sábado, 29 de agosto de 2015

CAPITULO 60

   A primeros de diciembre, la madre de PETER aparece por Madrid para ver con sus
propios ojos qué tal está su hijo. El pequeño Flyn, según me dijo, iba a venir con
ella, pero, al final, una de sus trastadas se lo impidió y lo dejó en Alemania con la
tata. Su felicidad al ver tan feliz a PETER es plena y más cuando habla de nuestro
próximo traslado a Alemania.
   Sonia se emociona. Saber que su hijo regresa a su hogar la llena de alegría y yo lo
veo en su mirada.
   Aquella noche, cuando llego al restaurante y veo a mi padre y a mi hermana con
mi cuñado AGUSTIN esperándonos, salto de felicidad. PETER lo ha organizado todo sin
decirme nada. Desea que nuestras familias se conozcan y que lo nuestro sea
totalmente oficial. Esa sorpresa me gusta y más cuando mi padre me da un beso y
me murmura:
   —Tú vales mucho, morenita, y él lo sabe.
   La felicidad que siento al escuchar a mi padre y ver su cara de orgullo es
indescriptible. Él quiere lo mejor para mí y sabe que PETER es mi felicidad. A la cena
se suman NICO y EUGE y, cuando creo que ya no va a llegar nadie más, aparece
Marta con un amigo.
   Todos brindan por nosotros, mientras PETER y yo nos miramos embobados.
Apenas puedo creer que todo esto me esté pasando a mí. He encontrado el amor
cuando menos lo buscaba y con la persona que menos esperaba. PETER es mi mundo
y mi vida y nada, absolutamente nada, puede empañar mi felicidad y mi alegría.
   Mi maravilloso novio está guapísimo con su traje oscuro y su camisa azul. Es tan
elegante vistiendo que a veces temo no estar a su altura. Su mirada me tiene loca.
Se lo que piensa. Lo que desea y acercándome a él murmuro:
   —Estoy deseando llegar al hotel.
   —Mmmm, te estás volviendo una depravada, cariño —cuchichea, mientras me
besa el hombro.
   Sonrío, mientras todos cenan tranquilamente a nuestro alrededor.
   —Tan depravada como tú. No hago más que pensar en...
   —¿Sexo?
   Asiento y él sonríe.
   —¿Qué te parece si esta noche jugamos?
   Clava sus impresionantes ojos claros en mí.
   —¿Quieres que juguemos esta noche?
   Abro los ojos y sonrío.
   —Sí.
   PETER se mete un trozo de carne en la boca y, tras masticarla, me pregunta al oído:
   —¿Algún juego en especial?
   Me rasco la mejilla y me encojo de hombros.
   —Algo que sea para los dos.
   PETER asiente.
   —De acuerdo. Haré una llamada.
   Saber eso me altera y, debe de ser tan escandalosa la cara que tengo, que
murmura entre risas.
   —Cambia ese gesto, viciosilla.
   Ambos sonreímos y ya no puedo dejar de pensar en qué nos esperará en el hotel.
   Cuando la cena se acaba, mi hermana y mi cuñado se llevan a mi padre a su casa
y Sonia regresa al hotel. NICO y EUGE se marchan a su casa, el pequeño Glen
tiene un poco de fiebre y ella está preocupada. Yo le pido a PETER regresar al hotel
pero él, divertido, me anima a ir a tomar una copa con su hermana y su amigo.
Acepto a regañadientes. Pero para incitarlo no paro de susurrarle al oído que estoy
lista para lo que él quiera. Y consigo mi propósito. Lo veo en su mirada, pero
decide hacerme sufrir un ratito más.
   Como yo soy la que vive en Madrid y conoce los locales de moda los llevo al
Toopsie, lejos de donde podría encontrarme con mis amigos. Si vieran a PETER se
quedarían de piedra. Vestido con su traje oscuro no tiene nada que ver con los
tatuajes y los piercings de mis amigos. Eso me divierte. Y creo que, en cierto modo,
eso, unido a su fuerte personalidad es lo que me enamoró de él.
   En el Toopsie, Marta y yo bailamos divertidas. Marta es una alocada como yo y
pronto me doy cuenta de que hacemos buena camarilla. Durante un par de horas,
los cuatro nos divertimos de lo lindo y, cuando ponen música más íntima y suena
Blanco y negro, PETER me mira y dice:
   —Señorita EUGE, ¿sería tan amable de bailar conmigo esta canción?
