos! —casi gritó —Ya… —miró a su alrededor y se tomó la cabeza —Ya mismo le aviso a PETER, ya mismo vamos todos para allá.
—Está bien, pero por favor, sé prudente…
AGUS colgó antes de comprender las palabras del obstetra. Ingresó a la iglesia corriendo desesperadamente.
—Me da mucho orgullo ver gente tan joven, con ganas de formar una familia en el seno del señor… —decía el cura mientras AGUS entraba. Todos se giraron a verlo nuevamente.
—PETER… —le habló agitado —LALI rompió bolsa.
Muchos murmullos se hicieron presentes. GIMENA y NICO L se pusieron de pie al instante. PETER abrió los ojos como platos.
—¿Qué? —le preguntó.
—GAS acababa de llamarme, para decirme que LALI rompió bolsa en medio de la calle y unos señores la están llevando al hospital… —AGUS miró a MERY que estaba blanca —ALEGRA va a nacer, cuñado.
PETER empezó a correr hacia la salida.
—¡PETER! —gritó MERY. Él ni siquiera se detuvo. Ella comenzó a seguirlo… ¡No, no y no! ¡Él no podía irse en ese momento! Lo alcanzó en la puerta —¡No puedes dejarme así, PETER!
Él se giró a verla por un segundo.
—No puedo casarme contigo, MERY… lo siento mucho por tu vida, pero no puedo —le dijo y se echó a correr nuevamente.
Ella se quedó quieta en su lugar, observando como él se alejaba a toda velocidad. Entonces las palabras de PABLO acudieron a su cabeza.
‘Él jamás va a amarte, MERY, ¿entiendes eso? Jamás’

CAPITULO 81

Se sentaron en la cama, con las manos entrelazadas. LALI estaba realmente preocupada. No podía leer demasiado las emociones de PETER, estaba realmente serio.
—He ido a ver a tu abuelo —habló él al fin. 
Ella alzó ambas cejas, sorprendida. ALEJO no conocía a PETER, así que ella no se podía imaginar como había reaccionado....
—¿Qué… qué te dijo? —preguntó en un susurro.
PETER alzó la mano y acomodó un rizo húmedo que colgaba sobre su hombro.
—Me recibió tranquilo, no hablamos demasiado… pero sí hemos dejado varias cosas en claro —le contó sin apartar la mirada de ella —Pero antes de que yo entrara a su oficina… vi salir a tu padre de allí.
LALI se tensó.
—¿Te dijo algo?
—No, solo me miró y se fue. Entré, hablé con tu abuelo, pero antes de irme me dijo que te cuidara de Robert… que él tenía algo entre manos.
Ella tragó, tratando de bajar el nudo que se acababa de instalar en su garganta.
—¿Algo como qué? —inquirió.
—He estado investigando a tu padre, amor… Tiene problemas de dinero, le debe a un grupo de mafiosos. Ellos están detrás de él. Está desesperado por juntar el dinero… y para conseguirlo ha estado buscándote.
—Yo tengo dinero —dijo ella al instante, algo aterrada.
—Él ya sabe que tu abuelo volvió a dejártelo todo…
—Le dije que no quiero su maldito dinero —su voz sonó nerviosa.
—Tranquila, amor —murmuró acariciando su rostro —Nadie va a hacerte daño, te lo juro.
El corazón de LALI latía acelerado. El solo pensar que ese monstruo, que era su padre, le hiciera algo para conseguir el maldito dinero, le revolvía el estomago.
—¿Me juras que no va a pasar nada? —le preguntó mirándolo con miedo. LANZANI le sostuvo la mirada, sabiendo que ella necesitaba ese momento de seguridad.
—Te lo juro, mi amor —susurró antes de acercarse a ella y besarla.
LALI aspiró su aliento y se aferró a él, a la seguridad de su abrazo, de su amor. Se calmó un poco, porque sabía que PETER iba a cumplir con su palabra. Tenía sabor a paraíso. Había un suave rastro de café en su lengua, y aquel sabor tan masculino que solo él tenía. Sus manos cosquillearon con la necesidad de tocarlo.
Él se alejó despacio y la abrazó, enterrando su rostro cerca de su cuello. Respiró para llenarse los pulmones de su aroma. LALI olía a jabón y mujer. Era un aroma increíble, que lo dejaba totalmente noqueado. Cerró los ojos y la acercó aun más. Haberla tenido lejos lo había hecho sentirse miserable, pero la recompensa de su llegada era simplemente perfecta como para lamentar los días perdidos.
Compartieron ese abrazo, con aquella enorme panza en medio de ambos. Compartieron el silencio, la calma, el estar juntos otra vez. Estuvieron así por incontables minutos.
—Te extrañé tanto —habló ella.
