jueves, 31 de marzo de 2016

AVISOS

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CAPITULO 40

Mientras ella se retorcía bajo las caricias de PETER, aferrándose a sus hombros, él introdujo suavemente un dedo en su interior, observándola todo el rato. ¡Estaba tan mojada y suave por dentro! Él desplazó el dedo lentamente, entrando y saliendo del cuerpo de LALI, viendo cómo crecía su pasión, cómo la respiración se le aceleraba y se le hacía más profunda. PETER introdujo un segundo dedo en el interior de LALI y emitió un grave gemido cuando notó que las paredes de terciopelo se contraían con fuerza.
Ella se apretó contra la mano de PETER, y él supo lo que quería, consciente de lo ardiente y desesperada que se sentía en aquel momento. Exactamente como se sentía él.
- PETER - Le susurró, su voz convertida en un acelerado jadeo - Me siento tan rara, tan dolorida y tan maravillosamente bien al mismo tiempo, y... ¡Oh! - Exclamó entre jadeos.
Él la observó, completamente extasiado, mientras ella llegaba al clímax. Ella reaccionó abandonándose totalmente, la espalda arqueada, las caderas fuertemente apretadas contra él. Cuando se cayó de espaldas sobre los cojines, saciada, él retiró los dedos de su cuerpo. PETER se tumbó a su lado y la apretó contra su palpitante corazón, hundiendo el rostro en su pelo y aspirando su perfume. PETER nunca había visto nada más erótico, más sensual, que LALI en su primer éxtasis pasional. Era un milagro que él no hubiera explotado también, aunque le había faltado bien poco.
Al poco rato, ella se inclinó hacia él y le tocó la cara. Él la miró y se quedaron mutuamente prendados de sus miradas. PETER giró la cara y le dio un ardiente beso en la palma de la mano.
- ¡Dios, LALI! Eres hermosa. Tan suave y tan ardiente, tan acogedora.-
Su excitación aumentó y volvió a notar que los pantalones cada vez contenían menos su tiesa virilidad, un recordatorio de lo desesperadamente que deseaba hundirse en ella.
- ¿Qué me ha pasado? Nunca había experimentado nada semejante.-
- Has experimentado el placer femenino - Susurró él.
- ¡Ha sido... Increíble! No tenía ni idea de que fuera así - Acarició el rostro de PETER con suavidad y dejó escapar un hondo suspiro - ¡Qué sensación tan maravillosa, tan indescriptible!-
PETER apoyó la frente en la de ella y cerró los ojos, intentando tragarse el nudo de culpabilidad que se le había hecho en la garganta y amenazaba con ahogarle. Ahora que otra vez podía pensar con claridad, estaba profundamente enfadado consigo mismo.
«Dios, soy un canalla asqueroso».
Acababa de comprometer la reputación de LALI más allá de toda esperanza y, todavía peor, sabía que, si no se alejaba de ella, la comprometería todavía más.
«Y, ¡Maldita sea! Ella se merece mucho más que un revolcón en el sofá de un despacho con un hombre que la acabará dejando».
Apoyándose en un hombro, PETER apartó delicadamente un rizo de la frente de LALI.
LALI yo...-
«¡Dios!».
Sabía que debía disculparse, pero se sentía incapaz de hacerlo. Había sido demasiado hermoso. Ella era demasiado hermosa. Le embargó una profunda ternura. Tragó saliva y lo volvió a intentar.
- No podemos seguir así, LALI. No podemos seguir viéndonos a solas. Echarás a perder completamente tu reputación, y yo voy a acabar perdiendo la cabeza. No quiero comprometerte más de lo que ya lo he hecho.-
«¡Maldita sea! En el fondo, me habría gustado llegar hasta el final. Me gustas demasiado, tanto que apenas puedo pensar con claridad».
Las mejillas de LALI se tiñeron de rojo carmesí, y ella hizo ademán de incorporarse.
- Por supuesto, tienes razón. Lo siento...-
PETER le puso un solo dedo en los labios, impidiéndole acabar la frase.
- No tienes que disculparte por nada, LALI. Yo asumo toda la responsabilidad de lo ocurrido. Pero no soy más que un hombre, y no quiero poner en peligro tu reputación. Y, si volvemos a quedarnos solos como hoy, lo haré. No creo que me pueda controlar otra vez.-
Haciendo un gran esfuerzo para separarse de ella, PETER se sentó y luego ayudó a sentarse a LALI. Se pasó los temblorosos dedos por el pelo y emitió un largo suspiro. Las partes íntimas le seguían palpitando y doliendo, pero él sabía que LALI era la única persona que le podría saciar, y era la única que no podía tener. Menuda ironía que todas sus riquezas, haciendas y títulos no pudieran darle lo que realmente deseaba. Él sabía que podría tomarlo sin más, pero ¿A qué precio?
«Me odiaría a mí mismo. Y, todavía peor, me odiaría ella. Tal vez no ahora, pero sí más adelante. Cuando me marchara».
Al girarse hacia ella, vio que se estaba arreglando la ropa. Se veía vulnerable, confundida y más hermosa que ninguna otra mujer en quien él había posado los ojos. Tenía los labios enrojecidos e inflamados por los besos y los pómulos irritados por el roce con la barba. La melena castaña le caía con un atractivo desorden sobre los hombros. El resplandor del fuego proyectaba un halo dorado a su alrededor. Era evidente que tenía que alejarse de ella. Ya.
Levantándose, le tendió la mano.
- Vamos. Te acompañaré hasta tu alcoba.-
Antes de que ella pudiera responder, la puerta de la biblioteca se abrió de par en par. Era Callie. Estaba de pie en el umbral, llorando como una magdalena.
- ¡LALI, LALI! ¡Por fin te encuentro!-
LALI fue corriendo hasta la pequeña, se arrodilló ante ella y ésta se le abrazó fuertemente.
- ¿Qué pasa, cariño? ¿Te duele algo?-
Callie se aferró al cuerpo de su hermana mayor y sollozó en su cuello.
- He tenido una pesadilla, con monstruos peludos que se comen a las niñas pequeñas. Te he buscado por todas partes, pero no te encontraba. Estaba muy asustada.-
- Oh, mi preciosidad. Lo siento. Lo siento mucho. Ahora ya me has encontrado.-
LALI miró a PETER con ojos afligidos. Él casi podía leerle el pensamiento... «Mira lo que he hecho. Yo aquí, comportándome como una cualquiera mientras Callie me necesitaba. Le he fallado. ¡Qué tremenda equivocación! ¿Y si nos hubiera interrumpido hace cinco minutos?»
LALI miró inequívocamente hacia la puerta y PETER supo que ella quería que se fuera antes de que Callie se percatara de su presencia. Sin decir nada más, PETER se fue, cerrando la puerta silenciosamente detrás de él y sabiendo que dejaba un trozo de su alma allá dentro

CAPITULO 39

Sin apenas atreverse a respirar, alargó el brazo y le apartó suavemente el mechón de pelo de la frente. Las pestañas proyectaban sombras crecientes sobre sus pómulos. Tenía los labios ligeramente abiertos, la respiración lenta y profunda. LALI deslizó con suma delicadeza la yema de un dedo por la mejilla de James, cubierta por una recia barba de tres días, disfrutando de aquel ásperoroce en su piel.
Se quedó inmóvil durante varios maravillosos minutos, arrodillada, extasiada, mientras su mirada deambulaba entre el pecho de bronce y el perfecto rostro de James.
«Tengo que parar. Tengo que detener esto. No quiero arriesgarme a que se despierte y me encuentre aquí arrodillada, como una esclava adorando a su amo».
Segura de lo que tenía que hacer, aunque reticente a hacerlo, LALI se empezó a levantar.
- No pares.-
LALI se quedó helada ante aquellas palabras dichas en un suave susurro. Su asustada mirada se detuvo en el rostro de PETER. Tenía los ojos medio abiertos y la estaba mirando con una expresión insondable, impenetrable. De repente, sintió una oleada de calor por todo el cuerpo, acompañada de una profunda vergüenza, que la dejó sin habla.
PETER alargó el brazo, cogió la mano de LALI con delicadeza y se la llevó al pecho, cubriéndola con la suya. Ella notó el vello suave y ensortijado bajo la palma de la mano, y el calor de aquella piel palpitante la atravesó por completo hasta llegarle al alma.
- No pares - Volvió a susurrar él, dirigiéndole una mirada intensa y penetrante – Tócame - Apretó fuertemente la mano de LALI contra su pecho y luego la deslizó sobre la densa mata de vello pectoral - Así.-
LALI lo miró fijamente, hipnotizada por las llamas que se reflejaban en sus ojos. Su ardiente mirada se fundió con la de ella, suplicándole que hiciera lo que le pedía. El sentido común de LALI, que nunca le había fallado, la voz interior que debería estar diciéndole que se detuviera, que pensara en su reputación, que considerara las consecuencias de sus actos, se empeñaba en guardar silencio. La mujer que tenía dentro, a quien había sepultado y olvidado durante tanto tiempo, había emergido del olvido, pletórica de amor y necesidades y deseos; deseos por aquel hombre cuyo corazón latía fuertemente bajo las yemas de sus dedos.
LALI observó su mano sobre el tórax de PETER y luego la deslizó con inseguridad sobre su cálida piel, mientras el vello ensortijado que la cubría le hacía cosquillas en la palma.
A él se le escapó un grave gemido y ella, alarmada, volvió a buscar su mirada.
- ¿Te he hecho daño? - Le susurró preocupada.
Él negó lentamente con la cabeza.
- No.-
- ¿Entonces por qué has gemido?-
- Porque... Porque me ha gustado... Muchísimo. Hazlo otra vez.-
A LALI se le secó la boca. Volvió a acariciarle el tórax delicadamente, con la mirada clavada en la de él. Lo observó entre aturdida y asombrada mientras los ojos de PETER, nublados por el deseo, se iban oscureciendo a verde ahumado.
Se envalentonó y volvió a deslizar la mano lentamente sobre el torso de PETER, palpando con los dedos sus tersos músculos. Cuando las yemas de LALI rozaron uno de los pequeños pezones de PETER, él inspiró sonoramente, pero ella sabía que no le había hecho daño. Fascinada, le puso la otra mano sobre el torso y dejó que sus dedos curiosos fueran explorándolo, deslizándose entre la oscura mata de pelo que cubría la ardiente piel de PETER. Observó gratamente sorprendida cómo él iba tensando y contrayendo los músculos ante sus delicadas caricias.
LALI siguió acariciándolo, con movimientos amplios y lentos. Pronto la camisa, a pesar de estar abierta, se reveló como un impedimento para las ávidas manos de LALI. Sin mediar palabra, PETER se desabrochó los últimos botones, estiró del faldón de la camisa apresado bajo los pantalones y volvió a guiar las manos de LALI hacia su cuerpo. Separando el fino tejido con ambas manos, LALI desnudó completamente el torso de PETER, deleitándose ante aquella visión.
«¡Tiene un cuerpo magnífico!».
Todos aquellos músculos cubiertos de piel dorada salpicada de vello oscuro. Sin asomo de duda, ella deslizó ávidamente ambas manos por el cuerpo de él. Los suspiros de PETER cada vez eran más largos y sus gemidos de placer más hondos con cada nueva caricia.
LALI sintió que su cuerpo se había convertido en un ascua incandescente. Se sentía tan bien, tan llena de energía y tan viva... Aquel olor tan masculino embargaba todos sus sentidos; aquella fragancia tan limpia y salvaje al mismo tiempo que sólo le pertenecía a él. Sintió la acuciante necesidad de hundir los labios en aquella carne palpitante, de probar el sabor de aquella maravilla que estaban palpando sus manos. Pero, antes de que pudiera dejarse llevar por aquel impulso, él la agarró de las muñecas. Cogiéndole ambas manos, PETER se incorporó hasta quedarse sentado, apoyó la frente en las yemas los dedos de ambos, ahora entrecruzados, y respiró de forma entrecortada.
- Creía que no querías que parara - Susurró LALI.
«Yo no quiero parar. Por favor, no me obligues a hacerlo. Sólo por esta vez, déjame obtener lo que deseo».
Él levantó la cabeza y sus miradas se cruzaron.
- No, no quería. No quiero - Dijo con voz ronca - Sólo es que...-
Sus palabras se desvanecieron cuando LALI le tocó el vendaje del brazo.
- ¿Te he hecho daño?-
PETER dejó escapar un sonido ahogado y apartó la mano de LALI.
- ¡Qué va, LALI! No, no me has hecho daño. Al revés. Me has dado placer. Mucho placer. Demasiado.-
- Entiendo.-
Pero no entendía nada. Ella ansiaba tocarlo otra vez y él, sin embargo, evitaba su contacto. Le decía que le gustaba que lo tocara, pero le obligaba a parar. De repente, la embargó una espantosa sensación de vergüenza.
«¡Santo Dios! ¿Qué debe de pensar de mí?».
Tenía que alejarse de él antes de hacer todavía más el ridículo.
«¿En qué estaba pensando?».
Parecía como si, con sólo mirar a aquel hombre, fuera a perder completamente la cabeza.
Separando las manos de las de PETER, LALI se puso de pie e hizo un gran esfuerzo para contener las lágrimas y hablar con el nudo que se le estaba haciendo en la garganta.
- Siento haberte despertado. Te dejaré con tu lectura.-
Se dio la vuelta para marcharse, pero no había dado ni un paso cuando él la retuvo, rodeándole la cintura con sus fuertes manos. Ella miró hacia el sofá y volvió a ver la misma expresión insondable en los ojos de PETER.
- ¡Al diablo con intentar actuar tan noblemente! - Murmuró él. La cogió de la mano y tiró de ella hasta que la sentó sobre sus muslos - Rodéame el cuello con los brazos - Susurró, con los labios a pocos milímetros de la boca de LALI.
Ella dudó un momento, pero cuando él murmuró un «por favor», ella ya estaba perdida. En el instante en que lo abrazó, recibió un largo, lento y profundo beso que los fundió en uno y despojó a LAI de todo asomo de sentido común.
PETER la volvió a besar una y otra vez, y a cada segundo que pasaba perdía más el control. El tacto de las finas manos de LALI, la sedosa caricia de su lengua contra la suya, su piel con perfume a rosas, le estaban volviendo loco. La palpitante rigidez de su erección chocaba dolorosamente contra sus apretados pantalones, torturándole con un ardiente deseo. Debería haber dejado que se marchase cuando se presentó la oportunidad, pero aquella mirada dolida y confusa al mismo tiempo en el rostro de LALI se le había clavado en el corazón.
Ella suspiró su nombre, él la tumbó de espaldas sobre los blandos cojines del sofá, inclinándose hacia delante hasta estirarse completamente sobre ella. Su voz interior le gritaba:
«¡No! ¡Para ya! ¡Retírate! Déjala sola. ¡Maldita sea! Esto no está bien».
Pero se sentía tan bien.
Intentando apaciguar su conciencia, se dijo mentalmente que sólo quería besarla, nada más. Sólo un beso... Sólo un beso más... Pero le resultó imposible contentarse con un beso.
Ella le abrumaba en todos los sentidos, sin dejarle pensar coherentemente. PETER apresó los senos de LALI con ambas manos y, con los pulgares, le acarició los pezones, que inmediatamente se transformaron en dos montículos duros, enhiestos. LALI gimió y enredó los dedos en el pelo de PETER, instándole a acercársele todavía más. Incapaz de detenerse, él deslizó una mano hacia abajo, cogiendo el dobladillo del vestido y levantándolo lentamente. Introdujo la mano bajo la fina muselina y fue ascendiendo con los dedos por la pantorrilla. Cuando llegó a la rodilla, se encontró con el obstáculo de las bragas de algodón, una barrera que franqueó rápidamente.
Mientras los dedos de PETER proseguían su placentera exploración pierna arriba, él se deleitaba escuchando los gemidos guturales y los suspiros entrecortados que se le iban escapando a LALI. Cuando la mano de PETER alcanzó la unión entre los muslos, todo el cuerpo de LALI se tensó.
- PETER... - Susurró ella en sus labios.
Levantando la cabeza, él miró directamente aquellos ojos luminosos y dilatados por el placer. Y luego la acarició delicadamente con los dedos.
- Separa las piernas para mí, LALI. Quiero tocarte. Necesito sentirte.-
Sin apartar ni un momento la mirada de la de él, LALI obedeció.
Los dedos de PETER siguieron ascendiendo y acariciaron los suaves pliegues de carne femenina de LALI, provocando en él un hondo gemido de placer masculino. Ella estaba húmeda y resbaladiza, caliente y tersa, y él se perdió en aquel contacto tan íntimo, aquella visión de LALI con la cabeza echada hacia atrás, deleitándose con aquellas nuevas sensaciones.

