—No hace falta, MERY. Considéralo parte de tu regalo de despedida. No tengas
prisa, elige lo que más te guste. Yo, mientras tanto, llevaré a Lucía a dar un paseo por
la playa.
NICO le lanzó a PETER una mirada divertida. Sabía sin que se lo dijeran que
PETER le estaba dando permiso para complacerse con la voluptuosa MERY si así lo
deseaba. A él tampoco le venía mal. Llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer,
y las veces que había estado antes con MERY la había encontrado deliciosamente
amena en la cama.
—Vamos, MERY, vas a ver el botín impresionante de verdad que tenemos en el
Vengador —le dijo, tirando hacia atrás de la silla de ella. Después de lanzarle una
mirada inquisitiva a PETER, MERY se colgó del brazo de NICO, y se fue con él por
entre los pinos. La mortificaba el seco rechazo de PETER, pero iba a ser ella quien
riera la última.
PETER se volvió a LAI con una sonrisa depredadora.
—¿Y nosotros, Hermana? Hace una noche cálida y apetecible. Apuesto a que
nunca has visto nada tan bonito como la luna cuando sale por detrás de las islas.
A LALI le temblaron las rodillas. La última cosa que necesitaba era quedarse a
solas con el apuesto pirata.
—En algún otro momento, Capitán. Ahora preferiría ir a mi cama.
La sonrisa de él se hizo aún más amplia.
—Yo también. Tu cama me servirá perfectamente —le ofreció el brazo—.
¿Vamos?
A LALI se le agolpaba la respiración en el pecho.
—Pensándolo mejor, un paseo me vendrá bien después de tanto tiempo
encerrada en vuestro camarote.
—Como tú prefieras. Cógeme el brazo, que de noche el camino puede ser un
poco traicionero, a menos que lo conozcas bien.
Llegaron a la playa desierta, y PETER la condujo lejos del lugar donde estaba
fondeado el Vengador. La luna pendía sobre el agua como un inmenso globo titilante.
El paisaje era impresionante, como él había dicho. LALI contuvo el aliento cuando se
detuvieron para admirar los destellos de un millón de rayos de luna bailando sobre
el agua.
—¡Oh, qué bonito! —dijo suspirando.
—Sí, lo sé. A veces pienso que estoy mejor aquí que en la Residencia de los
LANZANI, en West Sussex. La Residencia es la casa de mis antepasados, pero Andros es el
hogar de mi corazón. —Se quedó mirando a LALI, a sus luminosos ojos oscuros y
sus labios sensuales, y sintió un ansia que iba más allá de la mera lujuria.
Ella sintió el calor tórrido de su mirada y perdió la capacidad de pensar. Dijo lo
primero que le vino a la mente:
—Yo siento eso mismo hacia el convento. Es el hogar de mi corazón.
PETER levantó una ceja.
—¿Lo sigue siendo? —Estaba claro que no se lo creía.
—Los días tranquilos que pasé entre aquellos muros fueron los más felices De mi vida.
Él la cogió del brazo, y continuaron andando. De pronto, se detuvo y le arrancó
la mantilla de la cabeza.
—¿Pe... pero qué hacéis?
—Solamente quería ver la obra de Lani. Tiene mucha habilidad, ¿no le parece?
Estás preciosa, LALI, preciosa del todo. Si no fuera por ese vestido...
—Hermana LALI —le recordó LALI—. Creo que deberíamos irnos ya.
—No. —PETER se quitó la casaca y la extendió en la arena a los pies de una
cimbreante palmera—. Vamos a descansar un ratito aquí antes de que te lleve de
vuelta a casa.
Si LALI hubiera sabido cómo llegar a la casa, habría dado media vuelta y se
habría echado a correr. Todos sus instintos la advertían del peligro. De ese tipo de
peligro del que ella no sabía nada. PETER le había enseñado lo que eran los besos, y
mucho se temía que todavía quisiera enseñarle más cosas.
Se sentó con prevención, con un ojo desconfiado puesto en PETER, tirando
hacia un lado de su falda y recogiéndosela debajo del cuerpo.
—¿No os parece que MERY os va a echar de menos si nos quedamos tanto
tiempo aquí? —le preguntó en un intento de apagar el calor que emanaba de las
profundidades de metal fundido de los ojos azul grisáceos de PETER.
—NICO RIERA es más que capaz de mantenerla entretenida un par de horas.
Se van a marchar muy pronto en el Gloria de la Reina.
Se acercó un poco más. LALI se puso tensa. Él la rodeó con sus brazos,
atrayéndola hacia el calor abrasador de su propio cuerpo.
—Capitán, esto no está bien. Os lo he dicho, soy una...
—...Una monja, ya lo sé. Te prometo que no te voy a hacer nada que tú no
quieras que te haga. —Sus manos se deslizaron hacia arriba, por entre los
encrespados rizos negros que cubrían su cabeza—. Llevaba toda la noche con ganas
de hacer esto. Tienes el pelo como de seda. Estoy seguro de que era precioso cuando
lo llevabas largo, pero tal como está ahora resulta cautivador.
