domingo, 31 de enero de 2016

CAPITULO 49

 Amantes.

Semana 9 y cinco días…

—Pero mira que bella estás —dijo su madre. ...
LALI sonrió y se acercó a ella para abrazarla. EMILIA la estrechó con un poco de fuerza y acarició su espalda.
—¿Cómo estás, mamá? —le preguntó al alejarse.
—Bien, hija… contenta de verte.
Hacía una semana y unos cuantos días que EMILIA llevaba viviendo en casa de MARIANO. Él se pasaba el día cuidándola. Había decidido hacer el trabajo en casa y así no dejarla sola. Por lo que sabía, Robert había logrado salir de la cárcel y ahora iría a juicio con su madre… Aquello era irritante. Pero sabía muy bien que MARIANO no lo dejaría salirse con la suya.
—¿Estás contenta por estar aquí? —quiso saber mientras ambas se dirigían a la enorme sala de estar. La casa de John era impresionante.
—No sé si contenta… pero que jamás me sentí más segura en mi vida, puedo asegurártelo. John es… tan atento y encantador.
LALI movió ambas cejas de forma cómplice.
—¿Qué sucede allí? —preguntó con tono pícaro. EMILIA sonrió como si tuviera quince años.
—Me confesó que me ama, LALI… —sus ojos brillaron y LALI se llevó la mano al pecho, al sentirse emocionada.
—Yo siempre lo supe, ¿sabes?
—Yo creo que también —aseguró —Pero nunca le di una oportunidad… yo… me enamoré del hombre equivocado. Pero ya sabes, nadie manda en su corazón.
LALI asintió dándole la razón pero no dijo nada. Su madre se veía radiante. Por suerte los hematomas habían desaparecido totalmente. Y ahora se podía apreciar de nuevo toda su belleza.
—Perdóname que no vine antes, mamá, pero estuve algo ocupada…
—No pasa nada cariño… ¿Quieres tomar algo?
—No, estoy bien —dijo mientras se quitaba el abrigo y ambas tomaban asiento.
LALI se acomodó en el cómodo sillón y miró fijo a su madre.
—Estoy feliz de que hayas podido venir. Te extraño.
La morena sonrió y tomó una de sus manos.
—Vendré más seguido, lo prometo.
—Quería que habláramos… —dijo EMILIA.
—¿De qué? —inquirió ella.
—¿Cómo de qué, mi vida? —sonrió divertida —De tu embarazo…
—Ah —también sonrió —Todo va muy tranquilo.
—Muéstrame tu pancita —le pidió. LALI obedeció y se puso de pie, se levantó la camiseta y se acarició el pequeño vientre abultado. EMILIA sonrió emocionada y también alargó la mano para tocarla —Es tan… emocionante saber que voy a ser abuela.LALI se acomodó la ropa y volvió a sentarse.
—¿Sí, verdad? —preguntó —Todo pasó tan rápido… yo aun no puedo creer que tengo a una personita dentro de mí. Es… alucinante.
—LALI, hija, tal vez no quieras contarme. Y voy a entenderlo si es así, pero… me gustaría saber lo que hay entre ese muchacho, PETER, y tú…
Ella se removió algo nerviosa. Las cosas entre ella y PETER habían cambiado desde que se habían sentado a hablar esa noche. Ahora había cierta tensión entre ellos cada vez que estaban solos. Ya no había esa pura confianza, en la que él se acercaba y le acariciaba una mejilla o ella se apoyaba en su hombro al mirar la tele. Hablaban lo justo y lo necesario. Ya no había risas, ni chistes. ¿No había sido eso lo que ella quería? Ciertamente… no.
—Bueno, verás, mamá… es algo complicado —dijo y acomodó su garganta —PETER no es mi pareja. No voy a casarme con él, y… —tragó saliva —no lo amo… Lo que pasó entre nosotros fue algo inesperado y demasiado impulsivo. Él… tiene novia y ella aun no sabe nada de mí, mucho menos del bebé. Estamos esperando a que vuelva de un viaje de trabajo, para que él le cuente todo. Es un buen hombre, va a ser un padre increíble… porque tiene una familia hermosa y… vivo con él —dijo mientras fruncía el ceño. Sus propias palabras la mareaban. Observó el rostro asombrado de su madre —Pero es solo hasta que nazca el bebé. Ya sabes, Robert me echó del departamento y PETER se tomó muy a pecho el tema de que tiene que cuidar de mí.
—¿No sientes nada por él? —fue lo único que EMILIA preguntó.
Lo que su hija le contaba era demasiado complicado. Pero… ¿no sentía nada de nada por el padre de su bebé? Ella no creía eso del todo. ¡Era el padre de su primer hijo!
—Ya te dije… —bajó la mirada a sus manos —Es un buen hombre. Es trabajador e independiente. Le gusta ir de frente y muy discutidor. A veces se vuelve un poco posesivo, pero… sabe como cuidarme y hacerme sentir segura.
—Estás enamorándote de él, LALI…
—No, no, mamá, no —negó efusivamente —Jamás voy a volver a enamorarme.
—¿Por qué dices eso, hija? —preguntó.
—Porque ahora todo mi amor va a ser para mí bebé. Así podré mantener mi corazón a salvo. Ya nadie va a jugar conmigo.

PABLO respiró profundamente cuando sus pies tocaron tierra firme. Había sido un viaje bastante largo, pero le encantaba estar de nuevo en la vieja y popular Nueva York. Estaba contento de instalase completamente en ese lugar. Aquel pueblucho de tercera no era lugar para un tipo como él.
Se metió las manos en los bolsillos y se encaminó hacia el interior del aeropuerto. Pero entonces giró la cabeza hacia la derecha y se quedó de piedra al verla bajar de otro avión. Al parecer el destino quería unirlos siempre que podía. Sonrió y se encaminó hacia ella.
MERY tomaba con cansancio su bolso de mano. Ese sí que había sido un viaje agotador, estaba muerta. Deseaba llegar a su casa, dejar todo e ir en busca de su precioso amorcito. Lo había echado tanto de menos, se moría por verlo, abrazarlo, besarlo, etc. Sonrió al pensar que pronto haría todo eso y se puso el bolso al hombro, pero entonces sintió que alguien la estaba mirando. Lentamente giró y deseó que se la tragara la tierra al reconocerlo. ¿Por qué a ella, Dios? ¿Por qué? Soltó un suspiro cansado y bajó la cabeza.
—No puedo creer que seas tú, mi amor —dijo él.
Ella puso los ojos en blanco y sin decirle nada comenzó a caminar hacia donde tenía que buscar su equipaje. Sintió que él la seguía, se detuvo y lo miró.
—Aléjate de mí, PABLO —le advirtió.
—¿Es ese el modo de tratar a tu amante? Acabo de llegar, cielo —dijo él.
—Púdrete, infeliz —dijo entre dientes y volvió a caminar.
—Espera, MERY, espera —la detuvo —¿No querrás que hable con mi primito, verdad?Ella se quedó quieta al instante y lo miró.
—No serías capaz —dijo sonriendo nerviosamente.
—¿No? ¿Eso crees? Yo no tengo nada que perder, cielo… Es mi primo, se enojará un tiempo, pero la sangre llama —le guiñó un ojo —En cambio a ti te dejara al instante. PETER odia la traición, jamás la perdonaría.
—¿Qué quieres, PABLO? ¿Qué?
—Quiero que sigas siendo mía, MERY —aseguró él mientras se acercaba un poco más a ella. La castaña alejó su rostro de él para que no la besara.
—No quiero… —murmuró.
—Te daré un tiempo, amor. Si es lo que te parece. Pero no voy a renunciar a ti, mi vida, jamás.
—Estás loco, PABLO, completamente mal de la cabeza —dijo nerviosa. Él sonrió sin mostrar los dientes, sus azules ojos brillando con ironía.
—¿Quieres que te lleve? —preguntó.
Ella lo miró con verdadero resentimiento y tomó su bolso con firmeza para luego alejarse de él a paso rápido. PABLO observó como se alejaba y aquella sonrisa cínica se hizo más presente en su rostro. La tenía justo donde la quería. Ella no iba a poder escapársele.
MERY temblaba cuando se subió al taxi que la llevaría a su casa. Cerró los ojos con fuerza y retuvo las lágrimas.
No quería perder a PETER, no iba a perderlo. Y si para ello tenía que ser la amante de PABLO MARINEZ, de nuevo, lo haría. Se le revolvió el estomago. Pero estaba segura de que en algún momento él se cansaría de ella y la dejaría en paz.
Trató de calmarse y pensar en otra cosa. PETER no sabía que ella llegaba hoy. Le había mentido al decirle que recién volvía la semana que viene. Quería darle una sorpresa. Y al parecer él estaba muy desesperado porque ella volviera. Entonces dejaría todas sus cosas en su departamento, descansaría un poco y luego iría a verlo en la noche. Sonrió sin poder evitarlo al pensar en cual sería la reacción del azulino.
—Pronto, mi amor, pronto estaremos juntos de nuevo —murmuró mirando por la ventanilla del auto

sábado, 30 de enero de 2016

CAPITULO 48

Un buen acuerdo.

LALI cerró la puerta de su habitación con cuidado, para no despertar a EUGE. Su amiga había llorado por una hora completa, contándole la discusión que había mantenido con NICO. Jamás había escuchado algo tan absurdo como aquello. ¿Pelear porque un perro se comió el regalo de mes de novios? Simplemente había hecho un gran esfuerzo para no reírse de ella. A veces EUGE era un poco exagerada.
Y ahora había caído rendida en un profundo sueño en medio de su cama. Pero ella no tenía sueño aun. Estaba muy acelerada, tenía demasiadas cosas en la mente. Su bebé, su madre, su padre, PETER…
PETER. ¿Qué iba a hacer con eso? Suspiró y dirigió sus pasos a la sala. La televisión estaba prendida e iluminaba un poco todo. Divisó la sobra de PETER acostado en el sillón. ¿Estaría despierto? Se acercó despacio.
Sonrió levemente al ver lo profundamente dormido que estaba. Entonces sintió un cosquilleo en su panza. Se mordió el labio, recordando sus besos. Si EUGE no hubiese llegado, ellos dos hubiesen terminado… desnudos.
Por alguna rara razón, se le escapó una risita. PETER se removió en el sillón. Ella apretó los labios y se aguantó la risa. Por suerte él no despertó. Se dirigió a la cocina y se sentó frente a la mesada, con un vaso de leche en la mano.
¿Se estaba enamorando de PETER? ¿Era aquello posible? Sacudió la cabeza.
Ella siempre supo que aquello de vivir juntos era una pésima idea. Pero… no pudo decirle que no. Él se había mostrado tan preocupado, tan… posesivo.
Y en cierto modo le gustaba aquel lado de él. Jamás un hombre se había comportado así con ella. Pero sabía por qué estaba pasando todo aquello. Era por el bebé. Si ella no estuviera embarazada, él simplemente ni la registraría.
Un nudo se asentó en medio de su garganta. Algo nerviosa tomó un sorbo de leche caliente, eso la ayudaba a dormir.
—¿Qué haces aquí? —escuchó que él preguntaba.
Levantó rápidamente la vista y se le aceleró el pulso. Estaba parado en la puerta, restregándose los ojos, con el cabello algo desordenado.
—Yo… —habló nerviosa. Acomodó la garganta —Quería un vaso de leche caliente… me ayuda a dormir mejor. Al bebé le gusta.
—¿Y EUGE? —quiso saber él mientras se acercaba a ella y tomaba asiento en frente suyo. LALI se removió nerviosa en su lugar.
—Se quedó dormida —contestó.
—¿Qué pasó? —preguntó y la miró fijo a los ojos.
Ella apartó la mirada de él, jugó con sus manos, comenzó a mover una pierna.
—Ella y NICO discutieron porque Hércules se comió el regalo de ‘mes de novios’ que ella le dio…
—¿Estás de broma? —inquirió.
Ella sonrió. Aun no lo miraba.
—No, no estoy de broma. Al parecer ella le dio a elegir entre el perro o ella. Y NICO dijo que no iba a echar al pobre animal a la calle por un estúpido oso de felpa —rió sin poder evitarlo y tomó un poco más de leche —Creo que fue una terrible discusión.
—Perdón que diga esto pero… ambos son unos idiotas.
—Óyeme —ella lo miró al fin —No insultes a mi hermana. En todo caso el único idiota aquí es NICO. Es un maldito insensible.
—Sí, no voy a discutir eso contigo, porque simplemente tienes razón. Pero debes admitir que EUGE… es un poco susceptible.
—Bueno —asintió —Puede ser un poco exagerada…
Se quedaron en silencio. LALI miraba fijamente la mesada, sus uñas hacían un suave ruido contra ella.
Cada cinco segundos se llevaba el vaso a la boca. Se sentía incomoda, invadida. No quería seguir hablando con él.
—LALI —la llamó.
—¿Sí? —dijo y se esforzó a mirarlo.
—¿Hubiésemos seguido si EUGE no hubiese llegado?
Sus mejillas tomaron color al instante. Pero sabía que no iba a poder evadir el tema. Maldita sea, eran adultos. Tenían que comportarse como tales.
—No sé —murmuró.
—Sí, sí lo sabes —aseguró él.
LALI sintió una pequeña punzada de enojo recorrer su cuerpo. ¿Por qué él insistía en hacerla sentir culpable?
—¿Qué quieres PETER? —le preguntó —¿Qué pretendes con todo esto?
—No pretendo nada, LALI… Pero no podemos seguir como si nada pasara.
—¿Acaso no lo entiendes? —dijo y se puso de pie —No quiero que pase nada entre nosotros. No voy a enamorarme de ti, PETER, olvídalo. Nadie va a volver a jugar con mis sentimientos… ya no. Ya no soy la estúpida que fui con BENJAMI.
—No puedes compararme con ese infeliz…
—¿No puedo? —inquirió y sonrió nerviosa —Claro que puedo, PETER… porque eres peor que BENJAMI. Tu novia todavía no sabe nada de mí… Me presentaste a tu familia, me trajiste a vivir contigo y me besas como si no pasara nada, como si MERY no existiera.
—Pienso todo el tiempo en MARY, maldita sea —dijo entre dientes, sintiéndose indignado con ella porque lo calificaba peor que a su ex —Pero soy un ser humano, LALI, no soy perfecto y tengo miedo… miedo a todo esto que pasa.
—Pero insistes… insistes en comportarte como si fueras mío. No lo eres. Y yo no soy tuya, PETER, no lo soy.
—LALI…
—Seamos sensatos… podemos convivir y ser amigos —aseguró y volvió a sentarse. Sus ojos estaban brillosos por las lágrimas, pero no iba a llorar —Cuando ella vuelva, vas a ver que lo que pasa aquí es simplemente pasajero. Tú no quieres perderla por algo que no va a funcionar…
—¿Y por qué no puede funcionar? —quiso saber él.
—Porque fue algo de una noche. Nada más que eso. Si yo no estuviera embarazada, PETER… nosotros seguiríamos siendo un par de desconocidos. Eres una buena persona y harás lo correcto, que es estar con la mujer que amas. Yo solo soy la madre de tu hijo o hija, es lo único que nos une. Si él o ella no estuviera… seguirías siendo solo un recuerdo para mí.
—¿Un recuerdo? —inquirió.
—Sí, solo eso.
—Que simple lo haces sonar, LALI—dijo en voz baja.
—No, solo estoy razonando —suspiró y volvió a ponerse de pie —Creo que si ambos cooperamos podemos hacerlo.
—No lo sé…
—Prométeme que lo intentaremos —le pidió. Él tragó saliva y respiró profundamente.
—Te lo prometo…
—Muchas gracias —sonrió ella —Creo que… voy a ir a dormir.
—Sí, ha sido un largo día.
LALI se acercó a él y besó su frente.
—Hasta mañana —dijo para luego salir de allí.
PETER se quedó en silencio, con los brazos sobre la mesada. Aquello apestaba. Era realmente una mier-da.
Si MERY no volvía pronto entonces iba a volverse loco. Mañana mismo iba a llamarla para preguntarle cuando volvía. Necesitaba hablar con ella, necesitaba que supiera todo. LALI tenía razón al decir que era peor que Jesse.
Se puso de pie y se dirigió a la sala, para volver a sentarse frente al televisor. Encontró el DVD que le habían pasado hoy en su cumpleaños. Lo colocó para volver a mirarlo. Sonrió al volver a ver a su querido abuelo.
En ese momento lo necesitaba mucho. Alguien como él le podría decir que hacer, que camino tomar. Simón lo aconsejaría y lo ayudaría.
Se recostó y cerró los ojos. El juego que LALI le acababa de proponer jugar no le gustaba. No le gustaba tener que fingir, tener que ocultar sus sentimientos. Pero si ella era feliz con eso, entonces iba a esforzarse.
—No voy a enamorarme de ti, PETER, olvídalo… Nadie va a volver a jugar con mis sentimientos.
Ojala ella comprendiera que él jamás le haría daño

