domingo, 31 de enero de 2016

CAPITULO 49

 Amantes.

Semana 9 y cinco días…

—Pero mira que bella estás —dijo su madre. ...
LALI sonrió y se acercó a ella para abrazarla. EMILIA la estrechó con un poco de fuerza y acarició su espalda.
—¿Cómo estás, mamá? —le preguntó al alejarse.
—Bien, hija… contenta de verte.
Hacía una semana y unos cuantos días que EMILIA llevaba viviendo en casa de MARIANO. Él se pasaba el día cuidándola. Había decidido hacer el trabajo en casa y así no dejarla sola. Por lo que sabía, Robert había logrado salir de la cárcel y ahora iría a juicio con su madre… Aquello era irritante. Pero sabía muy bien que MARIANO no lo dejaría salirse con la suya.
—¿Estás contenta por estar aquí? —quiso saber mientras ambas se dirigían a la enorme sala de estar. La casa de John era impresionante.
—No sé si contenta… pero que jamás me sentí más segura en mi vida, puedo asegurártelo. John es… tan atento y encantador.
LALI movió ambas cejas de forma cómplice.
—¿Qué sucede allí? —preguntó con tono pícaro. EMILIA sonrió como si tuviera quince años.
—Me confesó que me ama, LALI… —sus ojos brillaron y LALI se llevó la mano al pecho, al sentirse emocionada.
—Yo siempre lo supe, ¿sabes?
—Yo creo que también —aseguró —Pero nunca le di una oportunidad… yo… me enamoré del hombre equivocado. Pero ya sabes, nadie manda en su corazón.
LALI asintió dándole la razón pero no dijo nada. Su madre se veía radiante. Por suerte los hematomas habían desaparecido totalmente. Y ahora se podía apreciar de nuevo toda su belleza.
—Perdóname que no vine antes, mamá, pero estuve algo ocupada…
—No pasa nada cariño… ¿Quieres tomar algo?
—No, estoy bien —dijo mientras se quitaba el abrigo y ambas tomaban asiento.
LALI se acomodó en el cómodo sillón y miró fijo a su madre.
—Estoy feliz de que hayas podido venir. Te extraño.
La morena sonrió y tomó una de sus manos.
—Vendré más seguido, lo prometo.
—Quería que habláramos… —dijo EMILIA.
—¿De qué? —inquirió ella.
—¿Cómo de qué, mi vida? —sonrió divertida —De tu embarazo…
—Ah —también sonrió —Todo va muy tranquilo.
—Muéstrame tu pancita —le pidió. LALI obedeció y se puso de pie, se levantó la camiseta y se acarició el pequeño vientre abultado. EMILIA sonrió emocionada y también alargó la mano para tocarla —Es tan… emocionante saber que voy a ser abuela.LALI se acomodó la ropa y volvió a sentarse.
—¿Sí, verdad? —preguntó —Todo pasó tan rápido… yo aun no puedo creer que tengo a una personita dentro de mí. Es… alucinante.
—LALI, hija, tal vez no quieras contarme. Y voy a entenderlo si es así, pero… me gustaría saber lo que hay entre ese muchacho, PETER, y tú…
Ella se removió algo nerviosa. Las cosas entre ella y PETER habían cambiado desde que se habían sentado a hablar esa noche. Ahora había cierta tensión entre ellos cada vez que estaban solos. Ya no había esa pura confianza, en la que él se acercaba y le acariciaba una mejilla o ella se apoyaba en su hombro al mirar la tele. Hablaban lo justo y lo necesario. Ya no había risas, ni chistes. ¿No había sido eso lo que ella quería? Ciertamente… no.
—Bueno, verás, mamá… es algo complicado —dijo y acomodó su garganta —PETER no es mi pareja. No voy a casarme con él, y… —tragó saliva —no lo amo… Lo que pasó entre nosotros fue algo inesperado y demasiado impulsivo. Él… tiene novia y ella aun no sabe nada de mí, mucho menos del bebé. Estamos esperando a que vuelva de un viaje de trabajo, para que él le cuente todo. Es un buen hombre, va a ser un padre increíble… porque tiene una familia hermosa y… vivo con él —dijo mientras fruncía el ceño. Sus propias palabras la mareaban. Observó el rostro asombrado de su madre —Pero es solo hasta que nazca el bebé. Ya sabes, Robert me echó del departamento y PETER se tomó muy a pecho el tema de que tiene que cuidar de mí.
—¿No sientes nada por él? —fue lo único que EMILIA preguntó.
Lo que su hija le contaba era demasiado complicado. Pero… ¿no sentía nada de nada por el padre de su bebé? Ella no creía eso del todo. ¡Era el padre de su primer hijo!
—Ya te dije… —bajó la mirada a sus manos —Es un buen hombre. Es trabajador e independiente. Le gusta ir de frente y muy discutidor. A veces se vuelve un poco posesivo, pero… sabe como cuidarme y hacerme sentir segura.
—Estás enamorándote de él, LALI…
—No, no, mamá, no —negó efusivamente —Jamás voy a volver a enamorarme.
—¿Por qué dices eso, hija? —preguntó.
—Porque ahora todo mi amor va a ser para mí bebé. Así podré mantener mi corazón a salvo. Ya nadie va a jugar conmigo.

