lunes, 28 de diciembre de 2015

CAPITULO 5

Lujuria, que buena amiga.

Y sí, ella lo estaba pagando. Lo pagaba por cada vez que su cuerpo se acompasaba al ritmo de aquella mano caliente y luego él la dejaba sin nada.
Sollozó y apretó las sábanas con fuerza… quería romper todo. Romper, tirar, gritar, apretar y volver a romper. 
Él la acaricia allí, donde más lo necesitaba. Y de la misma manera que ella lo había hecho con él, dejando a un lado sus súplicas y dejándola cerca, muy cerca. Le daba todo y nada a la vez. Jamás, jamás, pero jamás de los jamases, LALI se había sentido tan desesperada como se sentía en ese momento.
—Abre más las piernas para mí, maldita sea —gruñó PETER.
Ella obedeció y entonces él hundió un dedo en su interior. LALI jadeó y arqueó la espalda. Sentía que se estaba quemando en todos lados. De alguna manera tenía que apagar el fuego que él le había iniciado.
PETER estaba fascinado. Los sonidos que ella hacía eran tan dulces. Le gustaba la forma en la que respondía a sus caricias. Lo hacía sentir… único. Como si a ella nada más le importara en el mundo que él y llegar pronto al orgasmo.
Volvió a disminuir el ritmo. LALI se quejó y se movió buscándolo.
—Por… por favor, PETER, por favor —le rogó.
—Ahora sabes quien manda aquí, ¿verdad? —le preguntó. Ella asintió efusivamente. Él volvió a acariciarla pero no fue suficiente para aliviarla —Quiero que te corras, LALI.
—¡También yo! —exclamó.
Entonces PETER empezó de nuevo con aquel perverso juego, haciéndola sentir totalmente vulnerable a él. Y de repente estaba cerca, muy cerca de tocar el cielo con las manos. Solo algo le faltaba… necesitaba algo más.
PETER aplastó su boca contra la suya, acallando sus gemidos, llenándola de calor. Le mordió y chupó los labios a medida que el deseo crecía.
—En cualquier momento me voy a hundir tan profundamente en ti que jamás vas a olvidar que estuve aquí —le gruñó sobre la boca.
Y eso era lo que ella necesitaba…
El dulce éxtasis bailó a través de ella, abrumándola. Se vio a si misma en el borde de un precipicio y cayó. Gimió su nombre y se aferró a él como si su vida dependiera de ello. Su cuerpo se expandió y luego volvió a su centro. Maravilloso y extremo, el placer la sacudió, llenando su cuerpo de suaves espasmos.
Todo volvió a la calma, menos su respiración. Agitada abrió los ojos despacio, para encontrarse con aquella mirada llena de pasión. Él seguía acariciándola pero lánguidamente.
—Necesito más de ti, PETER —le dijo.
—Que hermoso fue verte llegar —aseguró él algo agitado.
Verla, sentirla… había sido maravilloso.
—Hazme llegar de nuevo…
Él juró por lo bajo y se agitó aun más. El dúctil aroma de su cuerpo lo rodeaba, pidiéndole a gritos que no se resistiera más.
—¿Qué tan duro puedes tomarlo? —quiso saber.
No quería lastimarla, no. Pero iba a perderse en ella… sí, no iba a poder controlarse.
—Tan duro como puedas darlo —gimió suave —Hazlo ahora porque sino voy a matarte…
Él soltó una suave risita. Hasta excitada ella era graciosa. Se acercó y juntó sus labios. Alzó un poco las caderas y se alineó a ella.
LALI recibió su beso casi desesperada. Su erección la acarició despacio. Ella suspiró. Él seguía jugando con ella e iba a pagar por eso. Se agarró de él, alzó un poco la cabeza y lo mordió justo en la unión del cuello y el hombro. PETER apretó los dientes y maldijo.
—Muérdeme de nuevo… y verás —le advirtió. Ella lo mordió un poco más.
Entonces él empujó y entró. LALI se vio atravesada por un rayo. La cama protestó ante el violento movimiento. Y todo se descontroló aun más.
Aquello era salvaje, demasiado intenso para LALI. Le clavó las uñas en los hombros y bajó por aquella rocosa espalda, hasta llegar a sus aceradas caderas. Tocar sus caderas y sentir como empujaban era… hermoso. El placer se transformó en delirio… sentir aquel cuerpo empujando una y otra vez en su interior era más de lo que se había imaginado.
PETER apenas podía respirar. Estar dentro de ella era más de lo que había esperado. Sus gemidos lo estaban matando. Caían calientes cerca de su oreja, excitándolo más allá de lo que alguna vez había llegado.
Le besó la mejilla izquierda y subió hasta su boca… se alejó un poco para mirarla a la cara. Le fascinó el color rojo intenso de sus pómulos. Le fascinó lo salvaje que se veía. Le fascinó saber que era él el que provocaba todo eso…
Sus labios soltaron un suave y agitado PETER, y sus manos acariciaron y apretaron aquellos fuertes brazos. La sensación de su fibroso pecho rozando una y otra vez sus hinchados pezones la estaban quemando. Era poco, no le alcanza… necesitaba solo un poco más.
—¿Quieres más, cariño? —le preguntó.
—Oh, Dios,… sí —gimió ella.
Él empujó más. Cada embiste era un gran alivio e incremento para LALI. Sintió que el éxtasis le tocaba el alma, haciéndola olvidarse de todos y de todo. Menos del hombre ‘casi’ desconocido con el que estaba compartiendo algo tan íntimo como el placer. Levantó las piernas y rodeó sus caderas.
El gruñó, ella gimió, la cama se quejó. Para ambos todo daba vueltas. La habitación se llenaba de calor, jadeos, más calor.
PETER tocó sus labios con los suyos, robándose sus gemidos, llenándose el cuerpo de ellos.
—Eres perfecta… si que eres perfecta…
LALI tiró la cabeza hacia atrás, mientras que una nueva oleada de regodeo llegaba a ella. PETER se inclinó y le mordió el cuello, enviándola directamente al orgasmo.
Fue mucho mayor que el primero. LALI gritó su nombre y se perdió completamente en la lujuria. No lo sabía, pero iba a arrastrarlo con ella…