   —Por supuesto, señor LANZANI.
   Cuando llegamos a la pista, PETER me abraza y por primera vez bailo con él.
Nunca había hecho aquello y sentirme abrazada a él mientras suena nuestra
canción me parece lo más bonito que he hecho en mi vida.
   No hablamos. Sólo nos abrazamos mientras la voz de Malú canta:
   Te regalo mi amor, te regalo mi vida,
   Te regalaré el sol siempre que me lo pidas.
   No somos perfectos, sólo polos opuestos.
   Mientras sea junto a ti, siempre lo intentaría.
   ¿Y que no daría?
   PETER me mira y, cuando acaba la canción, murmura:
   —Creo que ya ha llegado el momento de llevarte al hotel.
   —¡Por fin! —susurro, haciéndolo reír.
   Mi felicidad es tan completa que creo que voy a explotar de un momento a otro.
PETER me lleva hasta donde está su hermana y su amigo y nos despedimos. Ellos se
ríen al ver nuestras prisas por marcharnos.
   Al salir del local, aparece Tomás. Una vez dentro del coche, PETER sube el cristal
que nos separa de él y dice, mientras se desabrocha los pantalones y deja a mi vista
su enorme erección:
   —LALI... móntate a horcajadas sobre mí. ¡Ya!
   Sorprendida por esa urgencia sonrío y lo hago encantada.
   —Dios, nena... voy a explotar.
   Me río y siento sus manos subir por mis muslos hasta llegar a mi bonito tanga.
Es nuevo. Pero de un tirón seco me lo arranca.
  —¡PETER!
  —Te compraré cientos de tangas... no te preocupes por eso. Ahora ábrete para
mí.
  —Muy bien, señor LANZANI —susurro, mientras él pone ante mí el tanga
roto—. Una vez roto mi tanga, ahora sólo espero que se comporte y me folle como
usted sabe.
  —Oh, sí... pequeña, no lo dudes.
  Mis palabras lo avivan y me penetra de un solo movimiento. Mi boca se abre,
sale un jadeo y escucho su bronco gemido. Sí... su posesión me aviva. Me aprieta
contra él, jadeo.
  —Así... ¿te gusta?
  La sensación que me provoca me hace gemir con fuerza mientras él se introduce
más y más en mí.
  —Vamos, señorita ESPOSITO —musita en mi oído—. Responda.
  —Me gusta... sssí... sigue.
  Jadeo. Mi cuerpo, electrizado y poseído por él, se mueve ante un nuevo embiste
más profundo. Más implacable. Mi respuesta le ha gustado, me sujeta con fuerza
las caderas y se hunde una y otra vez en mí hasta que yo grito. Agarrada a sus
hombros, me hace entrar y salir una y otra vez de él. Un... dos... tres... y me
aprieta con fuerza con su erección y yo grito otra vez. Una... dos... tres... y vuelve
a hacerlo hasta que finalmente nuestro baile me hace correrme y él eyacula dentro
de mí.
  Durante unos segundos, sigo a horcajadas sobre él. Siento sus besos en mi cuello
y murmura:
  —Esta noche vas a ser toda mía. Toda.
  —Lo estoy deseando.
  Sonríe. Su cara, su gesto, me demuestra su felicidad.
  —Levanta tu precioso cuerpo de mí con cuidado, pero no te apartes.
  Divertida, hago lo que pide. Aprieta una trampilla de la limusina y aparecen
pañuelos de papel. Coge uno y lo mete entre mis piernas, me limpia. Eso me excita
más y, cuando veo que su glande vuelve a latir, sonrío y él me advierte:
  —Señorita ESPOSITO... relájese y espere a llegar al hotel donde continuaremos el
juego.
   Se limpia, se abrocha el pantalón y murmuro, sentándome de nuevo sobre él:
   —Te deseo... deseo morbo... que me compartas... deseo lo que quieras.
   —Mmmmm... —Sonríe y, acercándose a mi boca, pregunta—: ¿Algún juego en
especial?
   —Tienes carta libre. Elige tú. Sólo deseo ser totalmente tuya.
   Se ríe y me besa. Dos minutos después el coche se detiene. Bajo sin tanga y sigo a
PETER hasta el ascensor. Cuando entramos en la suite nos quedamos en el salón. Allí
nos espera una cubitera fría con champán. Sabe lo que quiero y yo sé lo que él
quiere. Me mira de arriba abajo.
