lunes, 28 de diciembre de 2015

CAPITULO 3

El mecánico y la secretaria.

Por alguna extraña razón ella había aceptado su invitación de tomar algo. Se había regañado a si misma mentalmente, pero igual estaba caminado detrás de aquella magnifica espalda hacia la barra. Oh sí, el hombre era sexy. 
Tenía ganas de salir corriendo de la terrible sensación de lujuria que él emanaba. Tenía que encontrar a EUGE. La había perdido de ...vista luego de que un muchacho la sacara a bailar y la gente se pusiera ‘loca’
Se sentaron y uno de los barman se acercó hasta ellos.
—¿Qué les sirvo? —preguntó.
PETER la miró para que ella pidiera primero. Ella sonrió. Eso era muy caballeroso. Sacudió la cabeza.
—Tomaré un speed con melón —dijo algo insegura.
—Yo quiero un gancia —dijo PETER.
El barman asintió y se fue dejándolos en un incómodo silencio. PETER miraba fijamente la pista de baile. Buscaba a NICO. Tenía que encontrar a su mejor amigo para que lo sacara de allí. No era una buena idea estar a solas con aquella morena. Pero no había podido evitar invitarla a tomar algo. Ella lo hacía sentir extraño. Maldita sea que ella le atraía. Había como una rara ‘química’ entre ellos.
LALI no miraba la pista, miraba fijamente sus manos. Sentía los dedos fríos. Tenía ganas de calentarlos contra el pecho de alguien… quizás del hombre que estaba a su lado. Volvió a sacudir la cabeza. ¿Qué era lo que ella estaba pensando? El hombre era sexy no podía evitar pensar en cosas malas. Hacía mucho tiempo que un hombre no despertaba su apetito sexual. El tal PETER lo había hecho desde que habían chocado en la pista. Le gustó la forma en la que él la había mirado. Y sus ojos eran tan hermosos. Muy diferentes a los de BENJAMI, los ojos de PETER decían todo de él. Era un buen hombre.
Oh, ¿hablas en serio? No puedes estar pensando eso de un hombre que ni siquiera conoces. ¿Acaso no has aprendido la lección? Todos son una porquería.
El barman regresó y les colocó sus respectivas bebidas en frente. PETER giró y le pagó. Se quedaron solos de nuevo.
—¿Y… qué haces? —le preguntó él para romper el molesto silencio.
—Soy… secretaria —le dijo. Eso no era del todo mentira. En realidad no era secretaria, ya que ella tenía una secretaría propia. Su abuelo la había nombrado gerente en la oficina y estaba encargada de planificar ciertas reuniones de socios, etc. —¿Y tú?
—Soy mecánico de autos y motos. Tengo mi propio taller —le contó.
—Eso es genial —sonrió ella.
PETER la miró y su corazón latió más rápido. A la mayoría de las mujeres les decepcionaba que él fuera un simple mecánico, incluso a MERY. Pero la sonrisa de LALI parecía sincera y de simple admiración.
—Empecé cuando tenía 15 años. Siempre amé los autos y esas cosas. Después comencé a juntar plata y me puse un pequeño taller con mi mejor amigo cuando ambos teníamos 18. Y ahora con 25 soy todo un hombre de negocios —bromeó y le dio un sorbo a su gancia.
—Debe ser increíble tener algo que es propio. Siempre me parecieron admirables esa clase de personas que quieren salir adelante cueste lo que cueste. Hasta te tengo envidia —dijo.
Él la miró algo sorprendido. Su voz se le había metido suavemente por los oídos, endulzándolo.
—¿Envidia? —inquirió. Ella asintió y bebió un poco de su trago.
—Me encantaría tener algo propio. Sin nadie que este juzgando lo que hago o dejo de hacer. Ya que eso sería mío y de nadie más.
—Eso es posible si tienes la suficiente fuerza de voluntad.
—Es fácil de decirlo —murmuró, pero él la escuchó —Tengo 23 años y todo el mundo se cree con el suficiente derecho de decirme que tengo o no tengo que hacer.
PETER se sintió algo aliviado al saber su edad. Ella simplemente parecía una chica de apenas 18 años. Iba a sentirse un poco mal si eso era así.
—Entonces deberías mandarlos a todos a… un lugar bien lejitos.
Ella sonrió. A PETER le gustó ver sus dientes.
—Puede que sí —le dio la razón.
Volvieron a quedarse callados, tomando su bebida en pequeños sorbos.
LALI se había imaginado a aquel hombre manchado de grasa de auto, sudado, salvaje… y eso la alteró. Era demasiado sexy. Tenía que dejar de pensar en él de aquella manera. Eso no era normal en ella, no.