Maestro en el arte de la seducción, PETER sabía exactamente qué decir y
cuándo decirlo. Pretendía echarles un sortilegio a los sentidos de LALI para que
olvidase todo aquel sinsentido de ser monja; y si no, que le dijera la verdad.
—No tenéis derecho a decirme esas cosas.
—Y supongo que tampoco tengo derecho a hacer esto. —Para susto de LALI, él
fue acercándole la cara cada vez más, hasta que sintió sus labios acariciar los suyos.
Los notó ligeros y juguetones, y sintió que se derretía en lo más hondo de su ser. Un
escalofrío le recorrió la espalda cuando él deslizó la lengua por sus labios sellados,
pidiéndole paso. Como ella no se lo daba, se hundió directamente entre sus labios y
entre sus dientes, separándoselos a la tuerza hasta meterle la lengua dentro. LALI
suspiró mientras él, cogiéndole la cabeza entre sus grandes manos, profanaba su
boca.
Se sintió atravesada por el ansia acalorada de la espiral de su beso. La sintió
apretándole en lo más hondo, entre sus piernas. Los labios de él abandonaron los
suyos y se pegaron a su garganta, su lengua lamiéndole el acelerado pulso en la
clavícula. En un movimiento inconsciente, LALI echó la cabeza hacia atrás,
apoyándola en el brazo de él, facilitándole el acceso. Y de pronto la dulce piel de su
cuello ya no era suficiente. Con la mano que tenía libre, él le desabotonó por delante
el vestido y se lo abrió, dejando al desnudo la curva superior de sus pechos sobre el
corpiño para embriagarse en el placer de sus besos. Le pasó los labios por aquellas
carnes redondeadas, apetitosas, excitantes, húmedas, de un calor febril. La tocaba de
un modo apremiante, seductor, evocativo.
Liberó el pecho derecho de LALI de los confines del corpiño, y sus dedos se
curvaron sobre él, acariciando su plenitud. Hizo girar el dedo gordo alrededor del
pezón y ella gritó:
—¡No, oh, no!
Sentía el cuerpo duro de PETER apretándose contra el suyo. Luego él puso la
boca donde acababa de poner el pulgar, y ella en repuesta tembló. ¿Qué le estaba
haciendo?
PETER no había probado nunca nada tan dulce como la carne de LALI, ni
había tocado nada tan suave y sedoso. Su deseó se desbocó, descontrolado, caliente,
doloroso, hambriento. Dios, no quería parar, ni tampoco estaba seguro de poder.
Quería seguir con aquello hasta su culminación natural, quería que ella le abriera las
piernas en feliz bienvenida, quería alcanzar el paraíso.
La boca de LALI se abrió para esbozar una protesta; pero no le salió nada más
que la respiración atropellada. Las manos de PETER, cada vez más directas, le
levantaron el borde del vestido y treparon hacia arriba por la cara interior de su
pierna. Su tormento aumentó al encontrarse con la tentadora piel desnuda al final de
la media. Siguió adelante y sus dedos rozaron la suave e invitadora calidez del vello
púbico. Su mano no se detuvo en su busca de una recompensa más íntima, mientras
la cálida succión de sus labios seguía prendida de su pecho.
Una excitación frenética se agitaba en el cuerpo de LALI, haciéndola sentir frío
y calor al mismo tiempo. Sabía que aquello no podía continuar, que tendría que
pararlo o estaría maldita para siempre, una más entre las incontables mujeres
seducidas por el Diablo. Tenía la sospecha de que una vez que el hubiera hecho con
ella lo que quería la vida del convento ya no podría satisfacerla. Ese solo
pensamiento hizo que se rompiera el hechizo de los embriagadores besos de PETER
y le dio las fuerzas para zafarse de su abrazo.
PETER la contempló con la mirada vacía. LALI estaba jadeante, con los ojos
brillantes, su rostro un óvalo blanco a la luz de la luna.
—¡No! No os voy a dejar que me hagáis esto. Esta noche rezaré de rodillas por
la salvación de vuestra alma.
—¡Maldita sea! —PETER se había excitado tanto con la bruja española que
habría podido echarla de espaldas, abrirle las piernas y saciarse de ella. Que de hecho
no lo hiciera le sorprendió y le hizo enfadarse consigo mismo—. Si de verdad fueras
monja, LALI, yo respetaría tu vocación, por más que la considerara una forma
absurda de malgastar tu feminidad. Pero desde el principio he dudado de ti. Te
deseo, eso creo que lo sabes. No recuerdo haber deseado nunca tanto a una mujer.
»Voy a enterarme de la verdad sobre ti. Y cuando lo haga, te librarás o no de mí
averigüe lo que averigüe. ¿Me entiendes, LALI? —Cuando ella asintió, la ayudó a
levantarse y a abotonarse el vestido—. Te llevo de vuelta a casa.
Ella cadq vez duda mas!!!!
ResponderEliminarSube mas :)