El 27 de
agosto me reincorporo a mi trabajo.
Mi jefa está
de vacaciones y eso me permite un respiro. No tener su tóxica
presencia a mi alrededor es lo mejor para mí. Miguel
tampoco está y echo en falta
sus bromas. Pero mi estado de ánimo es tan apático
que casi prefiero que nadie me
mire ni me hable.
Cada vez que
miro hacia su despacho o entro en el archivo, el alma se me cae a
los pies. Irremediablemente pienso en PETER. En las
cosas que me decía, que me
hacía en aquel lugar y tengo que hacer grandes
esfuerzos por no llorar.
Mis amigos
no han salido de vacaciones, por lo que quedo con ellos algunas
tardes cuando salgo del gimnasio y nos vamos al cine
o a tomar algo. Mi buen
amigo Nacho intenta hablar conmigo, pero yo me
niego. No quiero recordar lo
ocurrido. La presencia de PETER en mi corazón
todavía está demasiado presente y
hasta que no consiga olvidarlo, sé que mi vida no
volverá a la normalidad.
El 31 de
agosto recibo un mensaje de BENJAMIN. Está en Madrid por un caso
hasta el día 4 de setiembre y se aloja, como
siempre, en un hotel cercano a mi casa.
Quedamos en vernos.
Lo llevo un
día a cenar a la Cava Baja y otro día a un restaurante japonés. Esos
días, tras la cena, quedo con mis amigos y nos vamos
de copas todos juntos.
Sorprendentemente veo que hace muy buenas migas con
mi amiga Azu y eso me
complace. BENJAMIN cumple con su palabra. Se
comporta como un amigo y se lo
agradezco.
El 3 de
setiembre, mi jefa, Miguel y casi toda la plantilla de la empresa Müller
reaparecen en la oficina. El ritmo vuelve a ser
frenético y, cuando me quiero dar
cuenta, mi jefa ya me ha sumergido en un mar de
papeles de nuevo. Miguel ha
vuelto de sus vacaciones encantado. Me cuenta
anécdotas mientras trabajamos, lo
que me hace reír. El teléfono interno suena y mi
jefa me indica que pase a su
despacho. No tardo en hacerlo.
—Siéntate,
LALI. —Obedezco, y ella prosigue—: Como recordarás, el viaje del
señor LANZANI a las delegaciones de Müller por
España se tuvo que aplazar
hasta después de verano, ¿verdad?
—Sí.
—Pues bien.
He hablado con el señor LANZANI y esos
viajes se van a retomar.
Se me
encoge el estómago y comienzo a inquietarme. Oír hablar de él me pone
cardíaca. Volver a ver a PETER es lo que necesito,
aunque sé que no es lo más
recomendable para mí.
—Quiero que
prepares los dosieres pertenecientes a todas las delegaciones.
LANZANI quiere comenzar con el viaje este miércoles.
—De
acuerdo.
Me quedo
parada. El miércoles lo voy a ver. Estoy a punto de gritar como una
loca cuando mi jefa dice:
—LALI,
vamos... no te quedes parada como un pasmarote.
Asiento. Me
levanto, pero cuando voy a salir del despacho, oigo que dice:
—Por
cierto, esta vez seré yo quien acompañe al señor LANZANI. Él mismo
me lo pidió ayer cuando me reuní con él en el Villa
Magna.
Escuchar
eso me supone un mazazo. PETER está en Madrid y no se ha dignado ni a
llamarme. Mis ridículas ilusiones de volver a verlo
se disipan de un plumazo, pero
consigo sonreír afirmativamente. Cuando salgo del
despacho siento que las piernas
me flaquean y corro a sentarme a mi mesa. Miguel se
da cuenta.
—¿Qué te
pasa?
—Nada. Será
el calor —respondo.
Cuando
salgo de la oficina estoy en trance. Estoy ofendida. Furiosa y altamente
enfadada. Voy al parking y cojo el coche y sin saber
por qué me encamino al paseo
de la Castellana. Al pasar frente al hotel donde
PETER se aloja, lo miro, me desvío por
una de sus callejuelas y aparco. Como una idiota, me
dirijo hacia el hotel, pero no
entro. Me quedo parada a escasos metros de la puerta
sin saber qué hacer.
Durante una
hora, mi mente bulle e intenta aclararse, cuando, de pronto, veo su
coche acercarse. Se para en la puerta del hotel y de
su interior salen PETER y...
¡NATALIE PEREZ! Ambos sonríen, parecen muy
compenetrados, y se meten en el
hotel.