   —Despampanante.
   Con coquetería me doy una vuelta ante él. Voy con un vestido negro que me
llega hasta las rodillas, con un gran escote delantero y otro en la espalda.
   —Gracias —asiento divertida mientras miro a mi alrededor y veo que no hay
nadie.
   Abre una botella de champán rosado, me entrega una copa y le da un trago.
   —Ven... sígueme.
   Pasamos al dormitorio y, al entrar, veo que sobre la cama hay varios juguetes.
Calor. Mis pezones se ponen tiesos y mi vagina se contrae.
  PETER sube la música, después me abraza y me besa en los labios.
   —¿Preparada para jugar?
   Asiento, respondo a su caliente beso.
   Me agarra por la cintura, me eleva para ponerme a su altura y me besa de nuevo.
   —Precioso vestido... pero desnúdate.
   Me suelta en el suelo y se sienta en la cama a la espera de que cumpla lo que
pide. Sin dilación, me quito el ancho cinturón que marca mis caderas y después
suelto los corchetes que hay bajo mi pecho. El vestido cae a mis pies y quedo sólo
vestida con un bonito sujetador negro. No llevo tanga, él me lo arrancó en el coche.
   En ese momento, la puerta de la habitación se abre y veo que entra una mujer
pelirroja. No la conozco. No sé quién es, pero sé a lo que ha venido.
   Camina hacia nosotros y PETER me informa:
   —Se llama Helga. Es una colega de PABLO que curiosamente se aloja en el hotel y
está de paso en España.
  Helga y yo nos saludamos y PETER añade:
  —De entrada, quiero observaros, ¿te parece bien, cariño?
  Sé lo que disfruta él observándonos y sonrío.
  PETER se desnuda y se sienta al borde de la cama. La pelirroja pasea sus manos por
todo mi cuerpo. Sus dedos se paran en mi trasero y lo aprieta. PETER sonríe y yo hago
un mohín.
  De pronto se me ocurre algo:
  —¿Y si soy yo quien te ofrece?
  PETER me mira sorprendido. Yo levanto una ceja y camino hacia la cama. Saco un
preservativo de la caja, se lo doy y le doy un beso en los labios.
  —Póntelo.
  Vuelvo a mi sitio inicial y Helga vuelve a tocarme mientras PETER rasga con los
dientes el preservativo y se lo pone. Una vez está colocado, me desplazo hacia un
lado, cojo a Helga de las manos y le susurro al oído bajo la enloquecida mirada de
PETER.
  —Súbete a él y fóllatelo para que yo lo vea.
  Helga se sienta sobre PETER, coge su erección y poco a poco se clava en ella. Su
cara lo dice todo. Disfruta siendo penetrada. Me subo a la cama, me pongo detrás
de Eric y pido en su oído mientras le toco el cuello.
  —... chúpale los pezones.
  Sin un atisbo de celos, veo cómo el hombre que me vuelve loca hace lo que le
pido. Le lame los pezones, se los mete en la boca y los chupa mientras aquella
mujer mueve sus caderas y lo hace estremecer.
  La respiración de PETER se acelera y la coge de las caderas para penetrarla con más
profundidad. Eso me incita. Ver a PETER en acción me aviva y deseo ser yo la que
ocupe el lugar de Helga.
  Jadeos... calor...
  Helga gime, se echa hacia atrás y sus pechos regresan a la boca de PETER, mientras
él la penetra. Fuerza. Posesión. Me gusta sentirlo así. Mi vagina se contrae y le
reparto cientos de besos por los hombros.
  —Disfruta, cariño... —le murmuro de nuevo al oído—. Ahora quien te observa
soy yo.
   PETER echa la cabeza hacia atrás para que lo bese y yo lo poseo con la boca,
mientras el baile sexual de ellos continúa durante varios minutos más. Al final,
Helga se arquea y grita. PETER se deja ir mientras me besa. Abre la boca para soltar
un ronco gruñido y yo le muerdo los labios.
   A diferencia de cuando soy yo la que está entre sus brazos, PETER se quita de
encima a Helga en cuanto termina. La joven, sin decir nada, va al baño y escucho el
agua correr. La respiración de PETER comienza a serenarse, se tumba en la cama y yo
me pongo a su lado.
   —Nunca me había ofrecido una mujer.
   —Me alegra ser la primera y te aseguro que no será la última.
   PETER cuchichea.