CAPITULO 38

LALI vio la preocupación reflejada en el rostro de Winston en cuanto éste se unió al grupo en el salón tras visitar la alcoba de Nathan.
- ¡Que me encierren en el camarote de proa y me golpeen con una copa de ron! - Masculló entre dientes y luego se sonó la nariz en un inmenso pañuelo - A quién se le ocurre trepar a un árbol como un estúpido mono, caerse y casi romperse la crisma... - Se giró y miró a LALI con solemnidad - Su padre, que en paz descanse, me daría una buena reprimenda por permitir que los chicos tuvieran un escondite tan estúpido e inseguro si se enterara de lo ocurrido.-
LALI se levantó para tranquilizar al alterado marinero, pero se detuvo cuando Grimsley puso su endeble brazo sobre los fornidos hombros de Winston.
- Vamos, vamos, Winston - Dijo Grimsley dándole palmaditas delicadamente en la espalda - El capitán ESPOSITO sabía que los muchachos hacen travesuras. ¿No recuerdas cuando a Andrew le dio por ponerse encima una sábana y hacer ver que era un fantasma?-
Winston soltó una carcajada.
- No levantaba dos palmos del suelo, según creo recordar, pero tú te asustaste tanto que casi te cagas en los pantalones - Se volvió a sonar - Cobarde saco de huesos.-
- Creo que se tercia un traguito de oporto - Dijo Grimsley, instando amablemente a Winston a salir del salón - Para celebrar la recuperación del señorito Nathan.-
Winston asintió y olfateó.
- Me parece una buena idea, Grimmy. Tú primero.-
Los dos hombres salieron del salón y los presentes reanudaron la conversación y siguieron tomando el té.
- ¿Esos dos se aprecian de verdad? – Preguntó PETER a LALI - No me lo puedo creer.-
- Haz ver que no te das cuenta. Además, jamás lo reconocerían.-
LALI tomó un sorbo de té y observó disimuladamente a Lucy y a Marshall, que conversaban en el otro extremo de la habitación. Por lo menos ella creía que lo hacía disimuladamente pero, por lo visto, estaba equivocada, porque, al cabo de un par de minutos, PETER le comentó:
- Parece ser que Wentbridge tiene a tu hermana en gran estima, algo que a ti parece agradarte mucho, debería añadir.-
- ¡Vaya! ¿Tanto se me nota? - Le preguntó ella, consternada.
PETER asintió, con un brillo malicioso en los ojos.
- Me temo que sí, querida. Tus ojos son sumamente expresivos.-
LALI lo miró fijamente, sin estar segura de haber oído correctamente la palabra cariñosa que había salido de la boca de PETER. ¿La había llamado querida? No podía ser. Probablemente acababa de tener una ilusión auditiva.
- Marshall Wentbridge es un joven encantador - Dijo LALI en voz baja, sin quitar ojo a la pareja - Hace bastante tiempo que tiene debilidad por Lucy, y ella está encantada con él. No me extrañaría que en breve anunciaran su compromiso.-
- ¿Y eso te haría feliz?-
Ella asintió.
- Ya lo creo que sí. Que Lucy se enamore y forme su propia familia es uno de mis mayores deseos.-
- Lo puedo entender.-
- ¿Qué? Sí. Quiero más té - Interrumpió súbitamente tía JUSTINA, acercando su taza a PETER - Es muy amable de su parte preguntármelo, señor LANZANITIEL
LALI observó cómo PETER servía el té galante pero torpemente a tía JUSTINA. Cogió la tetera como si fuera la primera vez que lo hacía en toda su vida. Evidentemente servir el té no era una tarea en la que se supone que debe destacar un tutor.
Tía JUSTINA clavó la mirada en el rostro de PETER.
- ¿Acaso está intentando dejarse barba, señor LANZANITIEL?-
PETER se pasó la mano por el rostro hirsuto.
- No, no particularmente, aunque lo pueda parecer.-
- Bueno, si le interesa conocer mi opinión...-
Dejó la frase a medias y miró directamente a PETER.
- Me sentiría muy honrado de escuchar su opinión sobre el tema, querida dama - Le aseguró PETER inclinando la cabeza hacia delante.
Tía JUSTINA le dedicó una sonrisa de oreja a oreja.
- En tal caso, debo decir que, aunque estoy bastante segura de que estaría bastante imponente con barba, su rostro es demasiado atractivo para ocultarlo tras una capa de vello facial - Hizo un coqueto movimiento de pestañas mientras miraba a PETER y luego añadió - ¿No crees, LALI, querida?-
LALI casi se atraganta con el té. Si no la conociera mejor, juraría que su tía estaba coqueteando con PETER.
- Bueno... Yo, eh... Sí, supongo que sí.-
Notó que una oleada de calor le subía por el cuello.
PETER se recostó en el respaldo de la silla y dirigió una sonrisa devastadora a tía JUSTINA.
- Bueno, entonces, si me prefiere recién afeitado, tía JUSTINA, tendré que deshacerme de estos repugnantes pelos.-
Tía JUSTINA parecía que se iba a derretir como un cubito de hielo bajo el recio sol de verano.
- Excelente, querido muchacho.-
- Gracias por el té - Dijo Marshall, uniéndose al grupo sentado junto al fuego - He disfrutado mucho de la merienda - Su mirada se centró en Lucy - Pero realmente tengo que irme.-
LALI se levantó y estrechó la mano de Marshall.
- Gracias por todo lo que ha hecho por Nathan. ¿Le veremos este viernes en la fiesta que da la señora Smythe?-
- Oh, por supuesto. Tengo muchísimas ganas de ir.-
Marshall le dio la mano a PETER, hizo una reverencia a tía JUSTINA y dijo adiós con la mano a Callie y a Andrew, que estaban jugando a las cartas.
- ¿Lucy, te importaría acompañar a Marshall? - Le preguntó LALI con una sonrisa - Estoy terriblemente cansada después de tantas emociones.-
- Por supuesto que no.-
Lucy cogió tímidamente a Marshall del brazo y lo guió hacia la puerta.
- Preguntarle a Lucy si le importa acompañar al doctor Wentbridge a la puerta es como preguntarle a Callie si le gusta invitar a la gente a tomar el té, ¿No crees? - Preguntó tía JUSTINA con los ojos abiertos de par en par en señal de inocencia.
LALI sonrió y movió repetidamente la cabeza en gesto de negación. Al parecer, tía JUSTINA se enteraba de mucho más de lo que todo el mundo creía.

Más tarde aquella misma noche, después de que todo el mundo se hubiera retirado a su alcoba, LALI se dirigió al despacho de su padre. Aquélla era una magnífica oportunidad para adelantar el trabajo atrasado. Había escrito muy poco desde la llegada de James. Si no escribía, no vendería sus relatos. Y sin ventas, no había dinero.
Cuando pasó junto a la biblioteca de camino al despacho, miró hacia abajo y vio el suave resplandor de la luz colándose por debajo de la puerta. Empujó la puerta y entró en la habitación. La escena que vieron sus ojos la llenó de ternura.
Había estado tan ocupada acostando a los niños y controlando el estado de Nathan que había supuesto que PETER se había retirado pronto a su alcoba como la noche anterior. Pero era obvio que no lo había hecho porque estaba tumbado en el largo sofá acolchado que había delante de la chimenea. El fuego estaba encendido y el cálido resplandor de las llamas proyectaba sombras suaves y una luz parpadeante por toda la habitación.
Tras cerrar la puerta, LALI se acercó al sofá sin hacer ruido, se detuvo delante de PETER y se quedó mirando fijamente cómo dormía. Su chaqueta y su chaleco estaban pulcramente doblados en una silla que había al otro lado de la chimenea. Se había alzado las mangas de la camisa, dejando al descubierto sus musculosos brazos, y tenía la camisa desabrochada casi hasta la cintura. LALI miró fijamente la piel bronceada que brillaba entre ambos lados del cuello de lino. PETER se había quitado el vendaje que le cubría las costillas, lo que permitía ver su musculoso torso sin impedimentos. El remolino de vello rizado del tórax se convertía en una fina veta oscura que partía en dos su terso y plano estómago antes de desaparecer de nuevo bajo la camisa. En el suelo había un número de Gentleman's Weekly. LALI se dio cuenta de que la revista estaba abierta por la página de “Las aventuras de un capitán de barco”, de H. Tripp.
La mirada de LALI se detuvo en la cara de James.
«¡Qué rostro tan perfecto! ¿Cómo puede ser tan atractivo?», se dijo para sus adentros.
Relajados por el sueño, sus rasgos se suavizaban y casi parecía un muchacho, con un mechón oscuro cayéndole sobre la frente. A LALI le embargó una ternura abrumadora e indescriptible por aquel hombre que, a pesar de sus heridas, se había agotado construyendo un muro de piedra para hacer felices a dos muchachos, había cargado a Nathan y la había consolado como nadie más podría haberlo hecho.
Le quería.
«¡Que Dios me ayude! ¡Cómo le quiero!».
Incapaz de detenerse, se arrodilló junto al sofá mientras devoraba con los ojos a aquel hombre que le había robado el corazón, un corazón que ella nunca había pensado entregar a nadie, ni creído que ningún hombre quisiera aceptar. Dudaba que PETER lo quisiera, pero, de todos modos, ya era suyo.
La cabeza le decía que se marchara, no tenía ningún sentido alargar más aquella dulce agonía de desear lo que no podía tener, pero sus deseos se rebelaron contra la razón y ganaron la batalla. Por una vez en la vida, LALI escuchó a su cuerpo, y lo que su cuerpo le pedía era que tocara a PETER. No como lo había tocado cuando había cuidado de él mientras estaba herido, con el tacto impersonal de una enfermera, sino como una mujer toca a un hombre, a un hombre a quien ama.