¿Qué hace
NATALIE en Madrid?
¿Qué hace
NATALIE en ese hotel?
Las
respuestas se agolpan unas tras otras y, furiosa, soy consciente de todas
ellas.
Enfadada con el mundo y cegada por lo que he visto
cojo el coche y me dirijo al
hotel donde sé que probablemente esté BENJAMIN.
Cuando
llego, subo directamente a su habitación. Llamo con los nudillos a la
puerta y, cuando abre, me mira sorprendido.
—¿No me
digas que habíamos quedado y se me ha olvidado?
No
respondo. Directamente me lanzo a su boca y lo beso. Ni que decir tiene que
él, al ver mi efusividad, cierra la puerta. Sin
hablar, continúo mi saqueo a su boca
mientras siento que sus manos me quitan la chaqueta
y, después, desabrochan el
pantalón, dejándolo caer al suelo.
Con prisa,
saco las piernas de él y aún con los tacones puestos, BENJAMIN me
tumba en la cama y murmura mientras yo le desabrocho
el botón del vaquero con
desesperación:
—¿Qué
haces, LALI?
No
respondo. La furia ha tomado mi cuerpo y necesito desahogarme como
puedo y necesito. Al verme tan caliente, rápidamente
se saca la camiseta por la
cabeza y vuelve a besarme. Pero, cuando se separa de
mí, murmura:
—LALI...
¿te pasa algo? No quiero que luego tu...
—BENJAMIN... calla y fóllame.
Mi orden
tajante lo deja paralizado durante unos instantes, pero el deseo que
siente por mí lo hace reaccionar y no pensar en nada
más. Sin hablar, se quita los
pantalones, los calzoncillos y se queda desnudo con
su erecto pene deseoso de
poseerme. Respiro con irregularidad mientras el
calor sube por todo mi cuerpo y
entonces recuerdo algo.
—Dame el
bolso.
Sin
dudarlo, me lo entrega y, mientras yo saco el vibrador en forma de barra de
labios que PETER me regaló y que me pidió que
siempre llevara encima, él se pone un
preservativo.
—Quítame
las bragas.
Mete sus
dedos en la tirilla de mis bragas y me las quita con cuidado, cuando de
pronto se da cuenta de mi tatuaje y susurra.
—«Pídeme lo
que quieras.»
¡PETER!
¡PETER! ¡PETER!
Quedo
desnuda de cintura para abajo y murmuro mientras me abro de piernas
para él:
—Mírame,
por favor.
Atónito,
asiente, aún sorprendido por mi tatuaje. Pongo en funcionamiento el
vibrador y lo coloco donde sé que me va a dar
placer. Instantáneamente mi cuerpo
reacciona y jadeo. Cierro los ojos y siento que es
PETER quien está frente a mí y no
BENJAMIN.
PETER
PETER PETER...
Paseo con
deleite el vibrador por mi clítoris, gimo y cierro las piernas al sentir las
descargas de placer. De pronto, unas manos me sacan
de mi particular sueño y
abro los ojos. BENJAMIN, excitado, se mete entre mis
piernas y me penetra. Grito y
él resopla. Noto cómo el interior de mi vagina lo
succiona y lo oigo gemir.
Estoy tan
avivada, tan deseosa de olvidarme de todo, que subo la potencia del
vibrador, grito y me encajo totalmente en él.
BENJAMIN, al ver aquello, me quita el
vibrador de las manos, me agarra por los muslos y
saquea mi cuerpo, una y otra
vez sin descanso, con embestidas certeras mientras
yo me dejo hacer y quiero más.
Necesito más. Necesito a PETER.
Pienso en
él. En cómo me hace vibrar con sus exigencias, cuando siento que
BENJAMIN me
rodea la espalda con sus manos y, con un movimiento, me levanta de
la cama y me apoya contra la pared. Su boca busca la
mía y me besa mientras me
aprieta una y otra vez sobre su sexo.
—LALI...
Enloquecida, lo miro, con los ojos llenos de lágrimas. Al ver mi estado,
siento
que sus penetraciones se detienen.
—No pares,
por favor... ahora no.
Retoma su
movimiento de caderas. Dentro... fuera... dentro... fuera. Mientras,
me siento oprimida contra la pared y consigo lo que
necesito. Me entrego a él con
furia. Grito el nombre de PETER y, cuando el clímax
llega a nosotros, sabemos que lo
que yo he ido a buscar acaba de culminar.
