Pastel de chocolate.
LALI se detuvo frente a la puerta del cuarto del moreno. Las manos le sudaban. Tragó saliva y respiró profundamente. Apoyó la frente en la puerta, dio unos suaves golpes con la mano cerrada y tomó el picaporte. No esperó una respuesta, abrió y se asomó. PETER estaba sentado en un costado de su cama, con la cabeza gacha, pensativo. Ella tragó saliva y entró del todo, cerrando la puerta con cuidado. Volvió a respirar profundamente, y se secó las manos con la ropa. Se acercó hasta él y se sentó a su lado. Pasaron incontables segundos hasta que decidió hablar.
—PETER, yo…
Él se puso de pie y se acercó un poco a la ventana. LALI solo lo observó en silencio. Él parecía molesto, pero desconcertado. Ella le dio su espacio, esperando a que le dijera algo. Pero él no hablaba. Y ella comenzaba a impacientarse.
—¿Sabes hace cuanto que no veía nada de esas cosas? —preguntó al fin. Seguía sin mirarla, pero ella se sintió un poco más aliviada al escucharlo hablar.
—No —le contestó.
—La última vez que lo vi estaba dentro de un ataúd…
—Lo sé —dijo y se puso de pie para acercarse un poco. Se quedó quieta a pocos centímetros de su espalda, observando el poder que esta irradiaba. PETER la cuidaba. PETER velaba por ella. PETER le sacaba sonrisas y hasta la hacía olvidarse del dolor de haber sido marginada por su propia familia. PETER compartía con ella.
—Ver eso me hizo… doler el pecho.
—Mi intención no era lastimarte —le aseguró, sintiéndose de repente insegura —Y lo siento si lo hice… solo pensé que sería lindo que lo vieras.
Ella esperó a que se girara a verla, pero no lo hizo. Se encontró levantando la mano para tocar su hombro, pero ella tampoco lo hizo.
—LALI… —dijo sin mirarla.
—De verdad, PETER —ella lo interrumpió —Está bien si en este momento me odias, porque yo… lo hice aunque tú me habías dicho que no —sus ojos se llenaron de lágrimas y la voz se le volvió quebrada. Él se giró a verla al instante.
—No llores —le pidió.
Demasiado tarde, amigo.
Se dijo a si mismo mentalmente. LALI soltaba lágrimas silenciosas, que recorrían sus hermosas mejillas. Él se maldijo internamente. No estaba enojado, ni nada de lo que ella creía. ¿Odiarla? Claro que no. Jamás podría.
—Lo único que quería era sacarte una sonrisa en tu cumpleaños —siguió llorando, la voz ahogada. Él negó con la cabeza. Ella tenía que dejar de llorar, por el bien de ambos, ella tenía que parar —Fue un día lindo —se sorbió la nariz —Vimos a nuestro bebé, fue tan hermoso e único —Basta, LALI, basta. Él tragó saliva, miró sus labios —Y yo lo arruiné con todo esto. Pero te juro que no…
Al diablo…
Él acalló sus palabras, su boca cubrió la de ella. Maldita sea, era por esto por lo que ella tenía que haber parado.
LALI dejó de respirar, dejó de pensar, dejó de existir. Se quedó completamente quieta mientras él colocaba una mano en su nuca y la mantenía inmóvil. Sus ojos estaban bien abiertos, observando su cercanía.
PETER movió un poco los labios, capturándola más, para besarla más. Los ojos de ella se cerraron, un par de lágrimas estancadas escaparon, y sus manos se apoyaron con suavidad en la firmeza del pecho masculino.
Aquel era un beso extraño. Era un beso que le decía muchas cosas, pero nada a la vez. Y no la besaba como aquella noche desenfrenada. Era distinto… y ella debía reaccionar. Pero ¿Cómo? Él jugaba con el fino hilo de sus emociones. Se encontró a sí misma respondiendo a él. Abrió más la boca, se acercó. Necesitaba eso.
PETER rodeó su pequeña cintura, emocionado y confundido por su respuesta. Encajaban tan perfectamente. El suave y rico sabor femenino le llenó todos los sentidos. Siempre tenía presente el sabor de ella… pero esto era distinto. Aquí no había alcohol de por medio. Él tenía que parar, fuera como fuera.
Al parecer Dios escuchó sus plegarias, ya que fue LALI la que se alejó de repente, dejándolo vacío, confundido.
LALI lo miró sin entender. ¿Qué diablos estaba haciendo? Alguien tocó la puerta del cuarto y ambos se giraron a ver.
—¿Todo está bien? —la voz de CANDE llegó desde afuera. LALI no dijo nada, la voz no salía de ella.
—Sí, ya salimos —contestó PETER al instante.
