lunes, 1 de febrero de 2016

CAPITULO 50

La hora de la verdad.

LALI llegó a la casa cerca de las siete de la tarde y PETER la estaba esperando con la merienda hecha. 
—Mmm, eso huele riquísimo —dijo al entrar a la cocina.
—Estoy aprendiendo a cocinar —dijo él y se giró a verla para saludarla con un frío beso en la coronilla de la cabeza —Mamá me dijo que tengo que hacerlo para poder cocinarle a nuestro hijo, porque todos ...los padres tienen que saber hacerlo.
Ella sonrió levemente y tomó asiento en la mesada.
—Ella tiene razón, tienes que saber hacer de todo. Él o ella no puede vivir de omelet de jamón y queso.
—¿Cómo te fue con tu madre? —le preguntó mientras volvía a concentrarse en la cocina. Ella suspiró contenta.
—Bien, pasamos una tarde maravillosa. Hablamos mucho y ella… ella me sugirió algo.
—¿Qué cosa? —dijo despreocupado.
Estaba muy concentrado en revolver el relleno de su tarta de fruta.
—Dijo que… sería buena idea que me fuera a vivir con ella y MARIANO.
Él dejó de cocinar y la miró al instante.
—No —dijo rotundamente.
—Pero, PETER…
—LALI, dije que no —la interrumpió —No tienes por qué irte, aquí estás muy bien. Y no tienes quejas para irte tampoco. Porque me he comportado contigo y porque he cumplido con mi palabra. Así que… tú cumples la tuya y te quedas aquí conmigo.
—¿Puedes escucharme un poco, por favor? —le pidió.
—No, no quiero escucharte porque ya sé que es lo que vas a decir —apagó el fuego del horno y lo abrió para sacar unas galletas. LALI sintió que su estomago gruñía. PETER la miró sobre su hombro y observó que ella se había puesto su viejo suéter de la preparatoria. Él se lo había dado para cuando hacía bastante frío. Le quedaba enorme —No vas a alejarte de mí…
—Odio cuando te pones terco, ¿sabias?
—No, no es terquedad. Solo soy justo. Yo quiero verte todos los días y saber que estás bien a cada segundo. Si te vas, eso no va a poder ser así, y yo voy a estar muy frustrado. Además, ¿Quién va a organizar todos los turnos en el taller? ¿NICO? No lo creo, preciosa…
—No me llames así —lo retó en un murmullo. Él colocó las galletas delante de ella. LALI estiró la mano para tomar una.
—No —la detuvo él —Aun están calientes, van a caerte mal.
—PETER, ya no tengo cinco años —dijo frustrada y tomó una galleta de todos modos. ¡Por Dios! Odiaba cuando se ponía caprichoso con ella.
—Eres una malcriada, niña… Quiero que me devuelvas mi suéter.
—Ni loca, es mío —aseguró —Tú eres un… eres un… un tonto, niño —mordió la galleta —Está deliciosa, pero le faltaron más chipas de chocolate —dijo enojada mientras tragaba.
PETER empezó a reír. Ella lo miró divertida y empezó a reír también. ¿Cómo era que habían terminado así? No lo sabían. Él negó con la cabeza y se acercó a ella para acariciar su mejilla. LALI suspiró, había extrañado ese gesto de él.
Las risas disminuyeron y el silencio reinó en el lugar. La mirada chocolate sobre la mirada miel, transmitiéndose palabras en silencio.
—Yo… —dijo él, pero el timbre sonó. Ambos miraron hacia la puerta.
—¿Crees que sea EUGE? —preguntó LALI.
—No lo creo —aseguró PETER —Hoy NICO iba a llevarla a cenar, ya sabes… aun está juntando puntos por el tema del perro y todo eso.
LALI rió levemente y se puso de pie.
—Voy a abrir.
—Bueno, seguro que es mi madre o mi hermana. Hoy llamaron que querían llevarte de compras, pero les dije que te habías ido por ahí…
—Que malo eres —le dijo mientras salía de la cocina. El timbre volvió a sonar, y LALI apresuró un poco el paso —Ya voy…
Se acercó y abrió. Su mirada se encontró con una mirada bastante más clara que la suya, pero no llegaba a ser tan clara como la de PETER. La respiración se le quedó atorada en los pulmones al reconocerla. Era MERY.
OH. POR. DIOS.
La había visto en varias fotos que PETER tenía por ahí y CANDE se la había descrito un par de veces. Un nudo se instaló en medio de su pecho.
¿No se suponía que volvía la semana que viene?
Abrió la boca para decir algo pero ninguna palabra salió de ella.
MERY la miraba bien, ¿Quién demonios era ella? ¿Y por qué estaba en la casa de SU novio, y abría la puerta como si nada? La inspeccionó de arriba a bajo. Era la primera vez que la veía. Lo que significaba que no era una vieja amiga de PETER o algo por el estilo. Estaba vestida con uno de los suéteres de PETER. No podía ser cierto, no…
—LALI—dijo él entrando al lugar —¿Quién… era? —su voz se esfumó al instante y sus ojos se abrieron como platos —MERY…