CAPITULO 37

¿Y si tiene una hemorragia interna? - Preguntó Andrew aterrado, con los ojos abiertos de par en par.
- No lo creo - Dijo LALI intentando aparentar una calma que estaba lejos de sentir.
Tenía ganas de gritar, llorar, tirarse de los pelos, pero no podía perder el control y asustar a los demás. Se volvió hacia PETER y preguntó:
- ¿Puedes llevar a Nathan a casa? Yo iré en busca del médico.-
PETER asintió.
- Por supuesto.-
Se agachó y cogió con suma delicadeza al niño con sus fuertes brazos. Nathan emitió un leve gemido.
LALI tocó la frente de Nathan y luego volvió a mirar a PETER, consciente de que su mirada era la de una mujer aterrada. PETER le mantuvo la mirada, con ojos preocupados pero serenos.
- Yo cuidaré de él, LALI. Va a ponerse bien. Coge a Pericles y ve a buscar al médico.-
Incapaz de pronunciar palabra alguna con aquella angustia que se le clavaba en la garganta, LALI asintió nerviosamente con la cabeza y desapareció corriendo a toda velocidad hacia el establo. Cuando llegó, ensilló rápidamente a Pericles y, sin pensar ni por un momento en lo poco femenino de su comportamiento, se levantó la falda hasta los muslos, saltó sobre el caballo y lo montó a horcajadas. Apretó las rodillas contra los flancos de Pericles, y galoparon hacia el pueblo como alma que lleva el diablo.

Media hora después, LALI entraba como un rayo en casa de los ESPOSITO con el doctor Marshall Wentbridge pisándole los talones.
- ¿Dónde están? - Preguntó a Grimsley jadeando.
- En la alcoba del señorito Nathan - Dijo Grimsley retorciéndose las nudosas manos, visiblemente preocupado.
LALI subió las escaleras de tres en tres, seguida de Marshall. Cuando llegaron a la puerta de la alcoba, entró Marshall y ordenó que saliera todo el mundo.
- Les diré algo en cuanto le haya examinado - Dijo con firmeza, y luego les cerró la puerta en las narices, dejándolos angustiados en el pasillo.
- ¿Ha recuperado la conciencia mientras yo estaba fuera? - Preguntó LALI mirando alternativamente a PETER y a Lucy, temiéndose la respuesta que se reflejaba en la expresión de ambos.
PETER negó repetidamente con la cabeza.
- No. Se ha quejado un par de veces, pero no ha llegado a abrir los ojos.-
- ¿Se va a morir? - Preguntó Callie con un hilillo de voz y expresión asustada.
Apretó a la señorita Jamesine contra su pecho y miró a LALI con los ojos como platos.
Intentando desterrar sus propios miedos, LALI se arrodilló y abrazó a la pequeña.
- No, cariño, Nathan no se va a morir - Le contestó, intentando con todas sus fuerzas que no le temblara la voz.
«Me niego a dejarle morir».
Le dio un beso en la frente y añadió:
- El doctor Wentbridge va a dejar a Nathan como nuevo. De hecho, estoy segura de que va a despertarse pronto, ¿Y qué te apuestas a que lo primero que querrá hacer será comerse una de las galletas de azúcar de Pierre?-
- Seguro que sí, Callie - Intervino Lucy - ¿Por qué no nos vamos las dos a la cocina y preparamos una merienda con todas las pastas preferidas de Nathan?-
Callie inspiró haciendo ruido por la nariz y luego se la frotó con el dorso de la mano.
- ¿Una merienda con pastas? - Preguntó, mirando a todos los presentes.
- La merienda más maravillosa del mundo - Le prometió LALI con una sonrisa.
- De acuerdo - Dijo Callie, dándole la mano a Lucy y dejándose guiar hacia la cocina.
LALI se volvió hacia Andrew.
- ¿Por favor, te importaría ir a ver cómo están Pericles y el caballo del doctor Wentbridge? Los hemos dejado atados en la entrada. Los dos necesitan agua y pienso, y Pericles que lo cepillen.-
Andrew miró de soslayo la puerta cerrada.
- ¿Me explicaran lo que diga el médico? - Preguntó, visiblemente reacio a marcharse.
- En cuanto salga de la habitación - Le prometió LALI.
Dio a Andrew lo que intentaba ser una palmadita tranquilizadora en el hombro y luego observó cómo se alejaba. En cuanto su hermano estuvo fuera del alcance de su vista, a LALI se le desplomaron los hombros y hundió el rostro en las manos.
PETER sabía que estaba luchando por no perder el control, y eso le encogió el corazón. Estaba intentando con todas sus fuerzas parecer entera ante todo el mundo, pero él sabía que estaba aterrada. ¡Maldita sea! Nunca se había sentido tan impotente en toda su vida. No lograba recordar la última vez que había pedido algo a Dios, pero desde que habían encontrado a Nathan no había dejado de rezar para que el niño estuviera bien.
Alargó el brazo y tocó la manga de LALI.
- LALI - Le dijo con dulzura, sufriendo por ella.
Ella levantó la cabeza de las manos y lo miró, mientras le resbalaban por las mejillas todas las lágrimas que llevaba rato intentando contener.
- Por Dios, LALI, no llores, por favor.-
A PETER, la visión de aquellos ojos acuosos, anegados de lágrimas, y de aquel rostro pálido de miedo le partía el corazón. Abrió los brazos y ella, con un sollozo entrecortado, se refugió en ellos.
PETER la apretó contra su pecho y sus brazos la rodearon como dos barras de metal. Ella lo cogió por la cintura y se apretó contra su torso, hundiendo la cara en su hombro y mojándole la camisa con las lágrimas. Dándole delicados besos en el pelo, PETER le susurró palabras dulces con el afán de consolarla. No sabía cómo ayudarla más que abrazándola. Las lágrimas de LALI atravesaron a PETER, calándole primero la camisa y mojándole luego la piel hasta llegarle al centro del alma. Escuchando sus sollozos amortiguados, PETER pensó que el corazón le iba a estallar en mil pedazos.
Cuando los sollozos acabaron y dieron paso a una serie de hipidos, PETER se dio cuenta de que había pasado lo peor y se le escapó un suspiro de profundo alivio.
Rebuscando en el bolsillo del vestido, LALI extrajo un pañuelo. Se reclinó hacia atrás apoyándose en los brazos de PETER y se sonó sonora y nada femeninamente.
- ¿Mejor? - Le preguntó PETER mientras una leve sonrisa tiraba de la comisura de sus labios.
Cuando ella levantó la cabeza y lo miró, la sonrisa de PETER se desvaneció completamente. Tenía los ojos enrojecidos y todavía se leía el miedo en su mirada.
- Estoy tan asustada, PETER – Susurró - Primero mi madre, luego mi padre... - Se le escapó un sollozo - No podría soportar si Nathan...-
- Va a ponerse bien, LALI- Dijo PETER con firmeza, y él sabía que habría dado cualquier cosa para que sus palabras se hicieran realidad.
Vio cómo una lágrima solitaria se escapaba de las pestañas de LALI y le resbalaba por la mejilla. Alargó el brazo y la capturó con un dedo.
«No sabía que los ángeles lloraran».
LALI hizo ruido con la nariz y se volvió a secar los ojos con el pañuelo.
- Siento haber perdido el control de esta manera. No suelo hacerlo. Gracias por estar aquí. Por ser mi amigo. Por ayudar a Nathan. Por consolarme.-
- No se merecen.-
¡Dios! Parecía tan asustada, tan vulnerable, mirándole fijamente con aquellos inmensos ojos de agua.
LALI alargó la mano y acarició la mejilla de PETER.
- Eres un hombre maravilloso, PETER - Le susurró.
Un fuerte impulso de protección se adueñó de él. Sintió la abrumadora necesidad de derribar la puerta de la alcoba y sacudir al médico hasta que les asegurara que Nathan iba a ponerse bien. Quería talar el odioso árbol que había derribado a Nathan de sus ramas. Le invadieron emociones completamente desconocidas para él... Emociones que le hacían querer destruir a cualquier persona o cualquier cosa que osara lastimar a aquella mujer que le estaba mirando como si él fuera una especie de héroe. Como si él importara. Como si tuviera algo más que un título y un montón de dinero.
«Eres un hombre maravilloso, PETER», repitió para sus adentros.
Cerró momentáneamente los ojos y dejó que aquellas palabras resonaran en su interior.
«Eres un hombre maravilloso, PETER».
Nadie, ni siquiera su hermana, le había dicho nada parecido en toda su vida. Y él sabía perfectamente que no tenía nada de maravilloso. Después de todo, había alguien que le odiaba lo suficiente como para querer verle muerto.
A PETER se le hizo un nudo en la garganta. Quería decirle algo a LALI, desengañarla, explicarle que lo que ella creía no era verdad, pero no le salían las palabras.
- Sí, lo eres - Le dijo ella con dulzura, como si le hubiera leído el pensamiento - Tal vez no lo creas, pero lo eres. No sólo eres maravilloso, eres noble, generoso y bueno - Le puso la mano justo encima del corazón - Lo que hay aquí dentro, en lo más hondo de tu corazón, en tu alma, eso es lo que cuenta - En sus labios se dibujó una trémula sonrisa - Yo nunca te mentiría. Confía en mí. Lo sé.-
PETER ahuecó las manos en torno al rostro de LALI y la miró con ojos sombríos. Su mirada sondeó la de LALI, buscando no sabía muy bien qué, pero, de repente, se sintió confundido y, en cierto modo, vulnerable.
«Yo nunca te mentiría».
Todo lo que él le había contado sobre su vida era mentira. Se sentía como un verdadero canalla.
- LALI, yo...-
Se abrió la puerta de la alcoba y Marshall Wentbridge salió al pasillo. Si le sorprendió encontrarse a LALI y PETER tan cerca el uno del otro, las palmas de LALI sobre el tórax de James y él rodeándole el rostro con ambas manos, no lo demostró.
- ¿Cómo está Nathan? - Preguntó LALI separándose de PETER - ¿Está bien?-
- Sí. Está bien - La tranquilizó Marshall con una sonrisa.
PETER la vio frotarse los ojos durante varios segundos. Él mismo sintió como si le hubieran quitado un enorme peso de encima.
- ¡Gracias a Dios! - Dijo ella, tomando la mano de PETER y apretándosela fuertemente.
- No tiene ningún hueso roto, y se ha despertado mientras le estaba examinando - Prosiguió Marshall - Es un chico muy afortunado. Le he curado el corte de la frente, que, a propósito, era poco más que un rasguño, y le he prohibido con toda la dureza de que soy capaz que se vuelva a subir a un árbol.-
- Quizás a usted le haga caso - Dijo LALI con una risita trémula - Desde luego, a mí no me lo ha hecho.-
- Si quieren verle, ahora está despierto. Le he dado un poco de láudano, de modo que no lo estará por mucho tiempo. Necesita guardar cama un día o dos, y luego estará como nuevo.-
LALI tomó las manos de Marshall entre las suyas.
- Gracias, Marshall, de todo corazón. Muchísimas gracias. ¿Puede explicarle a los demás que Nathan está bien? Y tal vez le apetezca quedarse a tomar el té.-
- Me encantaría. Ambas cosas - Dijo Marshall con una sonrisa de oreja a oreja, y luego se dirigió hacia las escaleras.
LALI abrió la puerta y miró a PETER al verle dudar.
- Vamos - Le instó. Cuando vio que seguía igual de dubitativo, le cogió de la mano y tiró de él - Has ayudado a rescatar a Nathan. Eres parte de la familia, PETER. Entra conmigo.-
«Eres parte de la familia».
PETER observó la mano que le había cogido LALI, sus dedos estaban entrelazados con los de ella, y dejó que lo arrastrara al interior de la alcoba de Nathan.