viernes, 29 de enero de 2016

CAPITULO 47

Pero que inoportuna, querida EUGENITA.

LALI ingresó a la habitación, mientras escuchaba los gritos de su padre a lo lejos. Cerró los ojos con fuerza y apoyó la frente contra la puerta. 
—_LALI —dijo EMILIA mientras intentaba incorporarse. Ella se giró a verla rápidamente....
—Tranquila, mamá —le pidió mientras se acercaba.
—¿Qué pasó? —preguntó nerviosa —Escuché gritos de MARIANO y no sé… que pasó…
—No pasó nada, mami… solo que MARIANO le dio un poco de su propia medicina a ese hombre.
EMILIA soltó un par de lágrimas. LALI se sentó a su lado y acarició su cabello.
—No te hizo daño, ¿verdad?
—No, no pudo —le dijo tranquila —Porque justo llegó PETER…
—¿Quién es PETER? —inquirió ella.
La puerta sonó y él se asomó. LALI sintió una pequeña presión en medio del estomago.
—Él es PETER —dijo en un susurro.
El moreno entró del todo y las miró consecutivamente. La mujer que estaba allí acostada se veía agotada. Y se le partió el alma. Jamás en su vida le gustaría ver a su madre en aquel estado. Dios no lo permitiera.
—Perdón que las moleste… —se acercó un poco a la cama —Mucho gusto, señora ATTIAS… soy PETER LANZANI.
EMILIA lo miró atentamente y luego miró a LALI. Alzó ambas cejas mientras asentía lentamente, como si acabara de entender algo.
—¿Tú eres el padre del bebé de mi hija? —preguntó.
PETER miró a LALI, esperando a que ella le diera el permiso de hablar. Ella simplemente le sonrió.
—Bueno, sí… soy yo.
—¿La estás cuidando, verdad? —preguntó EMILIA-
—Sí, claro que sí.
—¿Vas a casarte con mi hija?
—Mamá —la detuvo LALI—Creo que PETER y yo iremos a comer algo… tengo hambre. Quiero que tú descanses aquí, y trates de dormir un rato.
—Pero…
—Pero nada, señorita —EMILIA sonrió —Espero que me hagas caso.
—Está bien, hija, vayan tranquilos.
LALI se puso de pie y salieron de allí. Al estar fuera, la morena dejó escapar todo el aire que llevaba en sus pulmones. Levantó la cabeza y se encontró con la fija mirada del moreno.
—¿Qué sucede? —le preguntó ella.
—Estoy muy orgulloso de ti…
—¿Qué? —inquirió un poco confundida, un poco asombrada.
—Te vi, LALI… vi como le hiciste frente a tu padre. Eres admirable, mujer. cualquier otra no lo hubiese soportado —ella abrió la boca para decirle algo pero las palabras no salieron de ella. Simplemente estaba anonadada.
—Pfff, creo que estás exagerando —miró algo nerviosa hacia otro lado. PETER tomó su rostro, haciendo que volviera la vista a él. Ella tragó saliva.
—No, no lo hago —aseguró realmente serio —Para nada eres frágil como todo el mundo cree…
—¿Creen que soy frágil?
—Sí, todos.
—¿Quiénes son todos? —quiso saber.
—EUGE, NICO, tu primo, mis padres, mis hermanos… yo creía que eras frágil.
—¿Y ahora ya no lo crees?
—No, ya no.
Ella miró su boca y volvió a mirar sus ojos.
No, LALI, no vayas por ahí, no…
—Me alegro por ello. Porque yo no necesito la lastima de nadie.
PETER sonrió de costado, haciendo que la presión en su estomago se hiciera más presente. Con sus pulgares acarició sus mejillas.
—Eres muy graciosa cuando intentas mostrarte con ese aire… soberbio.
Ella lo golpeó levemente en el pecho y negó con la cabeza.
—Tengo hambre, llévanos a comer.
—Con mucho gusto —sonrió.
En la cafetería, LALI logró olvidarse de todos sus problemas y miedos. PETER la hacía sonreír, sentirse segura y cómoda. ¿Aquel incidente en su casa? Había quedado completamente atrás. Ya no era un tema de incomodidad. El moreno había llamado a su padre para explicarle lo que había sucedido, para poder dejar tranquila a GIMENA. Ya que ambos habían encontrado más de una docena de llamadas perdidas por parte de ella en su celular.
LALI habló con EUGE. Su mejor amiga se ofreció a ir al hospital, pero ella le dijo que no era necesario.
Luego de terminar la merienda/cena, se dirigieron de nuevo a la habitación. LALI se asomó para ver como su madre dormía tranquilamente. Volvió a salir y se sentó al lado de PETER.
—¿Estás cansada? —le preguntó él mientras le ofrecía su hombro para que se apoyara. Ella lo aceptó encantada y se acurrucó contra él.
—Un poco —suspiró.
—Ha sido un día realmente largo… deberíamos irnos.
—Pero no puedo dejarla sola —exclamó levantando un poco la cabeza.
—Tranquila —rió levemente —Lo sé. Además le prometí a MARIANO que lo esperaría aquí.
—¿Crees que dejen preso a Robert? —preguntó ella pensativa.
—¿La verdad? —soltó un suspiro —Espero que sí…
—Perdón por la demora —dijo de repente MARIANO, algo agitado. Ambos se incorporaron y lo miraron —Tuve que hacer un par de tramites…
—¿Qué pasó? —preguntó LALI mientras se ponía de pie.
—Bien… tu padre va a pasar la noche en la cárcel. Hice la denuncia y ya está siendo investigado…
La morena no sabía si sonreír o llorar. Estaba confundida. ¡Era su padre! Claro, la basura más grande del mundo, pero su padre después de todo. Así que se limitó a sonreír levemente y volvió a sentarse en la silla.
—¿Te sientes mal, LALI? —le preguntó PETER arrodillándose a su lado.
—Quiero ir a casa —murmuró.
—Vamos, bonita, vamos a dormir un poco…
Se pusieron de pie. MARIANO los acompañó hacia la puerta.
—Dile a mamá que vendré mañana a verla —le pidió LALI.
—Lo más seguro es que mañana le den el alta. Yo creo que la llevaré a vivir conmigo, LALI.
—¿De verdad? —dijo asombrada.
—Claro si tú estás de acuerdo y si tu madre quiere…
—Yo estoy más que de acuerdo, padrino… va a ser una gran tranquilidad para mí, saber que tú la estás cuidando.
John se acercó y la abrazó.
—Yo amo a tu madre LALI, la he amado toda mi vida —la morena cerró los ojos y lo abrazó un poco más.
—¿Y por qué no hiciste nada para tenerla a tu lado? —le preguntó —Tal vez tú serías mi padre en este momento…
—Porque fui un idiota cobarde, solo por eso. Pero aun tengo tiempo, y tú siempre serás como una hija para mí.
Ella asintió y se alejaron. MARIANO y PETER se despidieron con un fuerte apretón de manos y MARIANO le dijo algo en voz baja. Eso a LALI la intrigó.
Salieron del hospital, el frío de la noche hizo temblar a la morena. Vaya que el clima había empeorado. Y ella odiaba el invierno.
PETER se acercó a ella y la abrazó de costado, brindándole su calor. Caminaron en silencio hasta el auto y se subieron de la misma forma. El azulino prendió la calefacción y luego arrancó.
La noche estaba bastante tranquila en la cuidad. Que raro, pensó la morena. Casi siempre el tráfico era terrible por Nueva York. Pero gracias a Dios que no era así. Solo quería llegar a su casa y dormir tapada hasta la cabeza.
Miró a PETER, que manejaba concentrado a su lado.
—¿En qué piensas? —preguntó.
—En muchas cosas —dijo él.
—¿Cómo cuales?
—Como en… todo lo que ha pasado en tan poco tiempo. Pienso en el día que nos conocimos, pienso que sentí cuando te vi… —aquello había salido de él sin pensarlo.
LALI sintió que sus mejillas se enrojecían.
—¿Qué… qué sentiste? —inquirió.
—Yo…
Dejó de hablar. Y se quedó en silencio durante el resto del viaje. LALI se moría de ganas por preguntarle. Pero ya lo había preguntado, y él se había callado. Tampoco quería parecer una loca insistidora, pero estaba realmente intrigada.
El auto se detuvo frente a la casa que llevaban compartiendo hacia una semana y varios días. Ella lo miró, y él también lo hizo. PETER se bajó. LALI frunció el ceño y se bajó también.
Vamos, dime algo, PETER… voy a golpearte si no lo haces.
Sacudió la cabeza. Se estaba comportando como una loca. El moreno buscó las llaves y abrió la puerta. Se acercó al ascensor y lo llamó.
—Ya te dije que no hace falta que subamos en el ascensor, PETER —se quejó ella —Puedo subir perfectamente por las escaleras.
Él no dijo nada. Entonces ella se limitó a subir. Esto ya la estaba poniendo nerviosa. Era raro que él se mantuviera tanto tiempo callado. Tal vez estaba enojado o algo por el estilo.
La puerta del departamento se abrió y él le dio el paso. Ella entró con cuidado y esperando escuchar algún tipo de ataque, pero no pasó nada. Solo escuchó el sonido de la puerta al cerrarse y entonces giró para verlo.
—LALI…
—¿Qué? —preguntó ella.
—Estoy confundido.
Ella cerró los ojos levemente. No quería escuchar esas palabras. Cualquier cosa menos eso. Se propuso no mirarlo, si lo hacía era peor.
—PETER, esto es…
—Complicado —terminó la frase por ella —¿Cómo crees que me siento? Soy una basura… voy a lastimar mucho a alguien importante para mí. Pero, tenerte cerca cada vez es más difícil.
—Entonces creo que esto de vivir juntos no fue una buena idea…
—No me importa si fue una buena idea o no. Pero tú eres mi responsabilidad ahora, te guste o no —aseguró.
—A mí no me van tus pretensiones machistas. Dijimos que si esto no funcionaba, me iba a ir.
—¡Pero no quiero que te vayas! —exclamó.
—¡No levantes la voz! —dijo ella.
—¡No estoy levantando la voz!
—¡Sí lo estás haciendo!
Él se acercó de una zancada a ella y la tomó entre sus brazos. Entonces sus bocas se encontraron. LALI se agarró con fuerza de su abrigo, sosteniéndose mientras sentía cada terminación de su cuerpo temblar.
Este beso representaba la dominación. Él quería dominarla, y maldita sea que lo estaba haciendo. Su beso era apasionado, la estaba dejando sin aliento, y en verdad a ella no le importaba. Sus lenguas se mezclaron, al igual que sus sentimientos.
PETER comenzó a dar pasos, llevándola hacia no sabía donde. Pero la necesitaba, en ese momento necesitaba sentirla, despejarse y entender que le pasaba, que sentía.
Con cuidado fue recostándola en el sillón que encontró en su camino, en ningún momento sus bocas se separaron, pero el beso ya era calmado, suave. Se colocó sobre ella, sin dejar caer su peso sobre su pequeño cuerpo. Alejó su boca de la suya y descendió por su cuello.
La respiración de LALI llenaba la habitación por completo, y al sentir como empezaba a tironear de su campera para sacársela, supo que ella también lo necesitaba a él.
Se alejó un poco y se quitó el abrigo. Al mirarla a los ojos vio el brillo en ellos. Había muchas cosas en su mirada, pero estaba seguro de que allí había pasión.
Volvió a tomar sus labios, acariciando su rostro mientras descubría cuanto le gustaba el dulce sabor de sus besos. Y ella respondía. También buscó su rostro con las manos, lo acarició.
LALI sabía que tenían que parar, pero no tenía la fuerza de voluntad para hacerlo. Simplemente no podía.
Y de repente todo se perdió. El timbre comenzó a sonar desesperado, urgente, rompiendo completamente la magia del momento. Él dejó de besarla y apoyó la frente en la de ella, se miraron fijamente, comprendiendo un poco todo.
—No voy a pedirte perdón —dijo agitado.
Ella pestañeó nerviosamente, su mirada era tan profunda. Y la cercanía que sentía, tenerlo de aquella forma sobre ella.
—No lo hagas —murmuró.
Él se incorporó y se acercó a la puerta, mientras LALI se sentaba en el sillón y se arreglaba un poco el cabello. PETER abrió la puerta y una llorosa EUGE ingresó. LALI se puso rápidamente de pie.
—Discutí con NICO, por culpa del mugroso perro —lloró la rubia —Vine a pasar la noche contigo amiga…
La abrazó y LALI le respondió. Miró a PETER que estaba parado con la puerta abierta y cara de desconcertado. Y LALI agradeció en silencio la llegada de su mejor amiga, porque sino aquello no hubiese terminado bien.

