miércoles, 23 de noviembre de 2016

CAPITULO 13

LALI lo siguió con la mirada mientras aquel aroma delicioso la empujaba hacia 
la bandeja de comida. Tenía que mantenerse fuerte, ¿no? Con ese pensamiento 
devoró rápidamente el contenido de la bandeja entera, encontrándolo 
sorprendentemente sabroso para ser rancho marinero. No bien hubo terminado, oyó 
que llamaban discretamente a la puerta. Contempló con el corazón desbocado cómo
la puerta se abría sin invitación y entraba el contramaestre, con un jarro de agua y
una pila de toallas limpias en las manos.
—El capitán ha pensado que te apetecería un poco de agua. Esto es lo más
parecido que hay por aquí a darse un baño. Para eso habrá que esperar hasta que
lleguemos a Andros.
RIERA dejó el jarro sobre la mesita del aguamanil y sopesó descaradamente
a LALI con la mirada. Se preguntó si PETER la habría tomado la noche anterior.
Concluyó que, a juzgar por el humor horrible del capitán, la virtuosa monjita se las
había apañado para mantener su virginidad intacta. No era propio de PETER perder
los papeles por una putilla española, por bella o deseable que fuera; y sin embargo
aquella palomita blanca lo tenía totalmente enganchado. Eso dejaba a RIERA
perplejo. Creía conocer a PETER mejor que nadie, y no parecía propio de él estar
privándose de algo que habría podido coger con sólo extender la mano, y menos aún
de algo que deseaba desesperadamente, como evidentemente le ocurría con aquella
monja española.
—¿Hay algún problema? —le preguntó LALI, picada por el intenso escrutinio
de RIERA.
RIERA le echó una sonrisa fanfarrona.
—¿Te das cuenta de lo que le estás haciendo al capitán LANZANI? ¿Por qué no te
rindes y te ahorras tiempo y problemas? Él va a acabar saliéndose con la suya.
LALI se encrespó, indignada.
—¿Rendirme? ¡No, jamás! Soy monja. Ofenderme a mí es ofender a Dios.
—Dios abandonó a PETER cuando él le necesitaba.
LALI soltó un gritito ahogado.
—¡Blasfemo! Así sois los paganos ingleses. Podéis decirle a vuestro capitán que
me pienso defender de él hasta mi último aliento.
RIERA sacudió la cabeza.
—Para qué va a morir nadie, Hermana. Sólo te estoy advirtiendo que PETER
no es un hombre paciente, y que la tripulación prefiere verle contento. Yo mismo
prefiero verle contento.
—Podéis iros al diablo, señor RIERA.
—¿Dónde has aprendido el inglés? Lo hablas estupendamente para ser una
monja —también él sospechaba, igual que PETER, que la vehemente española no
era lo que ella afirmaba ser.
—Tuve excelentes maestras en el convento. Empecé a estudiar a los diez años, y
me di cuenta de que tenía una inclinación natural hacia las lenguas extranjeras.
También hablo un poco de francés y alemán.
—No es de extrañar que tengas intrigado a PETER —entonó secamente
RIERA—. La belleza y la inteligencia no suelen darse cita en una mujer. ¿Y todas
las monjas son tan cultas como tú?
¿Estaba tratando de pillarla en un renuncio? Ella no podía reconocer que su
padre había exigido que la educaran bien para no avergonzar a su futuro marido.
Don MARIANO MARTINEZ era un hombre muy culto y poderoso que necesitaba una esposa
tan inteligente como bella. Don Eduardo había sido generoso con su única hija en lo
relativo a su educación.
—No puedo hablar más que por mí misma, señor RIERA. Gracias por el
agua.
RIERA sabía reconocer cuándo le estaban diciendo que se marchara, y se dio
la vuelta para irse.
—Ah, por cierto —añadió, antes de salir por la puerta—, hay un mea... ¡ups!,
un orinal debajo de la cama. Lo puedes usar. El pinche de cocina viene a vaciarlo una
vez al día.
A LALI le ardió la cara. A decir verdad necesitaba desesperadamente un orinal,
pero le daba demasiada vergüenza pedírselo al despreciable capitán PETER LANZANI.
Se preguntó si habría sido él quien le había indicado al señor RIERA que se lo
mencionara. Y, a pesar de todo, agradeció el agua, porque no se había lavado
decentemente desde que la raptaron del Santa Cruz.
Cuando se dio cuenta de que la puerta no tenía cerrojo, optó por la segunda
mejor solución: sujetar con el respaldo de la silla el picaporte. Luego se lavó deprisa,