CAPITULO 36

Con fingida concentración, PETER inspeccionó atentamente el rostro de Andrew. Era tan imberbe como un bebé.
- Hum. Es verdad, Andrew. Creo que te está empezando a salir bigote. Predigo que tendrás que empezar a afeitarte muy pronto - Casi se le escapa una sonrisa ante el evidente alivio del chico - Por supuesto - Prosiguió PETER - Cuando un hombre empieza a afeitarse, todo cambia drásticamente.-
Los dos chicos se sentaron y enderezaron la espalda, con los ojos como platos.
- ¿Todo cambia? - Repitieron al unísono - ¿En qué sentido?-
PETER dudó, intentando encontrar las palabras adecuadas, y maldijo para sus adentros su falta de experiencia para impartir algún tipo de sabiduría masculina a su entregado público. Sabiendo que se había metido en camisa de once varas, pero decidido a intentarlo, inspiró profundamente y se lanzó.
- Una vez que te haces hombre, la vida se vuelve... Complicada. Hay innumerables normas que seguir y te asaltan muchas obligaciones y responsabilidades. Tienes que aprender a confiar en ti mismo. El mundo está lleno de gente de la que no te puedes fiar, que intentará aprovecharse de ti o hacerte daño.-
«O matarte».
Nathan se acercó rápidamente a PETER hasta que chocaron sus rodillas y le dijo:
- Pero LALI nunca permitiría que nadie nos hiciera daño. Ella nos protege y cuida de nosotros.-
- Sí, es verdad - Asintió PETER - Pero cuando te conviertas en un hombre, serás tú quien tendrá que cuidar de ella. Y también de Lucy y de Callie.-
Andrew se puso serio de repente.
- Pero no tendré que asistir a las aburridas meriendas de Callie, ¿Verdad que no?-
- Cuando digo «cuidar de ellas», me refiero a ser considerado con ellas - Aclaró PETER - Respetarlas, hacer cosas por ellas sin protestar. Protegerlas de todo mal y de la gente mala. Créanme, no todo el mundo es tan bueno y generoso como vuestra familia, de modo que tienen que estar atentos para protegerlas y proteger a los vuestros - Dudó un momento y luego añadió - Y, por supuesto, luego está el tema de... Las chicas.-
Nathan soltó un bufido.
- ¿Chicas? ¡Menuda tontería! Yo no soporto a las chicas. Sólo quieren jugar con muñecas y no soportan ensuciarse.-
PETER le despeinó.
- Lo verás diferente dentro de unos años.-
- ¿Cuándo necesite afeitarme?-
Conteniendo una risita, PETER contestó:
- Sí, Nathan. Ese es más o menos el orden de los acontecimientos. Primero te das cuenta de que te gustan las chicas, luego te empiezas a afeitar y luego te conviertes en un hombre.-
Los ojos de Nathan brillaron como si, súbitamente, hubiera caído en la cuenta de algo.
- ¡Por eso a Andrew le está empezando a salir bigote! ¡Es porque le gusta Lizzy Mayfield!-
- ¡No es verdad!-
Intentando evitar la incipiente discusión, PETER puso una mano en el hombro de cada uno de los chicos.
- Ya basta, caballeros. Nathan, haz el favor de dejar de meterte con tu hermano. Entenderás por qué cuando tengas catorce años. Y tú, Andrew, no hay nada malo en que te guste una chica. Tan sólo es una parte de hacerse mayor - Y, dirigiéndole un guiño de complicidad, añadió - La mejor parte.-
Andrew esbozó una sonrisa.
- Gracias, señor LANZANITIEL. Yo...-
- ¡Ahí están!-
PETER se giró y vio a LALI Lucy y Callie avanzando entre las altas hierbas del prado.
Nathan se puso de pie de un salto y dijo:
- Voy a coger la armadura de nuestro escondite secreto antes de que lleguen.-
Y desapareció entre los árboles.
- Parece ser que nuestra conversación de hombre a hombre ha llegado a su fin - Dijo PETER.
- ¿De hombre a hombre? - Preguntó Andrew, con los ojos como platos.
PETER asintió.
- De hombre a hombre.-
Luego tendió la mano a Andrew. La mirada del chico se deslizó del rostro a la mano de PETER. Tragó saliva visiblemente y luego estrechó con fuerza la mano de PETER. La gratitud que brillaba en los ojos de Andrew llenó a PETER de orgullo.
- ¡Mira qué castillo! - Chilló Callie, batiendo palmas mientras corría hacia la estructura.
LALI y Lucy inspeccionaron el muro y lo declararon una maravilla arquitectónica. Luego se reunieron con Andrew y PETER.
Apoyándose en los codos, PETER decidió concederse una satisfacción y se permitió mirar a LALI. Deslizó la mirada hasta su rostro y se le desbocó el corazón al comprobar que ella estaba mirando fascinada su camisa medio desabrochada. Inmediatamente PETER se la imaginó tocándolo, desrizándole las suaves manos por el pecho, los hombros, y descendiendo luego por la espalda. El dolor le atenazó las partes íntimas y se sentó de golpe, con expresión de seriedad.
«¡Santo Dios! ¡Esta mujer es capaz de endurecer mi virilidad sólo con mirarme! Si no vuelvo pronto a Londres y hago una visita a mi amante, voy a volverme loco».
- ¿Dónde está Nathan? - Preguntó Lucy, escudriñando el prado con la vista.
- Ha ido a buscar la armadura a nuestro escondite secreto - Contestó Andrew.
- Voy a buscarlo - Dijo Callie, corriendo hacia el bosque - Ya sé dónde está vuestro escondite secreto.-
- ¿Cómo lo sabes? - Le gritó Andrew.
Callie se limitó a reír entre dientes y se dirigió hacia el bosque.
- ¿Está lejos? - Preguntó LALI viendo que Callie cruzaba el prado corriendo y entraba en el bosque.
- No, está justo después de pasar ese grupo de árboles - Dijo Andrew señalando un denso robledal.
- Dígame, señor LANZANITIEL - Le preguntó Lucy sonriéndole - ¿Cómo le han convencido Andrew y Nathan para que les ayude a construir Camelot? En el desayuno ha mencionado que había perdido una apuesta.-
PETER dirigió una mirada de soslayo a Andrew.
- Andrew apostó que su hermana me ganaría al ajedrez. Yo no le creí, aunque debería haberlo hecho - Su mirada se cruzó con la de LALI - Ella me dio una paliza. Y construir Camelot ha sido el precio que he tenido que pagar por dejarme ganar.-
- ¡Qué lástima que no te apostaras nada con el señor LANZANITIEL, LALI! - Dijo Andrew entre risas.
- Sí, ya lo creo que lo hizo - Dijo PETER regodeándose con una lenta sonrisa, sin poder evitar pinchar a LALI. Le encantaba ver cómo se le sonrojaban las mejillas - Ya he zanjado mi deuda con tu hermana - Contestó a Andrew sin apartar los ojos del ruborizado rostro de LALI - Ella no es ninguna negrera, como tú y Nathan.-
Andrew miró a PETER con una gran curiosidad.
- ¿Qué le hizo hacer?-
- Me hizo...-
- ¡Santo Cielo! Se está haciendo tarde.-
Interrumpió LALI, con un tono de voz que denotaba una mezcla de vergüenza y desesperación. Frunció el ceño y dirigió una mirada de aviso a PETER Antes de que Andrew pudiera satisfacer su curiosidad, la atención del grupo se centró en Callie. Acababa de salir del bosque y estaba corriendo por el prado mientras agitaba los brazos frenéticamente.
- ¡LALI! ¡LALI! ¡Ven, deprisa!-
El miedo se apoderó de LALI cuando vio los ojos abiertos de par en par de Callie y percibió el pánico en su voz. Corrió inmediatamente hacia la niña, alejándose de Andrew, PETER y Lucy. Cuando llegó hasta Callie, se arrodilló y apartó los rizos del asustado rostro de la pequeña.
- ¿Qué pasa, Callie? ¿Qué ha ocurrido?-
- Es Nathan - Dijo Callie jadeando y con los ojos como platos - Se ha caído, creo que de un árbol, y está herido. Le he oído quejarse y lo he encontrado, pero no me contesta cuando le hablo.-
A LALI se le cayó el alma a los pies.
- Llévame adonde está - Le ordenó, intentando mantener la calma.
- ¿Qué ha pasado? - Preguntaron PETER, Andrew y Lucy sin aliento y al unísono.
- Nathan se ha caído de un árbol y está herido - Dijo LALI lacónicamente - Guíanos hasta él, Callie.-
El grupo siguió a la pequeña, que entró en el bosque, pasó de largo un alto robledal y señaló:
- Ahí está, al pie de ese árbol.-
LALI corrió hacia allí y al cabo de varios minutos encontró a Nathan, hecho un ovillo debajo de un árbol, con un saco entre los brazos.
- ¡Dios mío! - Susurró LALI mientras se le aceleraba el pulso.
Nathan tenía un hilillo de sangre en la sien y el rostro de una palidez mortecina.
- ¿Está bien? - Preguntó PETER visiblemente preocupado, arrodillándose junto a LALI.
- No... No lo sé - Susurró, apenas capaz de pronunciar palabra con el pesado nudo que se le había hecho en la garganta.
Alargando el brazo, colocó un dedo en el cuello de Nathan, rezando para encontrarle el pulso. Cuando palpó un latido regular y fuerte, casi se desmaya del alivio.
- El pulso es normal - Consiguió decir.
- Gracias a Dios - Dijo Lucy. Tomó a Callie y a Andrew de la mano y dejó que LALI
Con la ayuda de PETER, LALI examinó al niño en busca de posibles huesos rotos.
- Por lo que he visto - Dijo LALI al cabo de varios minutos - Creo que no se ha roto ningún hueso. Parece que sólo se ha dado un golpe en la cabeza.

martes, 29 de marzo de 2016

CAPITULO 35

Una radiante sonrisa se dibujó en el rostro de Lucy.
- ¡LALI! ¡Eso es maravilloso! ¡Estoy tan contenta de que hayas encontrado a alguien que te importe! Yo...-
- Él me importa - LALI interrumpió las entusiastas palabras de su hermana - No he dicho que yo le importe a él.-
Lucy cogió la mano de LALI y se la apretó fuertemente.
- No seas tonta. ¿Cómo no vas a importarle? Le salvaste la vida. Eres hermosa y encantadora y generosa...-
- Lucy - Una sola palabra de LALI bastó para cortar el discurso de su hermana - Valoro tu buena intención, pero debes afrontar la realidad, como he hecho yo. PETER se marchará pronto. Tiene un trabajo lejos de aquí y, cuando se marche, probablemente no volveré a verle nunca más. Sé que me está agradecido, pero eso es todo.-
- Tal vez cambie de opinión sobre el trabajo y decida quedarse - Sugirió Lucy - Seguro que no se va si se enamora de ti. Podría trabajar como tutor aquí en Halstead.-
- PETER no ha dado ningún indicio de que pretenda cambiar de planes.-
- Tal vez lo haría si supiera que te importa.-
- ¡No! - Contestó LALI prácticamente chillando - Me refiero a que él ya debe de saber que me gusta...-
- ¿Sabe que estás enamorada de él? - Le preguntó Lucy - ¿Estás enamorada de él?-
LALI empezó a sentir que el corazón le latía frenéticamente.
- No. Y sí. No, no lo sabe. Y sí, lo estoy... Estoy enamorada de él.-
El hecho de decirlo en voz alta le produjo tanto alivio como tristeza.
- Pero seguro que puedes ver lo desesperado de mi situación. Ya no soy ninguna niña.-
- Pero... ¡LALI! ¡Si sólo tienes veintiséis años!-
LALI sonrió ante la lealtad de su hermana.
- Hace tiempo que pasé la primera eclosión de la juventud Lucy, y un hombre como PETER... Bueno, seguro que podría tener a cualquier mujer que deseara.-
- ¿Y si te desea a ti? - Le preguntó Lucy con dulzura.
LALI negó con la cabeza repetidamente, sin contestar a la pregunta de su hermana. Incluso aunque PETER la deseara, ella tenía demasiadas responsabilidades y secretos para considerar siquiera la posibilidad de compartir su vida con alguien.
- Me encantaría poder ayudarte, LALI. Tú siempre estás haciendo cosas por los demás, sin pedir nada a cambio. Por primera vez en la vida deseas algo. Y yo rezaré para que lo consigas.-
Al escuchar las tiernas palabras de su hermana, LALI se derritió por dentro.
- Querida Lucy, tú ya me ayudas siendo feliz y compartiendo conmigo esa felicidad - Le dijo sinceramente - He cambiado de idea. Y me muero de ganas de asistir a la fiesta de Lorelei por la única razón de poder ver cómo a Marshall Wentbridge se le salen los ojos de las órbitas al verte con tu precioso vestido nuevo.-
Lucy se sonrojó.
- Gracias por comprármelo. Es realmente precioso.-
LALI se inclinó y besó la sonrojada mejilla de su hermana.
- Igual que tú, Lucy. Igual de precioso que tú.-
- Bueno. Voy a cruzar los dedos para que el señor LANZANITIEL se dé cuenta de lo maravillosa que eres y decida quedarse en Halstead - Dijo Lucy - Tal vez si las dos lo deseamos con suficiente fuerza, acabará ocurriendo.-
- ¿Qué acabará ocurriendo? - Preguntó Callie mientras se unía a LALI y Lucy - ¿Qué deseo han pedido? Me encanta pedir deseos.-
LALI acarició los rizos oscuros de la pequeña.
- Hemos pedido un deseo de amor. De amor y felicidad.-
Callie rodeó a LALI con sus rollizos y diminutos bracitos y la abrazó fuertemente.
- Yo las quiero a las dos y soy muy, muy feliz.-
LALI y Lucy se rieron.
- ¿Has visto? - Dijo LALI - Acabas de hacer realidad todos nuestros deseos - Y luego estampó un beso en el pelo de Callie - ¿Te parece que recojamos tu caballete e intentemos averiguar qué se traen entre manos esos hermanos nuestros y a qué travesura han arrastrado al pobre señor LANZANITIEL?-
Todas estuvieron de acuerdo y se dispusieron a buscar a Andrew, Nathan y PETER.