Todo
termina y continúo entre sus brazos durante unos minutos. Me siento fatal.
No sé qué es lo que acabo de hacer y sobre todo no
sé por qué lo he hecho. Cuando
BENJAMIN me suelta, camino hacia el baño sin
mirarlo. Una vez allí me aseo, me
lavo la cara y me miro en el espejo. El rímel
corrido por mi cara me da un aspecto
deplorable. Mi pinta no puede ser peor.
Cinco
minutos después, más recompuesta, salgo y BENJAMIN me espera sentado
y vestido sobre la cama. Veo el vibrador y sin decir
nada lo cojo y lo guardo. Ya lo
lavaré en casa. Me visto y, cuando acabo, me siento
frente a él. Le debo una
explicación.
—BENJAMIN...
yo no sé cómo explicarte esto, pero lo primero que quiero pedirte
es perdón.
Él asiente y
me mira.
—Disculpas
aceptadas.
—Gracias.
Nos miramos
durante unos segundos.
—Sabes que
hacer lo que acabamos de hacer me encanta. Me gustas mucho y, si
por mí fuera, estaría todo el día besándote y...
—BENJAMIN no
lo hagas más difícil, por favor.
—Ese tatuaje
es por él, ¿verdad? —pregunta de pronto.
—Sí.
En su mirada
veo que quiere decirme cientos de cosas.
—Tu fin no
me ha gustado. No has venido porque te apeteciera tener sexo
conmigo. Ni porque quisieras verme. Pero si hasta lo
has nombrado cuando yo te
hacía el amor, ¡joder!
—¡¿Cómo
dices?!
—Has dicho
su nombre.
—Oh, Dios,
¡lo siento!
—No. No lo sientas.
Eso me ha aclarado qué hacías aquí.
—Estoy tan
avergonzada... No sé por qué te he elegido a ti para hacer esto.
Podía... podía...
—Escucha,
LALI... —dice mientras me toma las manos—, prefiero que hayas
venido a mí, aunque pensaras en otro, a que hubieras
hecho una locura con
cualquiera.
—Oh, Dios...
¡me estoy volviendo loca! Yo... yo...
—LALI, te
prometí que no volvería a hablar de ese hombre y no lo quiero hacer.
Sabes lo que pienso sobre él y nada ha cambiado.
Sólo espero que tú sola te des
cuenta de lo que haces y el porqué.
Asiento. Me
levanto y él también. Me doy la vuelta para irme y él me sigue.
Cuando llego a la puerta de la habitación,
BENJAMIN me coge por la cintura, me da
la vuelta y me besa. Me besa apasionadamente.
—Siempre me
vas a tener, ¿lo sabes? —murmura cuando se separa de mí—.
Aunque sea para utilizarme de juguete sexual.
Le doy un
leve puñetazo y sonrío. Instantes después salgo de la habitación
aturdida.
Cuando voy
a coger el coche pienso en mi amigo Nacho y, sin pensarlo dos
veces, conduzco hasta su estudio de tatuaje. Al
verme, rápidamente se preocupa
por mi estado. No sabe qué me pasa, pero sí sabe que
necesito hablar. Me invita a
cenar.
Esa noche,
Nacho me demuestra lo excelente amigo que es. Omito explicarle que
PETER es mi jefe y nuestra vida íntima. Eso no
quiero que lo sepa. Pero el resto, la
extraña relación que mantenemos, sí se lo explico.
Tras escucharme, me dice que
deje mi orgullo a un lado y que, si tanto lo echo de
menos, que intente hablar con él
porque yo fui la que me marché de su lado. Entiendo
sus palabras. Tiene razón y
cuando llego a casa enciendo el ordenador y le mando
un mensaje.
De: LALI
ESPOSITO
Fecha: 3 de
setiembre de 2012 23.16
Para: PETER
LANZANI
Asunto:
¿Estás mejor?
Hola,
PETER, siento haberme marchado como lo hice. Tengo mucho pronto y te
pido perdón. Espero que estés mejor. Te llamaría por
teléfono pero no quiero
incordiarte. Por favor, llámame y dame la
oportunidad de pedirte perdón
mirándote a la cara. ¿Lo harás por mí?
Te quiero y
te añoro. Mil besos.
LALI
Nada más
escribirlo, lo envío y durante más de tres horas espero una
contestación. Sé que lo ha leído. Sé que, en el
hotel, su ordenador habrá sonado y le
habrá dicho que ha recibido un mensaje. Sé todo eso
y me hace sufrir.
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