domingo, 22 de enero de 2017

CAPITULO 62


Las palabras no llegaron a salir de su boca porque los labios de Peter
saqueaban sin piedad los de ella y sus manos trazaban sendas de fuego por su piel.
Cuando la levantó en vilo y la llevó a la cama, Lali sintió la clase de felicidad que se
tiene una sola vez en toda la vida. Y ahora, con Peter en el quicio de admitir que la 
amaba, podía por fin confiar un secreto que sólo había sospechado en las últimas
semanas. Estaba segura de que llevaba el hijo de Peter, pero había temido
demasiado su respuesta para decírselo. Las veces que le había dicho que él no quería
un hijo medio español eran demasiadas para contarlas, pero de repente sintió
confianza en el amor de él por ella.
En breves instantes estaban ambos desnudos, adorándose el uno al otro con
manos, labios y boca, sus cuerpos retorciéndose de necesidad de consumar este
nuevo principio. Peter la fue despertando despacio, suavemente, con gran cuidado
y pericia, llevándola al borde del éxtasis, negándose a dejarla libre. Lali acercó
tímidamente la boca a su dureza de terciopelo, probando, saboreando, sorprendida
de encontrar grato al paladar el ligero sabor salado de su esencia.
Peter se arqueó violentamente y rechinó los dientes.
—¡Maldita sea! Para, amor mío, para...
La inmovilizó contra la cama, deslizándose por su cuerpo, aplicando su boca a
su canal íntimo. Su lengua exploró profundamente, saboreando el aroma a almizcle
de su excitación. Con determinación implacable la llevó hacia el orgasmo. Lali
gemía y cabalgaba hacia la cima de un éxtasis primario. Esperó a que ella recobrara el
aliento, y comenzó entonces a excitarla de nuevo, hasta que estaba caliente y húmeda
con perlas de rocío, hasta que le suplicó que entrara en ella. Arrastrado ahora por el
apremio de su cuerpo, colocó su tensa erección en el portal de su sexo y empujó
vivamente hacia delante. Casi perdió la cabeza cuando la suavidad de ella se cerró en
torno a él, pero apretó con fuerza las mandíbulas y dobló el talle, sepultando su
palpitante extensión hasta el puño. Ella sintió cómo la rudeza de su cuerpo
empapado en sudor temblaba contra el suyo, como si el esfuerzo por dominarse le
estuviera costando mucho.
—Déjate ir conmigo, amor mío —le murmuró él roncamente al oído—. Déjate ir
conmigo... ¡ya!
Gritando el nombre de él, Lali se quedó casi aplastada por el éxtasis
demoledor de su segundo orgasmo.
Peter emitió un grito ronco, empujó una vez, dos veces, y luego se apartó y
derramó su semilla en las sábanas. Lali se quedó mirando con horror cómo
terminaba con la mano hasta que lo hubo drenado todo. Luego cayó a su lado y cerró
los ojos.
Aunque aturdida aún por la pasión, Lali tampoco estaba tan desorientada
como para no saber que lo que acababa de hacer Peter era antinatural. Cuando su
respiración se fue calmando hasta un ritmo regular, se volvió sobre el costado y se
quedó mirándolo.
—¿Por qué has hecho eso? —le preguntó en tono de queja.
Peter abrió los ojos y le dirigió una mirada que era más sombría que de
disculpa.
—¿Te refieres a haberme retirado? Es una de las maneras para evitar tener hijos.
Hemos tenido suerte hasta ahora, pero nuestra suerte no puede durar siempre.
Sus palabras tuvieron el efecto de dar al traste con el loco sueño de Lali de
formar una familia con Peter. Por más que él la deseara carnalmente, acababa de
dejar claro que aborrecía la idea de tener un hijo que llevara la sangre española de
ella. Ese implacable rechazo de los hijos que Lali pudiera concebir de él le produjo
un dolor tan fuerte que se agarró el estómago y se dio media vuelta, para que
Peter no viera con cuánta crueldad la había herido.
Si Peter hubiera sabido el grado de desolación que iban a producirle a ella
sus palabras, no las habría pronunciado nunca. Si lo hizo fue por motivos muy
diferentes y mucho más simples que la interpretación que de ellos hacía Lali. Él
quería hijos, ¿qué hombre no los querría? Ya era hora de superar el asesinato de su
familia y seguir adelante con su propia vida. La venganza había sido la fuerza que
empujaba su vida durante tanto tiempo que había acabado excluyendo de ella todo
lo demás, incluso el amor. Pero ahora sí quería amor. El amor de Lali. Y quería
tener hijos con ella, pero no todavía.
Pronto se iba a incorporar a la flota inglesa e iba a entrar en batalla con los
españoles. ¿Y si perdía la vida y dejaba atrás a Lali con un hijo en su vientre?
Conociendo la inclinación de la reina a la represalia rápida contra aquellos que no le
gustaban, Peter no podía estar seguro siquiera de que sus propiedades fueran a
pasar a Lali si él perdía la vida en el mar. Ya en otras ocasiones Isabel se había
incautado de los bienes de quienes contrariaron sus deseos, así que Lali bien podía
acabar en la indigencia, con un hijo que criar. No podía correr ese riesgo.
Desde luego todo habría sido mucho más fácil si él, simplemente, se hubiera
mantenido fuera de la cama de ella, pero sus naturalezas apasionadas hacían
impracticable semejante medida. Más bien imposible, pensó sarcásticamente Peter.
No podía seguir reprimiéndose por más tiempo, pero podía ser muy cuidadoso para
evitar que su semilla quedara dentro de ella.
—No me des la espalda, Lali —dijo Peter tirando de ella para que se
volviera hacia él—. No puedo seguir negando mis sentimientos hacia ti. Al diablo
con la reina. Al diablo con Lady Peter. Se trata de mi vida, y pienso hacer con ella lo
que me plazca.
—Le tocó la cara y advirtió sus lágrimas—. ¿Por qué lloras, amor mío?
Lali no encontró razón para decirle entonces a Peter que llevaba en las
entrañas un hijo suyo. Hasta era posible que él quisiera obligarla a deshacerse de su
criatura. Había oído decir que esas cosas ocurrían.
—¿Me has oído, Lali? ¿Qué pasa?
Afortunadamente Lali no tuvo que inventar una respuesta. Unos golpes
fuertes en la puerta interrumpieron lo que podía haber sido un trance muy
embarazoso para ella.

1 comentario:

  1. Oh no pobre lali sigue sufriendo en silencio:(
    Sube maaaas !!!

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