sábado, 4 de febrero de 2017
CAPITULO 80
—No estás en condiciones —razonó—. El bebé...
—Al bebé no le va a hacer daño. No es que yo entienda mucho de esto, pero no
creo que los maridos y las mujeres dejen de amarse cuando esperan un hijo. Por lo
menos hasta el último mes de embarazo o por ahí. Por favor, Peter; te necesito.
Su ruego hizo vibrar el debilitado dominio de sí mismo de Peter. Se desató la
espada y se tumbó junto a Lali, aferrándose a ella con lacerante desesperación.
—Me pone enfermo pensar en lo cerca que he estado de perderos a ti y al niño.
—No nos vas a perder nunca, Peter . Nunca volveré a dejarte. Te quiero
demasiado.
Él cerró los brazos en torno a ella, y su boca se pegó a la suya con un gruñido de
cruda necesidad. La besó con ansia, y su reticencia se fue evaporando a medida que
la iba despojando de la ropa para recrearse en la suculenta carne que escondía. Lali
gimió, apretándose contra él, tocándolo y acariciándolo, cimbreándose contra la
inflamada arista de su virilidad con licencioso abandono. Cuando no pudo seguir
soportando la barrera de la ropa que se interponía entre ellos, empezó a rasgarla con
frustración.
Peter emitió un hondo gemido gutural y se arrancó las prendas en cuestión,
tirándolas al suelo junto a las de ella. La fresca piel de Lali absorbió su calidez
mientras se apretaba contra él, y se dio cuenta de que le estaba llevando más allá del
límite. Él apretó los dientes mientras ella le acariciaba con reverencia los hombros, el
pecho, el estómago, la promitente arista de su sexo; oh, aquella piel, tan suave y tan
sedosa, y al mismo tiempo firme e inquebrantable como el acero. Cuando cerró la
mano alrededor de él, él se movió violentamente contra su palma. Apareció una gota,
y Lali bajó la cabeza para lamerla con delicadeza. Estaba ligeramente salada y
deliciosa.
—¡Por todos los santos, Lali! —gritó él, fuera de sí—. ¡Basta! Me estás
matando. Túmbate boca arriba y déjame amarte.
Cubrió los pletóricos pechos con sus manos y bajó la boca, jugando a
estimulárselos por turno hasta que se irguieron en rígidos botones. Sus hábiles
manos vagaron por el cuerpo de Lali acariciándola con amorosa ternura. Ella soltó
un agudo suspiro cuando los labios de Peter siguieron el mismo camino, bajando
por su tripa y besando la piel tirante que albergaba a su hijo. Después de adorar
absolutamente su monte de Venus, se deslizó hacia más abajo, y más abajo aún,
sondeando y estimulando con las manos y la lengua los resbaladizos pliegues de su
feminidad.
Lali gemía suavemente y se movía al compás, retorciéndose contra la húmeda
calidez de la boca de Peter , sus manos inconscientes tendiéndose hacia él, que tan
diligentemente paseaba la lengua por la sensible fuente de sus placeres.
La pasión fue encendiéndose en Lali mientras los labios y la lengua de
Peter la acariciaban. Era un abandono ciego, primitivo. Era pura magia. Era
rendirse. La liberación llegó con la fuerza de un embravecido tornado, llevándose su
espíritu y robándole el alma.
Respirando agriadamente, Lali volvió a la realidad. Peter la contemplaba
con un destello más brillante que la plata en los ojos.
—¿Estás bien? —Sus palabras traslucían un sincero interés, y Lali sonrió,
haciéndole sentirse considerablemente más tranquilo—. Ahora me voy a meter
dentro de ti, mi amor. Voy a ser todo lo delicado que pueda, pero estoy tan duro que
tengo miedo de hacerte daño.
—No me haces daño —murmuró Lali—. Te quiero dentro de mí. Me muero
de ganas de volver a sentirte dentro.
