viernes, 29 de enero de 2016

CAPITULO 47

Pero que inoportuna, querida EUGENITA.

LALI ingresó a la habitación, mientras escuchaba los gritos de su padre a lo lejos. Cerró los ojos con fuerza y apoyó la frente contra la puerta. 
—_LALI —dijo EMILIA mientras intentaba incorporarse. Ella se giró a verla rápidamente....
—Tranquila, mamá —le pidió mientras se acercaba.
—¿Qué pasó? —preguntó nerviosa —Escuché gritos de MARIANO y no sé… que pasó…
—No pasó nada, mami… solo que MARIANO le dio un poco de su propia medicina a ese hombre.
EMILIA soltó un par de lágrimas. LALI se sentó a su lado y acarició su cabello.
—No te hizo daño, ¿verdad?
—No, no pudo —le dijo tranquila —Porque justo llegó PETER…
—¿Quién es PETER? —inquirió ella.
La puerta sonó y él se asomó. LALI sintió una pequeña presión en medio del estomago.
—Él es PETER —dijo en un susurro.
El moreno entró del todo y las miró consecutivamente. La mujer que estaba allí acostada se veía agotada. Y se le partió el alma. Jamás en su vida le gustaría ver a su madre en aquel estado. Dios no lo permitiera.
—Perdón que las moleste… —se acercó un poco a la cama —Mucho gusto, señora ATTIAS… soy PETER LANZANI.
EMILIA lo miró atentamente y luego miró a LALI. Alzó ambas cejas mientras asentía lentamente, como si acabara de entender algo.
—¿Tú eres el padre del bebé de mi hija? —preguntó.
PETER miró a LALI, esperando a que ella le diera el permiso de hablar. Ella simplemente le sonrió.
—Bueno, sí… soy yo.
—¿La estás cuidando, verdad? —preguntó EMILIA-
—Sí, claro que sí.
—¿Vas a casarte con mi hija?
—Mamá —la detuvo LALI—Creo que PETER y yo iremos a comer algo… tengo hambre. Quiero que tú descanses aquí, y trates de dormir un rato.
—Pero…
—Pero nada, señorita —EMILIA sonrió —Espero que me hagas caso.
—Está bien, hija, vayan tranquilos.
LALI se puso de pie y salieron de allí. Al estar fuera, la morena dejó escapar todo el aire que llevaba en sus pulmones. Levantó la cabeza y se encontró con la fija mirada del moreno.
—¿Qué sucede? —le preguntó ella.
—Estoy muy orgulloso de ti…
—¿Qué? —inquirió un poco confundida, un poco asombrada.
—Te vi, LALI… vi como le hiciste frente a tu padre. Eres admirable, mujer. cualquier otra no lo hubiese soportado —ella abrió la boca para decirle algo pero las palabras no salieron de ella. Simplemente estaba anonadada.
—Pfff, creo que estás exagerando —miró algo nerviosa hacia otro lado. PETER tomó su rostro, haciendo que volviera la vista a él. Ella tragó saliva.
—No, no lo hago —aseguró realmente serio —Para nada eres frágil como todo el mundo cree…
—¿Creen que soy frágil?
—Sí, todos.
—¿Quiénes son todos? —quiso saber.
—EUGE, NICO, tu primo, mis padres, mis hermanos… yo creía que eras frágil.
—¿Y ahora ya no lo crees?
—No, ya no.
Ella miró su boca y volvió a mirar sus ojos.
No, LALI, no vayas por ahí, no…
—Me alegro por ello. Porque yo no necesito la lastima de nadie.
PETER sonrió de costado, haciendo que la presión en su estomago se hiciera más presente. Con sus pulgares acarició sus mejillas.
—Eres muy graciosa cuando intentas mostrarte con ese aire… soberbio.
Ella lo golpeó levemente en el pecho y negó con la cabeza.
—Tengo hambre, llévanos a comer.
—Con mucho gusto —sonrió.
En la cafetería, LALI logró olvidarse de todos sus problemas y miedos. PETER la hacía sonreír, sentirse segura y cómoda. ¿Aquel incidente en su casa? Había quedado completamente atrás. Ya no era un tema de incomodidad. El moreno había llamado a su padre para explicarle lo que había sucedido, para poder dejar tranquila a GIMENA. Ya que ambos habían encontrado más de una docena de llamadas perdidas por parte de ella en su celular.
