miércoles, 30 de noviembre de 2016

CAPITULO 20

A LALI todavía le temblaban las rodillas cuando llegaron a la casa. Para 
grandísimo alivio suyo, PETER la dejó ante su puerta y le dio las buenas noches. 
Dolorosamente excitado, PETER entró furioso en el salón y se bebió de un 
trago varios dedos de coñac del fuerte antes de calmarse lo suficiente para poder 
planear su siguiente movimiento. Cuando RIERA y MERY volvieron del Vengador,
PETER mandó a MERY a la cama, indicándole que quería hablar con su
contramaestre en privado. Cuando tuvo a RIERA sentado enfrente dándole
sorbitos a un coñac, PETER le dio instrucciones para que partiera en el Gloria de la
Reina al día siguiente, con la marea alta, y pusiera rumbo a La Habana. Quería saber
quién era en realidad LALI, y quería saberlo lo antes posible.
—Yo me ocuparé de que MERY esté preparada para salir a tiempo —añadió—.
En quince días puedes ir y volver. Cuba no está a mucha distancia. Esperemos que en
La Habana puedas encontrar la información que me interesa.
—Haré todo lo posible, mi capitán —le aseguró RIERA.
—Y, NICO —le previno PETER—, estoy seguro de que MERY va a estar muy a
gusto en La Habana. No hay ninguna necesidad de que la vuelvas a traer a Andros.
MERY le echó una mirada huraña a PETER. Estaba en su cuarto preparándose
para recogerse cuando PETER llamó a su puerta y entró sin esperar a que lo
invitara. Sin más preámbulo, él le dijo que tenía que irse en el Gloria de la Reina a la
mañana siguiente, con la marea alta.
—Así que es así como va a terminar esto. ¿Has conseguido seducir a la monja
esta noche? Nunca te había visto tan empeñado con una mujer. La quieres de verdad,
¿no?
PETER se pasó distraídamente la mano por el pelo.
—Esa no es la cuestión. Mucho antes de conocer a LALI... digo... a la hermana
LALI, ya había decidido que nuestra relación estaba tocando a su fin. Admitirás,
MERY, que no te da demasiada pena marcharte de Andros.
MERY sopesó el pesado saco de monedas de oro que PETER le había
entregado y sonrió.
—No es exactamente pena, mon amour. Más bien lo llamaría despecho. Tiene
que ser la mujer la que rompa la relación, no el hombre. Pero estoy resignada a
marcharme. Quizá volvamos a encontrarnos algún día. Además —añadió con una
sonrisa coqueta—, RIERA es un hombre atractivo, puede que resulte divertido
para unos días.
—Lo hemos pasado bien juntos, MERY, y aquí nos despedimos. —Y,
levantando la mano de MERY, se la besó.
A MERY le centellearon los ojos.
—Tampoco hay por qué terminar de una forma tan impersonal. Pasa esta noche
conmigo, mon amour, por los buenos tiempos. Te prometo que no te vas a arrepentir.
PETER se sintió casi tentado. Aquella noche LALI le había excitado más de lo
que era capaz de soportar, y clamaba por un alivio. Desafortunadamente, sólo había
una mujer a la que quisiera en su cama esa noche, y a ésa no podía tenerla, al menos
por el momento... "Muy pronto, monjita, muy pronto", se juró a sí mismo.
LALI estaba demasiado nerviosa para poder dormir. PETER la había tentado
hasta lo inconcebible. Tuvo que echar mano de toda su convicción religiosa para
resistirse a la atracción poderosa de su seducción. Se puso su recatado camisón
blanco y salió a la terraza. Deambuló por ella, pasando ante las habitaciones a
oscuras, intentando enfrentarse a las emociones que PETER había despertado en
ella.
Un sonido de voces la hizo detenerse delante de un dormitorio en particular. La
luz de las velas iluminaba el interior. La curiosidad la hizo acercarse sigilosamente
cuando reconoció la voz de PETER. Se quedó parada, cerniéndose entre las sombras,
escuchando, rezando por que no la descubrieran y la acusaran de estar espiando.
Sabía que debía dar media vuelta y alejarse de allí, pero su curiosidad fue más fuerte
y se asomó a escrutar el interior.
Vio a MERY, y comprendió que PETER estaba en su cuarto. Sólo había una
razón por la que un hombre visitaría el dormitorio de su amante. En lugar de alejarse
se acercó más, mirando directamente hacia el cuarto en penumbra y sus ocupantes.
MERY, dejándose envolver por los brazos de PETER, le agarraba con la mano los
abundantes cabellos para acercar los labios de él a los suyos. Lucía lo veía todo: el
beso abrasador, la intimidad de las caricias, la forma posesiva en que se abrazaban,
como si sus cuerpos estuvieran acostumbrados el uno al otro desde hacía mucho
tiempo.
El corazón le latía de forma frenética, y se enfadó consigo misma por el golpe de
celos que le estaba haciendo hervir la sangre. Ella no quería a PETER, y sin embargo
la horrorizaba la idea de que otra mujer pudiera estar con él. ¿Qué le estaba pasando?
Conteniendo el llanto, se dio la vuelta y huyó a refugiarse en su cuarto. Los
amantes necesitan intimidad, y ella era una intrusa a la que nadie había invitado a
presenciar aquel momento tan íntimo.
PETER se desprendió bruscamente del beso y se asomó a la terraza,
extrañamente indiferente a la que había sido su amante. Su instinto había acertado.
Ahora sabía que hacía bien en mandar a MERY de viaje.
—Buenas noches, MERY. Te deseo todo lo mejor.
Al mirarla a los ojos, descubrió que los tenía sospechosamente húmedos.
—Adiós, mon amour, te deseo suerte con esa monja tuya. Algo me dice que la
vas a necesitar —murmuró, mientras él se iba. EL ultimo de hoy si veo muchos mg y comentario sigo subiendo.

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