lunes, 29 de febrero de 2016

CAPITULO 89

Juguemos. 

PETER perdió el poco control que había en él, cuando aquellos suaves labios se movieron de manera exigentes sobre los suyos. Casi desesperado colocó una de sus manos sobre la nuca de ella, manteniéndola inmóvil para su beso. Con su otro brazo libre, rodeó su cintura, acercándola a él, casi levantando sus pies del suelo. 
Ella respiraba a través de él, no podía ser de otraforma. Rodeó su cuello con ambos brazos, acercándose tanto como era posible. La lengua de él invadió su boca, llenándola de su sabor. Un sonido suave, quebrado salió de ella, para terminar en la boca de él. PETER se movió un poco y la apoyó contra la puerta que estaba detrás de ellos. Tomó su labio inferior entre los suyos, saboreándola, tratando de controlar el movimiento. La morena gimió nuevamente y abrió sus ojos cuando los labios de él se alejaron un poco.
—Por favor, no te detengas, no… no tengas más miedo de hacerme daño, PETER —mientras decía cada palabra besaba sus labios sin apartar los ojos de él.
PETER respiraba trabajosamente, y por cada vez que ella lo besaba, implorándole con la mirada, acababa un poco más con su control. Cerró los ojos y apoyó la frente sobre la de ella. La mano que estaba en su femenina nuca subió, enterrándose en su cabello, deteniéndola.
LALI estaba agitada, lo miró fijo, esperando a que dijera algo.
—Demonios —murmuró él y volvió a atrapar sus labios.
—Sí, PETER, al demonio con todo, mi amor…
Él rió sobre su boca, acariciando su nuca. Ella sonrió entusiasmada. Sentía la adrenalina del momento, aquellas molestas pero a la vez agradables cosquillas en medio del estomago. PETER se alejó de ella y al instante echó en falta su calor. Abrió la boca para protestar pero él la detuvo colocando un dedo sobre sus labios.
—Vamos —le dijo y tomó su mano.
Caminó rápidamente hacia la habitación. LALI soltaba risitas nerviosas una vez que estuvieron dentro y la puerta se cerró detrás de ellos.
Él se giró a verla y tiró de ella hasta que chocó con su cuerpo.
LALI suspiró y apoyó las manos sobre su masculino pecho. Llevó las mismas hacia el cuello masculino y comenzó a desabrochar los botones de aquella aburrida camisa que él se había puesto para asistir al cementerio.
—He pensado muchas veces en esto —le confesó con la mirada clavada en el trabajo que hacían sus dedos y llegó al siguiente botón.
PETER respiró profundamente y antes de que ella llegara a la mitad de su pecho tomó sus manos, deteniéndola. La morena lo miró sorprendida.
—Esto no se hará a tu manera, preciosa —su voz sonó ronca y grave a causa del deseo que sentía. Y era porque tenía una pequeña fantasía sobre ella y el hecho de que hiciera lo que él le pidiera.
LALI sintió un suave calor recorrer su cuerpo. Primero en su vientre, luego en su pecho, hasta llegar a sus mejillas. Su respiración volvió a agitarse, haciendo que su pecho subiera y bajara notablemente. Se relamió los labios, ya que los sentía secos.
—Entonces, ¿Cómo se hará? —le preguntó haciendo todo lo posible por sonar normal, aunque los nervios la estaban consumiendo.
—Yo me quedaré extremadamente quieto, y te observaré mientras tú te quitas esa bonita ropa para mí.
Ella se estremeció de pies a cabeza y sintió la respuesta a aquellas palabras en su cuerpo. PETER se alejó y caminando hacia atrás llegó hasta la enorme cama, en donde se dejó caer de espaldas. Tomando una pose total y completamente relajada, colocó aquellos fuertes brazos detrás de su cabeza y la miró. Ella estaba quieta con los brazos a los costados. Su corazón latía rápido. Lo observó, parecía tan tranquilo. Y si no fuera por el bulto en sus pantalones, que demostraba su excitación, pensaría que él no estaba ansioso como ella. Pero sí lo estaba, aquello era un teatro. Él estaba ansioso, más que ansioso. Las manos le sudaban. Necesitaba tocarla, sentirla lo antes posible. Pero quería aquello. Le gustaba el juego.
—¿Qué estas esperando? —le preguntó con una suave nota de arrogancia.
—¿Es lo que quieres? —inquirió ella.
—Es lo que deseo —contestó. La temperatura aumentó en aquel cuarto.
