miércoles, 13 de enero de 2016

CAPITULO 23


CAPITULO 23:
Promesas.
Una mujer vestida de celeste se acercó a él con un gesto algo severo en el rostro.
—Por favor, joven, no puede tener el teléfono prendido en esta sala. Hay aparatos que se interrumpen por sus ondas magnéticas —le dijo —Salga afuera o apáguelo.
PETER se alejó del teléfono y lo tapó....
—Ya termino y lo apago. Lo juro —le dijo.
La mujer lo miró mal una vez más y se alejó. PETER soltó un suspiro.
—¿Qué pasó, hijo? —preguntó GIMENA.
—Tengo que apagar el teléfono, no puedo tenerlo ‘prendido’ en esta parte del hospital…
—Está bien, cariño —dijo ella —Pero por favor, llámame cuando sepas como están LALI y el bebé, ¿sí? No importa la hora…
—Sí, mamá, te llamaré. Adiós —dijo y cortó.
Sin pensarlo dos veces apagó su celular y lo guardó en su bolsillo. Se sentó pesadamente en uno de los sillones que la pequeña salita de espera, que se ubicaba extrañamente en medio de un pasillo color crema. Había llegado al hospital hacía un poco más de una hora, y todavía nadie había salido a informarle sobre LALI.
Veía que enfermeras salían y entraban por la gran puerta que llevaba hacia la sala de resultados, y aquello comenzaba a ponerlo nervioso.
Después de haberle indicado a un doctor lo que LALI había pasado, se había comunicado con EUGE para contarle lo sucedido. La rubia simplemente le cortó y no supo más de ella.
PETER se masajeó la nuca. Jamás en su vida se había sentido tan nervioso, abrumado, angustiado. Tenía un gran nudo en medio del pecho. Le preocupaba LALI, le preocupaba su bebé. Cerró los ojos y recordó las palabras que aquel infeliz le había dicho a LALI. Respiró profundamente, conteniendo su ira. Si Robert ESPOSITO intentaba acercarse de nuevo a LALI, él iba a golpearlo como tuvo que haberlo hecho.
Abrió los ojos al escuchar el sonido de alguien corriendo. Se puso de pie al ver como EUGE y NICO se acercaban a él.
—¿Cómo está, LALI? ¿Y él bebé? —preguntó acelerada y con los ojos llorosos.
—Tranquila, EUGE —la calmó NICO.
—¡No me pidas que me calme! —exclamó y miró a PETER.
—Aun no sé nada —le dijo él —Todavía nadie salió a informarme como están ella y el bebé.
—¿Y por qué no fuiste a averiguar? —le preguntó nerviosa.
—Le pregunté a todo el mundo que tenía uniforme celeste o blanco —aseguró él sintiéndose nervioso —Pero nadie me dijo nada.
EUGE resopló y se sentó. NICO miró a PETER y se acercó a él para poder hablarle por lo bajo.
—Está bastante alterada, no le hagas caso —murmuró —¿Cómo estás?
—Nervioso —contestó. NICO apretó los labios y palmeó su hombro.
—Todo va a estar bien —le aseguró.
—Dios quiera que sí…
—Familiares de LALI ESPOSITO dijo un hombre acercándose a ellos.
PETER lo reconoció al instante. Era el doctor que estaba haciéndose cargo del caso de LALI. Se acercó rápidamente a él, con EUGE pisándole los talones.
—Yo soy el padre del bebé —indicó él.
—Yo soy su hermana —dijo ella —¿Cómo están?
—Ella y el bebé están bien —indicó. PETER sintió que la felicidad lo invadía. Cerró los ojos suavemente, sintiéndose aliviado —Por suerte no sufrió ningún tipo de perdida o hemorragia. El embrión supo ‘defenderse’ muy bien. Pero el estado de nervios en el que se encontraba la paciente no era nada bueno. Las primeras doce semanas de gestación son vitales y muy riesgosas. Ella no puede ser expuesta a situaciones que la alteren. Otro episodio como el que sufrió y estaremos en problemas…
—¿Podemos pasar a verla? —preguntó PETER.
—Sí, pero de a uno —les dijo —Ahora los dejo, debo atender a otros pacientes. Cualquier duda que tengan, me buscan. Mi nombre es Jean Salinas —se alejó un poco —Ah, casi lo olvido. Debe quedarse en observación toda la noche. Le daremos el alta por la mañana.
