Llámame pecadora.
<<En cualquier momento me voy a hundir tan profundamente en ti que jamás vas a olvidar que estuve aquí>>
...
LALI ESPOSITO se estremeció ante el recuerdo de aquellas roncas palabras susurradas sobre su boca. Todavía no podía comprender como había dejado que aquello pasara. Simplemente se sentía una sucia. Se había acostado con un completo extraño. Con alguien del que apenas sabía el nombre.
Pero todo se le había ido de las manos. El alcohol le había jugado en contra. El alcohol y aquella profunda mirada oscura pero provocativa. Jamás un hombre la había mirado, acariciado, besado y hecho todas las cosas que él le hizo en una sola noche. Ese hombre debería estar prohibido en 47 paises y 7 estados. Era pecado, era deseo y ella no quería volver a verlo jamás en su vida.
Un nudo se formó en la boca de su estomago. No quería volver a verlo pero había sido algo injusta al echarlo así de su departamento. Él no le había dicho nada más que la verdad. Ella fue fácil, él fue fácil. Y lo fácil siempre dura poco.
Pero, ¿fácil? ¿Por qué se había entregado a él como si nada más importara? Ella acababa de salir de un doloroso desamor. Todavía pensaba en BENJAMI. Pero eso no le había impedido acostarse con PETER LANZANI.
¿Era tan fuerte la lujuria a veces que te hacía olvidar absolutamente todo lo correcto y moral que aprendiste en la vida? Al parecer si lo era. Y era una mierda.
Salió del baño envuelta en una toalla blanca, el pelo húmedo pegado a un costado sobre su hombro derecho. Se detuvo al observar la cama deshecha. Y sí, de otra manera no podía haber quedado. Sintió la sangre precipitarse a sus mejillas. Verdaderamente él había hecho todo con ella. Arriba, abajo, de costado, parado, sentado, etc. Se había vuelto vulnerable ante él, ante el deseo.
No puedo negar que lo disfruté, maldita sea.
No, ella no podía negarlo. Y ella no podía echarle toda la culpa al sexy mecánico. Se sentía estúpida por haberlo echado. Pero, en ese momento, estaba demasiado enojada como para pensar claramente. Ni siquiera tenía un número para llamarlo y disculparse.
—Estúpida, estúpida, estúpida. Eso eres, LALI, una estúpida —dijo entre dientes mientras se dirigía hacia su guardarropa. Abrió las puertas e ingresó.
Buscó un poco de ropa interior y se la puso antes de mirarse en el espejo. Sus ojos se abrieron bien al ver las marcas en su cuerpo. Se veía como una prostituta complemente saciada.
Una parte de ella se sintió aliviada al saber que no volvería a tomar contacto con él. La otra estaba deprimida. Él no parecía un mal hombre. Y por lo que recordaba era trabajador, dueño de su propia ‘empresa’. Cosa que ella no.
Sacudió la cabeza y buscó una remera ancha para dormir. No pensaba salir de su casa el día de hoy. Y tampoco mañana. Iba a quedarse tirada, llorando, comiendo kilos y kilos de helado mientras veía alguna película en donde el protagonista principal besara a su querida amada bajo la lluvia.
Terminó de vestirse y se dirigió a su cama. Antes de tirarse en ella decidió cambiar las sábanas. El olor del crimen estaba impregnado allí. Y ella ya no quería recordarlo. Cambió y arregló todo para luego tirarse en ella. Entonces por alguna extraña razón comenzó a llorar. Tomó una de las almohadas y la abrazó con fuerza. Se maldijo internamente ya que había olvidado cambiar las almohadas y esta tenía un agradable aroma a hombre.
No soltó la almohada sino que la abrazó más fuerte.
Estaba abatida, cansada, principalmente deprimida. Había dejado que un hombre la viera como lo que no era. No podía haber nada más humillante que eso (además de que tu novio te deje por teléfono y por una rubia pechugona)
Siguió llorando en silencio hasta que escuchó como la puerta de su casa se abría y un par de tacos sonaban con fuerza contra el suelo. Se sentó y se secó las lágrimas. Esa era EUGE y no quería que su amiga la viera de aquella manera.
Dos segundos más tarde la puerta de su cuarto se abrió y una algo enojada EUGE entró. Miró fijo a LALI que se encontraba sentada en la cama, con una almohada pegada a su estomago. La rubia frunció el ceño. Había algo raro en LALI.
—La próxima vez que se te ocurra colgarme piénsalo dos veces, LALI —le dijo.
La morena asintió débilmente.
—Lo siento —se disculpó en un susurró.
