miércoles, 18 de noviembre de 2015

CAPITULO 31

La primera noche en el hospital es movidita.
Tras visitarnos el pediatra y decirnos que PETER JR está perfecto,
me pregunta si le voy a dar el pecho o biberón.
Rápidamente y sin dudarlo opto por el biberón. Me da igual
lo que piense el resto del mundo. No pienso convertirme ahora
en una fábrica de leche andante, cuando sé que los bebés con
biberón se crían de maravilla.
El día que lo hablé con EUGE por teléfono no le pareció bien.
Según ella, la leche materna es ideal. Inmuniza de cientos de
cosas y es lo mejor. Sonia me dijo lo mismo, incluso me habló
del instinto materno. Pues bien, mi instinto materno me dice
que le dé biberón y también que a quien toque a mi hijo lo mato.
Cuando se lo comenté a PETER, me dio la opción de decidir. Y
como quiero que desde el minuto uno mi marido sea partícipe
de esta nueva historia, elijo biberón para que esté tan pringado
como yo y santas pascuas. Lo que piense el resto del mundo,
como siempre, ¡me importa tres pepinos!
Cuando traen un biberón con un poquito de leche para lactantes,
se lo entrego a PETER y digo:
—Vamos, papi, dale su primer biberón a tu niño.
Veo cómo, nervioso, mi amor coge a su niño de la cunita, se
sienta en una silla y lo hace. El  pequeño, que es un tragón, se
tira rápidamente a la tetina como un león y, encantado, recibe lo
que lleva un buen rato reclamando: comida.
Una vez se toma la dosis, se quedan dormidos como un ceporrito.
Divertida, pienso si limpiarle la baba a los pequeños o a su
padre.
¡Qué monos son los dos!
Tras la toma, las enfermeras vienen para llevárselo al nido.
Quieren que yo duerma y descanse. Pero el pequeñajos tiene
unos pulmones tremendos y le gusta hacerse notar. ¡Menudo
genio tiene el rubito!
PETER, al saber que es su hijo es el  que llora como un descosido,
hace que los traigan a la habitación y se ocupa de ellos toda la
noche. Los mece, los acuna, les habla y yo, a oscuras, los observo
emocionada.
Estoy cansada, agotada, pero no puedo dormir. Mis ojos no
quieren dejar de mirar el precioso espectáculo que me ofrecen
mi PETER jr.
—Vamos, duérmete, pequeño, descansa —susurra mi amor,
acercándose a mí.
—Es perfectos, ¿verdad?
Sonríe, mira a el pequeño que se mueve en sus brazos y
murmura:
—Tan perfecto como tú, preciosa.
Comienza a tocarme la cabeza y eso es bálsamo para mí. Lo
sabe, me conoce. Eso me relaja y, finalmente, caigo rendida en
los brazos de Morfeo.
Cuando me despierto, estoy sola en la habitación. La luz
entra por la ventana y, cuando voy a llamar a las enfermeras, la
puerta se abre y PETER, con una radiante sonrisa, dice:
—Entra, abuelo, tu morenita ya se ha despertado.
Cuando veo a mi padre, sonrío, sonrío y sonrío.
Él corre a abrazarme. Detrás entra CANDE con Lucía y Luz.
—Enhorabuena, mi vida. Has tenido uno bebé precioso.
—Un niño, papá, ¡ lo que tú querías! —exclamo.
Mi padre asiente y, mirando a PETER, dice:
—Lo siento, hijo, esta vez la apuesta la he ganado yo.
—Estoy tan contento como tú, Manuel. No lo dudes ni un
segundo.
—Cuchuuuuuuuuuuu. —Mi hermana me abraza—. Pero qué
niño más guapo has tenido.
—Es igualito a PETER , ¿verdad? —pregunto.
—Por eso digo lo de guapo —asiente mi hermana, haciéndome
reír.
Luz, mi Luz, se sube a la cama y me abraza, me da un
paquete y dice:
—He visto al primo y es guapísimo, tita. Pero no tiene los
ojos como Flyn.
Sonrío por su comentario, abro el paquete y al ver una
equipación de fútbol de la selección española, me río y digo:
—¿Queréis que lo echen de Alemania?
Todos se ríen y, al no ver a mi pequeño, pregunto:
—¿Dónde está?
—Le están haciendoles unas pruebas, cariño. Ahora lo traerán
—responde PETER.
Cuando mi padre, junto con Lucía, PETER y Luz se van a tomar
algo a la cafetería, mi hermana se sienta a mi lado y, con una
cariñosa sonrisa, dice:
—Enhorabuena, LALI. Eres mamá.