jueves, 28 de enero de 2016

CAPITULO 46

Ya no te tengo miedo.

PETER observaba atentamente los movimientos del hombre que estaba sentado frente a él. Llevaban un poco más de diez minutos allí sentados, sin siquiera cruzar palabra. Lo ponía algo nervioso. Era como estar sentado frente al padre de LALI. Sí, él había podido observar el amor que ese hombre tenía por la morena. Era amor de padre. LALI jamás le había hablado ...de él, pero había visto en ella mucho cariño. ¿Quién era en realidad?
Tomó su taza de café y bebió un poco. MARIANO, tenía la mirada en el diario que amablemente le había pedido a la camarera. PETER acomodó su garganta.
—¿Trabajas, muchacho? —le preguntó sin dejar de leer.
PETER frunció un poco el ceño y se removió nervioso en su asiento.
—Tengo… —tragó con fuerza —Tengo mi propia empresa.
MARIANO sacó la mirada del diario y lo observó. Dejó el periódico a un lado y se sentó erguidamente.
—Ah, ¿si? —inquirió —Cuéntame un poco…
—Antes me gustaría que nos presentáramos formalmente.
—Oh, sí, claro —asintió —Soy MARIANO TORRES, abogado y amigo de EMILIA de toda la vida. Soy el padrino de LALI…
Allí estaba la clave, pensó el moreno. Era su padrino. Podría llamarlo como un segundo padre. Sus nervios aumentaron.
—Bueno, mi nombre es PETER LANZANI, tengo 25 años. Vivo a las afueras de la cuidad, no demasiado lejos, son solo quince minutos en auto. Vivo solo desde los 20, y trabajo con mi mejor amigo, en sociedad, en un taller mecánico de autos, señor.
—¿Un taller de autos? —preguntó, gratamente sorprendido.
MARIANO se había imaginado que era un ejecutivo, un estafador, un mentiroso. Alguien que se quería aprovechar de LALI. Pero no veía esas cosas en este muchacho.
—Sí, verá… —se rascó la nuca —Tengo un gran pasión por los autos… de toda la vida. Cuando era adolescente, me la pasaba metido en el garaje de mi abuelo arreglando su vieja chata. Descubrí que era lo mío y… comencé a trabajar a los 18 años, luego la empresa se expandió y cuando cumplí 20, pude comprarme un taller y una casa. En la que vivo actualmente… con… con LALI.
—¿La amas? —le preguntó.
PETER abrió la boca para decirle algo, pero las palabras no salieron. ¿Cómo diablos le iba a explicar que LALI y él no eran pareja, y que todo había pasado por… un pequeño descuido?
MARIANO miró sobre el hombro de PETER como una enfermera se acercaba a uno de los guardias. Entrecerró los ojos para tratar de escuchar algo de lo que le decía, pero no tuvo éxito. La enfermera le señaló hacia el pasillo, y entonces MARIANO supo que algo no andaba bien.
PETER lo miró confundido y luego siguió el rumbo de su mirada. Frunció el ceño al ver como el guardia asentía mientras llamaba a otro de sus compañeros por radio.
—¿Habrá pasado algo? —dijo sin dejar de mirar la escena.
—Creo de deberíamos volver —dijo John.
—Está bien —asintió y ambos se pusieron de pie.

LALI cerró con cuidado la puerta detrás de sí, mientras se armaba de valor y llenaba su cabeza de respuestas para atacarlo. Se le llenó el cuerpo de impotencia. Ojala ella tuviera la suficiente fuerza como para hacerle todo lo que él le había hecho a su madre.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó él.
No se le acercó. Ella agradeció aquello. Con solo verlo sentía unas terribles ganas de vomitar. Le daba asco.
—Esa pregunta debería hacerla yo, bastardo…
—¿Cómo me dijiste? —inquirió atónito.
—Bastardo —repitió ella sin tartamudear —Eso eres Robert ESPOSITO, un mal nacido, hijo de puta —susurró cada una de las palabras con odio —Jamás… —respiró profundamente. Sus pies estaban firmes en el suelo, protegiendo la puerta de él —Jamás en tu vida vas a volver a tocarla.
—Sal de mi camino, estúpida —espectó —Nadie tiene derecho de sacar a mi mujer de su casa. Ella estaba muy bien allí… y me la voy a llevar.
—¡NO TE ME ACERQUES! —le gritó. Él retrocedió.
—No quiero perder la paciencia, LALI…, sal de mi camino, porque voy a hacerte daño si es necesario. Poco me importa que estés embarazada. Para mí es mejor si muere ese bastardito.
—Infeliz, poco hombre… vas a pudrirte en una cárcel —los ojos de Robert llamearon de furia. Sus fosas nasales se dilataron —Yo misma voy a meter allí, con mucho gusto. Esto no va a quedar así… casi la matas, y vas a pagarlo, vas a pagarlo muy caro…
Él comenzó a caminar hacia ella. LALI se tensó.
—Escúchame bien, mocosa…
—SI LE PONE UN DEDO ENCIMA, VOY A ACABAR CON USTED —rugió él. LALI creyó que iba a desfallecer del alivio al escuchar su heroica voz. Giró la cabeza para ver como PETER llegaba casi corriendo hacia ellos. Se acercó rápidamente a LALI y se puso frente a ella, protegiéndola. Miró a Robert —Nunca en su miserable vida, vuelva a acercarse a ella o a intentar hacerle daño —dio un paso hacia él. Robert retrocedió —Porque yo soy civilizado, señor ESPOSITO —aquel ‘señor’ fue muy irónico —Pero cuando lastiman a los que me importan, a mi gente y mucho más a la madre de mi bebé… pierdo el control, y no creo que usted quiera que le rompa todos los huesos, ¿verdad?
LALI apoyó una mano sobre el hombro del moreno, dándole su apoyo. Sintió una agradable sensación de orgullo recorrer su cuerpo. Robert comenzó a reírse. Ella lo miró con odio. Era un maldito cínico.
—¿Es broma, verdad, LALI? —le preguntó —¿Ahora tienes guardaespaldas? Ay, hija mía, me has hecho reír, después de mucho tiempo —miró a PETER —Mejor, guárdate tus amenazas, muchacho, yo no te tengo miedo. Tú deberías temerme a mí… no sabes quien soy y lo que soy capaz de hacer.
—No, él no lo sabe, pero yo sí…
Robert giró para enfrentarse a aquella voz, pero al instante recibió un golpe en medio de la cara y cayó al suelo.
—Hijo de… —MARIANO no pudo terminar la frase, ya que recibió otro golpe mientras intentaba levantarse.
—VOY A ACABAR CONTIGO, HIJO DE PUTA —gritó MARIANO, mientras descargaba toda su furia sobre el causante del dolor de su amada. Jamás iba a ser suficiente dolor para ese mal parido, hijo de perra.
—Haz algo, PETER —pidio LALI algo afligida. PETER la miró y tomó su rostro con ambas manos.
—Quiero que entres al cuarto con tu madre, y te quedes allí con ella hasta que yo entre y te diga que todo esta bien, ¿si? —ella asintió enérgicamente y entró a la habitación.
PETER giró para ver como los guardias del hospital llegaban y separaban a MARIANO de Robert.
—¡Van a tener que acompañarnos los dos! —exclamó un policía.
—No, no, por favor —dijo PETER y se acercó a ellos —No se lleven a este hombre… él no ha hecho nada más que justicia…
—Esa no es una excusa, jovencito.
—El joven tiene razón —dijo una de las enfermeras acercándose – El señor TORRES se ha controlado desde el momento que llegó al hospital con la señora ATTIAS… Ella ha sido golpeada salvajemente por alguien, y ese alguien es su marido.
—¡No puede comprobarlo! —aseguró Robert, mientras intentaba secar la sangre que salía de su nariz.
—Voy a matarte, lo juro, ESPOSITO —dijo MARIANO e intentó soltarse del guardia. PETER se acercó a él y palmeó su pecho.
—Tranquilo, MARIANO —le pidió. TORRES lo miró —Ellas te necesitan tranquilo, ¿lo entiendes?
—Tienes razón —suspiró y se relajó. El guardia lo soltó —En este momento quiero levantar cargos contra este hombre…
—Entonces ahora sí va a tener que acompañarnos a la comisaría, señor —dijo el policía.
—Lo haré con mucho gusto.
—¡No puedes hacer eso! —gritó Robert. Quiso soltarse del guardia —¡EMILIA! ¡EMILIA, SAL DE AHÍ! ¡EMILIA, NO PERMITAS QUE ME LLEVEN! ¡DILES QUE YO NO TE HE HECHO NADA, QUE SOLO FUE UN ACCIDENTE!
—Cobarde —murmuró PETER mientras veía como los policías lo arrastraban por el pasillo. Miró a MARIANO que estaba inmóvil a su lado —Ya está, MARIANO…
—Necesito que te quedes con ellas, por favor, muchacho —le dijo sin mirarlo.
—Aquí estaré. Me quedaré hasta que regreses.
Al fin lo miró. Una suave sonrisa se curvó en sus labios. Palmeó su hombro.
—LALI tuvo mucho suerte al encontrarte, hijo —dijo sin dejar de sonreírle. PETER simplemente se quedó callado —Hacía mucho tiempo que necesitaba un hombre de verdad en su vida… alguien que cuide de ella, que le muestre lo mucho que vale, y que si existe amor para ella.

miércoles, 27 de enero de 2016

CAPITULO 45

Mejor tarde que nunca...