—Está bien —respondió ella y ambos escucharon como se alejaba.
El moreno se volvió para mirarla. LALI enfrentó sus ojos.
—Yo…
—Nunca más, PETER —dijo ella en voz muy baja. Odiaba verse afectada. Odiaba que él la viera afectada.
—Lo siento —dijo él.
—También yo —aseguró y salió de allí.
LANZANI se quedó quieto en su lugar, procesando lo que acababa de pasar. Realmente estaba confundido. Cerró los ojos y se masajeó le puente de la nariz. Necesitaba soluciones. Necesitaba ver a MERY. Necesitaba aclararse.
Soltó un suspiro cansado y salió de su habitación. Al llegar a la sala se detuvo y todos se giraron a verlo.
—¿Dónde está LALI? —le preguntó EUGE —Más que vale no haberle hecho nada, porque sino yo voy a…
—Aquí estoy —dijo la morena saliendo detrás de él. PETER la miró. Ella no parecía nerviosa, ni preocupada. Él acomodó la garganta —No lo amenaces, EUGE, él no necesita amenazas. Jamás me haría daño, ¿verdad, PETER?
Él la miró a los ojos ¿Era una pregunta capciosa?
—Jamás —asintió. Despegó con dificultad la mirada de ella. El roce caliente de su beso aun le ardía en los labios —Solo estaba algo shockeado por la sorpresa… necesitaba pensar. Pero muchas gracias a todos, de verdad.
—Aaaw, mi amor —dijo GIMENA mientras se acercaba a él para abrazarlo. PETER le respondió el gesto con una sonrisa.
—¿Qué les parece si cortamos el pastel? —preguntó la morena.
—Por favor, sí —dijo VICO —He abierto la heladera un millón de veces solo para ver eso que está ahí dentro. ¿Lo preparaste tú, cuñadita?
—No, lo preparó tu madre. Y no soy tu cuñada —le dijo ella una vez más.
PETER se preguntó si se lo diría cada vez que el idiota de su hermano molestara con eso.
—No me importa —aseguró él —Me gusta decirte así…
—Entonces yo que tu veo si como pastel… podría tener algo.
—Mamá —dijo VICO y se acercó a su madre —Esa loca está amenazándome.
—Ya basta, VICO —lo retó GIMENA —Compórtate o te daré jarabe para niños…
—¿Por qué me odias? —quiso saber él.
Todos rieron y entraron a la cocina. LALI sacó de refrigerador el enorme pastel que estaba cubierto de chocolate. A PETER se le hizo agua la boca. Amaba los pasteles de chocolate, y principalmente si era el pastel de su madre. NICO L encendió las velas y todos comenzaron a cantar. Él sonrió, confundido y preocupado, sonrió. Hacía mucho que no escuchaba esa canción y estaba parado frente a velas, esperando su deseo.
—Vamos, PETER —le dijo NICO —Pide tu deseo de una vez…
PETER sonrió y cerró los ojos. Deseó algo y después miró el rostro de todos.
—Deseo que NICO admita su homosexualidad de una vez —dijo y sopló. La vela se apagó y las carcajadas de VICO y AGUS se hicieron presentes.
—Que buen deseo —aseguró SIERRA.
—Muy gracioso —aseguró NICO con sarcasmo —Eres un imbécil, LANZANI.
—Yo sé que me amas —le sonrió este.
—Creo yo que el que debería admitir que está enamorado de NICO eres tú, tonto —dijo EUGE mientras abrazaba a su novio —Por alguna razón no puedes dejarlo en paz… Voy a golpearte de verdad si sigues insistiendo, es mío.
—Lo que tú digas, Snow —sonrió PETER —Pero ambos sabemos que yo soy lo que NICO quiere.
Ella puso los ojos en blanco mientras todos reían.
Un celular comenzó a sonar.
Todos se giraron a ver como EUGE rebuscaba rápidamente en el bolsillo de su abrigo. Lo sacó y atendió al instante.
—Sí, soy yo —dijo ella. Todos la miraron atentos —Oh, JMARIANO, que sorpresa LALI se paró erguidamente al escuchar aquel nombre —No creo que sea buena idea… —la rubia miró a la morena —¿Qué? —preguntó sorprendida —Oh, Dios mío… bueno, John, no sé que decirte. Está bien… se lo diré y yo sé que irá. Adiós.
Colgó y el silencio la acompañó. LALI la miró nerviosa.
—¿Qué pasó? —le preguntó NICO.
—LALI—le dijo ella, la preocupación reflejada en sus ojos. LALI supo que no eran buenas noticias —Necesito que hablemos en privado.
LALI asintió levemente. Algo le decía que iba a tener que sacar muchas más fuerzas de las que ya había sacado hasta ahora
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