—Y yo a ti —dijo él sin soltarla. Movió un poco la cabeza y besó su hombro. Comenzó a trazar su pequeño camino de besos hacia su cuello.
Un escalofrío recorrió a la morena. La temperatura comenzó a subir en su cuerpo. Hacia tanto tiempo que no…
Se mordió el labio inferior, tratando de mantener la mente en blanco. Pero era casi imposible. Las imágenes venían solas y sin permiso cada vez que el posaba sus labios sobre un punto nervioso de su cuello. Recordar la noche que se conocieron no era una buena idea en ese momento.
PETER besó un punto, debajo de su oreja, la que hizo aguantar la respiración.
—PETER —murmuró con la esperanza de que él escuchara el miedo en su voz y la dejara libre.
—Sueño todos los días con la noche en la que hicimos a nuestra bebé —susurró en su oído. LALI suspiró —No veo la hora de que seas mía de esa manera de nuevo, LALI…
—Yo… —ella estaba sin aliento. Las palabras no salían de sus labios, aunque tenía un millón para decirle a él. PETER besó su mentón y luego se acercó peligrosamente a sus labios
—¿Tú también piensas en ese momento? ¿Recuerdas mis besos? ¿Mis caricias? —su aliento chocó contra los labios femeninos.
LALI abrió los ojos y lo observó. Sus azules ojos brillaban con intensidad. Había deseo allí, un deseo que ella misma sentía en su interior. Pero no estaba lista para volver a sentirlo. Era tan intenso que tenía miedo de no poder resistirlo.
—Recuerdo todo —le respondió, haciendo lo posible para que su voz saliera tranquila. No he podido olvidarlo… Y jamás voy a hacerlo.
Él atrapó sus labios cuando ella soltó la última palabra. Colocó una mano en su nuca, acercándola a él tanto como fuera sanamente posible. La necesitaba de una manera que no lograba explicar… la necesitaba para poder seguir con su maldita vida.
LALI cerró las manos alrededor de las solapas de su abrigo, y trató de mantener la calma… pero la verdad era que estaba tan asustada. Su cuerpo no era el mismo… ¿Iban a hacer el amor en ese momento? Pensó en su enorme panza. No, no iban a poder… sería tan extraño. Pero Dios santo, lo necesitaba tanto. Y no encontraba las palabras para detenerlo.
Él la estaba besando como si no hubiera mañana. Ella respiraba a través de él, pero el aire que llegaba a sus pulmones era ínfimo… necesitaba respirar por ella y por su hija. Logró separarse un poco.
—No podemos —dijo pero sus labios se vieron nuevamente atrapados.
—Maldita sea, yo sé que no podemos —murmuró él pero sin dejar de besarla.
Tres suaves golpes en la puerta los hizo detenerse abruptamente.LALI se alejó de él, sentándose erguidamente en la cama. Se acomodó, con manos temblorosas, la bata y lamió sus labios, tratando de calmar el ardor que había en ellos.
PETER calmó su respiración y se sentó mirando al frente también.
—¿Quién es? —preguntó la morena cuando al fin tuvo voz. La puerta se abrió y EMILIA se asomó.
—Perdón que los interrumpa… pero PETER, tu celular estaba sonando en la mesa donde lo dejaste apoyado antes de tomar el café. Sonó muchas veces, por eso decidí contestar – LALI lo miró a él. LANZANI se puso de pie.
—¿Quién es? —quiso saber mientras estiraba la mano y recibía el teléfono.
—MERY —musitó EMILIA.
PETER le agradeció con un movimiento de cabeza y cerró la puerta cuando ella se fue. Colocó el aparato en su oreja y habló.
—¿Dónde estás? —preguntó la castaña con impaciencia.
—En casa de la mamá de LALI, ¿Por qué? —dijo él tratando de no perder la paciencia. A veces se preguntaba como seguía en camino, como había hecho para no mandarlo todo a la mismísima mierda. Lo sabía, era jodidamente un hombre de palabra.
—¿Y qué haces allí? —inquirió.
—LALI… va a llegar mañana del campo —mintió.
Sabía que era mejor que ella creyera que la morena aun no estaba allí. Sino lo llamaría cada cinco minutos durante el resto de la tarde y noche.
—¿Va a… regresar?
—Sí, MERY, tiene que volver para los chequeos de la bebé. No falta mucho para que mi pequeña llegue a casa…
Hubo un silencio largo. PETER pensó que MERY había cortado, pero miró la pantalla del celular y la llamada seguía en pie.
—¿Vas… vas a venir a cenar?
—No lo sé. Tengo que ayudar a EMILIA con un par de cosas y luego iré a mirar el partido con NICO. Si mis planes llegan a cambiar, te avisaré…
—PETER, no te olvides que mañana tenemos una reunión en la iglesia. El padre Devon quiere vernos para tener una pequeña entrevista pre-matrimonial.