—Hola —dijo ella mientras lo miraba fijo —No me esperabas, ¿verdad, amor?
PETER se acercó rápidamente a la puerta y se puso delante de LALI.
—Todo tiene una explicación —se apresuró a decirle —Salgamos a hablar…
—No —negó —Quiero saber quien es… ahora mismo.
—MERY, por favor, aquí no —le pidió.
—¿Me estás engañando con ella? —preguntó —¿Es eso?
—No, no, escúchame —dijo nervioso y salió para tomarla suavemente por los hombros —Déjame tomar mi abrigo y vayamos a caminar.
—Me estás engañando con ella, lo sé —comenzó a llorar, miró a LALI que seguía allí parada sin saber que hacer —Eres una perra… —se estaba por abalanzar sobre ella, la morena dio un paso hacia atrás a la vez que PETER tomaba a MERY por la cintura.
—¡MERY, no! —exclamó.
La castaña comenzó a luchar contra él, intentando soltarse para tirarse sobre LALI.
—¡Suéltame, PETER! —gritó y comenzó a patalear —¡Es mío, zorra! ¿Escuchaste? ¡No vas a quitármelo, puta!
LALI se llevó una mano a la boca para evitar echarse a llorar allí mismo. Esas mismas palabras habían salido de su boca para insultar a la rubia pechugona de BENJAMI.
—¡LALI, entra y cierra la puerta! —le pidió PETER.
—¡NO, NO, NO! —siguió gritando MERY —¡No terminé con ella aun! ¡No!—¡Hazlo, LALI, ahora! —exclamó él.
LALI cerró la puerta rápidamente mientras los gritos de MERY seguían sonando detrás de la puerta. Se largó a llorar sin poder evitarlo y se acercó al sillón para dejarse caer en él como una bolsa. Se merecía esas palabras, claro que sí.
PETER arrastró a MERY hasta afuera y la soltó. Ella se giró a verlo y comenzó a golpearlo en medio del pecho mientras lloraba y maldecía. Él la dejó hacerlo, agitado observó como ella se descargaba contra él. Pronto llegaría lo peor.
MERY dejó de luchar y se sentó lentamente en el suelo, cubriéndose el rostro. PETER se arrodilló frente a ella y la tomó entre sus brazos para abrazarla. Ella no se merecía aquello, no. Se odió a sí mismo por estar causándole ese dolor.
—¿Por qué, PETER? —preguntó ella con la cara escondida en su pecho —¿Por qué?
—Tienes que escucharme primero —murmuró él —Tienes que calmarte y escucharme, porque no todo es como lo piensas.
—¡¿Entonces como es?! —le gritó y volvió a golpearlo en el pecho. Él la apretó un poco más fuerte para que no se alejara —¡Me abrió la puerta como si estuviera en su propia casa! ¡Y estaba vestida con tu ropa!
—Voy a contarte toda la verdad, MERY, toda —le prometió —Pero no aquí en medio del frío. Vamos a tu casa, mi amor, por favor.
—No sé si quiero escucharte, PETER…
—Por favor, mi amor, por favor —le rogó —He querido hablar contigo desde el día en que te fuiste…
—O sea que esto ya lleva tiempo —razonó ella —Entonces no quiero esperar más, PETER. Habla ahora, ya… tengo derecho a saberlo todo.
—Bien —asintió y la miró fijo a los ojos —Conocí a LALI hace más de tres meses en un bar, cuando tú y yo nos habíamos tomado un tiempo —más lágrimas rodaron por las mejillas de MERY. PETER tragó saliva —Todo pasó rápido, fueron unas cuantas copas de más. Eso ya no importa. No la volví a ver, no tenía sentido, ninguno de los dos estaba orgulloso de lo que había pasado —miró hacia el oscuros cielo y respiró profundamente —Un mes después ella… ella logró contactarme porque… —las palabras se trabaron en su garganta. La mirada de MERY se volvió más vidriosa —Porque ella está embarazada, MERY.
—¿Qué? —preguntó ella mientras su voz se quebraba.
—Está embarazada y yo soy el padre del bebé —su voz también se quebró un poco, pero se aclaró la garganta.
—¿Cómo pudiste hacerme algo así, PETER? —dijo ella sin poder creerlo.
—MERY, te amo, te amo, ¿si? —le dijo desesperado. La culpa lo invadía. No podía seguir lastimándola así —LALI solo es la madre de mi bebé, nada más. Ella y yo no tenemos nada. Solo fue esa vez, ese desliz, nada más.
—¿Cómo puedes decirme una cosa así? —se alejó de él y se puso de pie —¡Está embarazada de ti, PETER! ¡Va a ser ella la que va a darte a tu primer hijo, no yo!
Se alejó completamente de él y comenzó a correr.
—¡MERY! —la llamó él, pero ella no se detuvo.
Su cerebro le envió la orden a sus pies de que corrieran tras ella pero no lo hizo, se quedó quieto en su sitio, observando como ella se perdía en la calle. Ya estaba todo dicho y hecho. Ahora era solo cuestión de esperar a que la gran tormenta se calmara. Si ella lo perdonaba sería un milagro, pero estaba dispuesto a hacer las cosas bien si eso sucedía.

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