martes, 12 de enero de 2016

CAPITULO 22


Preferiría ser huérfana.

Se le iba a salir el corazón por la boca en cualquier momento. Estaba a punto de sufrir un ataque de nervios. ¿Por qué demonios la vida la odiaba tanto? Es que no podía tener tanta mala suerte. Caminó de un lado hacia el otro, en medio de la sala, mordiéndose las uñas. Necesitaba pensar con claridad. Pero ¡mierda! se le hacía imposible.
Sus padres y abuelo y...a sabían lo de su embarazo. Y todo por culpa de su linda doctora. ¡Odiaba a Clara en ese momento! ¿Cómo diablos se le pudo haber escapado decir: sí, LALI está embarazada, delante de su abuelo? ¡¿Cómo?!
Además de ser su doctora, Clara era la médica de cabecera de ALEJO. Y hoy había tenido una reunión con él.
Luego de que PETER se fuera de su casa, ella había tenido una tarde realmente tranquila. Había salido a comprar helado y un par cosas que le hacían falta para el refrigerador. Había dormido una siesta y mirado una película.
Y luego su celular comenzó a sonar enérgicamente. EUGE la había llamado para contarle el griterío que había dentro de la oficina de ALEJO. Que al parecer su padre y él discutían sobre algo de lo que ella no estaba segura.
Después de que colgara con ella, había sonado de nuevo, pero era Clara. Ella le dijo que sin querer le había dicho a su abuelo lo del bebé. Entonces el mundo de LALI se derrumbó.
Ahora ella sabía que su padre venía en camino. Iba a tener que hacerle frente. Pero estaba asustada, demasiado.
El timbre sonó, sobresaltándola. Sus manos temblaban sin control. Tuvo la idea de no abrir y fingir que no había nadie. Sí, esa era buena idea.
—LALI, soy PETER, ábreme, por favor —dijo él.
Ella se sorprendió al escucharlo. ¿Qué hacía él allí?
Se acercó rápidamente a la puerta y abrió. Sí, ahí estaba él.
—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que dijo. No entendía por qué él estaba allí.
—EUGE me llamó…
—No puede ser —murmuró ella —Voy a matarla.
—Tranquila, LALI —le dijo e hizo un ademán de ingresar.
Ella lo dejó pasar. Cerró la puerta y se giró a verlo.
—No tienes que estar aquí, PETER —le aseguró.
Se acomodó un mechón detrás de su oreja. Él vio como sus manos temblaban. Se acercó a ella y la agarró por los hombros, delicadamente. LALI lo miró a los ojos.
—Voy a dar la cara frente a tu padre o quien sea. Tienes que calmarte un poco, estás temblando. Eso no es bueno para ti, ni para el bebé…
—Yo no…
El timbre volvió a sonar, pero con un poco más de ímpetu que cuando llegó PETER, y después los golpes contra la puerta se hicieron presentes.
—¡Ábreme, LALI! ¡Ahora! —exigió él. PETER notó como ella se tensaba.
—Tranquila, morena, no estás sola —le susurró.
Ella asintió. PETER la soltó y se acercó a la puerta. Abrió y ante él se presentó un hombre de unos 50 años, un poco más bajo que él, ojos marrones, pelo poblado de canas. Respiraba agitado, y en su mirada se reflejaba perfectamente la ira.
—¿Dónde está metida esa niña? —preguntó.
—Antes de que lo deje pasar, tiene que calmarse, señor LALI —dijo PETER.
—¿Y tú quién demonios eres para decirme que hacer? —quiso saber.
—Déjalo pasar, PETER —dijo ella.
El moreno se hizo a un lado y Robert ingresó. PETER cerró la puerta y se quedó parado en su sitio mirando a LALI.
—¿Qué es lo que está pasando contigo, LALI? —le preguntó Robert. Ella le sostuvo la mirada —¡¿Cuándo diablos pensabas decirnos que estás embarazada?!
—Yo iba a hacerlo pronto —murmuró ella.
—No puedes tener a ese niño —sentenció. PETER lo miró sin poder creerlo. Ese hombre no podía estar hablando enserio.
—Es mi cuerpo, Robert, voy a tenerlo —dijo con toda la calma del mundo.
—¿Con qué derecho lo haces? —le preguntó apretando los dientes —Vas a arruinar a esta familia, como siempre. Nunca en tu miserable vida hiciste nada bien. Tu abuelo no puede creerlo…
—No me importa —PETER admiró el valor que ella estaba teniendo —Estoy cansada de ustedes, de sus presiones, de sus malos tratos.
—¿Y sabes por qué pasa eso, hija? —le preguntó —Porque eres una mujer sin carácter, una mujer que no sabe lo que quiere —sonrió —¡Y claro que no te importa! ¡Jamás te importó! Eres una mal agradecida —se acercó a ella rápidamente y la tomó del brazo.