LALI divisó a MARIANO y aceleró el paso. PETER iba callado tras ella, pisándole los talones. Su presencia la tranquilizaba, y estaba realmente agradecida de que hubiese decidido acompañarla. 
—MARIANO —lo llamó. ...
Él giró ante el sonido de su nombre y una suave sonrisa curvó sus labios. Ella se desesperó ante la tristeza que vio en sus ojos. No estaba bien. Parecía derrotado, cansado.
—Sabía que ibas a venir, pequeña —dijo y cuando ella estuvo cerca la abrazó.
LALI cerró los ojos y lo dejó hacer. De verdad hubiese deseado que ese hombre fuese su padre. Se alejó de él y lo miró. John miró detrás de ella.
—Oh, los presento —dijo haciéndose a un lado —MARIANO, él es PETER LANZANI… un amigo…
—El padre del bebé —no era una pregunta. Ella tragó saliva.
—Lo sabes —dijo. Tenía la pequeña esperanza de que no supiera nada de su situación actual.
—Lo sé todo, pequeña, todo —aseguró —Y siento mucho que hayas tenido que pasar por tantas cosas… si solo lo hubiese sabido antes… no hubieras pasado por nada de eso.
—Le aseguró que hice todo lo que estuvo a mi alcance para protegerla a ella y al bebé en camino, señor —dijo PETER mientras le estrechaba la mano. MARIANO sonrió levemente.
—Me gusta tu actitud, muchacho —le dijo. El moreno lo miró confundido.
—Pero ya —dijo ella poniéndose en medio de ambos de nuevo —¿Qué le pasó?
Ella vio como la mirada de MARIANO se llenaba de odio, de impotencia.
—Tu padre… —ella negó con la cabeza al imaginarse lo que él iba a decirle —Él la golpeó salvajemente, LALI.
Ella ahogó un sollozo cubriéndose la boca con una mano. ¡Lo sabía! ¡Ella lo sabía! Sintió las manos de PETER sobre sus hombros, sosteniéndola.
—Hijo de puta —logró decir entre lágrimas.
—Yo sé que esto es difícil, pequeña —dijo él, su voz volviéndose algo inestable. Él estaba tan afectado o más que ella —Y tu madre no quería que te contactara hasta que ella estuviera en ‘condiciones’, según sus propias palabras. Pero no podía no avisarte. EMILIA lleva días en mal estado. Ese mal na… Robert después de golpearla la encerró en una habitación y ella pudo escapar hoy, y vino a mi —LALI lloraba sin ocultar su dolor. Aquello era terrible, ¿Cómo pudo hacerle eso? —La traje al médico y luego de hacerle todos los estudios, decidieron dejarla en observación. Tiene una costilla rota, una contusión en la cabeza y un montón de hematomas en todo el cuerpo, principalmente en el rostro.
Ella no podía imaginársela, no. Su madre siempre había sido una mujer hermosa, refinada. Tenía una cálida sonrisa, y más de uno decían que en eso eran idénticas.
—Quiero verla… —murmuró.
—Claro que puedes, cielo —le dijo —Creo que lo que más necesita ella en este momento es de ti… —la miró de frente —Sé que tu madre ha cometido muchos errores en el pasado, LALI… pero ella siempre te amó, siempre.
—Lo sé —asintió quebrada. John le ofreció el brazo, ella lo tomó y comenzaron a caminar. Llegaron a una puerta blanca con el número 43 en el medio —¿Está despierta?
—Hace un rato lo estaba… ahora no sé.
Ella miró a PETER. El moreno alzó la mano y acarició su mejilla. No sabía que más podía hacer por ella. No podía ponerse en su lugar. Él simplemente asesinaría a la persona que le pusiera un dedo encima a su madre, incluso si esa persona fuese su padre. Pero él sabía que NICO L jamás, pero jamás tocaría a GIMENA.
—Voy a estar aquí fuera, esperándote todo lo que sea necesario —le dijo. Ella asintió.
—¿Por qué no me acompañas a tomar un café, PETER? —le preguntó John y luego miró a LALI—Voy a interrogarlo un poco.
LALI sonrió levemente. Sabía que tipo de interrogación sería. A ese hombre le gustaba saber absolutamente todo. Claro, como todo abogado. Vio como ambos se alejaban y volvió la vista a la puerta.
Respiró profundamente y la abrió con cuidado. Entró y cerró sin hacer ruido. Al girar, se quedó quieta, observando a la mujer que estaba acostada en aquella cama. Se estremeció al reconocer a su madre. Sus ojos acumularon nuevas lágrimas rápidamente, al ver los moretones que surcaban su rostro. Estaba pálida y sus heridas resaltaban más.
¿Por qué él había hecho eso con ella? ¿Qué lo cosa lo había llevado a cometer semejante atrocidad? Michelle abrió los ojos lentamente.
—No —murmuró afligida. LALI se acercó rápidamente a ella.
—Mamá…
—No, LALI —lloró y giró la cara hacia el otro lado —No me veas, hija, por favor…
—Mamá, mírame —le pidió llorosa —Mírame, mamita.
EMILIA obedeció luego de unos segundos, y volvió la vista hacia ella. ¡No, no y más no! Ella le había pedido a MARIANO que no la buscara. No quería que su hija la viera así. Era una vergüenza. LALI levantó la mano y tocó sus cabellos. EMILIA sintió una presión en medio del pecho al ver las lágrimas en sus ojos. Su niña, era tan bonita. Y ella la había descuidado. Jamás iba a perdonarse aquello. Tal vez era por eso que ahora estaba así. Se lo merecía… ¿o no?
—LALI, mi amor…
—¿Por qué te hizo esto?
—Tu padre tiene problemas…
—¡No, no lo justifiques de nuevo! —exclamó —No más, mamá, por favor…
—Yo no sé, LALI —rompió en llanto —Yo no sé por qué lo hizo. Solo sé que jamás lo había visto así… tuve mucho miedo. Pensé que iba a matarme…
—Estuvo cerca —murmuró ella y recorrió de nuevo su rostro con la mirada. Por Dios, ¿Cómo alguien podía causar tanto daño? —Voy a hacer que se pudra en una cárcel…
—LALI —tomó su mano —No quiero que llenes tu vida de más odio, hija. Ya es suficiente… ahora… —bajó la mirada a su vientre —Ahora tienes a alguien que te necesita llena de amor y de felicidad.
—¿Tú no me odias por eso? —preguntó. EMILIA sonrió sin dejar de llorar.
—¿Cómo voy a odiarte, mi amor? —quiso saber —Sé que no fui la madre que necesitabas, pero jamás te odié, jamás. Y cuando supe que estabas embarazada… me desconcerté, pero después entendí que era maravilloso, hija. Vas a ser la madre que jamás he sido.
—No lo sé…
—Sí, mi amor —le acarició el rostro —Sí lo sabes. Porque eres hermosa por dentro, a pesar de todo el maltrato que has vivido, estás llena de amor para dar y ese bebé va a tener a una madre estupenda.
—Tengo miedo de no hacerlo bien…
EMILIA apretó su mano y la miró fijo a los ojos. LALI pudo haber todas las emociones que surcaban a su madre en ese momento. Estaba mirándola con amor. ¿Cuántas veces ella había visto esa mirada? Pocas. EMILIA siempre había sido una madre algo distante, pero siempre le había mostrado amor cuando Robert salía de viaje. Muchas veces ella se había preguntado por qué su madre cambiaba cuando su padre regresaba.
Y al parecer ahora lo podía comprender.
—LALI —susurró.
—¿Qué, mamá? —dijo ella.
—Te amo, hija… —el labio inferior de la morena tembló —Eres el regalo más grande que Dios me ha dado. Y necesito que me perdones… necesito escucharte decir que me perdonas por no haberte cuidado como debía.
—Mamá…
—Por favor, LALI, perdóname.
Ella asintió levemente y se secó las lágrimas. Le sonrió a su madre levemente y tragó con fuerza antes de decir las palabras.
—Te perdono, mami.
Michelle sonrió entre lágrimas y LALI se acercó a ella para abrazarla. Entonces ambas escucharon un par de gritos provenientes de afuera. EMILIA se tensó al reconocer una de esas voces.
—Robert —murmuró horrorizada.
LALI la miró y se puso de pie. Acarició el rostro de su madre.
—No te preocupes, no va a hacerte nada. Te lo juro…
Se iba a alejar, pero su madre tomó su mano.
—No vayas… no vayas, por favor. Puede hacerte daño —le rogó.
—Mamá, necesito enfrentarme a él. Necesito que sepa que ya no le tengo miedo, y que se va a pudrir en una cárcel…
—No, hija.
—Ya no más, mamá. Basta de esto. No quiero que vuelvas a querer defenderlo, y tampoco quiero que sientas lastima por él. No la merece.
EMILIA asintió. LALI le entregó una nueva sonrisa y se dirigió a la puerta. Al salir se encontró con la fija mirada de Robert ESPOSITO

CAPITULO 44

Son solo
confusiones.

EUGE cerró la puerta del cuarto de la morena con mucho cuidado. LALI estaba sentada en la punta de su cama, con el corazón latiendo lleno de preocupación. Su amiga no había soltado ni una sola palabra desde que había salido de aquella cocina. Y a decir verdad, ella no quería preguntar, pero necesitaba saber. ...
Snow soltó un suspiro y se acercó a ella hasta sentarse a su lado.
—Era MARIANO TORRES —habló la rubia.
—Sí, sabía que era él… —se acomodó la garganta —¿Qué quería?
Le costaba mucho hablar, aquel nudo en la garganta apenas se lo permitía.
—Es sobre tu madre, LALI.
Ella ya se imaginaba que era algo sobre EMILIA. MARIANO era su padrino, pero jamás pudo cumplir muy bien ese rol por culpa de Robert. Él no dejaba que MARIANO la sacara de paseo o la fuera a visitar. Pero si la llamaba y siempre se había mostrado cariñoso con ellas dos. Muchas veces se había preguntado por qué su madre no se había casado con él. Tal vez todo hubiese sido muy distinto para ambas.
—¿Qué le pasó a EMILIA? —inquirió.
Brittany guardó silencio y pensó en la mejor manera de darle aquella noticia. LALI no debía alterarse, ni nada de esas cosas. Mucho menos después del susto de hacía una semana. Pero no podía no decirle, era su madre la que estaba implicada. Y a pesar de todo sabía lo mucho que LALI la amaba.
—Ella… está internada —le dijo al fin.
Los ojos de la morena se abrieron bien y se llevó una mano al vientre.
—Pero… ¿Qué le pasó? —comenzó a alterarse. Ella se esperaba cualquier cosa, menos aquello, claro que no —¿Por qué está ahí? ¿Dónde esta?
—Cálmate, LALI, tranquila —le pidió ella.
—No me pidas que me calme, EUGE —dijo mientras se ponía de pie y se acercaba a su armario para buscar su abrigo.
—LALI, no vas a ganar nada poniéndote así. Estas embarazada, ¿lo olvidas? Y cuando tú te alteras, alteras a tu bebé.
LALI se quedó quieta, reteniendo las lágrimas, tragó saliva y se volvió a sentar en la cama. Tenía razón. Tenía que bajar un cambio. Su bebé… su bebé sentía todo lo que ella sentía. Y no quería sufrimiento para él o ella.
—¿Por qué está internada? —volvió a preguntar.
—No sé bien por qué, MARIANO solo me dijo que sería bueno que fueras a verla…
—¿Dónde esta?
—En el hospital San Marino.
—Voy ya mismo —murmuró asintiendo y tomó su cartera.
Salió del cuarto rápidamente, no dándole tiempo a EUGE para reaccionar.
—¡LALI, espera! —exclamó mientras intentaba alcanzarla. Maldita sea que corría rápido.
La morena no se detuvo y llegó rápidamente a la salida.
—¿LALI? —dijo PETER entrando al living a la vez que ella salía. EUGE llegó allí y PETER la miró con el ceño fruncido —¿Qué pasó? ¿A dónde fue?
—Es una terca, por Dios —suspiró exasperada —Va hacia el hospital San Marino, su madre está internada allí.
—Demonios —murmuró él, tomó las llaves de su auto y su abrigo que estaba sobre el sillón. Se acercó en dos zancadas a la puerta —Diles a todos que gracias por todo… iré a buscarla.
EUGE asintió y PETER salió de allí. Al llegar a la calle miró hacia sus costados, tratando de localizarla. Pero ella ya no estaba en su punto de vista. Caminó rápidamente hacia su coche y prendió marcha. Ella tuvo que haberle dicho que la acompañara, que la llevara. ¡Pero no! LALI ESPOSITO tenía que hacerse la fuerte, la que podía con todo sola. Tenía que demostrarle al mundo que no dependía de nadie, para nada. Seguramente no le dijo nada por el beso que habían compartido en su habitación. Se pasó la mano por la cara, frustrado. Eso no implicaba que no podía ayudarla, que no podía confiar en él. Sino todo lo contrario, él podía acompañarla, cuidarla.
Se detuvo en un maldito semáforo y por alguna razón miró hacia su derecha. Allí estaba ella, secándose silenciosas lágrimas en un taxi. Se le retorció el estomago.
Sin dudarlo tocó bocina. Ella giró la cabeza y lo miró. Él bajó la ventanilla.
—¡LALI, baja, ven conmigo! —le gritó. El taxista lo miró y frunció el ceño —Por favor, señor ¿Puede detenerse en la esquina? —le pidió —Necesito hablar con ella…
El taxista miró a LALI a través del espejo retrovisor. Ella solo asintió levemente. El conductor se detuvo en la esquina y PETER se estacionó detrás.
Él se bajó a la vez que ella se bajaba. El taxi arrancó.
—¿Por qué no me dijiste? —le preguntó él a la vez que se le acercaba. Ella no lo miró a los ojos.
—Es tu cumpleaños —murmuró —Deberías estar con tu familia…
—Maldita sea, LALI —dijo entre dientes —¿Cuándo vas a entender que no estas sola ahora?
—No maldigas —lo enfrentó, mirándolo al fin. Su mirada chocolate, brillosa por las lagrimas. El clima era frío y ella no estaba lo bastante abrigada como para estar allí —No soy una niña, PETER, y sé cuidarme y afrontar mis problemas…
—Sé que no eres una niña, diablos… —sacudió la cabeza —Perdón, no maldigo más, lo prometo. Pero necesito que entiendas que puedes confiar en mí…
—Nuestra confianza se está confundiendo.
Él cerró los ojos y respiro profundamente por la nariz. Un suave humo blanco le salió de los labios al soltar el aire.
—Lamento lo que pasó en la habitación,LALI—le dijo —Y sí, puede que me haya confundido… pero es que aun estoy tratando de separar las cosas. Eres la madre de mi hijo, pero no eres mi mujer, ni nada. Te comportas como si fueras mi novia, me haces regalos, mi familia te adora… Hoy fue un día especial, estaba movilizado por todos lados. ¡Dijiste que podíamos ponerle Simón si era niño! —exclamó y soltó una pequeña carcajada nerviosa, mientras levantaba los brazos. Los dejó caer —No tienes ni idea de lo que eso significa para mí, no sabes como me llegó. Es por eso que te besé. Fue un acumulo de cosas, fue un impulso… un… solo fue un beso.
—Trataré de no comportarme más como si fuera tu novia —dijo ella.
—No es eso…
—Ya lo entendí —aseguró.
—Pero no…
—No quiero seguir discutiendo —murmuró y miró el auto —Solo llévame al hospital.
Él asintió resignado y bajó la cabeza mientras suspiraba. Se acercaron al coche y PETER le abrió la puerta. Ella se acomodó despacio y PETER rodeó el auto para tomar su posición. Al instante arrancó.
LALI miraba por la ventana, pensativa, intentado aclararse. Muchos motivos por los cuales su madre podría estar internada le pasaban por la cabeza. Pero solo esperaba que no fuera algo grave. De solo pensarlo le dolía el pecho.
—LALI —la llamó él.
—¿Si? —inquirió sin mirarlo. Las nubes blancas y esponjosas le parecían más entretenidas en ese momento.
—Vas a confiar en mi, ¿verdad?
Entonces ella lo miró. Recordó sus labios sobre los suyos. La imagen se le colocó en la cabeza. Había sido suave, cuidadoso, dulce. No… ella tenía que parar aquello. No iba a poner su corazón en juego de nuevo. No iba a ser lastimada otra vez. No.
En ese momento PETER era peor que BENJAMI. Mucho peor. Sí, porque él tenía una mujer que estaba a cientos de kilómetros, imaginándose el momento de volver a verlo. Mientras él estaba en su casa, con su nueva ‘dama de compañía’, la que cual venía con un pequeño regalo. Por lo menos BENJAMI se lo había dicho por teléfono: Oye, me voy a Paris con la zorra de mi secretaría.
En cambio PETER solo esperaba… esperaba a que la bomba le explotara en la cara. Ella no quería estar presente cuando eso pasara. No quería ver el odio de esa mujer, su desilusión. Simplemente porque ella conocía de primera mano el dolor de la traición. ¿Y cómo podía depositar su confianza en un hombre así? Entonces lo supo… por alguna maldita razón lo sabía. PETER no era malo, él no lo hacía con intención de lastimar a MERY. Solo quería ser honesto con ella y estar presente, darle la cara.
—Sí, PETER —suspiró y estiró la mano para tocarle la majilla. Su piel estaba algo rasposa, por la sombra de barba que se cernía sobre su rostro —Voy a confiar… confío en ti…
—Muchas gracias —dijo él y colocó su mano sobre la de ella.
Se sonrieron levemente, olvidando todos los problemas y tormentos, y solo concentrándose el uno en el otro.
El auto se detuvo frente a las instalaciones del gran hospital de clínica San Marino. La calma de LALI desapareció. Solo esperaba que no fuera lo que acababa de pasársele por la mente… porque si era así… Robert ESPOSITO iba a arrepentirse de haber nacido