—Está bien, doctor, muchas gracias —dijo la rubia. El hombre los dejó solos. EUGE tomó su cartera y una bolsa que traía con ropa para LALI —Entraré yo primero…
—EUGE —la llamó NICO —Creo que PETER es el que debería entrar primero…
—No, NICO —lo detuvo él —Ve tranquila, EUGE, creo que en este momento ella te necesita más a ti.
—Gracias —le sonrió. Miró a su novio —Tú eres un desalmado.
Dio media vuelta y caminó a paso firme. NICO suspiró y miró a su mejor amigo.
—Está enojada porque tardamos en llegar por mi culpa. El auto no arrancaba y ella cree que lo hice a propósito.
PETER sonrió levemente y apoyó la mano sobre el hombro de RIERA.
—Ya se le va a pasar. Solo pasó un gran susto —le dijo. NICO asintió —¿Me acompañas a tomar un café? —le preguntó —Esta va a ser una noche larga para mí…
—Con mucho gusto, hermano.

LALI jugaba con la pulserita blanca que le habían puesto alrededor de la muñeca derecha. Alguien tocó la puerta. Ella se enderezó rápidamente.
—Pase —indicó. Sonrió al ver como su mejor amiga entraba.
—Hola, hermanita —la saludó la rubia.
—Hola —dijo ella suavemente. Se sentía algo débil y apenas tenía ganas para hablar. EUGE tiró su cartera y la bolsa a un costado, y se acercó a la silla negra que estaba al lado de la cama. Tomó la mano de LALI y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Había tenido tanto miedo luego de que PETER le habló. LALI era muy importante para ella.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó.
—Estoy como si cientos de elefantes me hubiesen pasado por encima —aseguró. La rubia sonrió a medias.
—Siento mucho que hayas tenido que pasar por todo esto, _____ —dijo y su voz tembló al final de la oración —Lo siento muchísimo.
La morena apretó levemente su mano y negó con la cabeza.
—No tienes por qué pedirme perdón, EUGE —murmuró —Lo que pasó, simplemente pasó. Solo agradezco que mi bebé esté bien —se acarició la panza. EUGE asintió y secó una lágrima que se le había escapado —¿Y PETER?
Se había sorprendido al ver entrar a su amiga, ya que ella había esperado que fuera el moreno. No es que le desilusionara que EUGE estuviera allí. Es más, creía que era mucho mejor así. Pero no podía sacarse de la cabeza el rostro de preocupación que PETER había tenido cuando ella comenzó con los dolores en su departamento. Luego de eso no recordaba nada, solo que se despertó en el hospital.
—Está afuera con NICO —le dijo ella —Él iba a entrar, pero me dejó pasar a mi primero. Si vieras lo preocupado que estaba…
—No debiste llamarlo, EUGE —por un lado estaba ‘molesta’ por lo que su amiga había hecho. Pero por otro, se lo agradecía.
—Claro que debí —aseguró —¿Te imaginas si estabas sola?
—Fue horrible, EUGE —susurró con la mirada fija en la nada, recordando una y cada una de las palabras que su padre le había dicho.
—¿Quieres contarme? —inquirió Snow.
LALI asintió y comenzó a relatarle a su mejor amiga como habían sucedido las cosas en su casa, desde la sorpresiva llegada de PETER hasta la aparición de su padre. Recordar cada palabra, o mejor dicho, decir cada palabra, le habría cada vez más la herida que llevaba dentro. Cuando terminó las lágrimas estaban por escapar de sus ojos.
EUGE tomó su mano.
—Simplemente jamás me imaginé que mi propio padre sería capaz de darme completamente la espalda —dijo LALI.
—Perdona que te diga esto, pero tu padre es una porquería, LALI.
—Lo sé —asintió y se pasó una mano por ambos ojos para ahuyentar las lágrimas. Ya no iba a llorar más a causa de Robert ESPOSITO—Pero duele mucho reconocerlo del todo.
—Pero ahora debes quedarte tranquila, descansar y no pensar en nada. Sabes que no estás sola en todo esto, amiga.
Ella suspiró y le entregó una suave sonrisa.
—Claro que lo sé.
—¿Quieres que yo hable con AGUS? —le preguntó.
—A estas alturas ya debe saberlo… aunque tal vez no —sacudió la cabeza levemente y suspiró cansada —No lo sé.
—Lo llamaré mañana… —aseguró EUGE.
