martes, 24 de enero de 2017

CAPITULO 66


Isabel hizo una mueca de desagrado, y en la estancia se hizo un silencio poco
natural. Peter tuvo una premonición heladora y luchó contra el prurito de largarse
a buscar a Lali para llevársela a toda prisa de Londres. Esperó a que Isabel hablara
y supo instintivamente que no le iba a gustar lo que iba a oír. 
—Lamentamos que ésa es la única cosa que Nos no podemos concederos.
Vuestra esposa ya no reside en la corte.
Peter soltó un grito ahogado de indignación e incredulidad.
—¿Habéis expulsado a Lali?
—Qué va, no la hemos expulsado. Desapareció uno o dos días después de que
zarparais a reuniros con la flota. No sabemos exactamente cuándo se fue, sólo que ya
no está entre nosotros.
—¿Es así como cumplís vuestras promesas? —le espetó Peter como un
trallazo—. Dijisteis que protegeríais a Lali. ¿Qué le habéis hecho?
—¡No le hemos hecho nada! —dijo la reina llena de indignación. No estaba
acostumbrada a que se dirigieran a ella de forma tan irrespetuosa, y su carácter
relampagueó peligrosamente—. Os sugerimos que sujetéis la lengua y recordéis con
quién estáis hablando.
—Peter , por favor —apremió Lady Martina —, no sigas. Estás incurriendo en la
ira de la reina, y eso no es prudente.
Peter se sacudió la pegajosa sujeción de Martina, con expresión dura y resentida.
—¿Dónde está mi esposa? Vos y vuestras damas le habéis estado haciendo la
vida imposible, y vuestros cortesanos la consideraban pieza disponible para sus
abyectas atenciones.
Isabel se levantó majestuosamente de su sitial, con una rabia sobrecogedora.
—Vais demasiado lejos, Sir Lanzani. No sabemos adonde fue vuestra esposa y no
tuvimos nada que ver en su desaparición. Teníamos intención de cumplir la promesa
que os hicimos. Cuando se advirtió su desaparición, Nos enviamos un mensajero a la
Residencia de los Lanzani a interesarse por ella. Pero ella no estaba allí. Nuestra opinión
es que ha regresado a España.
—¿Sola? —se burló Peter —. Lali no tenía dinero; no conocía a nadie en
Londres a quien pedir ayuda. ¿Cómo podría haberse ido a España?
—Los curas —dijo Isabel con altanero desdén—. Los jesuitas se marcharon al
día siguiente de zarpar vos. Aunque no hay forma de comprobarlo, Nos creemos que
vuestra esposa los acompañaba. Mejor así.
Las manos de Peter se hicieron puños, con ganas de golpear a alguien o algo.
—Iré inmediatamente a España y la traeré de vuelta. Lali no se habría
marchado sin una buena razón.
Peter sentía que él mismo era tan responsable como Isabel de la desaparición
de Lali, pero no podía ocultar el feroz rencor que sentía hacia la corte inglesa.
Todos en la Cámara de Audiencias le habían oído afrentar a la reina, y aguardaban
expectantes a que Isabel exigiera el justo castigo.
—No, vos no dejaréis Inglaterra —declaró la reina estampando el pie en el suelo
para dar énfasis a sus palabras—. Esa mujer española está donde le corresponde.
Mirad a Lady Martina como consuelo, será una esposa digna de vuestro nombre. Nos
hemos tomado la libertad de pedir al obispo que disponga los documentos de la
anulación. Esperan vuestra firma.
Peter exhaló lentamente.
—¿Y si me niego?
—Vuestros bienes serán confiscados y seréis encarcelado en la Torre hasta que
recuperéis el buen sentido, ¿Es ése vuestro deseo?
—Se ve que mis deseos no tienen ningún peso en este negocio.
—Esto es lo que más os conviene, Sir Lanzani. Sabéis que nunca nos complació
vuestro matrimonio. No solamente fuisteis forzado a tomar una esposa totalmente
inadecuada a vuestra posición, sino que además la boda fue oficiada por un
sacerdote papista, lo cual ya es razón suficiente para la anulación. Lady Martina os va a
aportar su enorme riqueza y sus numerosas haciendas. Es nuestro más íntimo deseo
que nuestro querido héroe se una en matrimonio a Lady Martina . Tenéis mucho que
perder negándoos a nuestra demanda y todo que ganar aceptándola: como mínimo,
una encantadora esposa que está enamorada de vos. —Sus palabras sonaron
sospechosamente a amenaza, y Peter jamás se plegaba de buen grado a las
amenazas.
Después de despachar su ultimátum, la reina se reclinó graciosamente en su
sitial, esperando con displicencia a que Peter se sometiera a sus deseos. No iba a
aceptar negativas; nunca lo había hecho.
—¿Es ésa la última palabra de Vuestra Majestad?
—Sí, es mi última palabra en este asunto.
—Entonces no tengo elección —concedió graciosamente Peter. Para él era
