Pero tanto Lali como Peter parecían ignorar su presencia.
—Peter , responde a mi pregunta. —Martina empezaba a tener una ligera
sospecha de quién era aquella belleza morena, y sólo necesitaba la confirmación de
Peter.
Al final Peter no pudo seguir ignorando por más tiempo a Lady Martina.
—Déjanos, Martina.
—¿Qué? —La rabia de Lady Martina era ilimitada. Volviéndose hacia Lali
anunció con audacia—: Yo soy la novia de Peter. ¿Qué derecho tenéis vos a
importunarnos en un momento íntimo?
Murmurando con desagrado, Peter se dio cuenta de la forma desvergonzada
y ruidosa que tenía Martina de perseguirle; y no porque no lo hubiera sabido todo el
tiempo. Hasta entonces no le había importado hasta el punto de molestarle. El ver
ahora a Lali le había transportado desde un aburrimiento cortés hasta la más cruda
consciencia. Se sintió asqueado de haber aguantado durante todos esos meses el afán
de posesión de Martina. Además, su propio comportamiento en la corte había sido
indiscreto y descuidado. Había jugado, había flirteado, había bebido en exceso y
había visitado los clubes para caballeros de peor reputación con un imprudente
desprecio a las consecuencias. Se había dicho a sí mismo que se estaba metiendo por
caminos disolutos en un esfuerzo por borrar a Lali de su mente y de su corazón,
pero no había resultado. Y por algún milagro Lali estaba allí, y lo único en que
podía pensar era en hacerle el amor durante largas y gozosas horas.
Arrancando su mirada de la de Peter, Lali se volvió a Lady Martina con ojos
hostiles y furiosos.
—Vos podéis ser la novia de Peter, pero yo soy su esposa. Y como no os
marchéis inmediatamente os voy a arrancar el corazón y se lo voy a echar a los
cerdos. —Como para dar más fuerza a su aviso, avanzó amenazadora hacia Lady
Martina, que dio un chillido de consternación y huyó llena de terror para salvar el
pellejo.
Cuando se quedaron solos, Lali se volvió contra Peter llena de rabia.
Peter sintió que se amilanaba ante aquella cólera.
—Y a ti te digo lo mismo, Peter. Tu deslealtad es horrorosa. Te voy a arrancar
el corazón con tanta facilidad como a tu amante.
Peter se esforzó en contener su regocijo, pero fracasó. La risa salió rodando
de su pecho mientras miraba a Lali asombrado.
—Estoy convencido de que lo harías, mi pequeña y feroz esposa. —Luego su
regocijo terminó tan rápidamente como había comenzado—. ¿Qué demonios estás
haciendo tú en Londres? Di órdenes de que te quedases en la Residencia de los Lanzani.
Lali le lanzó una mirada contrariada.
—¿Pensabas que me iba a quedar allí mientras tú retozabas
desvergonzadamente en la corte con tu amante? Si estás pensando en disolver
nuestro matrimonio, Peter, hazlo ahora, pero no me avergüences metiéndote en
esas aventuras tuyas tan escandalosas mientras aún somos marido y mujer. —Le
miró fijamente—. Todavía somos marido y mujer, ¿no es así?
—Aún estamos casados, Lali —dijo Peter tranquilamente.
Lali se relajó visiblemente.
—Aún no me has dicho qué estás haciendo en Londres ni cómo has llegado
aquí. Me asombra que Pablo Martinez te haya dejado marcharte después de que le
ordené que no salieras de West Sussex.
Como no quería poner a Pablo en dificultades, Lali declaró:
—El señor Martinez no tuvo nada que ver con que yo esté en Londres. He venido
por mis propios medios.
Disgustado, Peter abrió la boca de par en par.
—Por todos los infiernos, mujer de Dios, ¿te das cuenta del peligro al que te has
expuesto por viajar sin acompañamiento? ¿Qué te ha dado de pronto para salir
corriendo de esa manera?
—Los rumores viajan bastante deprisa, y los criados cotillean. ¿Creías que no
me iba a enterar de tu conducta licenciosa en la corte? ¿Por qué no me escribías,
Peter ? No he sabido nada directamente de ti desde que dejaste la Residencia de los
Lanzani .
La hambrienta mirada de Peter devoraba literalmente a Lali. Estaba
encantado de que hubiera llegado hasta Londres sana y salva, pero aún estaba
disgustado con ella por viajar sola. Sólo pensar en el peligro con que podría haber
topado le hacía tiritar de espanto. Se había arriesgado a toda clase de desgracias, y
más siendo una extranjera en Inglaterra. Que hubiera sido capaz de llegar sana y
salva hasta Whitehall decía muchísimo de su valor y de su capacidad de valerse por
sí misma.
—Me he mantenido en contacto a través de Martinez y de Forsythe. ¿No te
informaban cuando llegaban mis mensajes?