Irguiéndose y colocándose encima de ella, sus manos hallaron su tibieza y sus
dedos la penetraron, preparándola para su entrada. Peter arrastró
parsimoniosamente la abultada punta de su miembro contra el rocío de los pliegues
de ella mientras con el pulgar le acariciaba el capuchón de carne que ocultaban. La
fue excitando poco a poco, con suavidad y a conciencia, y cuando la tuvo jadeando y
retorciéndose debajo de él se deslizó en su húmeda y lubricada calidez, meciéndose
luego suavemente de atrás adelante para meterse más profundamente con cada
movimiento.
—Válgame Dios, esto es lo más cerca que se puede llegar a estar del paraíso —
susurró entrecortadamente.
Lali levantó las piernas para acoplarse, alzando deseosa las caderas hacia él
cada vez que la penetraba. Él arqueó las suyas para introducirse más adentro,
moviéndose cada vez más rápido y perdiendo la capacidad de controlarse a medida
que la apretada vagina de Lali lo iba succionando hacia lo más hondo de su
interior. Se restregó contra ella, agarrándole las nalgas y levantándoselas a cada
penetración. Queriendo prolongar aquel placer, le agarró la cara y la besó
apasionadamente. Notó cómo la tensión iba creciendo en ella mientras jadeaba contra
sus labios. Sintiendo que ella estaba cerca del límite, la llevó rápidamente al clímax
antes de perder por completo el control de sí mismo.
Lali, inundada de sensaciones, respondía a los besos de Peter enroscando
su lengua en la de él y adelantando el cuerpo al encuentro de su crecido miembro. De
pronto, un rayo la alcanzó en pleno acalorado centro, ante sus ojos explotaron
estrellas y el éxtasis la recorrió, estremeciéndola.
A Peter el final le llegó de forma tan violenta que estuvo a punto de perder el
sentido. Entre jadeos y gemidos, lanzó su semilla en lo más hondo de las entrañas de
Lali. Luego, temeroso de aplastarla, se tendió de espaldas en la cama y se apretó
contra ella, reacio a dejarla marchar.
—Eso ha sido... espectacular —dijo tímidamente Lali.
Peter soltó una carcajada.
—¿Sólo espectacular? —De pronto se puso serio—. No te habré hecho daño.
—¿Qué daño podría hacerme algo tan... espectacular? Me has dado un placer
muy grande, Peter, y tú lo sabes. Hacía tanto tiempo que ya casi me había
olvidado de lo maravilloso que puede llegar a ser. En el convento intentaba no
pensar en ello, porque estaba segura de que nunca iba a volver a experimentar este
tipo de placer tan adictivo.
—Habría venido antes a buscarte, pero mi maldita pierna rota y la fiebre que
me sobrevino me han tenido postrado mucho más tiempo de lo que esperaba. Si no
llega a ser por las artes curanderas de Lani no estaría aquí ahora.
—¿Lani? ¿Estuviste en Andros? No entiendo...
—Es una larga historia, amor.
—Cuéntamela. No tengo nada de sueño.
Acomodándose junto a ella, Peter le explicó las circunstancias en que le
habían herido.
—Sobreviví a la batalla naval sin un rasguño. Igual que la mayor parte de mi
tripulación.
—Entonces ¿cómo...?
—Fui herido por uno de los guardias de palacio. La reina no me había dado
exactamente permiso para huir de Inglaterra la víspera de mi boda con Lady Martina .
Lali clavó en él una mirada cautelosa.
—¿Te ibas a casar con Lady Martina? —Los ojos se le empañaron—. ¿Debo
entender entonces que tú y yo ya no estamos casados?
Peter sonrió y le besó la punta de la nariz.
—Seguimos estando totalmente casados, mi amor. El documento de anulación
no lo firmé con mi nombre de verdad: firmé "El Diablo", con la esperanza de que
nadie comprobara la firma. Ahí estuve listo, ¿no te parece?
—Pero ¿qué necesidad había de andar con subterfugios? —quiso saber Lali—.
Si no querías poner fin a nuestro matrimonio, tenías que habérselo dejado claro a la
reina.