- Aquí faltan más piedras - Gritó Nathan mientras colocaba una piedra inmensa encima del muro que crecía rápidamente.
- ¿Cuántas? - Preguntó Andrew, también gritando.
- Tres o cuatro.-
- De acuerdo.-
Andrew levantó una piedra pesada y la transportó con un gran esfuerzo hasta donde estaba Nathan. PETER levantó una piedra todavía más pesada, con una mueca de dolor e ignorando sus magulladas costillas. La transportó hasta donde estaban los niños y la colocó en lo alto del muro.
- ¿Cómo va eso? - Preguntó PETER mientras se secaba el sudor de la frente con el antebrazo.
Llevaban toda la mañana trabajando en el «castillo» del rey Arturo, apilando piedras de todos los tamaños. El resultado de tantas horas de trabajo era el muro de una fortaleza bastante respetable.
- Es magnífico - Dijo Nathan entusiasmado mientras rodeaba la estructura.
Medía aproximadamente un metro y medio de alto por tres y medio de largo.
- Y nos ha costado lo nuestro - Dijo PETER dejándose caer sobre la hierba - Entre el hombro y las costillas, creo que necesito un merecido descanso.-
Se tumbó boca arriba y se protegió los ojos de los rayos del sol con el antebrazo.
- Pero ahora toca jugar a los caballeros de la tabla redonda - Protestó Nathan - Tenemos que ponernos las armaduras.-
PETER emitió un leve quejido y dirigió una mirada furtiva por debajo del brazo a los dos chicos, que le miraban expectantes.
- Bueno, está bien, pero primero los caballeros necesitan descansar un poco - Hizo una mueca cuando una punzada de dolor le atenazó el hombro, que había forzado demasiado - Creo que se apreciarían unos refrescos.-
- Iremos a coger agua al lago - Se ofreció Andrew.
Los dos chicos se fueron corriendo a toda prisa y PETER suspiró aliviado, disfrutando de aquella breve tregua. El sol le calentaba la piel, y la suave brisa veraniega le traía el perfume de las flores silvestres.
Se le acercó un insecto y él lo espantó con un perezoso movimiento de la mano. A pesar de lo agotado que estaba, había disfrutado mucho de aquella mañana en compañía de Andrew y Nathan, igual que el día anterior. Al principio había procurado la compañía de los chicos en un intento desesperado de evitar a LALI, pero enseguida había descubierto que eran unos muchachos alegres, inteligentes y sorprendentemente educados y que, a pesar de su tendencia a discutir, tenían buen corazón. Le habían enseñado a pescar, y se habían reído a carcajadas ante su reticencia a ensartar la pringosa y escurridiza lombriz en el anzuelo. Pero, tras varios intentos, PETER había acabado dominando la parte más truculenta de la pesca y se lo había pasado en grande. No podía recordar haberse reído tanto en toda su vida.
«Los chicos -pensó PETER- no son ni de lejos lo difíciles que yo creía que eran. De hecho, es un verdadero placer hablar y pasar el rato con ellos».
Hoy les había estado ayudando a construir su «castillo». Ya habían construido varios «edificios» más, y PETER no podía por menos de admirar el tiempo y esfuerzo que obviamente habían invertido en su Camelot. Durante su infancia, PETER tuvo muy pocas oportunidades para jugar. Pasó la mayor parte del tiempo aprendiendo todo lo que su padre consideraba necesario para que en el día de mañana su hijo mayor pudiera heredar su ducado.
Gregory y ROCIO habían tenido mucho más tiempo libre para jugar. Su padre era mucho menos estricto con su hija y con su segundo hijo varón. Les permitía correr por toda la finca y jugar -cualquier cosa que los mantuviera ocupados y alejados de él-, pero PETER muy pocas veces podía unirse a ellos. Se pasaba la mayoría de los días encerrado en el cuarto de estudio bajo la estricta mirada de sus incontables tutores.
«Y aquí estoy, con veintiocho años cumplidos, corriendo por el bosque como un chiquillo y pasándomelo condenadamente bien».
En aquel preciso momento, los dos chicos llegaron con un cubo lleno de agua fresca. PETER bebió con fruición y se secó la boca con el dorso de la mano. Los pelos de la barba le pincharon la piel de la mano y se dio cuenta de que llevaba varios días sin afeitarse. Se pasó las palmas por la recia mandíbula y recordó la sensación de los suaves senos de LALI apretados contra su brazo mientras ella se inclinaba sobre él para rasurarle la cara. Pedirle que le volviera a afeitar probablemente no era una buena idea.
Andrew y Nathan se tumbaron en el suelo al lado de PETER, y él se fijó en ellos. Reprimió una sonrisa cuando se dio cuenta de que los chicos se habían remangado las camisas y desabrochado los botones de una forma similar a la suya. Era evidente que le estaban imitando. Inesperadamente, sintió que una oleada de orgullo masculino le hinchaba el pecho.
PETER observó cómo Andrew se pasaba las manos por la cara como acababa de hacer él.
- Supongo que pronto tendré que empezar a afeitarme - Dijo el chico como quien no quiere la cosa.
Antes de que PETER pudiera contestar, Nathan estalló en carcajadas.
- ¿Estás tonto o qué? - Miró la cara de su hermano mayor con atento y exagerado interés - Ni un solo pelo. Eres más imberbe que un huevo.-
Andrew se sonrojó.
- No es verdad. Ya tengo bastante bigote - Se giró hacia PETER - ¿Verdad que sí, señor LANZANITIEL?-
A PETER le vino inmediatamente a la mente la imagen de sí mismo cuando tenía la edad de Andrew. Todavía un niño, tambaleándose en la delicada antesala de convertirse en hombre, impaciente y al mismo tiempo aterrado por cruzar esa frontera. Entonces habría necesitado y deseaba desesperadamente tener una charla de hombre a hombre con uno, pero su padre no tenía el tiempo ni la disposición necesarios para dedicarle unos minutos. Él sabía muy bien qué era crecer sin el amor y la atención de un padre; se le encogió el corazón y sintió una gran complicidad acompañada de una sincera compasión por aquellos dos chicos que habían perdido a su padre

CAPITULO 34

¿Qué plan tienen para esta mañana, chicos? - Preguntó LALI a sus hermanos al día siguiente a la hora del desayuno - Tenemos algunas clases pendientes.-
Andrew y Nathan dirigieron sendas miradas anhelantes y suplicantes a LALI.
- El señor LANZANITIEL se ha ofrecido a darnos clase hoy. Habíamos pensado ir al prado. ¿Te parece bien?-
_LALI miró a PETER sorprendida.
- ¿Clases al aire libre? ¿He oído bien?-
PETER la miró por encima del borde de la taza de café.
- Sí. Debo zanjar una deuda de honor con los chicos y he pensado que podría darles clase al mismo tiempo. Si usted no ve ningún inconveniente, claro.-
- No. No veo ningún inconveniente - Musitó LALI, extrañada - ¿Qué tipo de deuda de honor debe zanjar con los chicos?-
- Andrew y yo hicimos una apuesta antes de ayer por la noche y perdí.-
LAI enarcó las cejas.
- ¿Apostó... Con Andrew? ¿Y perdió?-
- Por lo visto, no era mi noche para las apuestas - Dijo esbozando una sonrisa.
LALI se ruborizó hasta las raíces del cabello cuando recordó en qué había desembocado su apuesta con PETER.
Sin hacer ningún otro comentario, observó cómo los tres salían de la habitación. No tenía la más remota idea de qué hacer con PETER. Desde la discusión que habían tenido hacía dos días y la posterior partida de ajedrez, lo encontraba cambiado. Menos reservado. Con todo el mundo, salvo con ella. A pesar de que había sido educado y atento con ella en todo momento, de algún modo, había erigido un muro invisible entre ambos.
Contrariamente, PETER estaba mostrando un gran interés por Andrew y Nathan, primero acompañándoles a pescar y ahora embarcándose con ellos en una extraña aventura.
En la cena del día anterior LALI se había sentado a la mesa dominada por los nervios anticipatorios, preguntándose si se volvería a encontrar a solas con PETER La cabeza le decía que se mantuviera alejada de él, pero su corazón le imploraba con la misma insistencia que lo buscara.
No tuvo que tomar ninguna decisión al respecto porque PETER se excusó poco después de cenar y se retiró a su alcoba. Ella pasó todo el tiempo comprendido entre la cena y la hora de acostarse trabajando en el despacho, intentando con todas sus fuerzas no sentirse decepcionada o confundida. Seguro que era mejor así.
- Andrew y Nathan parecen haberle cogido mucho cariño al señor LANZANITIEL- Comentó tía JUSTINA, interrumpiendo los pensamientos de LALI.
- Sí, es verdad.-
- Y el señor LANZANITIELl también parece haberse encariñado con ellos - Añadió Lucy, volviéndole a llenar a _LALI la taza.
- ¡Que me aten al travesaño del puerto y me golpeen con el sextante! - Dijo Winston a voz en cuello - ¿Por qué no iban a gustarle los muchachos? Son buenos chicos, como su padre, que en paz descanse. Porque, si a ese asqueroso gorrón no le gustaran los chicos, le obligaría a andar por el tablón de cubierta - Luego dirigió una mirada fulminante a Grimsley - ¿Acaso estás buscando la forma de llevarme la contraria, enano escuálido?-
Grimsley se arregló la chaqueta.
- Desde luego que no, aunque no me puedo imaginar dónde vas a encontrar un tablón de cubierta donde hacerle andar.-
- Tú no verías un tablón de cubierta aunque te golpearas la cabeza con uno - Masculló Winston.
- Yo sé dónde hay una tabla - Intervino inesperadamente Callie mientras acunaba a la señorita Josephine en sus brazos - Hay una tabla grande ahí fuera, cerca del corral de las gallinas - Se volvió hacia Winston - La vimos el otro día, Winston. Usted se tropezó con ella y se cayó de morros sobre las cacas de las gallinas, ¿No se acuerda? Y entonces gritó: «¡Asquerosamente condenado trozo de madera! Menudo hijo de...»-
- ¡Callie! - Se apresuró a interrumpir LALI - Estoy segura de que Winston no quería decir unas palabras tan inapropiadas - Lo miró con seriedad - ¿Verdad que no, Winston?-
El ceño de Winston indicaba claramente que quería decir cada una de las palabras que dijo y algunas más, pero suavizó su expresión cuando miró a Callie.
- Lo siento – Susurró - Me olvidé de que la chiquilla andaba cerca.-
Grimsley murmuró algo entre dientes y empezó a quitar la mesa. LALI soltó un profundo suspiro, rogó a Dios que le diera paciencia y cambió de tema.
- ¿Qué creen que tienen pensado hacer hoy? – Preguntó - Espero que Andrew y Nathan no hayan pensado en nada demasiado cansado desde el punto de vista físico. Estoy segura de que a PE.. Al señor LANZANITIEL todavía le duelen las costillas, y el hombro aún no se le ha curado por completo.-
- El señor LANZANITIEL parece un ejemplar de lo más saludable - Dijo Lucy con una risita guasona - Estoy segura de que puede seguir el ritmo de Andrew y Nathan.-
- Ya lo creo que sí - Añadió tía JUSTINA - El señor LANZANITIEL es realmente un buen ejemplar. Tan viril, tan apuesto y tan ancho de hombros. ¿No te parece, LALI, querida?-
En los pómulos de LALI empezaron a arder las llamas del infierno.
- Bueno... Sí. Es bastante... Eso, un buen ejemplar.-
- Y es muy simpático; encantador, de hecho - Prosiguió tía JUSTINA, obviamente sin darse cuenta de lo violenta que se sentía LALI.
- No sabía que usted hubiera pasado tanto rato con él, tía JUSTINA - Dijo LALI levantando un poco la voz.
Tía JUSTINA cogió sus agujas de hacer punto para proseguir con su labor.
- Oh, sí. Pasamos un rato muy agradable ayer por la tarde. Mientras tú estabas en el establo con los niños, el señor LANZANITIEL me ayudó con mis tareas domésticas.-
LALI y Lucy intercambiaron una mirada de extrañeza.
- Pero a usted le tocaba sacar el polvo de la biblioteca - Dijo Lucy.
Una sonrisa de oreja a oreja iluminó el rostro de tía JUSTINA.
- Exactamente. Y el señor LANZANITIEL utiliza el plumero bastante bien, y llega mucho más alto que yo. Bueno, he de admitir que al principio se mostró algo reacio, horrorizado en realidad, pero el muchacho enseguida le cogió el tranquillo.-
- ¿Cómo consiguió convencerle para que sacara el polvo? - Le preguntó LALI entre risas.
- Bueno, me limité a pasarle el plumero y a pedirle que me ayudara - Tía JUSTINA dirigió una mirada directa a LALI y añadió - Cuando uno quiere algo, mi querida _____, necesita expresar sus deseos. Después de todo, el señor LANZANITIEL no sabe leer la mente.-
LALI miró fijamente a su tía y se preguntó si seguían hablando de quitar el polvo. Antes de que tuviera la oportunidad de contestarle, tía JUSTINA volvió a concentrarse en su labor, y LALI prefirió dejar el tema antes de que empezaran a arderle literalmente las mejillas.
Al poco tiempo, Lucy y LALI salieron del comedor y, seguidas de Callie, se dirigieron hacia el lago. Callie abrió su caballete y LALI y Lucy se sentaron en la hierba, disfrutando de la cálida brisa y de una paz y un silencio poco habituales y bien recibidos, gracias a la ausencia de los chicos.
- ¿Te hace ilusión ir a la fiesta de Lorelei Smythe? - Preguntó Lucy, arrancando una larga brizna de hierba y jugueteando con ella entre los dedos.
LALI puso mala cara y miró al cielo.
- Antes preferiría bañar a Stinky. Cada vez que me la encuentro, esa mujer me hace sentir como una gran intrusa, aparte de torpe, maleducada y que está de más - Dirigió una mirada de reojo a Lucy - Por supuesto, haré el sacrificio de soportar su compañía por ti. Nunca te negaría el placer de asistir a la fiesta, sobre todo teniendo en cuenta que asistirá un joven y apuesto médico.-
Las mejillas de Lucy se sonrojaron intensamente.
- Oh, LALI, casi me muero de vergüenza cuando Marshall me vio el otro día en el lago con el aspecto de un gato ahogado. Sabe Dios lo que debió de pensar de mí.-
- No podía quitarte los ojos de encima - Le aseguró LALI.
- No podía creerse que estuviera tan horrible.-
- No podía creerse cómo podías estar tan hermosa, incluso calada hasta los huesos y vestida con una vieja sábana.-
- ¿Lo crees realmente? - Preguntó Lucy con los ojos esperanzados.
- Es tan evidente que te adora, Lucy, que hasta Grimsley se ha dado cuenta, sin tener que ponerse las gafas. Confía en mí. Marshall Wentbridge está loquito por ti.-
«Y pronto estarás felizmente casada, llevando una vida normal, lo que más deseo para ti».
Lucy se abrazó a sí misma y emitió un hondo suspiro.
- Ay, hermanita, espero que tengas razón. Es el hombre más maravilloso. Tan atento y tan apuesto. Me deja...-
Su voz se fue desvaneciendo poco a poco.
- ¿Sin aliento? - LALI completó la frase que su hermana había dejado a medias.
- Exactamente.-
- Y se te acelera el pulso, se te desboca el corazón y apenas puedes pensar con claridad cuando él está cerca - Susurró LALI con dulzura, mientras dejaba vagar la imaginación.
Una cascada de imágenes de PETER la asaltó súbitamente: PETER sosteniendo un hilo de pescar del que colgaban peces, PETER riéndose, PETER inclinándose sobre ella para besarla...
- Sí - Dijo Lucy , trayendo a LALI de nuevo al presente - Así es exactamente como me hace sentir Marshall. ¿Cómo lo sabes?-
Avergonzada por sus imprudentes palabras, LLI bajó la mirada y permaneció en silencio. Lucy alargó el brazo para tocar la manga de su hermana.
- ¿Es así como te hacía sentir el señor AMADEO, LALI? - Le peguntó en tono compasivo.
- No - Dijo LALI rápidamente frunciendo el ceño – BENJAMI nunca influyó sobre mi pulso, sobre cómo me latía el corazón ni sobre mi capacidad para pensar con claridad.-
- Entonces... ¿Quién? - Los ojos de Lucy se abrieron de par en par mientras miraba fijamente a LALI - ¿Te hace sentir el señor LANZANITIEL de ese modo? ¿Del modo en que Marshall me hace sentir a mí?-
Al principio, LALI no contestó, temerosa de decir aquellas palabras en alto, incluso a Lucy, pero no quería añadir una mentira más a su larga lista.
- Sí, eso me temo.-