   —Es usted muy peligrosa, señorita ESPOSITO. Nunca me deja de sorprender.
   —Me gusta serlo y hacerlo, señor LANZANI.
   Lo beso y me responde con ardor.
   Me abraza y, cuando Helga sale del baño, me suelta.
   —Voy a ducharme, cariño.
   PETER desaparece y Helga se acerca a mí y me acaricia la cintura.
   —Ahora te quiero a ti.
   Excitada, me acerco a ella. Me toca los pechos y, con delicadeza, se agacha para
metérselos en la boca. Me toca la cintura y yo cierro los ojos mientras me dejo
llevar por el placer de la lujuria.
   Vuelvo a estar parada en el centro de la habitación y ella se pone a mi espalda.
   Sigue su recorrido y sube lentamente por mi columna, cuando, de pronto, siento
que me está desabrochando el sujetador. Un corchete... otro... otro... y la fina tela
cae a mis pies. Sus hábiles dedos pasean ahora por mis costillas, hacen circulitos y,
cuando me cogen los pechos, jadeo al notar cómo me aprisiona los pezones.
   PETER sale del baño y nos observa mientras se sienta mojado en la cama. Helga me
hace andar hasta él y, agarrándome los dos pechos, se los ofrece. Gustoso, los
toma. Primero chupa uno. Después el otro y, cuando los pezones erectos están
duros como piedras, los mordisquea como sabe que me gusta.
   Calor... calor... mucho calor.
   Las manos de Helga vuelven a mi trasero y PETER, al ver aquello, me agarra de las
caderas y me atrae hacia él. Pone sus labios sobre mi monte de Venus y lo besa con
mimo.
   —Ah... —Sale de mi boca.
   PETER sonríe, se sienta al fondo de la cama y vuelve a mover la cabeza. Helga me
agarra de la mano y me hace subir a ella. Me lleva hasta la altura de PETER y me
indica que me ponga boca abajo. Quedo entre las piernas de PETER y ella se sienta
sobre mi trasero. Bambolea sus caderas sobre mí y percibo la humedad de su
entrepierna justo en el momento en que su aliento está en mi cuello. Pasea sus
manos por mi cabeza y enreda sus dedos en mi pelo.
   Tira de él y me hace subir la cabeza. La erección de PETER queda frente a mí. Me la
mete en la boca y yo la chupo. La succiono y la degusto. Lujuria. Tener su enorme
erección en mi boca me enloquece. Lo miro y veo sus ojos brillantes. Excitados.
Helga bambolea otra vez sus caderas sobre mí y hace como si me montara mientras
siento que con su mano libre me separa las piernas y me toca los labios mayores.
   Más calor... mucho...
   Me suelta el pelo y se escurre por mi espalda. PETER saca su pene de mi boca.
   —Tranquila, pequeña... hay tiempo.
   Helga me hace ponerme a cuatro patas sobre la cama. Me muerde las cachas del
culo y mete uno de sus dedos en mi interior. Curvo mi espalda en busca de más.
   Mete otro dedo y comienza a moverlos dentro de mí. Inconscientemente, gimo
mientras PETER murmura:
   —Así... déjate llevar.
   Durante varios minutos, aquella mujer toca mi cuerpo mientras PETER besa mi
boca. No sé cuánto tiempo ha pasado cuando PETER me toma por las axilas y me da
la vuelta. Me apoya contra su pecho, me coge las piernas y me abre para Helga.
   Su boca me saquea mientras PETER me ofrece a ella y me susurra palabras
cariñosas al oído. Helga juega con mi sexo. Me chupa golosa... me succiona. Juega
con mi clítoris con mimo. Lo hincha. Lo endurece. Lo sopla. Lo degusta como a un
bombón en su boca experta. Yo jadeo y me abro para ella.
   De pronto, pasa una pierna por debajo de mi cuerpo. PETER me ladea y noto su
vagina contra la mía. Su calor me hace gemir mientras siento una especie de
corriente eléctrica al notar que me aprieta hacia ella. Su clítoris y el mío se
encuentran. Ambos están calientes y húmedos. Hinchados y juguetones. Mil
sensaciones atraviesan mi cuerpo mientras Helga se mueve y se restriega contra
mí. Quiero que siga. Quiero que no pare. Y cuando suelto un grito y noto la
humedad entre nosotras dos, se separa de mí, se pone de rodillas y coge un
vibrador rojo. Lo unta de lubricante y lo mete centímetro a centímetro en la vagina.
