¿Vos sois el pirata de Lali?
Peter sonrió con gesto divertido.
—Sí. ¿Vais a abrirme ya la puerta?
—No. Eso no cambia nada. Es demasiado tarde para visitas. La Reverenda
Madre no admite visitantes una vez que ha anochecido. Tendréis que volver mañana.
—Quizá podamos encontrar posada en el pueblo que hemos pasado al venir, y
volver aquí mañana —sugirió Nico dando un paso hacia delante y poniéndose a la
vista de Euge .
Hasta que Nico hizo notar su presencia, Euge no se había dado cuenta de que
Peter venía acompañado. Se quedó mirando a Nico en la penumbra,
encontrándolo casi tan apuesto como el marido de Lali. Ninguno de ellos parecía
tan temible como los pintaban los rumores.
—No, yo no me voy —dijo Peter con firme determinación—. Quiero ver a
Lali, y quiero verla ahora. ¿Nos dejáis entrar, Hermana, o tengo que escalar el
muro?
Euge tragó saliva nerviosamente. Su instinto le advertía que nada podría
detener al inglés si se empeñaba en entrar. Pero necesitaba asegurarse de que abrirle
la puerta iba a ser lo mejor para Lali.
—¿Para qué queréis ver a Lali? Yo soy amiga suya, y no quiero que le hagan
daño.
—Mirad, Hermana...
—No soy monja. Estoy aquí como invitada, igual que Lali.
—Muy bien, señorita...
—Euge. Euge Suarez.
—Señorita Euge. Mi mujer no pinta nada aquí. Donde tiene que estar es
conmigo. He venido a buscarla para llevarla a casa.
—¿A casa? ¿A Inglaterra?
Peter y Nico se miraron significativamente.
—No. A Inglaterra no. Yo ya no soy bienvenido allí. Me llevaré a Lali a la isla
de Andros, en las Bahamas. Y ahora, señorita, ¿me dejáis entrar?
Euge se sintió dividida. Sabía que Lali seguía enamorada de su pirata
inglés, pero, según ella le había contado, Peter odiaba a los españoles y no quería
ningún hijo de sangre española. Se debatió entre dejar entrar al inglés sin permiso de
Lali e insistir en que volvieran al día siguiente.
—Señorita, si lo que os preocupa es que pueda hacer algún daño a mi esposa,
podéis tranquilizaros. Lali me importa en lo más hondo. No sé qué os habrá
contado ella, pero he cambiado mucho. Por un capricho del destino ella es mi esposa,
y yo... —le resultaba difícil desnudar su alma ante una desconocida, pero quería que
la amiga de Lali comprendiese la profundidad de lo que sentía por su mujer— la
amo. Si ella me perdona, pienso dedicar el resto de mi vida a hacerla feliz.
La sinceridad de Peter impresionó a Euge. Algo en la expresión del pirata
le dijo que su amor por Lali era de los que no se borran con el tiempo. Si a ella la
amara así un hombre, sería la más feliz de las mujeres.
—Muy bien, señor, os dejaré entrar a ver a Lali, aunque lo más probable es
que por ello me gane un severo castigo de la Reverenda Madre.
Empujó a un lado la pesada tranca y abrió la puerta de par en par. Entró
Peter, con Nico pisándole los talones
Oh falta poco, te falta otro cap
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