Asiento y me emociono y CANDE me abraza.
—Esto es para toda la vida, cuchu. El pequeño PETER  es precioso
y estoy segura de que te va a dar muchas alegrías. Lo malo
es que crecen y un día comenzará a salir con chicas, a mirar revistas
guarras y a fumar porros.
—CANDE...
Ambas nos reímos. Mi hermana tiene unas cosas que es
imposible no reírse con ella.
—Bueno, cuéntame, ¿algo nuevo?
Amorosa, se acerca y cuchichea:
—AGUSTIN y yo, de mutuo acuerdo, hemos pedido el divorcio
hace veinte días.
—¿En serio?
Asiente.
—Tiene nueva churri y por lo visto con ésta va en serio. Y,
aprovechando el subidón que tiene, mencioné lo del divorcio
exprés y de cabeza que lo hemos pedido.
—Ostras, qué bien. Volverás a ser una mujer soltera para tu
rollito salvaje. —Me río.
Pero al ver su gesto, sé que algo no va bien y pregunto:
—¿Cómo sigue tu rollito salvaje?
—Fatal.
—¿Fatal?
Raquel asiente y dice:
—Quiere que nos vayamos a vivir a México con él.
—Pero ¿qué dices?
—Lo que oyes, cuchu... pero le he dicho que no. Primero,
porque no me quiero alejar tanto de papá y de ti. Segundo,
porque AGUSTIN no está de acuerdo con que me lleve a las niñas
tan lejos y tercero, porque si fuera el caso contrario, a mí tampoco
me gustaría que AGUSTIN se llevara a las niñas tan lejos de mí.
Y antes de que digas nada, AGUSTIN ha sido un capullo integral
conmigo, pero con las niñas siempre ha intentado ser un buen
padre y no voy a hacerle esa guarrada. Sé que las quiere y ellas,
especialmente Luz, lo quieren a él. Y una cosa es que me
divorcie y otra muy diferente que me lleve a las niñas de su lado.
Pienso lo que dice y la entiendo perfectamente cuando
añade:
—Por lo tanto, el güey, como dice Luz, se ha sentido
rechazado y lleva sin llamarme diez largos y tormentosos días.
—Llámale tú.
—Ni loca.
—¿Le has comentado lo de tu divorcio?
—No.
—Le has explicado las cosas como me las has explicado a mí.
—No.
—¿Por qué?
—Porque VICTORIO no me ha dado opción. Cuando le dije
que no a lo de México, el muy cabezota, tras enfadarse, no me
permitió darle ninguna explicación y, literalmente, dijo: «Muy
bien reina, que te vaya bonito».
—¿Te dijo eso?
CANDE asiente y, al ver su cara, pregunto:
—¿Y tú qué le dijiste?
—Pues mira, chica, ¡para chula yo! Literalmente le dije:
«Muy bien, rey, que te coma otra con tomate». —Y bajando la
voz, añade—: Me dieron ganas de decirle algo mucho peor, ya
me conoces cuando me pongo en plan víbora, pero pensé:
¡CANDE, contención!
Me parto de risa y, abrazándola, insisto:
—Entonces, ¿tu rollito salvaje de mujer moderna se acabó?
—Creo que sí, pero, chica..., todavía pienso en él.
—Pero vamos a ver, CANDE. Si tú le quieres y él te quiere,
¿por qué no le explicas las cosas y le propones que...?
—¿Que se venga a vivir a España? —me corta—. No..., no...,
imagínate que la empresa se le hunde y me culpa a mí de ello.
No, ¡me niego!
Hablamos durante un buen rato, pero nada. CANDEl se cierra
en banda y es imposible hacerla razonar. Luego dicen que la
cabezona de la familia soy yo, pero mi hermana, ¡telita!
La puerta se abre y aparecen PETER con PABLO y mis pequeñín.
PABLO lleva un precioso ramo de rosas. Saluda a mi hermana,
luego a mí y murmura:
—Felicidades, mamá.
—Gracias, guapo.
Mi amor deja a nuestros niños en las cunitas y pregunto:
—¿Todo bien?
PETER asiente y vuelvo a preguntar:
—¿Y mi padre?
—Se ha quedado con mi madre y los niños en la cafetería,
ahora suben.
Asiento y, enamorada de mis pequeñines, miro a PABLO y le
digo:
—¿Qué te parece?
Bajando la voz, mi buen amigo me mira y contesta:
—Son preciosos, LALI. Habéis tenido un niño precioso.
