lunes, 30 de enero de 2017

CAPITULO 75

—¿Cómo se llega al cuarto de Lali? —preguntó Peter. Llevaba tanto tiempo 
esperando ese día que a duras penas lograba contener la excitación. 
Euge lo escrutó entornando los párpados. De pronto, la aparición de Peter 
le pareció una señal de Dios. Su despierta mente vio en aquello su vía de escape de la 
insostenible situación que le había impuesto su padre. Sus ojos brillaron desafiantes
en la oscuridad, y alzó la barbilla para enfrentarse a Peter .
—No os lo voy a decir. Y no podréis averiguarlo por vos mismo sin despertar a
todo el convento. Los pasillos son un laberinto de pequeñas celdas, todas ocupadas
por hermanas y novicias.
Peter frunció encolerizado los ojos. Agarró a Euge por los hombros y le
pegó una violenta sacudida. Euge tembló, pero se mantuvo obstinadamente
callada.
—¿Para qué me habéis dejado entrar si no pensáis decirme dónde está Lali?
—Peter , que le haces daño —advirtió Nico. Se dirigió a Euge en tono
suave—: Me llamo Nico Riera. Debéis tener alguna razón para negarle a Peter
lo que os pide. —Hablaba el español titubeando y no tan bien como Peter, pero al
parecer Euge le entendió.
Pero Euge tenía la boca seca, era incapaz de formular una respuesta.
—¿Me entendéis, Euge? ¿Por qué no lleváis a Peter donde Lali?
—Irrumpiré en todos los cuartos del convento si es necesario —amenazó
Peter.
Euge se quedó mirándole. Tuvo que humedecerse los labios con la punta de
la lengua para poder hablar.
—Sólo os diré dónde está si me prometéis llevarme con vos.
—¡Cómo! Sin duda estáis bromeando. —Las palabras de Peter estaban
teñidas de estupefacción—. ¿Qué diría vuestra familia?
—Para mi familia estoy muerta —dijo Euge con tristeza—. Cometí un
pecado terrible. Me repudiaron y me mandaron aquí en castigo. Probablemente me
voy a pasar el resto de mi vida detrás de estos muros.
—Con lo joven que sois. ¿Qué terrible pecado es el que habéis cometido? —
preguntó Nico.
Euge bajó la cabeza, avergonzada. No lograba encontrar las palabras para
contarles a aquellos auténticos desconocidos la causa de que su familia hubiera
renegado de ella.
—Qué importa ahora mi pecado. Sólo os pido que me llevéis con vos. Lali y
yo somos amigas. Yo puedo ser de gran ayuda para ella. Va a necesitar los cuidados
de una mujer.
Peter se paró en seco.
—¿Qué queréis decir?
Euge se quedó callada. No era a ella a quien correspondía decirle a Peter
que estaba a punto de ser padre.
—¡Por todos los demonios! Sólo decidme dónde puedo encontrar a Lali.
Llevaros con nosotros no podemos, es imposible.

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