—Bien —asintió mientras un nudo se instalaba en su estomago —Mañana te llamo y me dices la hora.
—Falta tan poco para que llegue ese día, mi amor —habló ella como si no lo hubiese escuchado —Estoy tan ansiosa por que ese momento llegue… va a ser perfecto. Vamos a ser perfectos, por siempre.
—Adiós, MERY —colgó antes de volverse completamente loco.
No giró al instante para mirar a LALI. Sabía que ella lo miraba fijo, podía sentir su mirada sobre él. Por Dios… era una basura. Tomó coraje y la miró. LALI le entregó una pequeña sonrisa de compasión.
—En un mes… ¿verdad? —inquirió con voz baja. PETER soltó un suspiro cansado. Algo tenía que suceder en ese mes para que aquella locura se detuviera.
—Sí, en un maldito mes va a ser la maldita boda.

miércoles, 17 de febrero de 2016

CAPITULO 80


Solo iba a ser un mes…

Semana 28 y 15 días (Siete meses y medio)…
Ella se bajó del auto frente a la casa de John y su madre. Haber conducido por casi cuatro horas había sido más que agotador. Pero al fin estaba en casa de nuevo. Miró con una pequeña sonrisa a su alrededor. El jardín de la parte delantera se veía realmente hermoso, su madre había hecho un trabajo increíble.
La enorme... puerta de mármol se abrió frente a ella y EMILIA salió corriendo al encuentro de su hija. LALI caminó un par de pasos y se refugió en sus brazos.
—Por Dios, esta es la última vez que te dejo irte tanto tiempo —dijo EMILIA sin dejar de abrazarla.
—Ay, mamá —dijo LALI divertida —Tampoco es que me fui por un año…
—Fueron tres meses y medio, LALI —la retó. La morena lo pensó por un momento. Tal vez los primeros dos meses habían sido lentos, pero el último mes y medio había pasado más que rápido para la morena. Y había sido divertido —Pero ya, déjame ver tu panza.
Se alejó de ella y se tapó la boca con una mano. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Mamá… —dijo la morena.
—Estás tan hermosa —lloró ella y la volvió a abrazar.
LALI dejó que su madre llorara tranquila. Luego de varios segundos, EMILIA, la soltó una vez más.
—¿Ya estás más tranquila? —le preguntó. EMILIA se secó las lágrimas.
—Sí, lo siento, hija —ambas sonrieron —Es que no pude evitarlo.
—Está bien, mami —la calmó —Te entiendo.
—¿Por qué no entramos? —le preguntó —Luego mandaré a Richard a meter tus cosas
—Pero yo puedo hacerlo…
—LALI ESPOSITO —la retó —Estás embarazada, no puedes levantar cosas pesadas. Es más, ni siquiera tuviste que haber manejado, fue una locura. Tuviste que haber dejado que MARIANO fuera por ti.
—Por favor, EMILIA, no empieces —le pidió divertida.
—Debería darte la reprimenda de tu vida, jovencita —dijo apuntándola con un dedo —Pero primero entremos, que aun esta fresco.
El invierno comenzaba a alejarse para darle paso a la primavera, pero los días de bajas temperaturas aun continuaban.
—¿Dónde está MARIANO? —preguntó la morena al ingresar a la casa y escuchar la calma total.
—Tenía un caso importante hoy —caminaron hasta la habitación en dónde la morena se había quedado anteriormente —Como llamaste hoy para avisar que volvías, él no tuvo tiempo de cancelar el caso. Se suponía que volvías hace dos semanas…
—Lo sé —suspiró y cuando entró se sentó en el borde de la cama —Pero estaba muy bien en el campo. No quería volver…
—Pero aquí te extrañamos demasiado.
—Yo también los extrañé —le sonrió. Luego se dejó caer de espaldas en la cómoda cama. Ahora era un poco más difícil estar de pie. Su panza era enorme, y de vez en cuando le dolían los pies.
—Te preparé un baño —le dijo su madre mientras se acercaba un poco a la cama para mirarla mejor. LALI la miró de costado.
—Eso suena genial —murmuró.
—Solo tienes que entrar y relajarte. Ya mismo voy a mandar a entrar tus cosas para que tengas ropa que ponerte, ¿si?
—Gracias, mami —EMILIA se inclinó y acarició su mejilla.
—No es nada. Luego del baño… puedes llamarlo.
Ella asintió y su madre salió de la habitación. Llamarlo era lo que más quería en el mundo. Pensar en él le hizo latir el corazón rápidamente. Tenía tantas ganas de verlo, de besarlo, de abrazarlo. Lo necesitaba. Lo extrañaba. Por eso mismo había dejado de llamarlo tan seguido, cada vez que hablaban y cortaban la comunicación, ella se sentía vacía. Pero ahora estaba de vuelta.
