sábado, 27 de febrero de 2016

CAPITULO 83

El auto se detuvo frente al a puerta del hospital. Al instante la puerta de atrás se abrió y LALI vio el rostro de GAS. El rubio se inclinó y la tomó de las manos para ayudarla a bajar. Carl y Paul también se bajaron, mientras una enfermera traía una silla de ruedas para poder desplazar a la embarazada más rápido.
—¿Cómo te siente? —le preguntó DALMAU.
—L...as contracciones son cada diez minutos —dijo algo agitada.
—¡Miriam, hay que llevarla ya mismo a la sala de parto! —dijo él a la mujer que sostenía la silla.
—Enseguida, doctor —dijo la enfermera y se acercó a la morena.
—¿Ella va a estar bien? —preguntó Paul, mientras LALI se sentaba con dificultad sobre la silla. Una vez que estuvo cómoda los miró.
—Jamás voy a olvidar lo que hicieron por mí —les dijo con lágrimas en los ojos. Y creo que mi hija va a adorar tener dos abuelitos adoptivos…
Ambos hombres sonrieron emocionados.
—Nos quedaremos esperando a que todo salga bien, niña —dijo Carl.
—Gracias —murmuró y entonces una contracción acudió a ella. Apretó los dientes y se agarró a los costados de la silla.
—¡Vamos, ya! —exclamó GAS y empujó la silla.
LALI tenía su panza firmemente agarrada. La contracción se había detenido y algo agitada intentó comprender que pasaba a su alrededor. GAS la llevaba a una velocidad casi peligrosa por medio de los pasillos del hospital. La gente se abría paso a ella. GAS daba órdenes sobre su cabeza. Y las enfermeras se movían deprisa acatando cada grito.
Llegaron al primer piso. Un grupo de personas la rodeó y la ayudaron a levantarse. Una nueva contracción llegó.
—Cada cinco minutos —escuchó que DALMAU decía —Esa niña quiere nacer ya.
—¡Por favor! —gruñó ella adolorida —Me duele…
—Tranquila, LALI —dijo él —Estamos haciéndolo lo más rápido posible para ayudarte.
En menos de cinco minutos, LALI, estaba acostada sobre una cama, llevando puesto un camisón de hospital que le habían puesto y haciendo todo lo posible para no pujar. No quería que naciera sin que él estuviera allí.
—LALI, no aguantes la contracción —le pidió GAS —Ella necesita salir.
Dejó caer la cabeza hacia atrás, sobre la almohada y lloró.
—Dijiste que él… —no pudo terminar la frase, el dolor la forzó a pujar. Sintió un paño frío sobre su frente, secando su sudor. Una de las enfermeras estaba a su lado.
—Eso es —la alentó el rubio que era el encargado de ayudarla a traer el mundo a la pequeña ALLEGRA —Sigue así, pequeña, que pronto tu hija estará aquí.
—Lo estás haciendo muy bien, niña —le dijo la enfermera que le secaba la frente. LALI se dejó caer exhausta mientras la última contracción se iba y ella podía respirar un poco. Miró a la mujer que estaba a su lado.
—Gracias —le dijo en un débil susurro.
—No es nada, niña —le sonrió.
LALI se tensó al sentir dolor otra vez y empezó a pujar nuevamente.
—Tres, cuatro, cinco… Vamos, LALI, vamos que ella está muy cerca —dijo GAS.
—¡DIOS MIO, HAS QUE NAZCA YA! —le gritó a su médico.
—Eso hago —se defendió él.
—¿Dónde está el papá? —preguntó la enfermera. LALI la miró al instante y sintió unas terribles ganas de mandar todo al carajo. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, mezclándose con el sudor de sus esfuerzos por traer al mundo a su hija.
—No creo que sea buena idea hablar de eso —dijo GAS.
LALI intentó patearlo. Estaba asustada, adolorida y enojada.
—¡DIJISTE QUE IBAS A TRAERLO! —le gritó y volvió a pujar.
—Vamos, LALI, tú puedes… Yo sé que puedes.
—¡NO PUEDO! —lloró ella —¡NO PUEDO HACERLO!

Él entró desesperado al hospital. Se acercó a una mujer vestida de celesta y preguntó si acababa de ingresar alguna mujer a dar a luz. Apenas la enfermera dijo: Primer piso. No esperó más y se echó a correr nuevamente. No podía dejar de pensar. No podía creer que eso estuviera sucediendo. Mientras había estado parado en aquella iglesia, no había dejado de pensar en LALI. Aun más al ver que ella había decidido no asistir. Y entonces como un milagro caído del cielo, su hija había decidido nacer. Para salvarlo y hacerle entender que él no podía arruinar su vida de aquella manera.
Llegó al primer piso y comenzó a caminar hacia una de las puertas, más por instinto que por otra cosa. Al aproximarse, pudo escuchar unos gritos de dolor. El corazón se le estrujó en medio del pecho. Ingresó rápidamente en la puerta de la que habían salido los gritos, pero se detuvo al verla allí, detrás de un vidrio, llorando y maldiciendo, mientras GAS intentaba calmarla. Sin seguir dando vueltas, tomó la decisión de ingresar. Pero entonces una mujer muy bajita se interpuso en su camino.