CAPITULO 43

Pastel de chocolate.

LALI se detuvo frente a la puerta del cuarto del moreno. Las manos le sudaban. Tragó saliva y respiró profundamente. Apoyó la frente en la puerta, dio unos suaves golpes con la mano cerrada y tomó el picaporte. No esperó una respuesta, abrió y se asomó. PETER estaba sentado en un costado de su cama, con la cabeza gacha, pensativo. Ella tragó saliva y entró del todo, cerrando la puerta con cuidado. Volvió a respirar profundamente, y se secó las manos con la ropa. Se acercó hasta él y se sentó a su lado. Pasaron incontables segundos hasta que decidió hablar.
—PETER, yo…
Él se puso de pie y se acercó un poco a la ventana. LALI solo lo observó en silencio. Él parecía molesto, pero desconcertado. Ella le dio su espacio, esperando a que le dijera algo. Pero él no hablaba. Y ella comenzaba a impacientarse.
—¿Sabes hace cuanto que no veía nada de esas cosas? —preguntó al fin. Seguía sin mirarla, pero ella se sintió un poco más aliviada al escucharlo hablar.
—No —le contestó.
—La última vez que lo vi estaba dentro de un ataúd…
—Lo sé —dijo y se puso de pie para acercarse un poco. Se quedó quieta a pocos centímetros de su espalda, observando el poder que esta irradiaba. PETER la cuidaba. PETER velaba por ella. PETER le sacaba sonrisas y hasta la hacía olvidarse del dolor de haber sido marginada por su propia familia. PETER compartía con ella.
—Ver eso me hizo… doler el pecho.
—Mi intención no era lastimarte —le aseguró, sintiéndose de repente insegura —Y lo siento si lo hice… solo pensé que sería lindo que lo vieras.
Ella esperó a que se girara a verla, pero no lo hizo. Se encontró levantando la mano para tocar su hombro, pero ella tampoco lo hizo.
—LALI… —dijo sin mirarla.
—De verdad, PETER —ella lo interrumpió —Está bien si en este momento me odias, porque yo… lo hice aunque tú me habías dicho que no —sus ojos se llenaron de lágrimas y la voz se le volvió quebrada. Él se giró a verla al instante.
—No llores —le pidió.
Demasiado tarde, amigo.
Se dijo a si mismo mentalmente. LALI soltaba lágrimas silenciosas, que recorrían sus hermosas mejillas. Él se maldijo internamente. No estaba enojado, ni nada de lo que ella creía. ¿Odiarla? Claro que no. Jamás podría.
—Lo único que quería era sacarte una sonrisa en tu cumpleaños —siguió llorando, la voz ahogada. Él negó con la cabeza. Ella tenía que dejar de llorar, por el bien de ambos, ella tenía que parar —Fue un día lindo —se sorbió la nariz —Vimos a nuestro bebé, fue tan hermoso e único —Basta, LALI, basta. Él tragó saliva, miró sus labios —Y yo lo arruiné con todo esto. Pero te juro que no…
Al diablo…
Él acalló sus palabras, su boca cubrió la de ella. Maldita sea, era por esto por lo que ella tenía que haber parado.
LALI dejó de respirar, dejó de pensar, dejó de existir. Se quedó completamente quieta mientras él colocaba una mano en su nuca y la mantenía inmóvil. Sus ojos estaban bien abiertos, observando su cercanía.
PETER movió un poco los labios, capturándola más, para besarla más. Los ojos de ella se cerraron, un par de lágrimas estancadas escaparon, y sus manos se apoyaron con suavidad en la firmeza del pecho masculino.
Aquel era un beso extraño. Era un beso que le decía muchas cosas, pero nada a la vez. Y no la besaba como aquella noche desenfrenada. Era distinto… y ella debía reaccionar. Pero ¿Cómo? Él jugaba con el fino hilo de sus emociones. Se encontró a sí misma respondiendo a él. Abrió más la boca, se acercó. Necesitaba eso.
PETER rodeó su pequeña cintura, emocionado y confundido por su respuesta. Encajaban tan perfectamente. El suave y rico sabor femenino le llenó todos los sentidos. Siempre tenía presente el sabor de ella… pero esto era distinto. Aquí no había alcohol de por medio. Él tenía que parar, fuera como fuera.
Al parecer Dios escuchó sus plegarias, ya que fue LALI la que se alejó de repente, dejándolo vacío, confundido.
LALI lo miró sin entender. ¿Qué diablos estaba haciendo? Alguien tocó la puerta del cuarto y ambos se giraron a ver.
—¿Todo está bien? —la voz de CANDE llegó desde afuera. LALI no dijo nada, la voz no salía de ella.
—Sí, ya salimos —contestó PETER al instante.
—Está bien —respondió ella y ambos escucharon como se alejaba.
El moreno se volvió para mirarla. LALI enfrentó sus ojos.
—Yo…
—Nunca más, PETER —dijo ella en voz muy baja. Odiaba verse afectada. Odiaba que él la viera afectada.
—Lo siento —dijo él.
—También yo —aseguró y salió de allí.
LANZANI se quedó quieto en su lugar, procesando lo que acababa de pasar. Realmente estaba confundido. Cerró los ojos y se masajeó le puente de la nariz. Necesitaba soluciones. Necesitaba ver a MERY. Necesitaba aclararse.
Soltó un suspiro cansado y salió de su habitación. Al llegar a la sala se detuvo y todos se giraron a verlo.
—¿Dónde está LALI? —le preguntó EUGE —Más que vale no haberle hecho nada, porque sino yo voy a…
—Aquí estoy —dijo la morena saliendo detrás de él. PETER la miró. Ella no parecía nerviosa, ni preocupada. Él acomodó la garganta —No lo amenaces, EUGE, él no necesita amenazas. Jamás me haría daño, ¿verdad, PETER?
Él la miró a los ojos ¿Era una pregunta capciosa?
—Jamás —asintió. Despegó con dificultad la mirada de ella. El roce caliente de su beso aun le ardía en los labios —Solo estaba algo shockeado por la sorpresa… necesitaba pensar. Pero muchas gracias a todos, de verdad.
—Aaaw, mi amor —dijo GIMENA mientras se acercaba a él para abrazarlo. PETER le respondió el gesto con una sonrisa.
—¿Qué les parece si cortamos el pastel? —preguntó la morena.
—Por favor, sí —dijo VICO —He abierto la heladera un millón de veces solo para ver eso que está ahí dentro. ¿Lo preparaste tú, cuñadita?
—No, lo preparó tu madre. Y no soy tu cuñada —le dijo ella una vez más.
PETER se preguntó si se lo diría cada vez que el idiota de su hermano molestara con eso.
—No me importa —aseguró él —Me gusta decirte así…
—Entonces yo que tu veo si como pastel… podría tener algo.
—Mamá —dijo VICO y se acercó a su madre —Esa loca está amenazándome.
—Ya basta, VICO —lo retó GIMENA —Compórtate o te daré jarabe para niños…
—¿Por qué me odias? —quiso saber él.
Todos rieron y entraron a la cocina. LALI sacó de refrigerador el enorme pastel que estaba cubierto de chocolate. A PETER se le hizo agua la boca. Amaba los pasteles de chocolate, y principalmente si era el pastel de su madre. NICO L encendió las velas y todos comenzaron a cantar. Él sonrió, confundido y preocupado, sonrió. Hacía mucho que no escuchaba esa canción y estaba parado frente a velas, esperando su deseo.
—Vamos, PETER —le dijo NICO —Pide tu deseo de una vez…
PETER sonrió y cerró los ojos. Deseó algo y después miró el rostro de todos.
—Deseo que NICO admita su homosexualidad de una vez —dijo y sopló. La vela se apagó y las carcajadas de VICO y AGUS se hicieron presentes.
—Que buen deseo —aseguró SIERRA.
—Muy gracioso —aseguró NICO con sarcasmo —Eres un imbécil, LANZANI.
—Yo sé que me amas —le sonrió este.
—Creo yo que el que debería admitir que está enamorado de NICO eres tú, tonto —dijo EUGE mientras abrazaba a su novio —Por alguna razón no puedes dejarlo en paz… Voy a golpearte de verdad si sigues insistiendo, es mío.
—Lo que tú digas, Snow —sonrió PETER —Pero ambos sabemos que yo soy lo que NICO quiere.
Ella puso los ojos en blanco mientras todos reían.
Un celular comenzó a sonar.
Todos se giraron a ver como EUGE rebuscaba rápidamente en el bolsillo de su abrigo. Lo sacó y atendió al instante.
—Sí, soy yo —dijo ella. Todos la miraron atentos —Oh, JMARIANO, que sorpresa LALI se paró erguidamente al escuchar aquel nombre —No creo que sea buena idea… —la rubia miró a la morena —¿Qué? —preguntó sorprendida —Oh, Dios mío… bueno, John, no sé que decirte. Está bien… se lo diré y yo sé que irá. Adiós.
Colgó y el silencio la acompañó. LALI la miró nerviosa.
—¿Qué pasó? —le preguntó NICO.
—LALI—le dijo ella, la preocupación reflejada en sus ojos. LALI supo que no eran buenas noticias —Necesito que hablemos en privado.
LALI asintió levemente. Algo le decía que iba a tener que sacar muchas más fuerzas de las que ya había sacado hasta ahora

CAPITULO 42

Un video.