PETER se había imaginado a aquella mujer metida una sexy falda tubo y una camisa apretada, un par de anteojos y una lapicera en la punta de la boca. Eso había sido demasiado… Estaba excitado.
¿Qué demonios está mal contigo, imbécil? Ni siquiera la conoces, y ya estas alzado como perro en celo.
Está vez él le dio un largo trago a su bebida. Tenía que alejarse de aquella morena. Ella era el pecado. Y por alguna razón quería pecar con ella. Conocer cada parte de su sensual y bien formada figura.
Volvió a beber… pero entonces ya no había más en su vaso. Llamó al barman.
—Tráeme algo más fuerte —le pidió.
—Para mí también —se apresuró LALI a decir antes de que se fuera. PETER la miró bien. Ella se encogió de hombros —Necesito olvidarme de un par de cosas.
—¿Mal de amores? —inquirió sorprendido.
—Odio de amores —aseguró ella.
—Sí, el amor apesta.
—¿Tú también tienes problemas?
—Al parecer todo se terminó.
—Oooh, entiendo —suspiró. Él vio la tristeza en sus ojos —Por lo menos no te dejó por teléfono a mitad de la noche para irse a Paris con su… ¿secretario?
Maldito infeliz ¿Le había hecho aquello? Por eso sus bonitos ojos marrones se veían tan apagados. Ella se sentía traicionada, lastimada… abandonada. Quiso acercarse y abrazarla. Pero eso sería muy raro, y él lo sabía.
Por eso mismo él había dejado las cosas claras con MERY. Ellos se tomaban un tiempo en el que podían ser libres. Pero de ninguna manera se le había ocurrido salir corriendo a buscarse otra. Hasta el momento…
Sacudió la cabeza, y se insultó mentalmente. El barman les dio sus tragos. PETER tomó su vaso y lo levantó. Miró a LALI.
—Brindemos porque el amor no sirve.
Ella sonrió y él sintió fuego en su ingle. La morena levantó su vaso y lo acercó al de él.
—Salud —dijo sonriendo.
—Salud —repitió él.
Chocaron sus vasos y bebieron el trago de una sola vez. PETER terminó primero que ella y apoyó el vaso con algo de fuerza sobre la barra mientras cerraba los ojos con fuerza.
El fuego del alcohol le estaba quemando hasta el alma. Escuchó que LALI tosía. Abrió los ojos y ella estaba roja como un tomate y tosía mientras reía. Él la miró divertido.
—E… eso fue… fuerte —logró hablar divertida.
PETER se acercó un poco a ella y suavemente palmeó su espalda. Luego de unos segundos ella se calmó. Se quedaron en silencio mirándose fijamente. Y de repente estallaron en risas.
El rico sonido de la risa masculina encendió el cuerpo de _LALI. En respuesta sus pezones se endurecieron. ¡Diablos si el hombre podía excitarla con una simple risa!
PETER se sentía contagiado por su risa… contagiado y caliente. Aquel trago no lo había ayudado a calmarse. Sino que lo había encendido más. Dejaron de reír.
—Hey Barm —lo llamó PETER —Trae cuatro vasos más de esos para la bella señorita y para mí.
—¿Cuatro? —dijo el hombre.
—Sí, cuatro —repitió él.
—Más vale que llamen un taxi para irse luego —aconsejó él y se fue.
Ellos dos se miraron a los ojos y volvieron a reír. Aquel trago había sido fuerte, ya que ambos se sentían malditamente alegres. Los tragos llegaron y ambos tomaron dos.
—¿Crees que puedes tolerar el alcohol, morena? —le preguntó él.
Ella arqueó una ceja y lo miró con desafío. PETER adoró esa mirada.
—¿Me estás desafiando? —le dijo. Él se encogió de hombros.
—No, solo estoy preguntando. Eres tan… pequeña que no sé en donde te va a entrar todo ese alcohol.
—¿Me estás llamando enana?
—Algo así —dijo quitándole importancia. Ella resopló.
—Te apuesto(...).
(...)lo que quieras que soy más tolerante que tú.
—Ojo, morenita, soy muy bueno ganando.
—Pues yo también.
Él no tenía ninguna duda que a ella le gustaba ganar. Aquella mirada desafiante le decía de todo. No era una mujer sencilla. Y le gustaba que no lo fuera.
—Acepto tu reto, morenita —le dijo —Si pierdes me pagas el taxi.
—Hecho —concedió muy segura —Pero si tú pierdes… pagas todos los tragos de la gente en este lugar.