   Calor... gemidos... calor. PETER, en mi oído, me pide:
   —Córrete... dámelo... córrete.
   El vibrador de pronto se pone a rotar en mi interior. Chillo y me retuerzo. Helga
sonríe. Su perversa sonrisa me hace ver que disfruta con lo que hace, y murmura:
   —Ahora voy a por tu apretado culito.
   El vibrador sigue en el interior de mi vagina dando vueltas cuando coge otro
más pequeño y con forma de chupete. Lo impregna en lubricante, lo lleva hasta mi
ano y, animada por PETER, poco a poco lo introduce. Entra en su totalidad.
   —Así... cariño... así... quiero tu culo... lo necesito.
   PETER de pronto me suelta las piernas y me las junta.
   —No te muevas. No separes las piernas. No quiero que nada salga de ti a
excepción de jadeos y gemidos.
   El vibrador sigue girando en mi interior y oleadas de placer recorren mi cuerpo.
PETER y Helga me observan mientras cada uno me chupa un pezón y los vibradores
continúan con su función en mi interior. Arqueo la espalda y abro la boca. Grito de
placer. Voy a abrir las piernas y entonces Helga se sienta sobre ellas y no me puedo
mover.
   PETER se pone de pie sobre la cama y mete su hinchada erección en la boca de
Helga. Le coge la cabeza y comienza a entrar y salir de ella con rapidez mientras
ella lo agarra del culo para facilitarle la tarea. Extasiada, los miro mientras Helga se
mueve sobre mí por las embestidas de PETER y hace que los vibradores choquen en
mi interior el uno con el otro.
   Me excita ver lo que veo. Me excita ver la cara de PETER mientras le folla la boca y
me excita que Helga se mueva sobre mí. Ardo... grito y jadeo cuando siento que
me voy a correr. Calor... mucho calor. PETER me mira y se corre sobre la boca de
Helga mientras yo me dejo llevar por el increíble orgasmo que surge de mi interior.
   Pero Helga quiere más. Busca más.
   Y en cuanto se limpia la boca y se quita de encima de mí, me abre las piernas y
me saca primero el vibrador de la vagina y después el del ano. Sorprendida, veo
que se pone algo y PETER murmura:
   —Es un arnés con un consolador de dieciséis centímetros. Helga te va a follar.
   La miro sorprendida. Nunca había visto aquel aparato en vivo y en directo. Se
termina de ajustar el arnés a la cadera y PETER me tumba en la cama. Helga se pone
sobre mí y me mete la punta del consolador en la boca. Me hace chuparlo mientras
veo que mueve sus caderas dentro y fuera de mi boca.
   Excitada, me muevo y PETER me habla:
   —Ahora soy yo quien te ofrece a ella. Te va a follar, cariño, y después te vamos a
follar los dos.
   Estoy caliente. Muy caliente.
   Helga se tumba sobre mí. Me chupa los pechos y siento aquel consolador duro
entre las dos. Mi vagina se contrae. Mueve el consolador y lo restriega por la parte
interna de mis muslos y yo jadeo.
   —Ábrete para recibirla, LALI —susurra PETER.
   Centímetro a centímetro, Helga mete el consolador en mi vagina y, cuando lo
tiene totalmente dentro, lo saca. Disfruta con sus movimientos. Entra... sale...
entra... sale y finalmente me hunde el consolador de nuevo.
   Me agarra por la cintura y me folla como si fuera un hombre. Dios, ¡me gusta!
Me da un azote en el culo y vuelve a penetrarme. Un... dos... tres... cuatro... cinco
hasta seis penetraciones seguidas y yo grito. Me arqueo enloquecida y PETER me
besa.
   El orgasmo me llega cuando ella me sube las piernas, me coge del culo y me
aprieta contra el arnés. Me sacudo enardecida. Helga se queda quieta y deja el
consolador en mi interior mientras yo me relajo.
   Cierro los ojos, mientras mi resuello se normaliza.
   Helga se quita de encima de mí y PETER me besa con pasión. Busca mis labios y se
deleita con ellos.
   —Eres preciosa... perfecta...
   Sonrío. Estoy aún extasiada y PETER, al verme los labios resecos, se levanta y llena
varias copas de champán. Le da una Helga y me ofrece otra a mí.
   —Bebe... te refrescará.