LALI se lamió los labios, lentamente al sentirlos secos. Vio como él seguía el movimiento de su lengua con la mirada. Podía parecer muy tranquilo, pero sabía que sentía lo mismo que ella en ese momento. Sonrió, ambos podían jugar. Lo primero que hizo fue soltarse el pelo. Este cayó alrededor de su rostro y un poco más allá de sus hombros, en suaves ondas. Movió un poco la cabeza de un lado al otro, para acomodarlo mejor. Clavó la mirada en él y llevó las manos a los botones delanteros de su vestido negro. Decidió que iría despacio, para torturarlo como él la torturaba a ella. Desabrochó el primero contando mentalmente hasta diez para llegar al siguiente.
—¿Te gusta mi vestido? —le preguntó con tono inocente.
—Apúrate, LALI, mi paciencia tiene un límite.
—Dijiste que ibas a quedarte completamente quieto mientras yo me quitaba la ropa para ti.
Él vio el desafío en su mirada. Podía manejar aquello, no era ningún chiquillo impaciente. Pero ¡Demonios! ella era demasiado para su pobre control.
—No creo que sea necesario que… que vayas tan despacio —le dijo intentando sonar calmado. Ella le entregó una sonrisa dulce, que lo hizo ponerse más duro aun. ¿Cómo era posible? Estaba seguro que ella intentaba matarlo de alguna forma.
—Es un vestido muy delicado, tengo que ir despacio porque podría… arruinar o romper algún botón, PETER —ella volvió a la tarea de desabrochar el segundo botón. Él esperó paciente. Se obligó a esperar paciente. Cuando ella estaba llegando a la mitad, él ya estaba loco. Estaba a un segundo se ponerse de pie y lanzarse sobre ella como un desquiciado. Las solapas del vestido negro, comenzaron a abrirse, exhibiendo un poco de piel y un bonito sostén de combinaba. Ella llegó hasta la mitad y alzó la vista hacia él.
—Vas a matarme —murmuró, pero ella lo escuchó y sonrió.
—Pensé que te gustaba jugar —dijo y con un suave movimiento de sus hombros, el vestido cayó hacia los costados. Ella terminó de empujarlo hacia abajo, quitándose de paso los zapatos. Se enderezó y observó la reacción de él al verla sin el vestido, pero con un par de medias negras, que se ajustaban a la altura de sus muslos. Él respiró profundamente y sus ojos adquirieron un brillo malicioso. Lentamente recogió el vestido del suelo y giró, dándole la espalda. Lo escuchó resoplar algo entre dientes, pero no pudo entenderlo. Sonrió y se mordió los labios. Comenzó a caminar hacia el pequeño guardarropas que tenía en frente. Su idea era ir hasta allí para guardar el vestido. Abrió la puertita y colgó la prenda con cuidado. Pero el aire la abandonó cuando de repente un cuerpo grande y caliente se apoyó contra su espalda, aprisionándola contra la fría puerta.
—Bruja —gruñó él contra su oído —Eso eres LALI ESPOSITO, una maldita bruja.
Ella se rió entre dientes y pronto sintió como él la levantaba en brazos y la llevaba hasta la enorme cama. La dejó caer de espaldas y se colocó sobre ella para capturar sus labios en un necesitado beso. La morena se agarró con firmeza a aquellos fuertes hombros y abrió la boca invitándolo. Una mano grande y callosa, se posó en el costado de su cintura y bajó para llevarse consigo la media de la pierna derecha. Hizo lo mismo con la izquierda.
Él soltó sus labios, para bajar besos por su mentón hacia su cuello. Encontró un punto debajo de su oreja izquierda que la hizo temblar.
Las sensaciones eran inexplicables. Recordaba la noche que estuvieron juntos. Pero no se podía comprar con esto. Porque ahora lo amaba. Porque ahora lo conocía realmente. Porque ahora era suyo, y ella era suya.
Él siguió bajando su boca, arrastrando el peso su cuerpo a través de ella. Llegó hasta sus pechos. Metió una mano detrás de su espalda y desprendió el broche que lo mantenía en su sitio. Se alejó un poco de ella y se lo quitó.
Ella suspiró cuando él llevó su boca hacia la piel desnuda. Desde que su hija había nacido, estaban tan sensibles a cualquier tipo de contacto.
—PETER —murmuró abrumada.
—Dios, preciosa, eres hermosa —susurró contra su piel. Ella cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones. Enterró las manos en sus oscuros cabellos, acercándolo a ella. Necesitaba más de aquella sensación. Necesitaba que fuera más fuerte, más rápido. Pero él parecía tan decidido a seguir siendo delicado con ella.
—Por favor… —le pidió.
PETER levantó la mirada. Observó sus ojos. El deseo llameaba en esas esferas color chocolate.
—¿Qué quieres, mi amor? —le preguntó.
Ella se mordió los labios antes de contestar. Pero se armó de valor.
—No seas delicado conmigo, PETER… yo lo quiero todo de ti. Todo.

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