lunes, 28 de marzo de 2016

CAPITULO 33

A la mañana siguiente, LALI entró en la cocina bastante tarde.
- ¿Dónde se ha metido todo el mundo? - Preguntó a Pierre.
Había pasado una noche movida e inquieta, sin poder conciliar el sueño hasta el amanecer. Necesitaba desesperadamente un café.
- Sus hegmanas se han ido con su tía, Weenston y Grimsley al megcado - Contestó el cocinero mientras preparaba la masa para hacer pan - Los chicos llevaronn a monsieur Masglowtie a pescag.-
- ¿A pescar? - Preguntó LALI sorprendida.
Pierre asintió.
- Se han ido a pgimega hoga de la mañana después de desayunag.-
Tras disfrutar de una rápida taza de café, LALI cogió a hurtadillas un trozo de pan recién hecho y entró en el despacho. En la casa reinaba una calma que era una verdadera bendición y, si conseguía mantener sus pensamientos alejados de PETER, probablemente podría adelantar el trabajo que tenía pendiente.
Cerrando la puerta tras de sí, se sentó en el escritorio y extrajo sus papeles del último cajón. Intentó concentrarse, pero sus esfuerzos fueron infructuosos. Sólo podía pensar en la noche anterior. Se debatía entre la absoluta vergüenza y la incrédula evocación de una sensación maravillosa. La sensación de las manos de PETER sobre su cuerpo, tocándola, explorándola, acariciándola, no se parecía a nada de lo que había experimentado antes. Ella no quería que parara, pero él se había alejado de ella sin darle ninguna explicación. De hecho, hasta parecía molesto con ella. Indudablemente, por su comportamiento escandaloso y excesivamente desinhibido.
LALI estuvo reflexionando y, tras casi una hora de mirar fijamente una hoja en blanco, sólo fue capaz de llegar a dos conclusiones. Primera, deseaba a PETER LANZANITIEL con una intensidad que la desconcertaba. Segunda, el único motivo de que esa mañana siguiera siendo virgen era que él se había retirado la noche anterior. Ella habría continuado, deseosa de explorar y aprender más cosas sobre aquellas sensaciones increíblemente nuevas que la bombardeaban.
Cerró fuertemente los ojos y negó con la cabeza. PETER se iba a marchar dentro de dos semanas porque tenía que trabajar para una familia que vivía lejos de Halstead. Sólo con pensarlo, se le partía el corazón.
Tenía que mantenerse alejada de él.

PABLO MARTINEZ estaba sentado en su despacho privado, mirando fijamente la carta que acababa de recibir. Releyó la escueta misiva tres veces, frunciendo el ceño y levantando alternativamente las cejas.
- Pareces muy desconcertado, cariño - Dijo ROCIO mientras entraba en el despacho.
PABLOse guardó rápidamente la carta en el bolsillo del chaleco y sonrió a su mujer.
- No es más que un mensaje un tanto desconcertante de uno de mis socios - Dijo quitándole importancia.
Se levantó y se acercó a ROCIO, rodeando su diminuto cuerpo con los brazos y dándole un breve beso en su tersa frente.
Hasta que conoció a ROCIO, PABLO siempre se había visto como el eterno soltero. Pero enseguida quedó prendado de los encantos de aquella joven menuda de brillantes ojos verdes, cabello castaño oscuro y una sonrisa que podría derretir la nieve en enero.
- Estaba pensando en cómo convencerte para que me lleves a Regent Street - Dijo ROCIO, reclinándose hacia atrás para apoyarse en los brazos de su esposo - Llevo varios días encerrada en casa.-
- Tú podrías convencer a las estrellas para que bajaran del cielo, mi amor - Le susurró PABLO mientras besaba la boca que ella le acababa de ofrecer - Necesito un par de horas para ultimar unos cuantos asuntos y luego estaré a tu entera disposición.-
- Gracias, cariño.-
Victoria se puso de puntillas, rozó con los labios la mandíbula de PABLO y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella con delicadeza.
En cuanto volvió a estar solo, PABLO se sacó la carta del bolsillo y la volvió a leer. Junto con la petición de más mudas de ropa, PETER le pedía algunas cosas que se salían de lo corriente. Y ni siquiera le preguntaba cómo iban sus indagaciones. Sólo una escueta nota pidiéndole una serie de raros artículos que quería que le llevara dentro de dos días.
PABLO rió entre dientes. Se moría de ganas por ver de nuevo a PETER para averiguar cómo le estaba yendo en casa de los ESPOSITO. Si la lista de artículos que le pedía PETER era un indicador, su estancia debía de estar siendo de lo más pintoresca. Y si PABLO lograba imaginarse cómo conseguir los objetos que necesitaba, todo iría bien.

- ¡Mira cuánto he pescado! - PETER entró en el jardín pisando fuerte, deteniéndose ante LALI con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro - ¡Mira! ¿Has visto alguna vez una pesca tan magnífica?-
LALI se levantó, se limpió las manos en el delantal y examinó el grupo de insignificantes pececillos que colgaban de un hilo de pescar que sostenía PETERcon orgullo.
- ¡Impresionante! - Dijo intentando parecer seria - Es evidente que eres un experto pescador.-
PETER entornó los ojos con expresión de recelo, sin estar seguro de si LALI se estaba burlando de él o no.
- No te estarás burlando de mí, ¿Verdad? - Dijo él en tono amenazador.
Ella abrió los ojos de par en par en señal de fingida inocencia.
- ¿Yo? ¿Burlarme de ti? ¿Un hombre que, obviamente, es el mejor pescador que jamás ha recorrido las costas de Inglaterra? ¿Cómo se te puede ocurrir algo semejante?-
- Debes saber que estoy bastante orgulloso de mí mismo - Se inclinó hacia LALI y ella contuvo una risita. PETER apestaba a pescado - Esta ha sido la primera vez que he ido de pesca.-
- Se ha caído dos veces al agua - Intervino inesperadamente Andrew, mientras entraba, junto con Nathan, en el jardín.
La mirada de LALI se centró en las costillas de James.
- ¿Te... Se ha hecho daño?-
- Unas pequeñas punzadas, nada más. Y no me caí, sino que me empujaron esos gamberros - Informó PETER a LALI señalando con dedo acusador a los dos chicos, que se estaban riendo - Tiene que enseñarle buenos modales - Añadió mientras le guiñaba un ojo exageradamente.
- ¿Nunca había ido de pesca hasta hoy? - Preguntó LALI sorprendida.
- Nunca. Yo soy tutor, no pescador. No se me había presentado la ocasión, hasta hoy. Y he de admitir que, para ser la primera vez, lo he hecho francamente bien.-
Levantó su hilo de pescar y dirigió una mirada de admiración a su exigua captura.
LALI los miró a los tres y sacudió la cabeza. No estaba segura de qué había ocurrido exactamente en aquella salida de pesca, pero era evidente que los tres se lo habían pasado en grande. Y PETER era quien tenía la sonrisa más grande de todos.
- Venga, señor LANZANITIEL - Instó Nathan a PETERestirándole del brazo - Entreguémosle lo que hemos pescado a Pierre para que pueda empezar a preparar la cena.-
- Ahora tengo que irme - Informó PETER a LALI con una sonrisa de suficiencia - Ya sabe, Pierre nos espera en la cocina - Le dedicó otra radiante sonrisa y dejó que Nathan le guiara.
LALI observó al trío y se tapó la boca con la mano para evitar estallar en carcajadas mientras se alejaban.
PETER tenía una raja en los pantalones de montar justo a la altura de las nalgas.

CAPITULO 32

PETER paseó lentamente la mirada por el rostro de LALI, deteniéndose largamente en su boca y luego volviendo a reencontrarse con sus ojos.