La puerta sonó y se abrió. NICO asomó la cabeza y ellas lo miraron.
—Siento molestarlas —se disculpó —¿Cómo estás, LALI?
—Bien, NICO —sonrió levemente.
—EUGE, linda, debemos irnos. Una enfermera acaba de decirnos que terminó el horario de visitas. Solo puede quedarse una persona, y PETER ya se anotó para el puesto.
La rubia miró a LALI.
—¿No quieres que me quede yo? —le preguntó.
LALI pensó en ello por unos segundos. Podía decirle que si y hacer que su mejor amiga pasara ahí la noche con ella. Pero sabía que no sería justo para EUGE. Ella podía notar el cansancio en sus ojos.
—No, ve tranquila. Estaré bien —aseguró.
EUGE asintió y se puso de pie. Se acercó a ella y besó su frente.
—Descansa, ¿si?
—Claro —asintió.
La rubia tomó su cartera y se acercó a la puerta. NICO la abrió del todo para darle el paso.
—Adiós, LALI —se despidió él —Prometo traerte chocolates.
Ella sonrió divertida.
—Eso sería genial, Ni.
EUGE la miró una vez más antes de salir del todo.
—Adiós, hermana, te amo.
—Y yo a ti —sonrió la morena.
La puerta se cerró lentamente, dejando a LALI en un completo silencio. Suspiró y se llevó las manos al vientre. Por un momento temió perder a su bebé, pero gracias al cielo no fue así.
—Perdóname, bebé —le habló y acarició su panza sobre la camisola de hospital que llevaba puesta —Te puse en peligro. Pero te prometo que no va a pasar nunca más. Y nadie va a volver a maldecir tu vida…
—Claro que no, porque sino papá va a repartir golpes —dijo él. Ella levantó la vista sorprendida y lo vio ahí parado con la puerta abierta. No lo había escuchado entrar. Su corazón comenzó a latir rápido. Él entró del todo —¿Cómo estás?
—Bien, gracias —dijo ella. Se sentó mejor en la cama y esperó hasta que él se acomodó en la silla que anteriormente había estado ocupando EUGE.
—Me diste el susto de mi vida, LALI —dijo algo divertido.
—Lo siento —se disculpó ella y bajó la mirada.
PETER la tomó del mentón y la hizo mirarlo.
—No, LALI, yo soy el que lo siente —ello lo miró en un completo silencio, encontrándose con la calma de su mirada azulina —Siento haber dejado que tu padre te hiciera daño.
—Oh no, PETER, tú no tienes la culpa de eso, no —tomó delicadamente la mano de él con la suya. PETER miró aquella unión —Me defendiste y me… cuidaste.
—Pude haberlo hecho mejor —aseguró —Pero nunca más nadie va a tratarte de la forma que él lo hizo…
Ella sonrió levemente. Aquella promesa de protección la hizo sentir segura. Apretó levemente su mano.
—Gracias —susurró.
Se quedaron en silencio, mirándose a los ojos. La mano de ella aun estaba sobre la de él. Ambos reaccionaron, alejándose torpemente y tosiendo para disimular.
—¿Quieres comer algo? —le preguntó para salir de aquella extraña situación.
—No, no tengo hambre.
—¿Segura? —inquirió.
—Segurísima —sonrió —Solo tengo un poco de sueño.
—Bien —él se puso de pie —Vamos a acomodar esa cama para que puedas dormir.
Buscó el botón que hacia que la cama bajara y ayudó a LALI a ponerse cómoda. Ella se acurrucó contra las almohadas, poniéndose de costado y tapándose un poco.
—¿Qué hora es? —preguntó ella con los ojos ya cerrados.
PETER acomodó el sillón largo que estaba allí, más cerca de la cama de ella. Así podría estar alerta por si necesitaba algo. Se tiró allí, buscando una postura buena, hasta que se cansó y se dejó caer boca arriba y con los brazos detrás de la cabeza. Miró la hora en su reloj y ya era un poco más de las 10.30 de la noche.
—Son más de las 10.30, LALI —le dijo y se giró a verla.
Ella tenía los ojos cerrados y su respiración era suave, se había dormido. Se quedó mirándola atentamente. Aquella morena era una mujer especial. Suspiró y fijó la mirada en el techo. Tal vez aquel pequeño arrebato de lujuria que los había llevado a donde estaban, no había sido tan malo después de todo.

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