—¿Quieres cogerlo?
PABLO rápidamente da un paso atrás con gesto de susto.
—No. A mí tan pequeño no me gustan. Los prefiero cuando
tienen la edad de Flyn y me puedo comunicar con ellos.
Todos nos reímos y añade, mirando a su amigo:
—Espero que saque el carácter de LALI, porque como tenga
el tuyo, colega, lo llevamos claro.
—Pues con el de la cuchufleta lo vais a llevar claro también
—se mofa mi hermana.
Nos estamos riendo, cuando unos golpecitos en la puerta nos
hacen mirar. Se abre y, encantada, veo que se trata de ROCHI, la
chica del ascensor.
—¿Se puede?
—Pasa, ROCHI, pasa. —Sonrío contenta.
Al entrar, veo que trae un cochecito con una bebita preciosa
dormida. Poniéndola a un lado, dice, mientras coge unas flores,
que deja sobre la cama:
—Se acaba de dormir, ¡espero que aguante un ratito!
PETER la saluda con dos besos y, acercándose a mí, ROCHI dice,
tras mirar a los bebes que duerme en las cunas:
—Qué guapo y qué gordito. —Y con complicidad, añade—:
¿Qué son Medusa niño o niña?
—Un precioso niño  —respondo orgullosa.
Ella me da un abrazo muy cariñoso y murmura:
—Enhorabuena, LALI.
Cuando se separa de mí, veo que choca con PABLO y, al
reconocerlo, dice:
—Vaya..., pero si está aquí James Bond.
PABLO no sonríe. La mira de arriba abajo y responde con
mofa:
—Hombre, súper woman la mandona, ¿tú por aquí?
PETER y yo nos miramos y, antes de que podamos decir nada,
ella pregunta:
—¿Cuánto tardaste en llegar ayer con tu Aston Martin?
¿Ocho minutitos?
PABLO, que por norma es un conquistador nato, al oír eso, en
vez de sonreír y entrar en el juego, arruga el entrecejo y, mirándola
con indiferencia, responde:
—Un poquito más, «simpática».
Vaaaaaaaya. ¿Qué le ocurre a PABLO?
¿Acaso esta mujer lo desconcierta porque no cae rendida a
sus pies?
Boquiabierta, observo que no despliega sus artes de donjuán
con ella. Eso me sorprende y más cuando añade, mirando a
PETER:
—Estaré en la cafetería con Manuel y Sonia. Más tarde,
cuando haya menos gente, subiré de nuevo.
—Te acompaño —responde PETR.
Cuando los dos hombres se van, mi hermana me mira, yo
miro a ROCHI y ésta, divertida, se encoge de hombros y suelta:
—Qué borde es el guaperas, ¿no?
No contesto y me río. Está claro que mi nueva amiga y PABLO
no se van a llevar bien.
Cuando nos quedamos las tres solas, hablamos de niños,
embarazos y partos. De pronto, me doy cuenta de que soy una
más del clan de las madres y explico mi parto como algo único y
alucinante. CANDE y ROCHI hacen lo mismo. Nunca había entendido
ese empeño de las madres por contar sus partos, pero
ahora que yo he tenido el mío, me gusta recrearme en él y
recordarlo.
Samantha se despierta y cuando ROCHI la saca del cochecito,
mi hermana y yo nos enamoramos de ella. Es una muñequita
rubia con los mismos ojos azules que su mamá. La niña sonríe y
nos hace todas las monerías del mundo.
Al cabo de una hora, ROCHI y la niña se marchan, pero la habitación
se vuelve a llenar de gente.
Sonia y mi padre, los orgullosos abuelos de los pequeños PETER JR,
quieren estar con ellos. CANDE se baja un rato con Lucía y los
niños están con PABLO y PETER. Poco después aparecen Marta,
Arthur y algunos amigos del Guantanamera. Cuando Sonia ve a
Máximo, se saludan y yo tengo que sonreír. Pero cuando me
parto de risa es cuando aparece PETER y ve al argentino hablando
con su madre. Calla y finge no saber nada.
Esa noche, cuando todos se van y la habitación se queda en
calma, mientras PETER ejerce de padre y le cambia los pañales a
nuestros hijos como yo le indico, le pregunto:
—¿Eres feliz?
Él me mira, mete a los niños dormidos en las cunas y
responde:
—Como nunca en mi vida, cariño.
Al día siguiente nos dan el alta en el hospital y toda la

familia, con dos más, regresamos a casa.

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