Se puso de pie para luego entrar al baño. Realmente necesitaba ese baño con desesperación. Observó la bañera que su madre había preparado. Estaba llena y el agua caliente desprendía un suave olor a sales y aceites de baño. Se quitó la ropa, y entró. Todos los músculos de su cuerpo se relajaron al instante, mientras apoyaba la cabeza contra el borde, levemente acolchado. Cerró los ojos y colocó las manos sobre su panza.
Su hija había crecido demasiado en el último mes y medio. A veces creía que podría nacer en cualquier momento. Pero aun tenía que permanecer allí un par de semanas más…
Sonrió. Estaba ansiosa por verla, por tenerla en brazos. Muchas veces había soñado con ese momento. Pero estaba segura que la realidad iba a ser mucho más intensa que en sus sueños.
No supo por cuanto tiempo estuvo allí, pero tres suaves golpes en la puerta la hicieron abrir los ojos.
—¿Sí? —inquirió.
—LALI, mi amor, ¿estás bien? —preguntó EMILIA.
—Sí, mamá, ya salgo…
—Okey, te dejé tus cosas sobre la cama.
—Gracias de nuevo, mamita.
La escuchó alejarse y se puso de pie. Tomó una bata y se envolvió con ella, mientras con una toalla pequeña se secaba el cabello. Entró a su cuarto y encontró su valija con su pijama favorito ya sobre la cama. Sonrió, su madre era genial. Se vistió tranquila y despacio. Sus movimientos, con esa enorme panza, tenían que ser más controlados. Cuando ya estuvo vestida, buscó entre sus cosas una bata de seda y su celular. Se dejó caer nuevamente en la cama y marcó su número. Sus latidos se volvieron acelerados nuevamente, al escuchar como el teléfono sonaba del otro lado…
—Te extraño tanto —dijo él al atender. Ella cerró los ojos al escucharlo.
—Yo también —le habló luego de unos segundos —Pero te tengo una sorpresa…
Ella aun no le había dicho que había decido volver, así que PETER no sabía que estaba allí.
—Ah, ¿si? —inquirió —Que coincidencia, yo también te tengo una sorpresa.
—¿Cuál es? —quiso saber ella.
—Yo quiero saberlo primero —rió él.
—No, yo PETER, anda dime, por favor…
—¿Por qué mejor no te acercas a la puertas y la abres?
LALI se incorporó casi de un salto, dio los pasos más grandes que pudo hacia la puerta y la abrió de un tirón. Allí estaba él, con el teléfono pegado a la oreja y con una media sonrisa grabada en el rostro. Ella lo miró por todos lados. Parecía un sueño. Un hermoso sueño. Sin dudarlo ni un segundo más, se lanzó a sus brazos y lo besó en los labios.
PETER rió contra su boca y la envolvió, levantándola del suelo. El impacto del abrazo lo había hecho dar un par de pasos hacia atrás, pero se estabilizó y caminó con ella hacia dentro de la habitación. Cerró la puerta con una pierna, sin dejar de besarla ni un solo segundo. Un mes y medio más sin ella, había sido un calvario. Pero en ese mes había podido averiguar varias cosas sobre Robert ESPOSITO. Ahora que ella estaba de vuelta, iba a poder cuidarla él directamente.
La morena se alejó un poco para poder respirar y lo miró a los ojos. Sus respiraciones eran algo agitadas y él aun la tenía en brazos.
—Se suponía que no sabías que vendría —habló ella.
—Tu madre me llamó esta mañana —sonrió él y besó la punta de su nariz – Me dijo que vendrías hoy, y queríamos darte una sorpresa.
—Esa traidora —dijo ella bromeando.
PETER la besó en la boca y la dejó sobre el suelo nuevamente. Se alejó un poco para inclinarse ante ella y mirar fijamente su panza. Era increíble lo mucho que podía crecer en tan poco tiempo. Levantó la mirada hacia ella.
—Dijiste que solo iba a ser un mes…
—Lo sé —susurró mientras hundía los dedos en su cabello y lo acariciaba con ternura.
—Fue más de un mes —le dijo.
—Eso también lo sé —siguió hablando en un susurro —Y lo siento… pero no estaba lista aun.
—¿Y ahora sí lo estás? —inquirió él.
Le dio un pequeño beso sobre el ombligo y volvió a erguirse frente a ella. Ahora LALI tuvo que alzar un poco la cabeza para poder mirarlo a los ojos.
—Sí, ya estoy preparada.
—No vas a irte nunca más tanto tiempo, LALI…
—¿No? —murmuró mientras el amor en ella latía no solo en su corazón sino en el de su bebé también.
—No, no voy a dejarte.
Ella le sonrió y levantó su mano para tocar su rostro.
—Ya no quiero irme, no te preocupes…
—Pero no es solo por mi beneficio —dijo ya algo serio —Es por tu padre…