   Sedienta, me siento en la cama, me bebo la copa entera de champán y mi
garganta agradece la frescura. Dejo la copa y voy al baño. Necesito refrescarme.
PETER me sigue, se mete conmigo en la enorme ducha y murmura mientras el agua
cae sobre nosotros:
   —Ahora te vamos a follar los dos.
   —¿Los dos?
   Me observa con su ardiente mirada desde su altura.
   —Sí
   —PETER...
   —Tranquila... pequeña... tu culito ya está preparado. Helga se pondrá un arnés
con un consolador más pequeño e ira dilatando poco a poco tu precioso trasero.
Ese consolador se irá agrandando si Helga bombea sobre ti. Ella me allanará el
camino. No te dolerá y yo tomaré luego su lugar.
   —PETER...
   —¿Tienes miedo?
   —Sí...
   —¿Confías en mí?
   El agua cae entre los dos y murmuro:
   —Siempre, ya lo sabes.
   Sonríe y me da un dulce beso en los labios.
   —Me gusta saberlo.
   Un espasmo me recorre el cuerpo. PETER cierra el agua y me seca con la toalla.
   —Todo irá bien. Te prometo que cuando te penetremos los dos lo disfrutarás.
   Asiento y regresamos a la habitación. Allí veo a Helga sentada en una silla con
una copa de champán en la mano. Miro su arnés. Esta vez es rojo y el consolador
que cuelga es mucho más fino y pequeño. No se acerca a nosotros. Sólo nos
observa.
   Nada más llegar a la cama, PETER se sube en ella y se sienta en el centro, me guiña
un ojo, me hace sonreír y dice mientras indica que me siente a horcajadas sobre él:
   —Vamos, señorita ESPOSITO. Acceda a mis caprichos. Móntese sobre mí.
   Excitada, hago lo que pide. En décimas de segundos da una vuelta sobre la cama
y se queda sobre mí. Me besa. Me acaricia. Dice maravillosas y dulces palabras de
amor y se ocupa de satisfacer todos y cada uno de mis deseos. Su boca reparte
cientos de besos en mi cuello, lame mis pechos, chupa mi ombligo y, cuando llega
a mi monte de Venus, lo besa y susurra:
   —Pídeme lo que quieras.
   Su voz. Su ronca voz junto a esas palabras me vuelven loca. Abro mis piernas y
él sabe lo que quiero. Me chupa, restriega su barbilla por mi vagina y finalmente
abre mis labios internos y busca mi clítoris. Lo rodea con su lengua, lo aviva, lo
revoluciona y, con sus maravillosos labios, tira de él. Mis jadeos no tardan en
llegar, mientras me dejo llevar por mil sensaciones.
   —PETER...
   Sus grandes manos recorren mi cuerpo y, mientras su boca juega entre mis
piernas llenándome de oleadas de placer, sus dedos me agarran los pezones. Los
estrujan y tiran de ellos para hincharlos. Enloquecida, subo mis piernas a sus
hombros y me aprieto contra él. Me agarra los muslos y aprieta mi sexo sobre su
boca. La posesión de PETER es total. Magnífica. Única.
   Saciado de mis jugos vaginales, vuelve a mi boca. Su sabor, que es mi sabor, es
dulzón. Nos besamos y su lengua viva y caprichosa recorre mi boca. Mientras me
besa noto su dura erección darme entre las piernas. La deseo y antes de que yo se
la pida me la da. Se yergue contra mí y me ensarta todo su pene como a mí me
gusta. Mi grito gustoso lo hace sonreír.
   —Mírame —le exijo.
   Una... dos... tres... cuatro veces bombea sobre mí y yo, encantada, me abro para
él. PETER es tan grande, ocupa tanto espacio dentro de mí que me incita a jadear y
gemir. De pronto, me agarra por las caderas y aparezco sentada sobre él a
horcajadas. Ahora soy yo la que marco el ritmo. Soy yo la que cimbreo mimosa mis
caderas sobre él, mientras me mira con los ojos llenos de amor.
   La cama se hunde, miro hacia atrás y Helga está detrás de mí. PETER me coge la
barbilla y, sin sacar su erección de mi interior, susurra:
   —Túmbate sobre mí, pequeña... y relájate.
   Lo hago y siento que Helga me restriega algo húmedo y caliente sobre el ano.
Lubricante. PETER me abre las cachas del culo para que ella lo haga mejor y, al ver mi
cara de susto, mueve sus caderas, me penetra y murmura.