—Señor, no puede ingresar así a una sala de parto —le dijo.
—Soy el padre de la niña…
—¿Cómo logró ingresar? —le preguntó como si no lo hubiese escuchado.
PETER no podía dejar de mirara a LALI. Ella estaba sufriendo, y él estaba allí sin hacer nada. Estaba a punto de perder el control.
—Déjeme entrar —le dijo a la mujer y dio un paso.
—Aléjese porque llamaré a seguridad —le advirtió.
—¿PETER? —escucharon que ella decía. LANZANI volvió la vista. LALI lo estaba mirando.
—Ya voy mi amor —le dijo él. Ella sonrió entra lágrimas pero su rostro cambió nuevamente al estado del dolor. PETER intentó pasar.
—No —lo detuvo la mujer.
—¡Maldita sea, Susan! —exclamó GAS —Dale una maldita bata y déjalo pasar antes de que ella me mate.
La enfermera miró mal a PETER y fue en busca de una bata. Rápidamente lo ayudó a colocársela. Abrió la puerta y él se acercó a la morena. Se inclinó cerca de su rostro. Ella lo miró respirando agitadamente, el rostro rojo, lleno de lágrimas y sudor. Era la mujer más hermosa que él había visto en su vida.
—Hola —le dijo él. LALI intentó sonreír, pero el dolor era más fuerte. PETER acarició sus cabellos.
—No puedo hacerlo —murmuró ella —No puedo traer a nuestra bebé…
—Claro que puedes, hermosa —le dijo y tomó su mano —Podemos hacerlo, ya estoy aquí…
—Oh por Dios, aquí viene de nuevo —exclamó ella y gimió de dolor.
LANZANI se desesperó, pero aguantó en silencio, mientras la mano de LALI se aferraba a la suya con fuerza.
—Ahí viene —dijo GAS —Puedo ver la cabeza… Vamos, LALI, un poco más.
—¡DIOOOS! —lloró y pujó con más fuerza.
—Eso es, mi amor, ya casi la tenemos —le dijo PETER al oído y le secó el sudor de la frente —Eres increíble… Dios mío, LALI, jamás en mi vida voy a volver a verte como alguien frágil y vulnerable…
—Aquí viene, aquí viene —dijo GAS. PETER alzó la cabeza e intentó ver, mientras LALI soltaba una maldición digna de un bárbaro y luego se dejaba caer flácida como gelatina sobre la cama.
El momento se detuvo para ambos mientras la habitación se llenaba de un agudo y fuerte llanto. GAS, con la frente perlada de un fino sudor, se incorporó y ambos pudieron verla, mientras las enfermeras de alrededor la limpiaban un poco.
PETER se quedó sin respiración mientras su mirada inspeccionaba por primera vez, aquel pequeño cuerpecito tembloroso y frágil.
—PETER, ven a cortar el cordón —le pidió a GAS. El azulino asintió y se acercó un poco. Tomó la tijera y cortó donde el rubio indicó. Una de las enfermeras colocó una toalla sobre el pecho de LALI y GAS colocó a la pequeña sobre ella.
—Oh Dios —lloró ella mientras intentaba tocar a esa pequeña cosita con cuidado. El corazón le latía acelerado, no sabía de donde estaba sacando fuerzas para seguir despierta. Sentía el cuerpo entumecido y flácido. Solo la pura fuerza de voluntad y aquel llanto desolador que salía de su bebé, la hacían seguir con los ojos bien abiertos.
PETER se inclinó sobre ambas y ellos se miraron a los ojos. La morena le entregó una pequeña sonrisa. Los ojos de él estaban llenos de lágrimas. No podía explicar los sentimientos que lo embargaban.
—Lo hiciste —le dijo.
—Lo hicimos —murmuró ella.
PETER se acercó sin dudarlo y la besó en los labios, tratando de explicarle todo con aquel pequeño beso. No encontraba las palabras para hablar.
La enfermera envolvió a la niña y la levantó del pecho de su madre. LALI intentó incorporarse, pero el agotamiento la hizo volver a su posición.
—Tranquila —le dijo PETER y acarició su rostro.
—Por favor, ve con ella, no la dejes sola —le pidió.
—Está bien, mi amor…
Se alejó de ella y se acercó a la enfermera que limpiaba con sumo cuidado a su hija. La observó mejor. Estaba roja como un tomate, una pequeña cantidad de cabello oscuro cubría su cabecita. Su ceño estaba levemente fruncido y tenía los ojos firmemente cerrados. La enfermera lo miró.
—Es una niña muy saludable, padre —le dijo. Le colocó una gorrita rosada y la envolvió con firmeza con una manta del mismo color. La levantó y se la tendió. PETER la miró sorprendido.
—¿Quiere que la agarre? —le preguntó.
—Pues claro —sonrió la mujer.
—Es que no sé como…
Ella se acercó y se la colocó en brazos. Lo ayudó a sostenerla correctamente.
—Siempre hay una primera vez para todo —le aseguró y se alejó.