—Eso, amor, es más fácil de decir que de hacer. Desafiar deliberadamente a la
reina es buscarse la ruina. Es cosa más que sabida que quienes no la complacen
acaban en la Torre de Londres. A mí me amenazó con meterme en prisión y
confiscarme todo lo que poseo si no accedía a casarme con Lady Martina. Y no soporto
los lugares cerrados. Planeé con mucho cuidado la huida, pero no tuve en cuenta el
detalle de que Lord Harley me estaba espiando.
—¿Hiciste todo eso por mí?
—Por nosotros. ¿Cómo me iba a casar con Martina estando enamorado de ti? Tú me
lo pusiste bastante difícil al marcharte tan de golpe de Inglaterra. Si te hubieras
quedado y me hubieras dicho lo del niño, es posible que la reina hubiera acabado
cediendo.
Lali miró a Peter con tal aire de remordimiento que a él le dieron ganas de
besar sus dulces labios hasta que las comisuras se le alzaran en una sonrisa. Lo hizo,
y no sólo cosechó la deseada sonrisa sino también un suspiro de satisfacción.
—¿Podrás volver algún día a Inglaterra?
—A Inglaterra ya no me ata nada. Vendí la Residencia de los Lanzani y retiré todos
mis fondos del banco. Todo cuanto poseo está ahora en Andros.
—¿Vendiste la Residencia de los Lanzani? Oh, Peter, cuánto lo siento. Sé lo
mucho que amabas ese lugar.
—Pero a ti te amo más —dijo él, con tanta vehemencia que Lali no halló razón
para dudarlo—. Y también amo Andros. Antes de que pase mucho tiempo vamos a
tener vecinos. Algunos de mis marineros me han expresado su deseo de casarse y
establecerse en la isla. El pueblo crecerá, y pronto habrá niños para que nuestros
pequeños puedan jugar con ellos.
De pronto, una sombra cruzó la mirada de Lali. Peter no pudo evitar notar
el cambio.
—¿Qué te ocurre, mi amor?
—¿Seguirá el Diablo surcando los mares en busca de barcos españoles que
saquear?
—Esos tiempos ya han pasado, Lali. Mi venganza contra los españoles se
terminó el día que me casé contigo. Me ha costado mucho tiempo darme cuenta de
que en la vida hay cosas más importantes que la venganza. Yo era un hombre
amargado porque vivía con odio, y hasta que te conocí no había sabido lo que es el
amor. Pero de ahora en adelante me voy a concentrar en mi plantación. Inglaterra
todavía necesita la madera que exporto en mis barcos. Mi abogado londinense ha
accedido a encargarse de mis negocios en Inglaterra. Y dudo muy seriamente que la
reina vaya a ir a molestarnos a Andros. Ya no es tan joven. Lo más probable es que su
sucesor promulgue una amnistía para las personas que como yo la deseen.
—A mí me da igual dónde vivamos, Peter, mientras estemos juntos tú y yo.
¿Y qué pasa con Nico Riera?
—Conoce mi decisión de retirarme de mi trabajo de pirata. Todavía no me ha
dicho si piensa retomado él en el punto en que yo lo he dejado o si prefiere sentar la
cabeza. Le he ofrecido uno de mis barcos por si todavía tiene ganas de salir al mar a
la aventura. Y, desde luego, tiene dinero suficiente para retirarse si lo desea.
—Acerca de Euge: no te vas a arrepentir de haberla dejado venir con
nosotros. Es mi amiga. Yo me ocuparé de ella.
Peter soltó una risita.
—Se te ha adelantado Nico. Ya ha decidido que se hace responsable de ella. De
hecho, parece que está bastante encariñado con ella, y ella con él. Pero olvídalo; estoy
hambriento de ti otra vez. Cada uno de los días que he pasado sin ti ha sido una
eternidad. Quiero amarte otra vez... si no estás demasiado cansada —añadió
esperanzado.
—Eso es justo lo que quiero yo —suspiró Lali, apretándose contra él en
patente invitación.
Peter se tomó su tiempo para excitarla, besándole los labios, la cara, los
pechos, pulsándole los tiernos pliegues de entre las piernas. De pronto giró sobre sí
mismo para quedar tumbado de espaldas, colocándola encima de él. Le bajó la cara
hasta la suya, la sujetó con una mano por la nuca y la besó con ansia. Descendió con
los labios por su garganta. Ella en respuesta se estremeció.
