En Jerez, mi
padre no habla, sólo me mira.
Hace tres
días que he llegado y soy una piltrafilla humana. Sabe que no estoy
bien, que algo ha ocurrido entre PETER y yo, pero
respeta mi silencio. Los vecinos de
mi padre son otro cantar. Continuamente me preguntan
por el Frankfurt y eso me
desespera. Algunas veces no tienen tacto y ésta es
una de esas veces.
Alguien
avisa a BENJAMIN de que estoy allí. Me
envía mensajes al móvil y al
tercer día se presenta en mi casa. Estoy en la
piscina tumbada sobre una hamaca,
cuando lo veo llegar.
—Hola
—saluda.
—Hola
—respondo.
Se sienta en
la hamaca que hay junto a la mía y no dice nada. Ninguno decimos
nada. Mi padre se asoma por la ventana de la cocina
y nos mira, pero no se acerca a
nosotros. Deja que hablemos.
—¿Estás bien
LALI?
—Sí.
Silencio...
ninguno dice nada más hasta que BENJAMIN añade:
—Siento que
estés así.
—No pasa
nada —respondo con una sonrisa—. Como tú dijiste, yo solita me he
dado contra el muro.
—No me alegro
por ello, LALI.
—Lo sé.
De nuevo,
silencio entre los dos. De pronto, comienza a sonar en la radio la
canción Satisfaction de los Rolling Stones y sin
poder remediarlo sonreímos. Al final
soy yo la que dice:
—Siempre
que escucho esta canción me acuerdo de la fiesta que dio Rocío hace
unos años. ¿Te acuerdas de la que liamos con esta
canción?
BENJAMIN
asiente, sonríe y comienza a cantarla. Yo lo sigo. Él se levanta,
comienza a bailar mientras canta y yo me río. Al
final, me pongo de pie y canto y
bailo junto a él la canción, mientras me olvido de
todos mis problemas.
Cuando la
canción acaba, los dos nos reímos, nos miramos. Levanto los brazos
en busca de un abrazo y nos abrazamos.
—Así me
gusta verte, PETER. Feliz y divertida. Como tú eres. Perdóname por
haberme metido donde no me llamaban, pero a veces
los hombres hacemos cosas
de idiotas.
—Estás
perdonado, BENJAMIN. Perdóname tú a mí también.
—Por
supuesto. De eso no te quepa la menor duda.
Esa anoche
salgo a cenar con él y vamos a los sitios donde sabemos que nos
encontraremos con los amigos. Mi amiga Rocío se
sorprende al verme aparecer con
él, y no me pregunta por PETER. Nadie hace la más
mínima referencia al hombre con
el que me vieron las últimas semanas y yo me limito
a no pensar y a disfrutar lo
mejor que puedo.
Los días
pasan y PETER no se pone en contacto conmigo. No entiendo cómo unas
maravillosas vacaciones pueden acabar así, tan de
repente, y con tal mal rollo,
cuando él y yo nos entendemos sólo con la mirada. La
presencia de BENJAMIN esos
días me hace sonreír. No ha intentado nada conmigo.
No se ha acercado a mí más
de lo estricto y le agradezco que se comporte como
un amigo.
Mi hermana
aparece sin avisar con AGUSTIN y la niña, como hace siempre. Mi padre
se vuelve loco de felicidad. Tener a sus dos hijas y
a su nieta para él es lo más y no
puede ocultar su orgullo.
Luz, mi
sobrina, es la alegría de la casa. Estar con ella para mí es un soplo de aire
fresco. Mi hermana y mi cuñado están felices. No
paran de hacerse arrumacos y
salen todas las noches a cenar y llegan a las mil.
Eso me hace sonreír. Llevaba años
sin ver a CANDE tan sonriente, activa y enamorada.
Contenta
por su felicidad, veo cómo mi cuñado la observa, cómo se cruzan
miradas y cómo buscan, en cuanto pueden, su
intimidad. Es tal el descaro de la
pareja que hasta mi padre los mira a veces
asombrado. Mi hermana intenta hablar
conmigo. Sabe que estoy mal, aunque sonrío, pero yo
le pido que lo dejemos para
más adelante. Por primera vez en mi vida, la pesada
de mi hermana respeta mi
decisión. Debe verme fatal.
Una noche,
después de que BENJAMIN me deje en casa
sobre las tres de la
mañana, entro en la casa de mi padre y me dirijo al
balancín que hay en la parte
trasera. Hace una noche perfecta y las estrellas se
ven maravillosamente bien. Mi
padre me ve por la ventana y viene a sentarse a mi
lado. Trae dos Coca-Colas. Cojo
una y él le da un trago a la suya.
—Estoy muy
feliz por ver a tu hermana tan contenta, pero me apena verte a ti
tan triste, cuando, por norma, la situación suele
ser al revés.
—Que le dure
mucho, papá. El que ella esté así nos hace felices a todos.
Ambos
sonreímos y mi padre cuchichea:
—No me
extrañaría que dentro de poco me hagan abuelo otra vez... Pero ¿tú los
has visto?
Divertida, asiento y más al ver cómo mi padre
menea la cabeza.
—Sí, papá,
los he visto. Es maravilloso ver que su relación va viento en popa.
Volvemos a
tomar un nuevo trago de nuestras Coca-Colas.
—Escucha,
morenita. Tú vales mucho y estoy seguro de que
PETER lo sabe.
—¿Y de qué
sirve eso, papá?
—De mucho,
cariño, ya lo verás. PETER es un hombre que se viste por los pies y
verás cómo no te deja escapar.
—A lo mejor
soy yo quien lo deja escapar a él.
Mi padre
sonríe y me acaricia el pelo.
—Pues
entonces, morenita, serás tú la que haga la mayor tontería de su vida.
Incapaz de
callar un segundo más el secreto que guardo, lo miro y digo:
—Papá, PETER
es mi jefe. El jefazo de la empresa. Ahora ya lo sabes.
Mi padre se
queda callado durante unos segundos y se rasca la barba.
—¿Está
casado?
—No, papá...
PETER está soltero y sin compromiso. ¿Por quién me has tomado?
Siento que
mi padre respira. Lo último que hubiera querido escuchar era que él
estaba casado y sé que mi respuesta, en cierto modo,
lo alivia.
—No te mira
como un jefe y yo sé lo que digo, hija. Ese hombre te mira como a
una mujer a la que quiere y desea proteger. Pero
tengo que decirte que BENJAMIN te
mira igual y me da pena el chaval.
Me encojo de
hombros y suspiro. Al ver que no digo nada más del tema me
pregunta:
—Entonces,
¿regresas a Madrid mañana?
—Sí. Cuando
desayune cargo el coche y rumbo a la ciudad. Quiero llegar a
buena hora para ir a comprar y todas esas cosas.
—¿Cuándo
volverás?
—Pues no lo
sé, papá, en cuanto tenga más de cuatro días juntos. Ya sabes que
venir para estar unas horas no me gusta y...
—Lo sé...
cariño... lo sé.
Como cuando
era pequeña, me abraza, me acuna en sus brazos y me besa el
pelo.
—Sé que vas
a ser feliz porque te lo mereces. Y si tú y ese PETER no os dais una
nueva oportunidad, os vais a arrepentir el resto de
vuestras vidas. Piénsalo, ¿vale?
—Vale,
papá... lo pensaré.
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