La expresión del rostro de EUGE cambió. Ahora tenía una mueca de preocupación y confusión. Sin dudarlo se acercó un poco a la cama y se sentó en el borde.
—¿Por qué estuviste llorando? —le preguntó sin vacilar. LALI tragó saliva. No era buena ocultándole cosas a su mejor amiga. Y si no se lo decía a alguien iba a explotar.
—Hice algo malo —le dijo. Britt frunció el ceño. ¿Había hecho algo malo? ¿Qué cosa podría ser tan mala como para estar así? Entonces abrió bien los ojos.
—Oh, dime que me hiciste caso y contrataste a alguien para castrar al mal nacido de BENJAMI y haré una fiesta ahora mismo.
LALI rió por lo bajo. EUGE aun tenía en la cabeza aquella descabellada idea. Aunque a decir verdad no era tan mala. Sacudió la cabeza y se concentró. Volvió la mirada a la rubia.
—No, no fue eso —dijo.
EUGE se puso de pie y comenzó a caminar de un lado para el otro. La morena solo podía observarla. Entonces la rubia se giró a verla mientras la apuntaba con un dedo.
—¡Te fuiste con alguien anoche! —casi gritó.
Los ojos de LALI se abrieron bien. EUGE era muy buena deduciendo cosas, solo cuando quería.
—Bueno, yo…
Su amiga se acercó y le miró al cuello. Rápidamente se llevó la mano a la boca y dio unos cuantos pasos hacia atrás.
—Estás chuponeada —murmuró.
LALI bajó la mirada apenada. Ahora EUGE también la vería como algo que ella no era. Eso era realmente humillante.
—Te juro que yo no quise…
Entonces la rubia comenzó a gritar y a saltar como una loca. LALI la miró realmente confundida. ¿No se suponía que le daría el sermón de su vida y esas cosas?
Cuando al fin la rubia terminó de ‘festejar’ volvió a sentarse en la cama con la mirada brillosa de emoción. Parecía contenta. Cosa que confundió aun más a LALI.
—Por dios, LALI —rió divertida EUGE —Tienes cara de: Oh sí, tuve muchos orgasmos.
La mandíbula de LALI casi toca el colchón antes de soltar una nerviosa carcajada. EUGE se unió en su risa.
LALI se tapó la cara con una almohada para ocultar el rojo de sus mejillas. Su amiga tenía razón. Oh sí, había tenido muchos orgasmos.
EUGE le quitó la almohada y comenzó a llenarla de preguntas. LALI contestaba a todo con si o no. No estaba dispuesta a dar muchos detalles. No quería seguir recordando, pero con cada pregunta que su amiga le hacía, más presente tenía todo.
—Ya, EUGE —dijo cuando su amiga comenzaba a hurgar en detalles más… íntimos.
—Es qué necesito saber, LALI.
—No, no necesitas saber más nada.
La rubia se cruzó de brazos y resopló. Odiaba que LALI_a veces fuera tan reservada y no le contara cada detalle, hasta el más mínimo toque o lo que sea que haya vivido con aquel sexy hombre.
—¡Casi lo olvido! —exclamó de repente EUGE. LALI se sobresaltó un poco ante el grito de ella y se cayó de la cama.
—¿Podrías avisarme la próxima vez que se te ocurra romperme los tímpanos? —le preguntó con sarcasmo mientras se ponía de pie —Te estaré eternamente agradecida si lo haces.
—No seas así de mala conmigo, LALI. Solo me acordé de algo.
—¿Y de qué cosa?
Se sentó de nuevo en la cama y esta vez arrojó la almohada lejos. Ya no quería seguir teniendo el perfume de PETER cerca. Luego quemaría esa almohada. Sin duda tendría que quemar la habitación completa para borrar la mancha del pecado.
No estarás exagerando un poco, ¿verdad?
Se rió para dentro de si misma. Verdaderamente era patética a veces, en todos los sentidos de la palabra patético.
—¿Cómo era su nombre? —preguntó su amiga. LALI sacudió la cabeza saliendo de sus pensamientos.
—¿El nombre de quien? —inquirió.
EUGE puso los ojos en blanco y luego la golpeó levemente en el brazo.
—Por Dios, niña, deja de pensar en el placer que te otorgó —dijo divertida. LALI se sonrojó al instante —Eres un sucia, si estabas pensando en eso.
—Nonono, te juro que no —negó efusivamente —Además… no sé su nombre —eso si era una gran mentira. Pero sabia que era mejor así. EUGE la miró espantada.
—¿Cómo que no sabes su nombre? —dijo ella sin poder creerlo. LALI se encogió de hombros.
—No —suspiró —Simplemente no se lo pregunté.
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