LALI habló con EUGE. Su mejor amiga se ofreció a ir al hospital, pero ella le dijo que no era necesario.
Luego de terminar la merienda/cena, se dirigieron de nuevo a la habitación. LALI se asomó para ver como su madre dormía tranquilamente. Volvió a salir y se sentó al lado de PETER.
—¿Estás cansada? —le preguntó él mientras le ofrecía su hombro para que se apoyara. Ella lo aceptó encantada y se acurrucó contra él.
—Un poco —suspiró.
—Ha sido un día realmente largo… deberíamos irnos.
—Pero no puedo dejarla sola —exclamó levantando un poco la cabeza.
—Tranquila —rió levemente —Lo sé. Además le prometí a MARIANO que lo esperaría aquí.
—¿Crees que dejen preso a Robert? —preguntó ella pensativa.
—¿La verdad? —soltó un suspiro —Espero que sí…
—Perdón por la demora —dijo de repente MARIANO, algo agitado. Ambos se incorporaron y lo miraron —Tuve que hacer un par de tramites…
—¿Qué pasó? —preguntó LALI mientras se ponía de pie.
—Bien… tu padre va a pasar la noche en la cárcel. Hice la denuncia y ya está siendo investigado…
La morena no sabía si sonreír o llorar. Estaba confundida. ¡Era su padre! Claro, la basura más grande del mundo, pero su padre después de todo. Así que se limitó a sonreír levemente y volvió a sentarse en la silla.
—¿Te sientes mal, LALI? —le preguntó PETER arrodillándose a su lado.
—Quiero ir a casa —murmuró.
—Vamos, bonita, vamos a dormir un poco…
Se pusieron de pie. MARIANO los acompañó hacia la puerta.
—Dile a mamá que vendré mañana a verla —le pidió LALI.
—Lo más seguro es que mañana le den el alta. Yo creo que la llevaré a vivir conmigo, LALI.
—¿De verdad? —dijo asombrada.
—Claro si tú estás de acuerdo y si tu madre quiere…
—Yo estoy más que de acuerdo, padrino… va a ser una gran tranquilidad para mí, saber que tú la estás cuidando.
John se acercó y la abrazó.
—Yo amo a tu madre LALI, la he amado toda mi vida —la morena cerró los ojos y lo abrazó un poco más.
—¿Y por qué no hiciste nada para tenerla a tu lado? —le preguntó —Tal vez tú serías mi padre en este momento…
—Porque fui un idiota cobarde, solo por eso. Pero aun tengo tiempo, y tú siempre serás como una hija para mí.
Ella asintió y se alejaron. MARIANO y PETER se despidieron con un fuerte apretón de manos y MARIANO le dijo algo en voz baja. Eso a LALI la intrigó.
Salieron del hospital, el frío de la noche hizo temblar a la morena. Vaya que el clima había empeorado. Y ella odiaba el invierno.
PETER se acercó a ella y la abrazó de costado, brindándole su calor. Caminaron en silencio hasta el auto y se subieron de la misma forma. El azulino prendió la calefacción y luego arrancó.
La noche estaba bastante tranquila en la cuidad. Que raro, pensó la morena. Casi siempre el tráfico era terrible por Nueva York. Pero gracias a Dios que no era así. Solo quería llegar a su casa y dormir tapada hasta la cabeza.
Miró a PETER, que manejaba concentrado a su lado.
—¿En qué piensas? —preguntó.
—En muchas cosas —dijo él.
—¿Cómo cuales?
—Como en… todo lo que ha pasado en tan poco tiempo. Pienso en el día que nos conocimos, pienso que sentí cuando te vi… —aquello había salido de él sin pensarlo.
LALI sintió que sus mejillas se enrojecían.
—¿Qué… qué sentiste? —inquirió.
—Yo…
Dejó de hablar. Y se quedó en silencio durante el resto del viaje. LALI se moría de ganas por preguntarle. Pero ya lo había preguntado, y él se había callado. Tampoco quería parecer una loca insistidora, pero estaba realmente intrigada.
El auto se detuvo frente a la casa que llevaban compartiendo hacia una semana y varios días. Ella lo miró, y él también lo hizo. PETER se bajó. LALI frunció el ceño y se bajó también.
Vamos, dime algo, PETER… voy a golpearte si no lo haces.