quitándose por un instante la parte de arriba de la túnica y levantándose luego las
faldas para llegar a las piernas. Consideró la idea de quitarse la toca, y lo hizo con
muchas reservas, con un ojo puesto en la puerta no fuera a ser que el pirata reventara
su precaria barrera y descubriera su secreto. Lamentó no tener consigo su puñalito
para poder cortarse su gloriosa mata de pelo.
Cuando hubo terminado de lavarse contempló con interés el escritorio de
PETER. Una verdadera colección de tesoros, pensó, abriendo los cajones en rápida
sucesión. Lo mejor que pudo encontrar fue un abrecartas, pero si estaba lo
suficientemente afilado bastaría para cortar sus tirabuzones. La suerte estaba de su
parte. En el último cajón, LALI encontró unas pequeñas tijeras de tocador. Se
imaginó que PETER las usaba para recortarse el pelo. Pero cuando las acercó a su
propia cabeza le temblaron las manos. Su pelo era el único rasgo físico del que estaba
orgullosa. Sabía que tendría que cortárselo cuando hiciera los votos definitivos, pero
hasta entonces había cuidado celosamente y preservado sus largos y lustrosos rizos.
Ahora se enfrentaba a una dolorosa decisión: ¿qué prefería conservar, la castidad o el
pelo? No había elección posible. Tenía que proteger su castidad del varonil pirata y
del abrumador poder que ejercía sobre ella.
Puso manos a la obra rápidamente, con eficacia, quitándose grandes mechones
de pelo sin el beneficio de un espejo. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras
el montón de pelo trasquilado iba creciendo. No tenía ni idea de si se lo estaba
cortando uniformemente, y tampoco le importaba. Sólo sabía que tenía que terminar
y deshacerse de las pruebas antes de que volviera el capitán LANZANI.
Por fin concluyó su obra. Recogió cuidadosamente del suelo los negros rizos, se
acercó a la escotilla, que permanecía abierta para que corriera el aire, y arrojó al mar
hasta el último mechón de pelo. Contempló con indiferencia cómo sus rizos morenos
se alzaban sobre la cresta de una ola para desaparecer luego dentro del agua.
Entonces dio media vuelta y volvió a colocarse la toca. Y no le sobró un minuto.
El picaporte empezó a sacudirse ruidosamente, la silla salió volando de pronto y
PETER irrumpió por la puerta.
—¿De qué pensabas que te iba a servir esa silla? —El sesgo sardónico de su ceja
le reveló lo poco eficaz que le parecía aquella táctica para mantenerle a él fuera.
—Necesitaba un poco de intimidad para lavarme.
—Nadie que no sea yo va a entrar nunca en este camarote sin mi permiso.
—¿Y se supone que eso debería tranquilizarme?
PETER sonrió.
—Pronto, monjita mía. Pronto estarás suplicándome que te haga caso.
—¡Eso será cuando arda la luna y bailen las estrellas!
—Yo puedo hacer que eso ocurra —le prometió él. Bajó la voz hasta un susurro
ronco—. Cuando yo te haga llegar al placer, vas a ver cómo arde la luna y bailan las
estrellas.
Sus palabras seductoras levantaban un remolino en los sentidos de LALI. No
tenía ni idea de lo que le estaba contando, pero fuera como fuese tenía la sospecha de
que él habría sido capaz de hacerlo, si ella se lo hubiera permitido.
—Tenéis el ego gravemente hinchado, Capitán.
—¿Eso crees, pequeña bruja? ¿O quizá deberíamos probar mi teoría? —Se
acercó con pasos lentos a ella. Ella quiso darse la vuelta para evitarle, pero él era
demasiado rápido. Además, no había adonde ir. PETER la sujetó y la atrajo hacia él.
Ella notó su increíble calor a través de la ropa de ambos.
—¿Qué es lo que queréis de mí? —gritó—. ¡Miradme! Mi conducta no es
seductora ni lasciva. Voy cubierta de la cabeza a los pies de un discreto color gris, sin
enseñar más que el rostro. Seguro que hay mujeres mucho más atractivas que yo. Yo
soy una monja, una sierva del Señor. No sé nada de las cosas terrenales.
—Si te crees que esa ropa que llevas te hace menos atractiva, te equivocas de
medio a medio. Yo te voy enseñar lo que es la pasión, palomita.
La boca de él se apretó con fuerza contra la suya, exigiendo, separando sus
labios. Su lengua le recorrió cálidamente la boca, produciéndole un fuego que
amenazaba con consumirla. Sintió su calor contra ella, incendiándola. Gimió bajo el
furioso asalto de su beso, hechizada por su lacto y su sabor.
PETER tenía aguda conciencia del contacto físico entre LALI y él. Estaban
pegados el uno al otro, y a través de la barrera de aquellos ropajes pudo sentir la
longitud de sus torneadas piernas, la curva seductora de sus caderas y la suave
plenitud de sus pechos. Ella podía ser o no ser monja, pero no había duda de que era
una mujer.
Y estaba justo en su punto para tomarla. Para que la tomara él.
LALI se dio cuenta del peligro, lo sintió con todas las fibras de su ser y se sintió
impotente para detener lo que PETER LANZANI había comenzado. Si de verdad hubiera
querido aprender lo que es la pasión, estaba segura de que aquel pirata inglés habría
podido llevarla a contemplar ese paraíso prohibido. Pero ella tenía más fundamento
que todo eso. Ser seducida y desechada por aquel varonil bellaco habría sido aún
peor que casarse con un hombre al que no conocía. Ninguna de las opciones
resultaba deseable. Tenía que hacer lo que fuera para convencer al Diablo de que la
devolviera al convento. Y pronto, antes de que a él le diera por despojar de todo
sentido su fervor religioso.
Arrancándose de sus manos, Lucía volvió a usar el truco que mejor le venía
funcionando con el pirata: se puso a toda prisa de rodillas, antes de que él pudiera
agarrarla otra vez. Apretando entre las manos las cuentas de su rosario, alzó los ojos
al cielo y movió los labios en ferviente oración.
Su devoción volvió a tocarle alguna fibra sensible a PETER, que salió de allí
lanzando infames maldiciones. ¿Cómo iba a seducir a una mujer tan devota, tan
reverente?
"En realidad no es monja", argumentaba una voz en su interior.
Pero el ardor de PÉTER se había enfriado. No porque el catolicismo de ella le
inspirara la menor reverencia, sino porque ella le tocaba alguna fibra muy honda que
apelaba a su decencia.
"Encomiéndate a Dios, monjita", masculló PETER. "Pero al final no te va a
servir de nada. Tenerte te voy a tener, en cuanto a mí me dé la gana."

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