PETER se quedó allí parado con ella en brazos. Lo observó más de cerca. Era la cosita más pequeña que él había sostenido alguna vez en su vida. Y era suya…
Las lágrimas que habían llenado sus ojos anteriormente, volvieron. ALLEGRA ya no lloraba, parecía estar muy cómoda dentro de esa manta.
—Hola princesa —le habló. Ella se removió un poco entre sus brazos. Bostezó y luego frunció el ceño, en una clara señal de llanto —No, mi amor, no llores. Soy yo, cariño, papá.
La pequeña se quedó completamente quieta al escucharlo. Su rostro se relajó y entonces abrió los ojos. Los mismos eran de un color miel, miel como la de las abejas. Esos eran sus ojos. Más de una vez su madre le había dicho que al abrir él los ojos por primera vez, habían sido de un miel como la más bonita tarde de verano. Era como si lo estuviera mirando, o eso creía. Sabía que los bebes no veían apenas nacían. Pero ella lo estaba mirando fijo.
—Sí, mi amor, aquí estoy —le dijo con voz queda —Dios mío, si vieras lo hermosa que eres.
La niña sonrió. Oh Dios, pensó él. Ella sonreía con la boca bien abierta y sin ningún diente. La primera lágrima resbaló por la mejilla del azulino.
—¿PETER? —escuchó que LALI decía. Se dio la vuelta muy despacio, con miedo de perder el equilibrio con su hija en brazos. La morena se veía demacrada, como si se hubiese ido a la guerra. Las enfermeras ya la había limpiado y acomodado. Pero aun así, seguía siendo la mujer más hermosa que él había visto jamás.
Se acercó hasta la cama y le colocó a la niña sobre su pecho. LALI la tomó y la observó bien. Al fin la tenía allí, al fin estaba en sus brazos. Era tan hermosa… Su pequeña, una parte de ella. Alguien que iba a depender de ella por muchos años. ALLEGRA tenía los ojos bien abiertos. Y sus ojos parecían ser… ¡VERDES! Miró a PETER.
—Tiene tu nariz —le dijo él. El mentón de ella tembló.
—Tiene tus ojos —murmuró.
GAS reingresó a la sala, ya que se había ido para asearse y cambiarse de delantal. PETER y LALI se giraron a verlo. El rubio sonrió.
—Buen trabajo, muchachos —les dijo —Tienen una hermosa y saludable niña.
—Gracias —le dijo LALI con la voz quebrada —Gracias por todo lo que has hecho por nosotras durante todos estos meses… tío.
DALMAU asintió algo emocionado. Le había tomado mucho cariño a aquella morena, como si fuera una hermana pequeña a la cual cuidar.
—Ahora los dejaré… Tengo que ir a calmar a una multitud que ha colmado la sala de espera, y tienen locas a las enfermeras…
—Pide perdón de nuestra parte, doc —sonrió PETER —La familia es así.
—Ya lo creo —rió. Miró a LALI—Enseguida vendrán a cambiarte de habitación y se llevaran a ALLEGRA para una revisión en neonatología. Luego vendrá una enfermera para ayudarte a alimentarla por primera vez
—Bien —asintió ella. GAS inclinó la cabeza y salió de allí. El silencio envolvió el lugar. PETER la miró una vez más.
—Dios mío, LALI —suspiró y levantó la mano para acariciar su rostro. LALI acariciaba la manito libre de ALLEGRA, que se agarraba con fuerza a uno de sus dedos.
—Parece estar asustada, PETER —dijo sin dejar de mirarla —Es como si supiera que ya salió a la luz, que vino a este mundo cruel y despiadado… Tengo miedo de no poder darle todo lo que se merece.
—Mírame —le pidió él. Ella no lo hizo, entonces PETER colocó un dedo bajo su barbilla y la levantó hasta que sus miradas se cruzaron —Ella jamás va ser no amada, LALI. No puedo prometerte que no vaya a sufrir, porque la vida tiene esas cosas a veces… Pero puedo jurarte que va a ser inmensamente feliz, y amada por mí, de la misma manera en la que te amo a ti.
—PETER…
—No lo hice, LALI —le dijo como si supiera lo que ella estaba pensando —No podía hacerlo.
Ella lo miró sorprendida. ¿No se había casado?
—No te casaste —murmuró.
—No —dijo él y acarició sus labios —Gracias a nuestra hija no cometí el mayor error de mi vida.
—Te amo —susurró ella. Él se acercó un poco más hasta rozar sus labios.
ALLEGRA comenzó a llorar en medio de los dos. Ambos rieron y PETER se alejó un poco para poder mirarla. LALI cambió de posición para ponerla boca abajo sobre su pecho.
LANZANI la observó cautivado. Ella parecía toda una profesional, murmurándole cosas dulces al oído, acariciando su espaldita. Le bebé se quedó dormida rápidamente, sobre los latidos familiares del corazón de su madre. Él sonrió sin que ella lo viera. Pero ese momento era el momento más mágico y lleno de paz de su vida… y era algo que lo iba a llevar consigo por el resto de sus días.

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