Sacudió la cabeza. Se estaba comportando como una loca. El moreno buscó las llaves y abrió la puerta. Se acercó al ascensor y lo llamó.
—Ya te dije que no hace falta que subamos en el ascensor, PETER —se quejó ella —Puedo subir perfectamente por las escaleras.
Él no dijo nada. Entonces ella se limitó a subir. Esto ya la estaba poniendo nerviosa. Era raro que él se mantuviera tanto tiempo callado. Tal vez estaba enojado o algo por el estilo.
La puerta del departamento se abrió y él le dio el paso. Ella entró con cuidado y esperando escuchar algún tipo de ataque, pero no pasó nada. Solo escuchó el sonido de la puerta al cerrarse y entonces giró para verlo.
—LALI…
—¿Qué? —preguntó ella.
—Estoy confundido.
Ella cerró los ojos levemente. No quería escuchar esas palabras. Cualquier cosa menos eso. Se propuso no mirarlo, si lo hacía era peor.
—PETER, esto es…
—Complicado —terminó la frase por ella —¿Cómo crees que me siento? Soy una basura… voy a lastimar mucho a alguien importante para mí. Pero, tenerte cerca cada vez es más difícil.
—Entonces creo que esto de vivir juntos no fue una buena idea…
—No me importa si fue una buena idea o no. Pero tú eres mi responsabilidad ahora, te guste o no —aseguró.
—A mí no me van tus pretensiones machistas. Dijimos que si esto no funcionaba, me iba a ir.
—¡Pero no quiero que te vayas! —exclamó.
—¡No levantes la voz! —dijo ella.
—¡No estoy levantando la voz!
—¡Sí lo estás haciendo!
Él se acercó de una zancada a ella y la tomó entre sus brazos. Entonces sus bocas se encontraron. LALI se agarró con fuerza de su abrigo, sosteniéndose mientras sentía cada terminación de su cuerpo temblar.
Este beso representaba la dominación. Él quería dominarla, y maldita sea que lo estaba haciendo. Su beso era apasionado, la estaba dejando sin aliento, y en verdad a ella no le importaba. Sus lenguas se mezclaron, al igual que sus sentimientos.
PETER comenzó a dar pasos, llevándola hacia no sabía donde. Pero la necesitaba, en ese momento necesitaba sentirla, despejarse y entender que le pasaba, que sentía.
Con cuidado fue recostándola en el sillón que encontró en su camino, en ningún momento sus bocas se separaron, pero el beso ya era calmado, suave. Se colocó sobre ella, sin dejar caer su peso sobre su pequeño cuerpo. Alejó su boca de la suya y descendió por su cuello.
La respiración de LALI llenaba la habitación por completo, y al sentir como empezaba a tironear de su campera para sacársela, supo que ella también lo necesitaba a él.
Se alejó un poco y se quitó el abrigo. Al mirarla a los ojos vio el brillo en ellos. Había muchas cosas en su mirada, pero estaba seguro de que allí había pasión.
Volvió a tomar sus labios, acariciando su rostro mientras descubría cuanto le gustaba el dulce sabor de sus besos. Y ella respondía. También buscó su rostro con las manos, lo acarició.
LALI sabía que tenían que parar, pero no tenía la fuerza de voluntad para hacerlo. Simplemente no podía.
Y de repente todo se perdió. El timbre comenzó a sonar desesperado, urgente, rompiendo completamente la magia del momento. Él dejó de besarla y apoyó la frente en la de ella, se miraron fijamente, comprendiendo un poco todo.
—No voy a pedirte perdón —dijo agitado.
Ella pestañeó nerviosamente, su mirada era tan profunda. Y la cercanía que sentía, tenerlo de aquella forma sobre ella.
—No lo hagas —murmuró.
Él se incorporó y se acercó a la puerta, mientras LALI se sentaba en el sillón y se arreglaba un poco el cabello. PETER abrió la puerta y una llorosa EUGE ingresó. LALI se puso rápidamente de pie.
—Discutí con NICO, por culpa del mugroso perro —lloró la rubia —Vine a pasar la noche contigo amiga…
La abrazó y LALI le respondió. Miró a PETER que estaba parado con la puerta abierta y cara de desconcertado. Y LALI agradeció en silencio la llegada de su mejor amiga, porque sino aquello no hubiese terminado bien.

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