martes, 31 de enero de 2017

CAPITULO 76

—Pues yo digo que sí la llevemos —dijo pausadamente Nico. En aquella joven 
había algo que le había llegado a lo más hondo. Si Euge estaba tan desesperada 
por escaparse del convento, Nico no encontraba razón para no ayudarla. 
Peter entornó los ojos. Nunca había visto a Nico tan empeñado en ayudar a 
una mujer en apuros.
—No pienso cargar con esa responsabilidad. Han puesto precio a mi cabeza, y
nos acechan mil peligros en este país extranjero.
Se lo dijo a Nico en inglés; Euge miraba a uno y luego al otro, deseando ser
capaz de entender lo que decían. Era evidente que estaban hablando de ella.
—Yo me hago responsable de ella —adujo Nico.
Peter no tenía tiempo ni ganas de quedarse allí hablando con Nico. La
impaciencia le estaba reconcomiendo. Estaba tan cerca de alcanzar su objetivo que
habría accedido a lo que fuera.
—Muy bien, pero asegúrate de que no cause problemas. De camino hacia aquí
he visto una posada en la villa de Lebrija. Que te den habitaciones para todos
nosotros. Yo iré con Lali en cuanto pueda.
—Gracias, Peter. No sé por qué, pero tengo la sensación de que eso es lo que
debemos hacer. —Se volvió a Euge y le explicó con suavidad—: Os vamos a llevar
con nosotros.
En los ojos de Euge brillaron lágrimas. Hasta la llegada de aquellos ingleses,
había desesperado de encontrar una manera de escapar del convento. Se sintió tan
agradecida que procedió a abrazar a Nico, lagrimeándole la casaca.
La impaciencia pudo más que Peter.
—Las indicaciones que ibais a darme, señorita Euge . ¿Cómo puedo
encontrar a Lali?
Euge se secó los ojos y le dio explicaciones precisas de cómo llegar a la sobria
celda de su esposa.
—La puerta no está cerrada con llave, señor —le dijo—. No se nos permite
mucha intimidad.
Peter asintió secamente y, girando sobre sus talones, se internó en la
oscuridad, mientras Nico cruzaba con Euge la puerta del convento, la aupaba a su
caballo y montaba a su vez detrás de ella.
—¿A dónde vamos? —preguntó ella, sin aliento.
—Os llevo al pueblo, donde esperaremos a Peter y a Lali —le explicó Nico.
Su brazo se curvó posesivamente sobre la cintura de Euge, y súbitamente sintió
que deseaba a aquella mujer. Se endureció de inmediato, preguntándose si Euge
sería todavía virgen, o si acaso su "terrible" pecado habría tenido por resultado la
pérdida de la inocencia.
Peter recorrió sigiloso los pasillos desiertos, siguiendo al pie de la letra las
indicaciones de Euge. Todo estaba oscuro, salvo por las velas que ardían en cada
intersección, que alumbraban a Peter lo suficiente para girar donde tenía que girar
y para ir contando las puertas que había a cada lado de los largos pasillos. Cuando
por fin llegó a la que Euge le había indicado, se detuvo a coger aire para
tranquilizarse y giró el picaporte. La puerta se abrió sin ruido y él se coló dentro. Un
brillante rayo de luna se derramaba por la ventana. Como ya tenía la vista hecha a la
oscuridad, no necesitó ningún ajuste para ver a Lali junto a la cama, envuelta desde
el cuello hasta los pies en un amplio camisón blanco.
Embebida en sus plegarias, Lali no había oído el crujido de la puerta al abrirse
ni el sonido de los pasos de Peter al acercarse. Hipnotizado por los juegos de la luz
de luna sobre la cabeza inclinada de Lali, Peter se quedó absolutamente inmóvil,
mirándola con incontenible deseo. Notó con alegría que le había crecido el pelo, y
ahora le cubría los hombros como una cortina negra. Estaba descalza, y sus perfectos
deditos rosados eran la única parte visible de su cuerpo, aparte de las manos y la
cara. Consumido por esa visión, Peter parecía incapaz de moverse, y hasta de
pensar.
Lali rezaba fervientemente, según tenía costumbre de hacer sin falta todas las
noches antes de acostarse. Rezaba por que Peter estuviera bien y feliz dondequiera
que estuviese, por que su niño naciera sano, por que Euge fuera algún día
liberada de su encierro forzoso. Aunque Lali se había resignado a una vida austera,
sabía que Euge anhelaba algo más.
De pronto, sintió que no estaba sola. Lo primero que pensó fue que era otra vez
Euge.
—Me alegro de que hayas venido a pasar un rato, Euge —dijo sin volverse—
. Termino en un instante.
Sus palabras hicieron que los miembros paralizados de Peter se relajaran, y
éste se acercó sin hacer ruido a la cama a cuya vera estaba Lali arrodillada. Sonrió
al recordar cómo se había pasado de rodillas casi todo el tiempo en aquellos primeros
días que pasaron juntos.
Se quedó de pie detrás de ella, tan cerca que habría podido tocarla con sólo
alargar la mano. Su aroma especial, dulcemente seductor pero sutilmente evasivo, le
encandilaba más allá de lo soportable. Le temblaba la mano cuando la posó con la
mayor suavidad sobre el hombro derecho de Lali. Sintió el momento exacto en que
ella se daba cuenta de que era él, y no Euge, quien había entrado en su cuarto: el
cuerpo se le puso tenso y se le aceleró la respiración. Entonces se volvió lentamente,
con el nombre de Peter acariciándole los labios en un suspiro estremecido.
Lali también fue consciente del preciso instante en que se dio cuenta de que
Peter estaba en su cuarto, con ella. Sintió el poderoso encanto de su presencia,
percibió el calor de su cuerpo. Inspiró el embriagador aroma del cuero, de los
caballos y de algo más que sólo él tenía. Sintió la descarga eléctrica de su piel, y supo
que no estaba soñando. Mientras se daba la vuelta, parpadeó asombrada de la sed
que ardía en lo más hondo de los ojos de Peter.
—Lali... —Ayudándola a levantarse, él clavó en sus oscuros e inquisitivos
ojos los suyos, sospechosamente húmedos. Pero no intentó abrazarla. Por el
momento. Primero quería saber lo que ella sentía hacia él—. Gracias a Dios que te he

encontrado. He vivido un infierno desde que te fuiste. ¿Por qué? ¿Por qué me
dejaste?

1 comentario:

  1. Por ser un estupido Peter ajjajajaja
    Por favor no lo dejes ahi y subi una maraton de capitulos plis

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