una auténtica hazaña contener el genio y mantener la compostura mientras por
dentro estaba hirviendo de rencor y de rabia, pero sea como fuere logró
componérselas. Por más que la reina intentara imaginárselo, nunca llegaría a saber
cuánto le costaba aquello a su orgullo.
—Ay, Peter, no lo lamentarás —chilló encantada Lady Martina. Peter le
dedicó una mirada invernal—. Sabía que tomarías la decisión acertada, y por eso me
anticipé con los planes para nuestra boda. Nos casaremos de aquí a una semana, con
asistencia de toda la corte. Podemos pasar nuestra luna de miel en mi remota
propiedad de Cornualles. Ya he mandado recado para que esté preparada para
nuestra visita.
—Has pensado en todo —observó Peter fríamente.
—Habéis hecho una elección acertada, Sir Lanzani —dijo la reina, más que
complacida con la capitulación de Peter. Pocos de sus súbditos eran tan tontos
como para atreverse a frustrar sus deseos.
—Pues bueno sea —dijo Peter, impaciente por librarse de la reina y de Lady
Martina —. Si me disculpáis, Majestad, es mucho lo que debo hacer antes de la boda.
Tengo todavía un barco averiado y hombres heridos a los que atender. Tengo que
enviar noticias a la Residencia de los Lanzani y proveer adecuadamente mi guardarropa
para honrar a mi esposa.
Isabel hizo un gesto imperioso con la mano.
—Estáis disculpado, Sir Lanzani. Las semanas que habéis pasado en el mar con
nuestra flota victoriosa han debido dejaros agotado.
Peter se retiró con toda la gentileza que fue capaz de mostrar. No llegó a
percatarse de que Lady Martina salía detrás de él hasta que la sintió a su lado.
—Estoy agotado de verdad, Martina —se excusó con ella—. Mejor seguimos
hablando de nuestros planes mañana.
—No es hablar lo que quiero —su voz tenía un seductor tono de promesa—. No
hay razón para reprimirse, ya. Nuestra boda sólo necesita la ceremonia para que sea
legal. Tu esposa te ha abandonado, y yo ya me siento esposa tuya. Hazme el amor,
Peter .
Peter rechinó los dientes de disgusto. Maldita Isabel y maldita Martina por
empujarle a algo que él no deseaba. Todavía tenía una semana y se proponía hacer
buen uso de ella antes de...
—Ahora no —se escabulló Peter —. Iré yo esta noche a vuestra cámara. De
poco te voy a servir si caigo dormido en el instante en que mi cabeza toque la
almohada. Estoy sucio y necesito un baño. Y ahora, por favor, discúlpame.
Martina hizo un gracioso mohín.
—Te ayudaré a darte un baño. Quién sabe lo que puede pasar en cuanto te
hayas refrescado.
—Yo lo sé: que me voy a echar una larga siesta.
—Peter , estoy empezando a pensar que estás tratando de evitar hacerme el
amor —su voz adquirió un matiz duro—. No tendría más que insinuarle a la reina
que pretendes librarte del casamiento para que ella se incautara de todos tus bienes y
te encerrara en al Torre hasta que vuelvas al redil.
—Ah, Peter , estoy seguro de que te encantaría hacerlo —dijo Peter con
suavidad, con una suavidad excesiva que hizo que se disparase un escalofrío por
toda la longitud de la elegante espalda de Lady Martina. Peter la cogió en sus brazos,
besándola con fuerza, bruscamente, descargando todo su enfado en la violenta
posesión de la boca de ella. Martina se estremeció, aceptando su beso brutal con hambre
predadora.
—Peter , ay, Peter , sí, me gustas así —gimió inconsciente contra su boca,
jadeante de expectativa—. No me importa lo excitado que te pongas.
Un ruido de disgusto borboteó en lo hondo de la garganta de Peter. La boca
de jane estaba húmeda y floja bajo la suya. Sospechó que habría podido tomarla en el
suelo, en el pasillo mismo, sin que ella protestara. Pero ni la deseaba entonces ni la
iba a desear nunca. Lali era la única mujer que él deseaba, y la tendría si lograba
deshacerse de Martina sin deshacerse de su propia vida. Disponer de tiempo era
esencial. Sólo tenía una semana para poner sus asuntos en orden, y eso iba a ser
endemoniadamente difícil con Martina resollando tras él. ¿Cómo diablos iba a tenerla
satisfecha sin acostarse de verdad con ella?
—Esta noche —le susurró Peter en la boca. Dando a su pecho una incitante
caricia que prometía largas horas de éxtasis, se dio la vuelta y se alejó dando
zancadas con viveza.

1 comentario:

  1. Mandara a otro a pasar la noche con ella? Jajaj
    Ojala pueda lograr recuperar a lali y enterarse q eata embarazada...
    Otro cap uno solo hablaron d q vencieron a España

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