GIMENA se secaba las lágrimas mientras terminaban de ver el pequeño DVD de la ecografía de LALI. NICO L sonrió y la abrazó de costado.
—No llores, amor —le dijo. Ella se secó las mejillas....
—Es que… —lloró de nuevo. Todos rieron —Es muy emocionante… estoy algo sensible y esto es… es hermoso.
—Basta, mamá —le pidió CANDE —Me harás llorar a mí también…
—Aaaw, bonita —dijo AGUS y se acercó a ella.
—Nada de besos, SIERRA —le advirtió VICO.
—Piérdete, idiota —le dijo CANDE a su hermano y besó a su novio.
—Esto de que estés embarazada es muy destructivo para mis emociones, LALI—habló EUGE. Ella la miró. La rubia se aguantaba las lágrimas. Al instante la morena fue hacia ella y se abrazaron, para luego empezar a llorar las dos. Y toda aquella habitación se llenó de llantos de mujeres.
PETER miró con incomodidad a su padre, hermano, mejor amigo y cuñado. Estos cuatro asintieron y salieron de allí todos juntos para ir hacia la cocina.
—Creo que necesitan ‘espacio femenino’ —aseguró NICO mientras los tres se sentaban en la mesada.
—He leído que las embarazadas suelen sensibilizar al entorno femenino que las rodea. Así que esto es algo… común —dijo AGUS.
—Ya lo creo —asintió PETER —Me alegra no ser mujer…
—Pero seguro que lloraste como un niño en la ecografía —dijo VICO. PETER asintió a medias.
—No lloré como un niño… pero si me emocioné, hermano —le contó —No sé como explicarte la sensación… es muy rara.
Alguien entró a la cocina. Todos miraron como GIMENA los observaba con desaprobación.
—Insensibles —los acusó. NICO L sonrió.
—Solo queríamos darle su espacio, mi amor —le dijo él.
—Ya hablaremos en casa, LANZANI —le aseguró ella —Pero ahora vamos hacia la sala, que tenemos un pequeño regalito más para ti, PETER.
PETER alzó ambas cejas sorprendido. ¿Había más?
—Es de parte de todos —le contó su hermano.
—¿Y qué es? —preguntó.
—Un video —dijo NICO.
Se pusieron de pie y siguieron a GIMENA. Las mujeres ya estaban calmadas y ahora sonreían. Por Dios, eso se llamaba ser bipolar. Todos tomaron asiento, menos PETER. NICO L le hizo una seña para que se sentara en medio de él y su madre. PETER miró a la morena. Ella estaba sentada al lado de su mejor amiga y miraba fijamente hacia el televisor. Entonces él también lo hizo y alguien encendió el DVD. En la tele una imagen se hizo presente. PETER se sorprendió.
—¿Y qué te parece, papá? —la voz de NICO L se hizo presente en el video, sonaba detrás de la cámara, mientras grababa a JUAN LANZANI, sentado en una silla mecedora. Él sostenía algo muy pequeño entre sus brazos.
—Estoy… desconcertado —le respondió y miró al bebé. NICO L se acercó más y lo enfocó. Era pequeño y miraba fijamente a su abuelo. También le agarraba con fuerza el dedo que este le había entregado.
—¿Por qué estás desconcertado? —le preguntó NICO L.
—¿Recuerdas que hace un tiempo te conté que jamás me volví a sentir tan idiota como la primera vez que te tuve a ti y a tu hermana en brazos? —inquirió.
—Sí, lo recuerdo.
—Bueno, lo estoy sintiendo ahora, NICO L. Me haz hecho sentir un idiota de nuevo, pero ahora dándome el regalo de ser abuelo… por primera vez.
NICO L volvió a enfocar el rostro del bebé. Él seguía mirando fijamente al hombre que lo sostenía. Por alguna razón sabía que no era su padre, pero también sabía que era alguien importante.
—Hola, PETER —le dijo su padre —Dile hola a tu abuelo…
—Déjalo, muchacho —lo retó JUAN —Él está muy tranquilo con su abuelo… pensando.
—¿En qué? —quiso saber él.
—En los buenos amigos que seremos.
La imagen en la pantalla cambió de repente.
—¿Qué estás haciendo, PETER? —le preguntó su abuela Kate.
Alguien más los estaba grabando. Su abuela llevaba puesto un delantal de cocina y tenía las manos llenas de harina.
—Le quiero dar una sorpresa al abuelo —contestó él sin dejar de hacer lo que estaba haciendo sobre un papel. Parecía no tener más de cinco años.
—¿Puedo ver que es? —preguntó ella.
—Sí —le dijo y se puso de pie.
Le mostró su dibujo y la cámara se acercó un poco más para tomarlo bien. En él había solo garabatos, pero se podían distinguir con perfecta claridad dos ‘personas’ tomadas de la mano y atrás de ellos una especie de auto.
—¿Quiénes son? —quiso saber su abuela.
—Somos el abuelo y yo… y este es nuestra nave espacial y nuestro futuro auto volador. Y aquí estás tú, abuela, dentro del auto, esperándonos para ir a comprar la cena de mañana. Y este también es papá y mamá con su panza enorme, en donde está mi nuevo hermanito —le contó entusiasmado. La puerta se abrió y los ojos de PETER se iluminaron —¡Abuelo!
Corrió hacia él, la cámara lo siguió todo el tiempo. Cuando llegó hacia él, abrazó a JUAN y este también a él.
—¿Qué hace mi campeón? —le preguntó mientras se agachaba hasta su altura.
—Te hice un regalo —dijo con misterio y sacó de atrás de su pequeña espaldita el papel. Simón lo tomó y lo miró.
—¡Por Dios, mira que buen dibujo! —exclamó. PETER sonrió contento —¿Estos somos nosotros?
—Si —asintió y le señaló con el dedito —Estamos todos y ese es nuestro auto fantástico…
—Ven aquí y dale un abrazo a tu viejo y gastado abuelo…
La imagen desapareció y fotos comenzaron a pasar. Fotos de él y de PETER. Fotos de todos juntos. Fotos de JUAN y Kate. Fotos y más fotos. PETER miraba todo aquello fijamente… sintiendo como cada cosa removía sus recuerdos y hasta le hacía doler un poco el pecho. Otra escena de hizo presente.
—Oigan —los retó GIMENA —La cena está lista hace una hora…
—Ya vamos, mamá —aseguró un PETER de unos trece años. Estaba metido dentro del capó de un auto con Simón a su lado.
—Esto es importante, mujer —le dijo JUAN —Estamos por arreglar la chata, así PETER puede salir a conquistar niñas…
—¿Qué es eso de conquistar niñas, abuelo? —lo retó GIMENA —PETER aun es un niño… no puede tener novias a esta edad.
—No le hagas caso, muchacho —le recomendó él —Tu madre solo siente celos… pero sé que serás un matador.
—Yo solo quiero ser como tú, abuelo.
JUAN sonrió y palmeó su hombro.
—Yo era todo un matador…
—¡Te escuché, JUAN! —exclamó Kate desde la otra habitación. JUAN y PETER se sonrieron el uno al otro y entonces el DVD terminó.
El silencio reinó en el lugar. La morena miró algo nerviosa al moreno. Todos hicieron lo mismo. Él no reaccionaba, solo tenía la mirada fija en la tele. Entonces se puso de pie…
—Discúlpenme un momento —dijo y caminó hacia el pasillo.
—PETER —lo llamó su madre. Él no se detuvo y pronto desapareció de allí. Todos escucharon como la puerta de su habitación se cerraba.
—Creo que no le gustó —dijo VICO.
—Cállate —le dijo CANDE y le tiró con una almohada —Solo esta… emocionado… a su manera, claro.
LALI no podía sentirse peor, porque no sabía como. ¿Le había hecho mal? ¡Por Dios, jamás pensó en ello!
—No te sientas mal, cariño —le dijo GIMENA al verla. LALI forzó una sonrisa.
—Fue un video hermoso —le aseguró NICO L —Y creo que fue una idea genial hacerlo… Él necesita entender varias cosas con respecto a la muerte de mi padre.
—Iré a hablar con él —dijo NICO mientras se ponía de pie.
—No —lo detuvo la morena. La miraron —Yo iré.
—¿Estás segura? —preguntó EUGE.
—Sí —asintió y respiró profundamente.
Se encaminó hacia el pasillo.
—Si se pone loco… pégale en sus partes —le aconsejó VICO. Ella sonrió.
—Lo tendré en cuenta

CAPITULO 41

La fiesta sorpresa.

LALI le sonrió a PETER, mientras este le abría la pequeña puerta del ascensor de su casa. Ella ya le había dicho que podía subir perfectamente por las escaleras. O sea…, solo era un piso. Pero no, él era tan exagerado.
Habían estado sonriendo y hablando del bebé desde que habían salido del consultorio del doctor. Cada tema de conversación derivaba en el bebé. Hasta había surgido hablar de ciertos nombres…
—¿Estabas bromeando con eso de llamarlo Arnaldo, verdad? —le preguntó ella. PETER rió divertido.
—Sí, estaba bromeando —asintió —Pobre niño, jamás podría llamarlo así.
—Menos mal —aseguró soltando un suspiro —Pero ¿sabes? —dijo pensativo.
El ascensor se detuvo en el piso marcado. PETER le volvió a abrir la puerta para salir y le dio el paso.
—¿Qué? —preguntó él.
—Si es niño… ¿no te gustaría que se llamara JUAN?
PETER se quedó quieto en su sitio. LALI se giró a verlo. Él parecía consternado. Ella se mordió levemente el labio, algo nerviosa. Tal vez no había sido una buena idea decirle aquello. Pero en realidad llevaba varios días pensándolo. Y había pensado que sería muy lindo ponerle así a su hijo, para que su padre pudiera ‘recordar’ más a su abuelo.
—¿Le pondrías Simón? —habló él al fin, su mirada había quedado en la nada, pero la enfocó en ella.
—A mí me gusta ese nombre… y para ti es importante – asintió – Es más, también había pensado en usar el nombre de tu padre… JUANPABLO LANZANI ESPOSITO
Ella sacó las llaves y se acercó a abrir. PETER la miraba anonadado. ¿Podía ella volverse más perfecta cada vez que pasaba el tiempo? En esos días que llevaban conviviendo había aprendido que LALI era una mujer a la que le gustaba dar… y no se quejaba si no recibía nada a cambio. Era una mujer inteligente, y se había adaptado perfectamente a él y al trabajo en el taller. En menos de dos días había organizado todo, haciendo quedar a NICO como un idiota, ya que él había apostado que no iba a lograrlo.
—LALI, yo…
Ella abrió la puerta y entró, dejándolo con la palabra en la boca. Él reaccionó un poco tarde, pero la siguió. Tenía ganas de decirle algo, pero no sabía que.
Desnúdate, y vamos a mi cama…
Se paralizó ante las palabras que salieron de su mente. ¿Cómo iba a decirle una cosa así? Sacudió la cabeza. Tenía que concentrarse, no podía sentirse excitado, ni pensar en sexo, solo por la forma de ser de ella, no. Llevó sus pasos hacía el living…
—¡SORPRESA! —exclamaron de repente.
PETER miró confundido a su alrededor y se sorprendió al ver allí a sus padres y hermanos. También estaban AGUS, NICO y EUGE. Buscó a la morena con la mirada y estaba parada al lado de GIMENA.
—¿Qué es todo eso? —preguntó al fin.
—Tu fiesta sorpresa, estúpido —le dijo VICO y se acercó a él para abrazarlo. PETER le respondió el gesto, pero lo apretó un poco más para cobrarle aquel pequeño insulto.
—Con que fiesta sorpresa, eh… —él miró a LALI. Ella sonrió levemente.
—Saca esa cara, tonto —lo retó su hermana y también lo abrazó —LALI organizó todo, con mucho esfuerzo. Así que… sé amable.
—O te golpearé —aseguró EUGE y lo abrazó. PETER rió. Cuando la rubia lo soltó, su cuñado le tendió la mano.
—Feliz cumpleaños, PETER —le dijo.
—Muchas gracias, SIERRA.
—Ay, mi bebé —dijo GIMENA mientras NICO L y ella se acercaban hasta él —Estás tan grande, mi vida, que no puedo creerlo.
Lo abrazó con fuerza y PETER sonrió divertido. Luego NICO L lo apretujó.
—Mi hijo, ya es todo, pero todo un hombre…
Lo soltaron y PETER se quedó parado quieto en medio de todos. Solo faltaba NICO. Este lo miraba algo serio. PETER arqueó una ceja.
—¿Y a ti que te sucede, RIERA? —le preguntó —¿No piensas abrazar a tu mejor amigo en todo el mundo?
—No —sentenció él.
—¿Por qué no? —preguntó divertido.
—Porque aun me debes mi último regalo de cumpleaños —le reprochó. EUGE lo golpeó levemente en el brazo —¿Qué? Es cierto… me debe mi regalo.
—Ven aquí, RIERA—le dijo el azulino abriendo los brazos —Yo soy tu mejor regalo, amigo.
—Eres un asco —le aseguró mientras se acercaba a él y lo abrazaba.
—Pero no puedes vivir sin mí.
Todos rieron levemente y PETER se alejó de su mejor amigo. Él volvió a mirar a LALI.
—Menos mal que dije que no quería hacer nada…
—Ay, no seas tonto —sonrió ella —Es solo una pequeña reunión.
—¡Y hay regalos! —exclamó GIMENA. Todos volvieron a reír. PETER se entusiasmó, hacía mucho que no recibía muchos regalos – Pero antes… queremos saber como les fue en el doctor…
—Fue hermoso —dijo PETER. Su madre lo miró con ternura —Es una cosita diminuta y su corazón hace un ruido increíble…
—Y tenemos un DVD con la ecografía —les contó LALI.
—¡Yo la quiero! —exclamaron EUGE y CANDE a la vez. Se miraron entre sí.
—Yo la pedí primero —dijo la niña mimada de los LANZANI.
—Pues yo soy la mejor amiga de la mamá —dijo la rubia.
—Pero yo soy la tía directa —sonrió con gloria CANDE.
—Ya, ya —rió LALI —Luego la vemos todos juntos. Ahora vamos a comer algo… hay de todo un poco.
—¿Se puede saber en qué momento hiciste todo esto? —le preguntó PETER. Ella lo miró.
—Todos tenemos secretitos, LANZANI —le dijo ella.
—Ya lo creo, LALI, ya lo creo.

lunes, 25 de enero de 2016

CAPITULO 40

La pareja que no es pareja.