   —Toda mía... hoy vas a ser toda mía.
   Noto que Helga pone el consolador en el agujero de mi ano y hace rotaciones con
él. Una y otra vez... una y otra vez hasta que me doy cuenta de que éste ha
comenzado a entrar en mí. PETER me besa. Me mordisquea los labios, la barbilla,
mientras un «¡Ah!» se me escapa al sentir cómo Helga me penetra.
   La intrusión que siento en mi trasero me hace moverme y eso aviva a PETER, que
continúa en mi interior. Su enorme pene bombea despacio y con cuidado mientras
Helga, centímetro a centímetro, se mete dentro de mí. De pronto, un movimiento
brusco de Helga me hace gritar. Dolor... siento dolor... pero el dolor desaparece
ante los movimientos de PETER y lo oigo decir:
   —Ya esta... ya pasó, cariño... así... entrégate... relájate y te dilatarás para
recibirme.
   En ese instante, noto el cuerpo de Helga totalmente pegado a mi trasero, ésta me
da un azote en el culo y murmura:
   —Estás totalmente penetrada, LALI. Muévete.
   Tengo los ojos tan abiertos que PETER sonríe.
   —Cariño... no me asustes, ¿estás bien?
   Asiento y respondo:
   —Sí... pero tengo tanto miedo a romperme que no me puedo mover.
   EPETER lo hace por mí. Se mueve y yo jadeo.
   La sensación que siento en ese instante siendo penetrada por el ano y la vagina
es alucinante. Helga, ante los movimientos de PETER, comienza a bombear dentro y
fuera de mí. Pronto siento que mi ano por dentro se llena más y más al crecer el
consolador por los bombeos. Estoy tan lubricada que oigo cómo el lubricante
chapotea mientras aquella mujer agarrada a mi cintura me penetra una y otra vez.
   PETER se mueve. No puede continuar parado.
   Cuatro manos me agarran por la cintura y me manejan a su antojo. Delante...
detrás... fuerte... flojo... suave... duro. Veo la cara de PETER y siento que va a
estallar. Pero, de pronto, ambos salen de mí. PETER se levanta, me da la vuelta y me
penetra lentamente por el mismo sitio por donde Helga acaba de salir. A cuatro
patas grito. La erección de PETER nada tiene que ver con el consolador, pero, lo que
en un principio me hizo gritar, de pronto se acopla a mi interior y jadeo mientras
oigo a PETER murmurar en mi oreja.
   —Ahora sí eres toda mía... toda mía...
   —Sí...
   —Oh, nena... estás tan prieta... tan cerrada...
   Aprieta de nuevo sus caderas contra mí y yo bufo de placer. Dios... me gusta lo
que hace, lo que me dice. Me turba que por fin me penetre el ano y me vuelve loca
sentir cómo tiembla mientras lo hace. Se contiene. Sé que contiene las ganas que
siente por darme un par de buenos empellones. Mi ano está dilatado. Lo noto
cuando todo su pene entra y sale de mí. Muevo mis caderas y me clavo en PETER.
Oigo cómo aprieta los dientes y pido:
   —Fuerte... penétrame fuerte.
   —No... no quiero hacerte daño.
   Pero mis ganas son salvajes y soy yo la que lanza el culo hacia atrás y grito al
sentir absolutamente toda su erección. Me quedo quieta. No me puedo mover.
Dolor. Resoplo y él musita:
   —No seas bruta, cariño... te vas a hacer daño.
   Sin sacar su erección de mi ano, sus manos bajan hasta mi vagina, la abre y en
cuanto me aprieta el clítoris me muevo... gimo... y busco más penetración. PETER me
la da. Cada vez entra y sale con más holgura de mí. Su dedo vuelve a apretarme el
clítoris y yo vuelvo a chillar. Los minutos pasan y ambos seguimos unidos por mi
ano. No quiero que termine. Sólo quiero que siga apretándose contra mí y ese
placer no acabe. Pero, al final, acelera las penetraciones y, aunque no son tan
fuertes ni profundas como las que me da en mi vagina, un salvaje orgasmo me
hace gritar mientras me aprieto contra él. PETER se corre también y, para no caer
sobre mí, saca su pene y rueda a un lado. En su camino, me agarra y mientras mis
convulsiones por lo que acaba de ocurrir siguen, me abraza y dice:

   —Te quiero, LALI, te quiero como nunca pensé que podría querer.

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