- “Es como un rayo de luz,
con esa mirada transparente y azul.
Hay algo dulce y tierno en sus ojos,
que me hechiza y me hace sentir dichoso.
LALI acogedora,
LALI seductora,
LALI angelical.
Tan imposible de definir como de ignorar.
Escapa a todo lo convencional,
pero yo no puedo evitar
querer besar la boca
de LALI, la más hermosa.
LALI objeto de mi deseo,
LALI del prado de heno.-“

PETER rozó suavemente sus labios con los de LALI y luego se retiró. Ella lo miró fijamente, claramente aturdida.
- ¿Y bien? - Preguntó él - ¿He pasado la prueba?-
- ¿Prueba? ¿Qué prueba?-
- La de mis dotes como tutor.-
Alargó el brazo y le acarició la tersa mejilla con un dedo. Ella se quedó paralizada.
- Me has tocado.-
- Sí.-
- Pero creía que no te gustaba.-
Él no podía dejar de mirarla.
- Sí que me gusta, LALI_. Mucho.-
Los ojos de PETER se detuvieron en un resplandeciente rizo que se había escapado del fino recogido que llevaba LALI aquella noche. En vez de inspirarle decoro, lo único que le inspiraba aquel moño era el deseo de arrancarle todos aquellos alfileres de la sedosa melena y ver cómo se le desparramaba por la espalda. La necesidad de volverla a besar turbaba sus sentidos y le invadió el intenso deseo de fundirse con ella. Aquella mujer había tocado algo muy profundo en su interior, una parte de él que ni siquiera sabía que existía antes de conocerla.
- Gracias por el poema. Es precioso.-
La suave caricia de la voz de LALI en su oreja debilitó las defensas de PETER. Apartando firmemente su sentido común, PETER dio rienda suelta a sus deseos, largamente reprimidos. Introdujo los dedos entre los sedosos rizos de LALI y cubrió sus labios con los suyos, buscando con la lengua la entrada de su boca.
Ella le rodeó el cuello con los brazos y abrió los labios, acogiendo el empuje de la lengua de PETER y devolviéndole el beso con un abandono que todavía alimentó más el fuego que ardía dentro de él. PETER hundió su boca en la de ella una y otra vez, aumentando la duración y la intensidad con cada beso hasta que sintió que iba a explotar. Sin separar su boca de la de LALI, la sentó sobre sus muslos. PETER contuvo un gemido cuando ella, al cambiar de postura, apretó involuntariamente las nalgas contra su creciente excitación.
«Tengo que parar. Parar de besarla. Parar de tocarla».
Pero, mientras se repetía aquellas palabras, empezó a acariciar la cálida y prominente redondez de su seno. El pezón se contrajo al entrar en contacto con su palma, y él supo que su conciencia acababa de perder la batalla. Con un hondo gemido, PETER empujó la espalda de LALI contra los cojines del sofá, recostándola y medio cubriéndola con su cuerpo.
Enredó los dedos en los sedosos cabellos, luego recorrió sus costados con ambas manos y volvió a subir a los senos, acariciando sus tersos contornos y apresándolos con las palmas de las manos. Completamente perdido en la exquisitez de aquel tacto y de aquel embriagador perfume a rosas, sus labios recorrieron el cuello de LALI y siguieron descendiendo, besándole los senos a través del fino tejido del vestido.
Él levantó la cabeza.
- Abre los ojos, LALI.-
Ella abrió lentamente los párpados y, al contemplar el brillo del deseo en sus acuosas profundidades, PETER sintió que se le tensaban los genitales con un palpitante dolor. Se llevó la palma de LALI a los labios y la besó ardientemente. Ella elevó la parte inferior del cuerpo, haciendo gemir a PETER al apretar los muslos contra su excitación.
Mirando fijamente aquellos luminosos ojos, rebosantes de deseo, nublados por el placer, PETER apretó los dientes para contener el acuciante impulso de poseerla. Quería hacer muchísimo más que besarla. Ella era una hembra acogedora y entregada que pedía más, y él un macho que ardía en deseos carnales, atormentado por aquel palpitante dolor en la entrepierna. El impulso de levantarle las faldas y hundirse en su calidez de terciopelo le estaba volviendo loco.
«Es mía. En menos de diez segundos podría estar dentro de ella, poniendo fin a este incesante e insoportable dolor».
Pero no podía hacerlo. LALI era virgen y, sin lugar a dudas, estaba mareada y confusa a consecuencia de aquel generoso trago de brandy. Y ella merecía muchísimo más que un rápido revolcón en un sofá con un hombre que iba a marcharse dentro de poco, un hombre que le había pagado su bondad con mentiras y duras críticas. Pero, ¡Maldita sea!, LALI no se parecía a ninguna de las vírgenes que él había conocido. Él era alérgico a las mujeres inocentes. Eran apocadas, aburridas, sosas y generalmente iban custodiadas por una madre obsesionada con encontrarles marido. LALI le retaba, le provocaba, le confundía y le fascinaba. Y, lo peor de todo, le excitaba hasta el punto de provocarle dolor.
Nunca supo de dónde sacó las fuerzas para alejarse de LALI, pero, murmurando una blasfemia contra sí mismo, se obligó a separarse de ella y se incorporó, sentándose en el sofá.
«¡¡Maldita sea!! ¡¡Maldita sea!!».
Apoyando la cabeza en las manos, PETER cerró los ojos e intentó calmar sus desquiciados nervios. Tenía que alejarse de aquella mujer. De alguna forma, ella había sido capaz de despojarle de su sentido común. Se moría por ella. Su cuerpo pedía a gritos el contacto con su piel. Le estaba volviendo completamente loco.
«No debería haber iniciado esto. Debería haber dejado que siguiera enfadada conmigo».
Pero había preferido egoístamente volver a ver aquel brillo tentador en sus ojos.
Ella se incorporó y se apoyó en el brazo de PETER.
- Oh… La cabeza - Se quejó - ¡Cómo me late!-
«Yo sé muy bien lo que es latir, créeme», pensó y, sacando fuerzas de flaqueza, se levantó.
- Subamos arriba - Dijo lacónicamente.
La cogió firmemente por las axilas, la ayudó a ponerse en pie y luego prácticamente la arrastró por el salón.
- ¡Espera! - Le dijo respirando con dificultad - Todo me da vueltas.-
Pero PETER no esperó. No se atrevió a hacerlo. Sujetándola con firmeza con un brazo, medio la guió, medio la arrastró escaleras arriba. No se detuvo hasta que llegaron a la alcoba de LALI. Abrió la puerta, la empujó dentro con delicadeza y luego cerró la puerta con un decidido clic.
Tras entrar en su propia alcoba, PETER recorrió nerviosamente una y otra vez toda la longitud de la estancia, pasándose repetidamente los dedos por el pelo hasta que vio que se había arrancado varios mechones. Intentó desesperadamente no pensar en LALI, LALI ardiente y acogedora, LALI entregada, tendiéndole los brazos, con los ojos rebosantes de deseo. No podía pensar en otra cosa.
Podía haberla hecho suya. Si su maldita conciencia no se hubiera interpuesto, ahora podría estar hundiéndose en las profundidades de sus suaves muslos, acariciando su piel con perfume a rosas, besando sus labios, aliviando aquel palpitante dolor que tenía en los genitales.
«¿Por qué diablos se habrá despertado mi conciencia, largamente dormida, justo ahora? ¡Vaya momento tan asquerosamente inadecuado para hacerse oír!».
Hundiéndose en una butaca orejera, estuvo mirando fijamente el fuego con la frente arrugada hasta que las ascuas casi dejaron de brillar. Tras una hora de examen de conciencia, sólo fue capaz de llegar a dos conclusiones. Primera, por mucho que intentara negarlo y por mucho que intentara convencerse a sí mismo de lo contrario, deseaba a LALI ESPOSITO con una intensidad que le desconcertaba. Le afectaba como ninguna otra mujer le había afectado nunca. Segunda, el único motivo de que en aquel preciso momento no estuviera hundido en sus acogedoras profundidades era que aquella mujer le importaba demasiado como para arrebatarle la inocencia y después abandonarla sin más.
Cerró fuertemente los ojos y negó con la cabeza.
«¡Maldita sea! Me importa; me importa mucho. No quiero que me importe, pero me importa».
Le habría gustado no desearla hasta el punto de volverse loco, pero la deseaba. Deseaba desesperadamente ser capaz de hacerla suya y largarse sin más, pero no podía hacerlo.
Girando la cabeza, miró fijamente la única rosa amarilla que reposaba sobre la mesita que había junto a su butaca. Cogió la flor marchita y tocó sus pétalos con dedos dubitativos.
Incluso con un asesino pisándole los talones, de algún modo sospechaba que estaría más seguro en Londres.
Necesitaba marcharse de allí. Y cuanto antes mejor.

domingo, 27 de marzo de 2016

CAPITULO 31

- Tienes razón, PETER. Tal vez sea mejor que bañes a Winky, Pinky y Stinky.-
Le faltó poco para reírse a carcajadas cuando vio que PETER se ponía lívido.
- No, lo del jardín está bastante bien - Se apresuró él a rectificar.
- Tranquilo. Te prometo no obligarte a hacer nada indecoroso.-
- ¡Gracias a Dios! - PETER se levantó y se dispuso a coger la garrafa de brandy que había junto a la ventana - ¿Te importa que me sirva una copa?-
- Por supuesto que no. Ya te lo dije ayer, siéntete como en tu propia casa. Sírvete tú mismo, siempre que lo desees. Me alegra saber que alguien sabe apreciar el brandy de mi padre.-
- Muy agradecido.-
La miró con curiosidad. Un demonio interior, tal vez uno que quería demostrarle que él también podía comportarse de forma no convencional, le incitó a preguntarle:
- ¿Te apetece acompañarme?-
Ella levantó las cejas.
- ¿Yo?-
- Sí. Tu victoria bien merece un brindis. ¿Has probado el brandy alguna vez?-
- No, pero el brandy no es una bebida de mujeres - Contestó ella con una mirada maliciosa - Seguro que tú ya lo sabes.-
- Prometo no contárselo a nadie - Contestó él en tono divertido e incitador - ¿No sientes curiosidad por probarlo? Te aseguro que es un brandy excelente - Le alargó una copita - Pruébalo.-
LALI miró intrigada el líquido de color ámbar. El capitán Haydon Mills tomaba brandy a menudo, y LALI pensó que, si escribía sobre ello, por lo menos debería probarlo. Con finalidad exclusivamente literaria, por descontado.
Espiró sonoramente en señal de resolución y dijo:
- Como diría Winston: ¡Arriba, abajo, al centro y «pa» dentro!-
Y se tragó toda la copa de un solo trago. El fuerte licor dejó un ardiente rastro en la garganta de LALI, dejándola sin aliento y con lágrimas en los ojos.
- ¡Santo Dios! - Dijo respirando con dificultad. Y luego empezó a toser.
PETER se levantó y la ayudó a ponerse de pie. Colocándose detrás de ella, le dio palmaditas en la espalda hasta que ella dejó de toser.
- ¿Te encuentras bien? - Le preguntó cuando vio que volvía a respirar con normalidad.
LALI asintió sin demasiada convicción.
- Sí, ahora sí - Dirigió a PETER y a su copa de brandy todavía intacta una hosca mirada - ¿Cómo puedes beberte algo tan asqueroso? Es repugnante.-
Él contuvo una carcajada.
- Se supone que debe beberse a sorbos, no de un trago.-
- Y me lo dices ahora - Le dirigió una tímida sonrisa, que se desvaneció en cuanto sintió un repentino mareo - ¡Dios mío! Me siento bastante indispuesta.-
PETERs la tomó del brazo y la guió hasta un largo sofá de brocado que había delante de la chimenea.
- Siéntate - Le dijo mientras la ayudaba a sentarse, y luego se sentó a su lado - ¿Un poco mejor?-
LALI asintió.
- Lo siento, me he sentido tan rara durante un momento…-
Se reclinó sobre el respaldo y cerró los ojos. Sintió una repentina oleada de calor y mareo al mismo tiempo, que le dejó con una extraña y líquida sensación de languidez.
- ¡Santo Dios!-
PETER la estudió detenidamente, recorriendo lentamente su rostro con la mirada, fijándose en la delicada piel de sus pómulos, la sensual prominencia de sus labios, la elegante curvatura de su largo cuello.
- Te has bebido de un trago una generosa copa de brandy. Y el hecho de que apenas hayas probado la cena no va a ayudarte demasiado.-
LALI miró a PETER visiblemente sorprendida.
- ¿Cómo sabes que apenas he probado la cena?-
«No podía apartar los ojos de ti».
Siguió repasándola con la mirada y se detuvo en su vestido. En vez de responder a su pregunta, le preguntó:
- ¿Acaso el marrón es tu color favorito?-
Ella abrió los ojos de par en par.
- ¿Qué?-
- Todos los vestidos que llevas son de color marrón. ¿Es ése tu color favorito?-
Ella volvió a cerrar los ojos.
- No particularmente. El marrón está bien porque es un color muy sufrido, disimula la suciedad.-
- ¿No tienes ningún vestido de otro color? - Le preguntó él, imaginándose el aspecto que debía de tener con un vestido azul claro, del mismo color que sus ojos.
- Por supuesto que sí, tengo dos vestidos grises.-
«Dos vestidos grises» Aquellas palabras se le clavaron a PETER en el corazón. Ella las había dicho con una gran naturalidad, sin el menor signo de avergonzarse de ello. Jamás conocería a nadie tan poco vanidoso. Para contener el impulso de tocarla, ahuecó las palmas alrededor de la copa de brandy y apretó con fuerza contra el cristal.
- Lucy tiene vestidos de muchos colores - Señaló él.
- Sí. ¿No son preciosos? - Una tierna sonrisa iluminó su rostro - Lucy está en una edad en que los caballeros están empezando a fijarse en ella, especialmente uno de ellos. Es importante que se arregle para estar guapa. Le aconsejaré que se ponga su nuevo vestido verde claro para ir a la fiesta que dará Lorelei Smythe la próxima semana - Abrió los ojos y sonrió a PETER como si estuviera soñando despierta - A Lucy le sienta estupendamente el verde claro, ¿Sabes?-
Incapaz de controlarse, James alargó la mano y tocó suavemente la sonrojada mejilla de LALI.
- ¿Y tú irás también de verde claro?-
Ella se rió y negó repetidamente con la cabeza.
- No. Me pondré uno de mis vestidos grises.-
Como él seguía observándola, ella dejó de sonreír. Hizo un esfuerzo por incorporarse y le dijo:
- Te has puesto serio. ¿He dicho o hecho algo que te haya molestado?-
Él siguió recorriendo el rostro de LALI con la mirada.
- Qué va. Sólo me estaba imaginando lo preciosa que estarías con un vestido verde claro. O azul claro, a juego con tus ojos.-
A LALI se le escapó una risita indecorosa seguida de un hipo nada femenino.
- ¡Dios mío! ¿Qué diablos lleva ese brandy? - Se apretó las sienes con las yemas de los dedos - ¿Y bien? ¿De qué estábamos hablando? Ah, sí. Vestidos. Gracias por tus amables palabras, pero hace falta algo más que un vestido de color claro para hacerme parecer preciosa.-
Dejando su copa intacta sobre una mesita de caoba, PETER ahuecó las palmas en torno al rostro de LALI.
- Al revés - Dijo con dulzura mientras le acariciaba suavemente las mejillas con los pulgares - No se me ocurre nada que, de algún modo, pueda hacer sombra a tu hermosura, incluyendo los vestidos grises o marrones.-
Ella lo miró con los ojos como platos, y él enseguida leyó la confusión en su mirada.
- No es necesario que me digas cosas bonitas, PETER.-
Aquellas palabras se le volvieron a clavar a PETER en el corazón. Era tan preciosa. Por dentro y por fuera.
- Eres hermosa, LALI. Absolutamente hermosa - El rubor bañó el rostro de LALI y se dibujó una tímida sonrisa en sus labios - ¿Nunca te lo había dicho nadie? - Preguntó él.
Su rubor se intensificó.
- Solamente mi madre y mi padre. Nunca un hombre.-
- ¿Ni siquiera AMADink?-
- AMADEO. Y no.-
- Ese hombre es estúpido.-
A LALI se le volvió a escapar otro hipo y una risita.
- De hecho, por lo visto es poeta.-
- ¿Poeta? ¿Y no te dijo nunca que eras hermosa?-
- No. Al parecer, le dio por la poesía después de romper nuestro compromiso - Se inclinó hacia delante y le confesó - Es obvio que yo no era el tipo de mujer adecuado para despertarle la vena poética.-
A pesar de su actitud aparentemente despreocupada, PETER supo detectar cierta nota de amargura en aquellas palabras, una amargura que él se sentía impelido a desterrar.
- Te aseguro que tú podrías inspirar la vena poética en cualquier hombre.-
- ¿Ah, sí? - Una chispa de malicia iluminó los ojos de LALI - ¿Hasta en ti?-
- Hasta en mí.-
- No te creo.-
- Me encantaría demostrártelo… Pero te costará lo que nos hemos apostado.-
- ¿Te refieres a que entonces no podré obligarte a arrancar las malas hierbas del jardín?-
- Exactamente.-
LALI se dio varios golpecitos en la mejilla con los dedos mientras consideraba ambas opciones.
- Está bien - Levantando una ceja con malicia, añadió - Así podré poner a prueba tus dotes como tutor, comprobando lo bien que manejas el lenguaje - Se puso cómoda de una forma un tanto teatral, colocándose ruidosamente la falda alrededor del cuerpo y luego dijo - Estoy lista. Soy todo oídos.-