—Bien, señorita LALI, terminamos —dijo él mientras cerraba la pequeña carpeta en donde tenía su historial médico. Ella suspiró.
—¿Habló con el doctor Salinas para conseguir mi historial? —preguntó ella.
—Sí, así es —asintió —Y de paso nos juntamos a tomar una taza de café. Hacía bastante tiempo que no lo veía. ...
—Quería pedirle disculpas por lo que pasó recién…
—¿Disculpas? —inquirió —Por favor, señorita ESPOSITO…
—LALI—dijo ella. Él la miró fijo.
Ella era una mujer hermosa y demasiado joven para él, bueno… parecía ser demasiado joven para él. Aunque acababa de comprobar que ella tenía veintitrés años y no faltaba tanto para que cumpliera los veinticuatro, su aura y su luz la hacían parecer apenas una adolescente recién salida de la secundaria. LALI le recordaba a una de sus pacientes de diecisiete años, que ya llevaban embarazos de cinco o seis meses.
—Bueno, LALI —volvió a hablar —No tiene por qué pedirme perdón… veo que la situación con el señor LANZANI es… complicada.
—Algo —asintió ella y se removió en su asiento —A veces creo que él no se da cuenta de que… solo es el padre de mi bebé.
—Pero —él se acomodó la garganta —¿Nunca fue su pareja?
—Es una historia complicada —sonrió algo nerviosa.
—Entonces no hablemos más de eso —dijo él y se puso de pie —Póngase cómoda y acuéstese en la camilla mientras yo voy por el señor LANZANI.
—Claro —asintió.
GASTON salió de allí y se acercó a la mesa de su secretaría. Miró a su alrededor, buscando al hombre que parecía ser simpático, pero bastante posesivo.
—¿Dónde está? —le preguntó a Isabel.
—Oh, fue al baño —dijo ella. En ese momento se escuchó que una puerta se abría a lo lejos y PETER se asomó por el pasillo. El moreno lo miró al instante y se acercó rápidamente.
—¿Ya va a hacer la ecografía? —le preguntó.
GAS sonrió. Le encantaba cuando veía la emoción en los padres de las criaturas. La mayoría de las veces eran las madres las que se mostraban exaltadas, mientras que los hombres se quedaban callados.
—Sí, ya vamos a hacerla.
PETER sonrió y caminó rápidamente hacia el consultorio.GASTON se giró a ver a su secretaría. Ella le sonrió.
—Está ansioso —le comentó ella —Cuando salió me preguntó si ella iba a sentir algún tipo de dolor o molestia por realizar esto… Es lindo ver como un hombre se preocupa y se hace cargo de su esposa…
—No están casados —comentó él pensativo. Ella alzó ambas cejas —Y tampoco son pareja…
—¿Qué? —preguntó sorprendida.
—Lo sé, es muy extraño —aseguró él y luego se encogió de hombros —No me pases ninguna llamada, por favor.
—Está bien, querido —dijo ella con una leve sonrisa.
GAS ingresó de nuevo a su consultorio, y se quedó quieto al observar como PETER acariciaba la mejilla de la morena mientras esta estaba recostada en la camilla. Ella lo miraba a los ojos y asentía levemente, mientras él le decía algo.
Bien, para no ser una pareja… lo aparentaban muy bien. Alex acomodó la garganta y ambos lo miraron. PETER se alejó solo un poco de ella y se sentó bien en la silla.
—Bueno, comencemos —dijo DALMAU.
Se acercó hasta ellos y fue hacia el lado derecho de la morena. Prendió el ecógrafo y acomodó un par de cosas.
—Por favor, señorita, ESPOSITO levántese un poco la remera —ella lo hizo y aquel pequeño vientre se hizo presente. PETER sonrió —Ahora esto va a estar un poco frío —le advirtió.
Vertió un poco de aquel transparente gel sobre su panza. La piel se le erizó a LALI.
—Vaya que es frío —dijo ella.
—Dame la mano —le pidió PETER.
Ella obedeció al instante y él entrelazó sus dedos. GAS sonrió. Estaba seguro de que si no eran pareja, entonces iban a serlo.
Tomó el control del ecógrafo y le colocó un poco de gel en la punta. Entonces lo apoyó en el estómago de LALI. De repente en la pequeña pantalla apareció una imagen extraña. PETER la miró al instante.
—A ver por dónde anda ese bebé —dijo GASTON y comenzó a mover el aparato, esparciendo más el gel. La habitación se llenó de un repentino sonido, y en la pantalla se hizo presente una pequeña figura, un poco confusa.
PETER miró fijamente aquello. A pesar de la distorsión y que nada más todo era blanco y negro, pudo distinguirlo. Algo se movía a gran velocidad en medio de él o ella… sonrió al saber que ese era su corazón.
—¿Es mi bebé? —preguntó LALI.
—Así es —asintió GAS —Hay un solo bebé, porque hay una sola placenta…
—Por Dios, jamás me puse a pensar que podrían ser más —aseguró PETER. GAS rió por lo bajo.
—Bien, es solo uno… pueden estar tranquilos —aseguró —Tiene un tamaño de dos centímetros. Ahí están sus brazos y piernas —las señaló con un pequeño láser —Aquellos dos profundos agujeros son sus globos oculares. Tiene un corazón muy fuerte, papis. Y… puedo decirles en este momento que sexo tiene.
LALI se incorporó un poco, soltando la mano de PETER y miró sorprendida a GAS. LANZANI la miró fijo, todo aquello era increíble, estaba viendo a su bebé, y lo estaba escuchando. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Sí, aquello lo emocionaba. Jamás había creído que se podía amar a alguien sin conocerlo.
—Pero… —habló ella —¿Cómo puede saberlo si… no se ve casi nada?
—Descubrí una forma de saberlo, y por ahora jamás me he equivocado al decir que va a ser, con apenas dos meses de gestación. ¿Y bien? ¿Quieren saberlo?
—Sí —dijo PETER.
—No —exclamó LALI. El moreno la miró, y ella a él —Por favor… aun no.
Él la miró a los ojos. Había cierta inseguridad en ellos. Con su mano le tocó la mejilla.
—Bueno, esperaremos, doc.
—Perfecto —asintió GAS —Sigo contándoles… Todavía no puede escuchar, pero siente todo lo que siente mamá. Por lo que veo, todo va a normal. Es un feto muy sano. Y… nacerá aproximadamente en veintiocho semanas.
—Es muy frágil —dijo la morena algo emocionada.
Era hermoso, su bebé era hermoso. Claro que sí. Y era pequeño. Ahora dependía de ella, iba a depender de ella…
—Pero muy fuerte —le aseguró GAS —Va a ser muy saludable… lo sé.
—¿Ese es su corazón, cierto? —preguntó PETER.
—Sí —asintió DALMAU —Y creo que sabe que estamos viendo su… formita.
LALI sonrió y en ese momento, por alguna razón, pensó en su madre. Le hubiese encantado estar compartiendo esto con ella. A pesar de todo, ella era su madre y LALI la amaba. Sabía que Robert la manejaba y que EMILIA estaba atrapada en aquella relación… y ella podía perdonarla, claro que sí. Porque necesitaba a su madre, necesitaba el consejo de su madre. Una lágrima resbaló por su mejilla.
Al instante sintió un dedo que la secaba. Giró la cabeza para encontrarse con la mirada vidriosa de PETER. Él le sonrió levemente. Ella tomó su mano y la apretó. Él sabía lo que ella estaba pensando.
—Todo va a estar bien —dijo PETER —Sé que ella va a buscarte…
LALI asintió. EUGE acomodó su garganta, haciendo que ambos dejaran de mirarse.
—Bueno, creo que terminamos —informó.
Entonces los latiditos desaparecieron y la pantalla se puso completamente negra. Alex le entregó a LALI un poco de papel para que se quitara el resto del gel. Ella se lo agradeció en por lo bajo y se sentó en el borde la camilla.
DALMAU sacó un CD del ecógrafo, se dirigió hacia su escritorio y comenzó a escribir en una carpeta. PETER se puso de pie, le besó la frente a la morena y se acercó hasta GAS. Se sentó frente a él.
—¿De verdad sabe lo que será? —le preguntó. GAS le sonrió.
—¿Ansioso? —inquirió.
—Bastante —sonrió. Miró sobre su hombro a LALI, que terminaba de acomodarse —Pero esperaré hasta que ella quiera saberlo.
LALI llegó hasta ellos y se sentó al lado de PETER.
—¿Y bien? —preguntó.
—Aquí le estoy anotando el nombre de las vitaminas que quiero que tome. Observé su último análisis de sangre, y vi que tenía una pequeña anemia. Tiene que alimentarse mejor, LALI. También le daré un poco de calcio… pero solo la dosis mínima, solo por precaución.
—Perfecto —asintió ella. GAS firmó el papel, lo arrancó y se lo dio.
—Nada de hacer fuerza, ni de nervios. Puede hacer un poco de ejercicio si quiere, pero algo como bicicleta o salir a caminar. Y tiene que comer por lo menos cinco veces al día.
—Eso es mucho —dijo ella divertida.
—Pero ahora debes comer por dos —dijo PETER.
—Exacto —sonrió GAS. Se puso de pie y ellos dos también lo hicieron —Solicite un turno para dentro de dos meses, así veremos como va ese crecimiento.
—Está bien —asintió ella.
GAS le tendió la mano, LALI la tomó. Ya no se sentía incomoda frente a él. Se notaba que era todo un profesional. GAS miró a PETER.
—Un gusto, señor LANZANI —le dio la mano también —Aquí tienen un pequeño DVD con la ecografía grabada —le tendió el CD.
—¿De verdad? —preguntó PETER —Muchas gracias. Mi madre va a emocionarse con esto…
—Ya lo creo —sonrió LALI.
—Cualquier urgencia, señorita LALI, llame a mi secretaria y pídale el número de mi casa o mi celular…
—Claro —dijo.
Los tres caminaron hacia la puerta y GATON la abrió. PETER le dio el paso a LALI y ambos vieron como la secretaria les sonreía.
—Isa, dale un turno a la señorita para dentro de dos meses, por favor —le pidió GAS.
—Con mucho gusto —dijo ella —Si puede, llámeme mañana, señorita LALI y ya le tendré el turno anotado.
—Está bien, muchas gracias por todo.
—Hasta luego —dijo PETER mientras abría la otra puerta para salir del edificio.
Al cerrarse la puerta, Isa miró a GAS.
—Encantadora pareja —le dijo. Él asintió.
—Se nota que se quieren… me resulta raro saber que no son pareja. Porque… se tratan como si lo fueran.
—Esos son asuntos complicados —aseguró la mujer —Pero estoy segura de que los van a solucionar.
—Ojala que sí —asintió él y suspiró —¿Algún llamado importante?
—Tu madre —le dijo —Quiere que la llames.
—Por Dios —suspiró él —¿Algún día tendré paz?
—No hables así, jovencito —lo retó —Es tu madre…
—Sí, lo sé —aseguró —Pero ella sabe como enloquecerme

sábado, 23 de enero de 2016

CAPITULO 39

No, no es mi pareja.