Él apretó los labios y miró a su alrededor. Había mucha gente allí. No estuvo muy seguro de aceptar. Pero se lo pensó dos veces. Ella no iba a ganarle.
—Perfecto… acepto —dijo.
Y bebieron, haciendo juegos idiotas, olvidándose completamente de aquel reto. Pidieron más tragos. El barman quiso pararlos, pero PETER le había dicho que si ellos terminaban con un coma alcohólico no era asunto suyo.
LALI ya se reía de hasta cuando respiraba, se sentía tan feliz. Y estaba terriblemente interesada en tener a ese hombre un poco más cerca. Quería acariciarlo, besarlo, desnudarlo, lamerlo, morderlo y todo lo que se le pudiera pasar por la mente.
PETER se puso de pie en un salto. Todo dio vueltas a su alrededor. Apretó los ojos varias veces para tratar de ver bien. Agarró a _LALI de la mano y la paró frente a él.
Torpemente ella se quedó de pie. Todo giraba y se sentía liviana. Por Dios, aquello era grandioso. Perder casi la conciencia de los actos y dejar que los impulsos actuaran era lo mejor.
PETER la acercó a su cuerpo,(...)
(...)su aliento caliente le cayó cerca de la oreja. Ella se agarró de su camisa y cerró los ojos. Su aroma, ultra varonil, le entró por todos lados. Quería ese aroma en su piel. ¡Demonios que sí lo quería!
—¿Vamos a bailar? —le preguntó él con voz ronca.
Ella se estremeció.
—Bailar, saltar, volar —suspiró —Lo que quieras.
La arrastró al medio de la pista y la pegó a su cuerpo. No podía disimular su excitación, mucho menos cuando ella se frotó levemente contra él. Era más de lo que podía soportar. Quería tumbarla en algún rincón, arrancarle la ropa y hundirse en ella muchas veces. Una de las manos que estaban en su pequeña espalda bajó hasta acariciar aquel perfecto arco… bajó un poco más y su palma descansó contra su trasero. La acercó más a él y depositó un suave beso en la piel de su hombro. LALI se mordió el labio inferior al sentir su erección contra la parte baja de su vientre, y su mano en su trasero. Por Dios, ella estaba… excitada por él. Era conciente de cómo él la acariciaba y de cómo su respiración le bailaba cerca del cuello. Ese hombre debía ser un rey en la cama… de eso estaba completamente segura. Sintió que él la tomaba de la nuca y jalaba de ella hasta que su rostro estuvo dispuesto al suyo.
En los ojos de PETER había lujuria ¿Hacía cuanto que un hombre no la miraba de esa forma? Se sintió tan femenina, deseada.
—Eres muy hermosa —le dijo.
Ella volvió a morderse los labios. Eso lo volvió loco. Él tenía que besarla, hacer algo para sacársela del sistema.
—Eres muy amable —concedió LALI.
PETER se lamió los labios mientras su mirada estaba clavada en esos labios rojos.
—Sí, soy amable —la garganta se le secó. Él no debería… él no podía. Pero ¡Diablos! la deseaba más de lo que podía explicar —Y no sabes lo amable que puedo ser en la cama.
El corazón de LALI dio tres millones de latidos a la vez. La sangre se le calentó. Y ella ni siquiera sabía por qué seguía pegada a él, sintiendo su excitación, excitándose también. Tragó saliva. Jamás en su vida se había sentido así.
—Quizás tú y yo podríamos… —se detuvo.
¿Qué estaba mal con ella? No era una cualquiera que se iba a la cama con el primero que se le cruzaba. Jamás lo había hecho, le parecía caer muy bajo. Pero ahora simplemente lo deseada. Quería dejar de ser correcta y mandar todo al carajo.
—¿Podríamos qué? —la incitó él para que hablara. Ella notó el deseo en su voz. Siguió pensándolo.
—No, no podemos… no podemos —dijo torpemente.
—Te juro que voy a ser muy amable —él le ronroneó en el oído. Ella tragó saliva. PETER depositó un caliente beso en su cuello —Tan amable que iré despacio, muy despacio… hasta que te desmayes de lo dulce que voy a ser…
Bien, él no era un poeta. Pero eso había sido lo más lindo y caliente que le dijeron en su vida. Y se lo imaginó dentro de ella, haciendo despacio y luego…
Casi gimió ante la visión que se había formado en su mente.
—Bien —su voz sonó agitada. Lo miró a los ojos. Esos ojos la estaban quemando —Vamos a mi departamento, PETER

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