—Martinez tenía la deferencia de informarme, pero yo habría preferido que me
escribieras a mí algún mensaje personal. Me dejaste en el campo a propósito para
poder jugar al libertino en la corte. Tu amante tiene pinta de ser bastante entretenida.
Peter enrojeció, incapaz de negar las acusaciones de Lali. Se merecía su
resentimiento. Pero, dicho sea en su favor, él realmente no había hecho a Martina su
amante. Había tenido la esperanza de que el viejo adagio de "ojos que no ven,
corazón que no siente" funcionaría en cuanto él se apartase de su influencia
perturbadora, pero la cosa no había resultado así. La ausencia prolongada le había
hecho darse cuenta de con qué desesperación deseaba a Lali. Lady Martina, con su
pálida belleza inglesa, no tenía ni punto de comparación con su vibrante esposa.
Lali le conmovía de un modo misterioso. Había algo profundo y perturbador en
ella; algo indescriptiblemente tentador.
Él la necesitaba.
El tenerla sola en su habitación le hacía temblar de expectación.
—No tengo ninguna amante —dijo él sin mentir.
Lali resopló con sorna.
—A pesar de lo que tú pienses, yo no soy tonta. Os vi a ti y a Lady Martina antes,
cuando llegabais de sabe Dios dónde a la Cámara de Audiencias. Sólo un ciego no se
habría dado cuenta de que veníais con el pelo revuelto y la ropa descolocada.
Resultaba vergonzosamente evidente que habíais estado ocupados en algún asunto
ilícito. ¿Y qué me dices de ahora mismo, que entro en tu cuarto y me veo a la dama
en tus brazos? Daba la impresión de que te disponías a levantarle las faldas y hacerla
tuya.
—Tú piensa lo que quieras, Lali, pero te estoy diciendo la verdad. No me he
acostado con Martina ni con ninguna otra mujer desde que te conocí. No estoy orgulloso
de mi situación de celibato, ni del hecho de no haber sentido atracción por ninguna
de las damas de la corte. Puesto que estoy siendo sincero, puedo admitir también que
la causa de mi sufrimiento eres tú. No consigo parar de pensar en ti durante el
tiempo suficiente para acostarme con otra mujer. Debería castigarle por venir a
Londres sin mi permiso, pero de repente me veo hambriento del sabor de tus besos.
Te deseo. Quiero estar dentro de ti, rodeado por ti. Y, que Dios me ayude, no quiero
que este sentimiento se detenga.
Lali abrió la boca para lanzar una réplica corrosiva, pero Peter la cortó sin
esfuerzo tomándola en sus brazos y capturando sus labios con desesperada prisa. El
caliente barrido de su lengua por la comisura de sus labios le envió a ella por las
venas una oleada de calambres de placer puro. Ella llevaba tanto tiempo añorando
aquello que sus sentimientos estaban a flor de piel. El contacto de él tenía la magia de
volverla vulnerable a su seducción erótica. Se fundió con él y abrió para él su boca. A
pesar de sus mentiras sobre sus numerosas infidelidades, Lali era incapaz de
resistirse al hombre al que amaba más que a su vida.
El beso de Peter se hizo más profundo; su lengua se batía en duelo con la de
ella en un trueque apasionado que dejó a Lali sin aliento. Ella gemía sin aliento
mientras él la besaba profundamente, brutalmente, agarrándola de las posaderas y
tirando de ella más firmemente contra su sexo, cada vez más duro. Con inconsciente
abandono ella se entregaba a sus abrasadores besos, impregnados del sabor de su
hambre y su irracional deseo. Con lentitud deliberada apareó su boca con la de ella,
empujando profundamente con su lengua mientras le acariciaba los pechos. Lali
cedió a su pasión dejando que la rodeara como un halo brillante y chispeante. La
mareaba el aroma de la excitación de Peter, fuerte y acre e infinitamente
masculino. Había desatado algún impulso primitivo en lo más hondo de ella, y
encajó las caderas contra él en lasciva respuesta. Aquello no era simple lujuria;
aquella locura llegaba más lejos, era más duradera. Lo que ella sentía por Peter era
amor, de ese que sólo se encuentra una vez en la vida.
—Bruja —murmuró Peter mientras se ocupaba con frenesí de soltar los lazos
de detrás en el traje de ella—. Bruja seductora. —El dulce sabor de la rendición de
ella le excitaba más allá de lo soportable.
—No soy ninguna bruja —retó Lali mientras su corpiño resbalaba de sus
hombros—. Soy tu esposa, Peter . La hechicería es pecaminosa y maligna.
—Sí, amor mío, eres mi esposa —asintió Peter mientras sus labios se
deslizaban por la esbelta columna de su cuello para abajo, lloviendo suaves besos
sobre la parte alta de sus pechos—. Mi malvada y pecadora esposa.
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