MARIANO TORRES era algo más que el abogado de EMILIA ATTIAS. Él era su amigo de toda la vida, y aunque ella no lo supiera también era su enamorado secreto. Conocía a EMILIA desde la escuela secundaria, y siempre la había visto como algo más que una amiga. Pero jamás había tenido el valor de decírselo. Luego de graduarse, habían seguido juntos la carrera de abogacía, pero ella había abandonado todo al conocer a Robert ESPOSITO. Al pensar en él, la sangre le hervía. Ese infeliz no se merecía una mujer como EMILIA, no. Pero la tenía, y no la valoraba. MARIANO era testigo de cómo de a poco, la chispa y sonrisa dulce de EMILIA se fue consumiendo. Pero jamás se metió en esa relación. Jamás intentó hacer que ella lo dejara o que viera lo mal que él le hacía. Simplemente se hizo a un lado. Después de terminar sus estudios universitarios, conoció a una buena mujer y formó su familia. Y aunque el día de hoy estaba divorciado, tenía una muy buena relación con la madre de sus dos hijos.
Y ahora estaba allí, sentado en su oficina, impaciente, esperando a su ‘amiga’. Hacía aproximadamente una hora que ella lo había llamado para pedirle que se vieran. No la había escuchado bien, y algo dentro de él le decía que lo necesitaba más que nunca.
La puerta de su despacho sonó y su secretaria se asomó.
—La señora ESPOSITO está aquí, señor —le informó.
—Hazla pasar, Clarisa, muchas gracias —le dijo.
—Enseguida —murmuró asintiendo levemente y salió de allí.
MARIANO se puso de pie y se acercó a su biblioteca, para buscar unas copias que ella le había pedido, del testamento de su padre.
Escuchó como la puerta se abría y se cerraba despacio, pero no giró al instante.
—Ya estoy contigo, EMI —le dijo —Termino de buscar lo que me pediste…
Ella no dijo nada. Se sentía demasiado cansada. Lo único que quería era un poco de consuelo. Sentirse segura.
MARIANO giró para mirarla, su silencio lo había alertado. Se quedó perfectamente quieto. Ella llevaba unas enormes gafas de sol, estaba abrigada y tenía un pequeño bolso en la mano. Entonces miró su boca. Sintió como si alguien acabara de pegarle en medio del estomago. Una marca morada rodeaba la comisura izquierda de sus labios.
—MARIANO… —dijo ella con voz temblorosa.
—No, no… —él empezó a negar, al comenzar a comprender lo que le había pasado. Entonces ella se quitó los anteojos que cubrían su vergüenza, su dolor —¡Hijo de puta! —juró él y se acercó rápidamente a ella.
EMILIA se desplomó en sus brazos con un sollozo roto. Estaba marcada, no solo en su piel, sino también en su alma. Jamás volvería a ser la misma. Jamás podría olvidar sus gritos, sus golpes, aquel infierno.
John la escondió contra su pecho, respirando trabajosamente. Le estaba costando horrores contenerse. Iba a matar a ese bastardo, iba a acabar con su asquerosa vida. La dejó llorar tranquila, sabía que lo necesitaba.
—Jamás pensé que seria capaz, John —habló entre lágrimas. Sus pequeñas manos, suaves y algo frías, se cerraron en puños contra él.
—Tranquila, EMI, estás conmigo. Jamás volverá a suceder… jamás nadie va a volver a tocarte. Te lo juro.
—MARIANO… me escapé, él no sabe que estoy aquí. Y cuando se de cuenta…
—Shhh —la calmó y acarició su espalda. Ella siseó por lo bajo, dando un pequeño saltito. John cerró los ojos y maldijo. Seguramente su cara no era el único lugar golpeado. Alejó un poco su rostro, para mirarla. Aquellos hermosos ojos color chocolate estaba casi perdidos bajo la hinchazón de los moretones, y sintió dolor, mucho dolor por ella —Déjame ver que más te ha hecho, cariño.
—No —ella negó con la cabeza. No quería que él viera más.
—Por favor, EMI, déjame cuidarte. Déjame ayudarte… Necesito ver que daños hay. Voy a hacer que se pudra en la cárcel.
—¡No! —exclamó ella y se alejó completamente de él.
—EMILIA, no puedes dejar esto así —dijo apretando los dientes —Debemos denunciarlo.
Ella se secó las lágrimas despacio, resignándose al dolor que su cuerpo sentía.
—Lo único que quiero es que me ayudes con el divorcio. Lo antes posible. No tengo mucho tiempo. Robert ya debe saber que no estoy en la casa.
—Entonces solo dime que pasó. Sé que puede ser doloroso, pero tengo que saberlo todo, EMILIA…
La tomó de la mano y con cuidado la ayudó a sentarse en aquel sillón de espera que tenía. La furia lo recorrió al ver la mueca de dolor de ella al sentarse. Quería la cabeza de Robert ESPOSITO en una bandeja. Bien, si ella no quería denunciarlo, él no iba a presionarla. Pero si iba a darle su merecido.
—Hace un par de días… le pregunté por mi hija. Me dijo cosas horribles. Entonces le dije que quería el divorcio. Se rió de eso y lo dejé solo en su despacho. Al otro día intenté irme para buscar a LALI. Entonces… —la voz se le fue, un nudo ocupó su lugar. John tomó sus manos, y luego acarició su rostro, con las yemas de sus dedos tocó las marcas que ese animal le había dejado —Discutimos. Se puso como loco,MARIANO…, estaba algo borracho. Jamás lo había visto así. Le rogué que parara… pero no lo hizo —una lágrima resbaló por su mejilla —Y después me encerró en nuestro cuarto… intenté pedir ayuda, pero no había nadie. Y yo sangraba, así que me antendí como pude. Y recién hoy logré salir… abrí con una hebilla de pelo.
—Necesitas que un médico te revise, EMILIA. Y vamos a ir ahora mismo a uno…
Ella lo miró con los ojos vidriosos.
—Siento que morí, MARIANO —le dijo en un susurro —Estoy viviendo sin vivir. Él mató todo lo que había en mí…
—No, cariño, no digas eso —le pidió.
Quería gritar, quería llorar por ella… Pero no iba a dejarla. Este era su momento.
Ahora ya no era un tonto adolescente, ya no había nada que perder. Era ahora o nunca. EMILIA no se le iba a escapar… No la iba a dejar ir, y tampoco iba a dejar que ese infeliz acabara con ella. Antes de eso, iba a matarlo.
—Tengo mucho miedo —murmuró.
Él se acercó un poco más y la abrazó despacio. Ella apoyó la cabeza sobre su hombro. Algo le decía que ese era su lugar, que era muy correcto estar allí, con él, en sus brazos.
—No estás sola, mi amor… —ella cerró los ojos y dejó que esas dos últimas palabras entraran dulcemente por sus oídos. Hacía mucho que nadie le decía así —Jamás vas a estarlo. Yo voy a cuidarte, EMI… ahora y siempre.

LALI miraba algo nerviosa, como PETER movía nervioso la pierna. Una y otra vez. Era ese movimiento tan molesto, que te daban ganas de agarrarlo y zamarrearlo para que dejara de hacerlo.
—¿Puedes parar? —le preguntó ya nerviosa. Él giró la cabeza para mirarla.
—Perdón —se disculpó —Pero estoy nervioso.
—¿Por qué? No es que va a nacer… ni nada por el estilo.
—Lo sé… pero es que… ¡Estoy ansioso! —exclamó y miró hacia la puerta del consultorio. Llevaban allí un poco más de diez minutos —Y este doctor no nos está atendiendo…
Ella sonrió sin poder evitarlo y terminó de tomar el agua que la secretaría del doctor le había indicado que tenía que tomar para poder realizar la ecografía.
—PETER, son las 3:05, apenas lleva cinco minutos de retraso…
—Da lo mismo —aseguró —Teníamos turno a las 3… debería atendernos a la hora que dijo que nos atendería.
—Eres un exagerado —dijo divertida.
Ambos escucharon que el teléfono de la secretaría, algo mayor notaron los dos, sonaba ruidosamente. Ella contestó.
—¿Si, doctor? —preguntó. Los miró a ambos —Sí, ella ya está aquí, esperándolo… Perfecto, doctor, enseguida.
Colgó y les entregó una pequeña sonrisa.
—Pueden pasar, el doctor DALMAU los está esperando.
PETER se puso de pie en un salto y tomó a LALI de la mano para ponerla de pie también. Caminaron uno al lado del otro. Entonces el moreno abrió la puerta y le dio el paso a la morena. Ella ingresó y su mirada se fijó en el hombre que estaba sentado detrás de un pequeño escritorio de madera, con la mirada fija en un par de papeles. De repente levantó la cabeza y les sonrió. Ella pestañeó seguidamente. Lindo doctor… ¿verdad? Tenía el pelo relativamente corto, un poco más corto a los costados que en la parte de arriba, rubio oscuro, con varios reflejos más claros en las puntas. Llevaba unos masculinos anteojos de lectura. Su nariz era bien recta, masculina también… y tenía unos lindos ojos verdes. Vaya que más que un obstetra parecía un modelo de revista. Al igual que PETER. Ella siempre que lo veía trabajando en el taller se preguntaba si por ahí no estaría interesado en hacer una carrera de modelaje. Estaba segura de que le pagarían muy bien por ello.
—Bienvenidos, pasen, por favor —les dijo él mientras se ponía de pie. LALI se esforzó por sonreír y luego sintió que una mano se apoyaba en su espalda y la empujaba un poco hacia delante. Miró sobre su hombro a PETER —Usted debe ser la señorita LALI…
Ella volvió la vista al frente y tuvo que levantar un poco la cabeza para poder mirar al hombre a la cara. ¿Acaso siempre todos iban a ser más grandes que ella?
—Sí, mucho gusto —le dijo y le tendió la mano. Él la tomó muy profesionalmente y luego miró a PETER.
—Y usted debe ser el padre del bebé —le dijo. PETER asintió contento.
—Así es —dijo y le dio la mano —Mucho gusto.
—Pero por favor… tomen asiento y comencemos —dijo y se alejó para volver a rodear su escritorio.
LALI se mantuvo callada. Había demasiada masculinidad junta en ese lugar. Estaba algo acalorada. Por alguna razón se le había metido en la cabeza una imagen de PETER, del día de ayer… en la que él había estaba arreglando un auto sin remera. La vio claramente en su mente. En ese momento simplemente no se había impactado tanto, pero ahora que lo recordaba estaba ‘emocionada’. Se abanicó con su mano… necesitaba un poco de aire. ¡Maldita fueran sus hormonas de embarazada!
—¿Ya vamos a hacer la ecografía? —preguntó PETER.
—Aun no, señor… —dejó de hablar mientras lo miraba fijamente.
—Solo dígame PETER —dijo él.
—Perfecto —sonrió y abrió una carpeta —Primero necesito que la señorita LALI me conteste un par de preguntas y luego haremos esa ecografía(...)
(...)¿Cree poder hacerlo, LALI?
—Sí, claro —asintió.
—Bueno, comencemos —tomó una lapicera —¿Cuándo fue su último periodo?
—Mmm… hace unos… tres meses —dijo pensativa.
—Ajá —empezó a anotar —¿Ha tenido perdidas? Digo… luego del episodio que sufrió hace una semana…
—No, para nada —ella se sentía algo incomoda de tener que responder todo delante de PETER. Se suponía que tenía que ser ‘privado’
—¿Ha notado cambios en su cuerpo?
—Un par —contestó.
—Los pechos —dijo con naturaleza —¿Le duelen? ¿Han crecido?
Por alguna razón ella se sintió avergonzada. No quería responderle aquello delante de PETER. Miró al moreno, él estaba como si nada, sentado muy cómodamente en aquella silla. La miró y levantó ambas cejas.
—¿Qué sucede? —le preguntó. GASTON también la miró.
—Mmm… doctor, no me siento cómoda respondiendo a esto con él aquí —le dijo. PETER frunció el ceño. GAS también.
—¿No? —inquirió. Ella negó levemente —Oh, lo siento, no pensé que fuera a importarle. Como es el padre del bebé y su pareja…
—No es mi pareja —dijo ella al instante. GAS se quedó callado. Miró al moreno que miraba a la morena confundido y podría decirse que hasta enojado.
—¿No es su pareja? —preguntó de nuevo, pareciendo algo tonto.
Ella tragó saliva.
—No, solo es el padre de mi bebé.
GAS asintió lentamente y volvió a mirar a PETER.
—Entonces… podría pedirle un favor, señor…
—LANZANI —contestó ella por él.
—Señor LANZANI —dijo GAS—¿Podría ser tan amable de esperar unos minutos afuera mientras la señorita LALI termina de contestarme las preguntas?
—Pero, claro que sí, doctor —dijo y se puso de pie. Ella había notado el sarcasmo en su voz. Pero ¿Qué quería el hombre? ¿Qué mintiera? —Cuando termine con todo y a la niña se le pase la tonta vergüenza, me pega un llamado.
—Así lo haré —aseguró GASTON. PETER miró a LALI… ella también se giró a verlo.
—A menos que por no ser tu pareja no quieras que entre contigo a la ecografía…
—Jamás dije eso, PETER.
—No, está bien… solo te lo decía, por si acaso. Porque por ahí quieres que me vaya, y no sé ¿te busco una pareja?
—Basta, PETER —le advirtió. Miró a GAS y le entregó una pequeña sonrisa. Volvió a mirar al moreno—Te busco cuando termine con las preguntas.
—Perfecto, estaré afuera leyendo revistas —dijo con algo de enojo y salió de allí.