—Suéltame —murmuró. PETER reaccionó y se acercó.
—¡Suéltela, señor ESPOSITO! —le exigió.
Robert, pareció no escuchar a PETER, su mirada estaba fija en LALI y la presión de su mano se hizo más fuerte.
—¡Vas a hacer lo que yo te digo, y no vas a tener a ese bebé!
PETER lo tomó de la camisa y lo alejó rápidamente de ella. LALI se agarró el brazo, con una leve mueca de dolor y los ojos poblados de lágrimas. PETER se puso frente a ella.
—¡¿Y tú quién demonios eres?! —le preguntó sacado.
—¡El padre del bebé! —dijo. El rostro de Robert cambió radicalmente.
—Ooooh, así que tú eres el bastardo que la embarazó —miró a LALI detrás de PETER. Negó levemente con la cabeza —Ahora además de ser una estúpida, eres una cualquiera, mi querida hija —ella apretó los labios, aguantando las ganas de llorar, apenas podía soportarlo.
—Vete —le pidió.
—¿Quieres que me vaya? —preguntó y rió —Tú no me dices lo que tengo que hacer, niña. Eres una sin vergüenza. Hasta hace poco llorabas por BENJAMI y ahora estás embarazada de un pobre infeliz.
PETER apretó los dientes. Ese hombre estaba a punto de ganarse la paliza de su vida.
—Basta, Robert —dijo ella —Déjame en paz.
—Desde este momento dejas de ser una ESPOSITO —le aseguró —Quiero que juntes tus cosas y te vayas de esta casa. Nada tienes desde ahora en más. Para mí estás muerta… me das asco.
—Le voy a pedir muy amablemente que se retire, señor ESPOSITO —lo interrumpió PETER. Él lo miró —No me haga golpearlo…
Sintió como LALI lo agarraba levemente del brazo. Robert se acomodó un poco la camisa y volvió a mirar a LALI.
—Tienes un día para irte. No me importa a dónde sea, pero desapareces. De más está decirte que no vuelvas a la oficina. Tu abuelo tampoco quiere volver a verte —se acercó a la puerta dando grandes pasos —Maldigo el día en que naciste, LALI. Lo único que me has dado desde entonces han sido decepciones.
Abrió y salió dando un portazo. El silencio reinó en el lugar. Hasta que PETER escuchó el primer sollozo. Giró para encontrarse con una pálida LALI que lloraba sin control. Se le partió el corazón. La acercó a él y la abrazó contra su pecho. No podía creer como un padre pudo haberle dicho todas esas cosas a su propia hija, su sangre. Se le llenó el cuerpo de impotencia.
—¿Por qué? —preguntó ella entre lágrimas —¿Por qué me hace esto?
De repente LALI gimió de dolor y se dejó caer entre los brazos de PETER.
—¡LALI! —exclamó él.
—¡Me duele, me duele! —lloró ella mientras se agarraba la panza. PETER la alzó en brazos y la depositó con cuidado en el sillón. Ella apretó los dientes, tratando de aguantar el dolor.
—Tranquila —dijo nervioso mientras buscaba su teléfono —Respira, LALI, voy a llamar a una ambulancia.
—PETER, me duele mucho —chilló y se apretó con fuerza el vientre.
Él comenzó a desesperarse. Marcó el número de emergencias, lo atendieron y él les dio toda la información rápidamente. Cortó y volvió a acercarse a ella.
—Ya vienen, morena, tranquila —le susurró y acarició sus cabellos.
—Por favor, me duele —siguió llorando.
La desesperación de PETER fue casi insoportable. No sabía que más podía hacer por ella. No quería ir por un vaso de agua y dejarla sola, ya que ella apretaba su mano con fuerza. Así que se limitó a susurrarle palabras de calma. Hasta que cinco minutos después el timbre sonó. Él corrió a abrir y los paramédicos entraron con una camilla. Se acercaron a LALI, pero al instante ella dejó de gritar.
—Se desmayó —indicó uno de ellos.
PETER se acercó rápidamente. La alzó en brazos y la colocó sobre la camilla. Todos los vecinos del edificio se asomaron para ver como la sacaban de allí e ingresaban a la ambulancia. LANZANI sostuvo su mano en todo el camino. La miró cuando el sonido de las sirenas llegó a sus odios. En su bello rostro aun se reflejaba el dolor y sus mejillas estaban húmedas. En ese momento se juró a si mismo que nunca más nadie iba a tratarla como a una basura.

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