PABLO respiró profundamente cuando sus pies tocaron tierra firme. Había sido un viaje bastante largo, pero le encantaba estar de nuevo en la vieja y popular Nueva York. Estaba contento de instalase completamente en ese lugar. Aquel pueblucho de tercera no era lugar para un tipo como él.
Se metió las manos en los bolsillos y se encaminó hacia el interior del aeropuerto. Pero entonces giró la cabeza hacia la derecha y se quedó de piedra al verla bajar de otro avión. Al parecer el destino quería unirlos siempre que podía. Sonrió y se encaminó hacia ella.
MERY tomaba con cansancio su bolso de mano. Ese sí que había sido un viaje agotador, estaba muerta. Deseaba llegar a su casa, dejar todo e ir en busca de su precioso amorcito. Lo había echado tanto de menos, se moría por verlo, abrazarlo, besarlo, etc. Sonrió al pensar que pronto haría todo eso y se puso el bolso al hombro, pero entonces sintió que alguien la estaba mirando. Lentamente giró y deseó que se la tragara la tierra al reconocerlo. ¿Por qué a ella, Dios? ¿Por qué? Soltó un suspiro cansado y bajó la cabeza.
—No puedo creer que seas tú, mi amor —dijo él.
Ella puso los ojos en blanco y sin decirle nada comenzó a caminar hacia donde tenía que buscar su equipaje. Sintió que él la seguía, se detuvo y lo miró.
—Aléjate de mí, PABLO —le advirtió.
—¿Es ese el modo de tratar a tu amante? Acabo de llegar, cielo —dijo él.
—Púdrete, infeliz —dijo entre dientes y volvió a caminar.
—Espera, MERY, espera —la detuvo —¿No querrás que hable con mi primito, verdad?Ella se quedó quieta al instante y lo miró.
—No serías capaz —dijo sonriendo nerviosamente.
—¿No? ¿Eso crees? Yo no tengo nada que perder, cielo… Es mi primo, se enojará un tiempo, pero la sangre llama —le guiñó un ojo —En cambio a ti te dejara al instante. PETER odia la traición, jamás la perdonaría.
—¿Qué quieres, PABLO? ¿Qué?
—Quiero que sigas siendo mía, MERY —aseguró él mientras se acercaba un poco más a ella. La castaña alejó su rostro de él para que no la besara.
—No quiero… —murmuró.
—Te daré un tiempo, amor. Si es lo que te parece. Pero no voy a renunciar a ti, mi vida, jamás.
—Estás loco, PABLO, completamente mal de la cabeza —dijo nerviosa. Él sonrió sin mostrar los dientes, sus azules ojos brillando con ironía.
—¿Quieres que te lleve? —preguntó.
Ella lo miró con verdadero resentimiento y tomó su bolso con firmeza para luego alejarse de él a paso rápido. PABLO observó como se alejaba y aquella sonrisa cínica se hizo más presente en su rostro. La tenía justo donde la quería. Ella no iba a poder escapársele.
MERY temblaba cuando se subió al taxi que la llevaría a su casa. Cerró los ojos con fuerza y retuvo las lágrimas.
No quería perder a PETER, no iba a perderlo. Y si para ello tenía que ser la amante de PABLO MARINEZ, de nuevo, lo haría. Se le revolvió el estomago. Pero estaba segura de que en algún momento él se cansaría de ella y la dejaría en paz.
Trató de calmarse y pensar en otra cosa. PETER no sabía que ella llegaba hoy. Le había mentido al decirle que recién volvía la semana que viene. Quería darle una sorpresa. Y al parecer él estaba muy desesperado porque ella volviera. Entonces dejaría todas sus cosas en su departamento, descansaría un poco y luego iría a verlo en la noche. Sonrió sin poder evitarlo al pensar en cual sería la reacción del azulino.
—Pronto, mi amor, pronto estaremos juntos de nuevo —murmuró mirando por la ventanilla del auto

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