—Dios, Peter... —Le entrelazó los dedos en el pelo, agarrándose a él con
inconfundible urgencia mientras su sexo vibraba contra su estómago. Él rodeó uno
de sus dulces pechos con la mano y le acarició el turgente pezón con el dedo. Ella
soltó un gritito cuando el se metió el pezón en la boca y chupó suavemente.
—¡Métete dentro de mí! —Esa súplica hizo que Peter se inflamara y se
endureciera hasta extremos casi dolorosos.
Obedeciendo a sus más fervientes deseos, Lali se incorporó ligeramente,
agarró en toda su extensión el sobresaliente sexo y lo condujo hacia su interior,
inclinándose hacia él al mismo tiempo. Incapaz de permanecer pasivo, Peter
empujó hacia arriba, entrando por completo.
Olas de placer sacudían a Lali, que se deleitaba en cada uno de los matices de
aquel amor que él le hacía: sus delgadas caderas contra la cara interior de sus muslos,
la sensación de sus manos fuertes abarcándole las nalgas, inmovilizándola cada vez
que empujaba hacia arriba para penetrarla. El palpitante calor de él en su interior,
grande y duro, rodeado de su propia humedad, la sensación de su carne tersa y
musculosa bajo sus manos. Nunca se cansaría de la magia de su amor con Peter .
De pronto se sintió liviana y sin fuerzas, y se dejó llevar por la inconsciencia
mientras el éxtasis se agitaba en ella. Llamó a Peter por su nombre, pero él estaba
demasiado embebido en su propio clímax para responder. Moviéndose de un modo
frenético, Peter tiró de ella hacia abajo y buscó sus labios, penetrándole con la
lengua la boca en perfecta armonía con la penetración de más abajo. Se puso rígido y
exhaló un grito ronco cuando el vaivén le hizo perder el control.
Al cabo de un largo intervalo, Peter atrajo a Lali hacia sus brazos.
—Duérmete, mi amor.
Lali suspiró con satisfacción y, relajándose en su abrazo, se entregó al sueño.
Peter se despertó temprano y bajó al salón de la venta, donde descubrió que
Nico y Euge habían desayunado ya y los estaban esperando a Lali y a él.
—¿Dónde está Lali? —preguntó, preocupada, Euge —. Se encuentra bien,
¿verdad?
—Está perfectamente —sonrió Peter —, sólo que exhausta. Creo que le
convendría pasarse el día descansando. —Y, volviéndose a Nico, añadió—: Euge y
tú podéis ir por delante y esperarnos a bordo del Vengador.
—¿Estás seguro, Peter? —preguntó Riera, inquieto—. Es peligroso
quedarse mucho tiempo en un país hostil.
—Según me ha dicho Lali, ella es libre de dejar el convento cuando quiera.
Todavía somos marido y mujer, y nadie puede impedirme que me lleve lo que es
mío.
—Muy bien, entonces Euge y yo partiremos de inmediato. Si en veinticuatro
horas no os habéis reunido con nosotros, volveré a buscaros.
Peter sonrió ampliamente, dándose cuenta de lo afortunado que era por
tener un amigo tan leal como Nico Riera.
—Lali y yo os seguiremos mañana a primera hora de la mañana. Te prometo
que nos reuniremos con vosotros dentro del tiempo previsto.
Se despidieron unos de otros. Antes de volver al piso de arriba a ver a su
durmiente esposa, Peter encargó que les llevaran el desayuno a su habitación.
Lali agradeció la atención que Peter le prestaba. Era verdad que estaba
exhausta. Haber vuelto a ver a Peter, enterarse de que él la quería y haberse
pasado la noche anterior largas horas haciendo el amor con él eran demasiadas
emociones para una dama embarazada. Últimamente parecía que se cansaba
fácilmente. Peter no tuvo que insistir mucho para convencerla de que se pasase el
día en la cama; también ella agradeció esa ocasión de pasar un día entero a solas con
Peter sin ninguna interferencia.
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Lali merece por fin ser feliz :)
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