Para PETER aquello el límite, estaba listo. Tenía que dárselo, él necesitaba liberarse. No le costó mucho.
—Oh, Diablos —apretó los dientes —LALI… —jadeó.
Cada parte de LALI lo apretaba y mantenía dentro de ella, haciendo que le fuera imposible respirar. Hundió el rostro en su cuello gimiendo mientras se derramaba en su cuerpo.
LALI suspiraba por cada vez que él se liberaba. Aquella sensación caliente que tocaba su interior era simplemente… maravillosa.
Y entonces se desplomó sobre ella con el rostro aun contra su garganta. Se sentía como si acabara de correr una maratón de 500 kilómetros sin parar. Pero sin lugar a duda había sido la mejor maratón de su vida.
Ella acarició su espalda, calmando el ardor de las marcas que sus uñas habían dejado. Su respiración pesada le hacía cosquillas. Un escalofrío la recorrió.
PETER aun seguía sepultado en ella.
—Wow,… eso fue… increíble —musitó LALI luego de unos cuantos segundos de estar callados compartiendo la calma de la noche.
Él levantó la cabeza y la miró, sonrió de costado, y ella sintió cosquillas en su vientre. Se relamió los labios.
PETER se irguió de nuevo en su interior. Eso no podía ser posible. Ella lo miró sin poder creerlo. ¿Acaso el hombre era el Dios del sexo? Sí… seguramente lo era, ya que estaba excitado de nuevo. Y a decir verdad ella también. Jamás había tenido tan buen sexo…
PETER giró sobre el colchón y LALI quedó sobre él. Gimió al tenerlo tan adentro gracias a aquella postura.
—Sé lo que estás pensando —le dijo.
Ella arqueó una ceja.
—Ah, ¿si?
—Ajá —asintió él y con una de sus manos le dio un firme azote en la piel de sus nalgas. LALI siseó, se levantó y cayó de nuevo sobre él. Jadeó —Podemos repetirlo de nuevo, Gatita… Y seguir toda la noche.
—¿Tú crees? —preguntó agitada. Comenzó a moverse suavemente sobre él.
—Sí, yo creo —con sus manos la tomó de las caderas, manteniéndola inmóvil. LALI lo miró fijo a los ojos, desafiante.
—¿Y por qué lo crees?
Apoyó sus manos sobre aquel majestuoso pecho. Lo acarició. ¿En donde podría encontrar otro igual? Estaba segura de que en ningún otro lado. Él era único.
—Porque no nos detendremos hasta que el sol entre por esa ventana… O estés demasiado dolorida para seguir soportándome…
—¿Es una orden? —quiso saber ella.
—Sí, es una orden —afirmó.
—Tus órdenes son deseo para mí, mecánico

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