CAPITULO 30

Tras la cena, el grupo se retiró al salón, donde Andrew retó a James a una partida de ajedrez. Desesperadamente necesitado de estimulación mental, PETER aceptó. LALI, Lucy, Nathan y Callie se pusieron a jugar a cartas mientras tía JUSTINA se concentraba en su labor de punto. PETER se quedó impresionado por lo bueno que era Andrew jugando al ajedrez. El chico jugó astuta e inteligentemente, y PETER se lo pasó en grande.
- Jaque mate - Anunció PETER al final, mientras movía el alfil - Has jugado de maravilla, Andrew. Eres bueno - Elogió al muchacho - No me has dejado bajar la guardia. ¿Te enseñó a jugar tu padre?-
- Sí, mi padre nos enseñó a todos, salvo a Callie, claro. Siempre gano a Nathan, pero todavía no he conseguido ganar a LALI.-
PETER levantó las cejas en señal de sorpresa.
- ¿Tu hermana juega al ajedrez?-
- LALI jugaba incluso mejor que mi padre, y mi padre era muy bueno, se lo aseguro - Miró a PETER con curiosidad - Usted es bueno, pero apuesto lo que quiera a que LALI le gana.-
PETER llevaba años sin perder una sola partida de ajedrez. Recordaba su última derrota. Debía de tener aproximadamente la edad de Andrew y perdió con su tutor privado. Aquella derrota le había granjeado el mordaz desprecio de su padre.
- Perderías, Andrew.-
- ¿Lo dice en serio? ¿Quiere que hagamos una apuesta? - Preguntó Andrew con los ojos brillantes.
Las manos de PETER hicieron una pausa en la tarea de guardar las piezas de ajedrez.
- ¿Una apuesta?-
- Sí, yo apuesto por que LALI le gana al ajedrez.-
- ¿Cuáles son tus condiciones?-
Andrew estuvo un rato pensando, con la frente arrugada. De repente, se le iluminó el rostro.
- Si usted pierde, tendrá que ayudarnos a Nathan y a mí a acabar de construir nuestro castillo en el prado que hay junto al lago.-
PETER arqueó una ceja.
- ¿Y si gano?-
- No ganará - Afirmó Andrew taxativamente.
- Pero… ¿Y si, por algún milagro, ganara yo?-
- Bueno… - Era evidente que a Andrew aquella posibilidad no le cabía en la cabeza.
PETER se inclinó hacia delante.
- Si gano yo, tú y tu hermano ayudaran a vuestras hermanas a arrancar las malas hierbas del jardín.-
Una expresión de verdadero horror se dibujó en el rostro de Andrew.
- ¿Arrancar las malas hierbas del jardín? Pero eso es… Es cosa de chicas - Refunfuñó a modo de excusa poco convincente.
- Yo solía pensar como tú - Dijo PETER, sonriendo para sus adentros al pensar en la noche anterior - Pero hace poco he descubierto que las flores son algo sobre lo que debería saber todo hombre.-
- ¿Ah, sí?-
Era obvio que Andrew no sabía si tomarse o no en serio aquel consejo de hombre a hombre. PETER se puso la mano en el pecho.
- Confía en mí, Andrew. Ayudar en el jardín también es cosa de hombres. Además - PETER dirigió una sonrisita al muchacho - Si LALI es tan buena jugando al ajedrez como tú dices, no hará falta que arranques ni una sola hierba del jardín.-
- Tiene razón - Dijo Andrew aliviado - Me temo que va a tener que ayudarnos a construir el castillo - Alargando la mano sobre el tablero de ajedrez, el chico estrechó la mano de PETER y añadió - Hecho. Apuesta cerrada.-
PETER devolvió al muchacho el fuerte apretón de manos.
- Hecho.-
- ¿Cuándo la retará? - Preguntó el muchacho con impaciencia.
PETER buscó a LALI con la mirada, que en ese momento estaba mirando las cartas que tenía en la mano con expresión de seriedad.
- No te impacientes. La retaré esta misma noche - Le contestó con voz pausada.

- Tengo entendido que eres muy buena jugando al ajedrez.-
LALI, cuando se dirigía al despacho para escribir después de que el resto de la familia se retirara a descansar, se detuvo sorprendida. PETER estaba de pie junto a la puerta, apoyado en la jamba, soportando el peso de su larga figura con sus anchos hombros. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, y sus ojos verdes la estudiaban con interés. Ella anduvo hacia él mientras intentaba calmarse el pulso, que se le había acelerado súbitamente.
- Pensaba que todo el mundo se había retirado a descansar - Dijo LALI, deteniéndose ante él.
- Todo el mundo… Salvo nosotros - Dijo James con dulzura - Andrew me ha informado de que eres una excelente jugadora de ajedrez. ¿Puedo retarte a una partida?-
LALI levantó las cejas en señal de sorpresa.
- ¿No se da cuenta de que no sería correcto que nos quedáramos los dos solos, mirándonos fijamente sobre un tablero de ajedrez? No soportaría recibir otro sermón como el de antes.-
- He reconocido que me he pasado de la raya. Creía que habías aceptado mis disculpas.-
- Las he aceptado, pero…-
- Entonces juega al ajedrez conmigo, y haz el favor de volver a tutearme como antes cuando estemos solos.-
LALI dudó un momento. Realmente necesitaba adelantar su trabajo de escritura. Pero la posibilidad de pasar un rato a solas con PETER era sencillamente demasiado tentadora para ignorar aquella proposición. Las aventuras del capitán Haydon Mills podían esperar un par de horas.
Dirigiéndole una breve sonrisa, pasó de largo junto a él y entró en el salón.
- Me encantaría jugar.-
Se sentaron uno enfrente del otro, separados por la mesita de ajedrez de madera de caoba que había delante de la chimenea. Una lenta sonrisa arqueó las comisuras de los labios de PETER.
- ¿Qué nos jugamos?-
LALI le miró sorprendida.
- ¿Que qué nos jugamos? ¿Se refiere a que nos apostemos algo?-
Ella seguía sin tutearle.
- Exactamente. Eso hará la partida más interesante, ¿No te parece?-
- Quizá - Musitó LALI, algo azorada por tener que admitir que no le sobraba precisamente el dinero para jugárselo - Me temo que no me puedo permitir apostar demasiado.-
- No me refiero a apostar dinero.-
- ¿Ah, no? ¿Qué otra cosa podemos apostar?-
PETER se dio varios golpecitos en la mejilla con los dedos.
- ¡Ya lo tengo! Quien gane podrá pedir al perdedor que haga determinada tarea de su elección.-
- ¿Qué tipo de tarea? - Preguntó LALI, completamente despistada.
- Bueno, por ejemplo, si ganas tú, me puedes pedir que arranque las malas hierbas del jardín, y, si gano yo, te puedo pedir que me cosas la camisa. - En los labios de PETER se dibujó una lenta y seductora sonrisa - O quizá que me vuelvas a afeitar.-
LALI contuvo momentáneamente la respiración. Era evidente que le estaba tomando el pelo.
- Pero, PETER, yo estaría encantada de hacer cualquiera de esas dos cosas por ti de todos modos.-
Por fin, se dignó tutearle.
- Oh. Bueno, seguro que se me ocurre algo - Dijo él agitando la mano para quitarle hierro al asunto.
- Suponiendo que me ganas, claro.-
- Claro - PETER se acercó a la mesa y le preguntó en tono desafiante - ¿Jugamos?-
LALI se moría de ganas por iniciar la partida. Hacía siglos que no jugaba al ajedrez con nadie aparte de los chicos. Le dirigió una sonrisa confiada.
- Prepárate a recibir la paliza del siglo.-
LALI enseguida se dio cuenta de que PETER era un gran jugador de ajedrez. Disfrutando del reto, desplegó una ofensiva poco habitual que le había enseñado su padre, y contraatacó ante cada movimiento de PETER. Con cada jugada, fueron recobrando la fresca y desinhibida camaradería que tenían antes de la discusión. La distancia que había entre ambos al principio de la partida se disipó hasta tal punto que no dejaban de pincharse, bromear y reírse entre movimiento y movimiento.
Cuando llevaban dos horas de un juego sumamente reñido, PETER se reclinó sobre el respaldo del asiento con una mirada de suficiencia después de hacer un inteligente movimiento.
- Agárrate.-
- Si te empeñas - LALI se inclinó hacia delante y movió la reina - Jaque mate.-
La sonrisa de suficiencia y satisfacción se desvaneció de los labios de PETER. Bajó la mirada hacia el tablero y negó repetidamente con la cabeza, visiblemente asombrado. Luego la expresión de asombro dio paso a otra de clara admiración.
- Efectivamente, jaque mate – Asintió - No sé cómo lo has hecho, pero no te he visto venir - Se reclinó sobre el respaldo de la silla y sonrió - Quiero que sepas que hacía años que no perdía una partida de ajedrez.-
- No pareces demasiado molesto por la derrota. Tal vez no estés tan contento cuando me cobre lo apostado.-
- ¿Por qué? ¿Acaso ya tienes pensado qué deseas que haga?-
- Todavía no, pero lo de arrancar las malas hierbas del jardín tiene su atractivo.-
PETER se palpó el vendaje de las costillas y del hombro.
- Demasiado duro para un hombre en mi debilitado estado.-
Tosió varias veces exageradamente en un intento de darle lástima. _LALI frunció los labios en una mueca de fingida preocupación.