Charla de hombres.
Él abrió la puerta sin hacer ruido, y entró con cuidado. El sonido de
la tele llegó a sus oídos. Se acercó al sillón y la divisó allí,
dormida. Soltó un suspiro y se acercó un poco más, hasta arrodillarse a
su lado. Sus mejillas mantenían un pequeño camino de lágrimas, había
llorado. Él simplemente se quedó ahí, mirándola.
Luego de ver como MERY se iba, no volvió a
su casa. Había caminado en silencio hacia el parque y se había sentado
en una banca a pensar. No supo bien cuanto tiempo estuvo allí, pero al
parecer había sido bastante.
Volvió a concentrarse en el rostro de
LALI. Estaba dormida, pero era completamente claro que no estaba
tranquila. En su rostro se dibujaba claramente la preocupación, el
dolor, y la angustia. Levantó una mano y acarició su mejilla, secando
las lágrimas estancadas.
—A pesar de todo —murmuró sin dejar de mirarla —No me arrepiento de nada de lo que pasó entre nosotros, LALI.
Ella se removió en el sillón y abrió lentamente los ojos.
—PETER —susurró e intentó incorporarse rápidamente, pero solo logró apoyarse sobre sus codos.
—Tranquila —la calmó —Todo esta bien…
—¿Qué pasó? —preguntó —¿Dónde está MERY?
—Se fue a su casa… ya hablé con ella, le dije todo.
—Me odia, y con mucha razón —razonó con voz temblorosa —Hemos hecho todo mal, PETER, todo.
—No, LALI, no es así —su mirada quedó fija en la de ella —Yo sabía que sería así, me lo esperaba.
—Lo siento tanto…
—No me pidas perdón, por favor…
—Creo que ahora eres consciente de que no puedo seguir aquí, ¿verdad? —inquirió en voz baja.
PETER asintió, pero igual se rehusaba. No quería que ella se fuera, se había acostumbrado a su presencia, a su compañía.
—Lo sé, pero… Esperemos un poco más, LALI —le pidió.
—¿Esperar a qué? —quiso saber.
—A que todo se calme un poco. No te vayas aun, no me dejes solo.
Ella cerró los ojos y respiró profundamente. Apretó los labios.
—No es dejarte solo… es hacer lo correcto.
—Por favor… por favor —murmuró.
LALI lo miró fijo a los ojos, y vio la necesitada en ellos, el dolor, la preocupación, la culpa.
—Está bien —suspiró.
PETER se sintió realmente aliviado, solo en cierto modo. Sonrió apenas y se acercó a ella para abrazarla.
—Gracias —la apretó un poco más —Muchas gracias.
LALI cerró los ojos y dejó que su abrazo la reconfortara. Sabía que
estaban yendo por un mal camino, pero no podía decirle que no.
NICO miró a su mejor amigo y compuso una mueca de comprensión.
—Tarde o temprano tenía que pasar, PETER —le dijo.
—Lo sé, pero aun no estaba preparado para ello. Fue como una bomba que me explotó en las manos. Soy una mierda —aseguró.
Volvió a meter la cabeza dentro del capot del auto que estaban
arreglando. Estaba realmente cansado. No había logrado pegar un ojo en
toda la noche, pero la vida tenía que continuar y él tenía que seguir
trabajando.
—Oye, tampoco es tan así, hermano —dijo RIERA y le
tendió un destornillador. PETER lo tomó y le agradeció por lo bajo —Tú
no quisiste que esto fuera así… solo pasó. No planeaste lastimarla, no
querías hacerlo. Yo creo que si ella te ama tanto como dice hacerlo… va a
perdonarte.
—No lo sé —musitó.
—¿Dónde está, LALI? —le preguntó. Era raro que la morena aun no estuviera allí, organizando los turnos y dándoles ordenes.
—Se fue muy temprano a casa de AGUS. Él iba a llevarla a una convención
de no sé que cosa. Me siento una basura porque ella se siente una
basura. Quiere irse… pero le pedí, casi le rogué, que no se fuera. Está
segura de que es lo mejor… ir a vivir con su madre.
—Es lo más razonable —asintió NICO.
—Lo sé —aseguró —Pero no quiero.
—¿No quieres que? —le preguntó.
PETER se incorporó y apoyó las manos en el borde del auto. Miró a su mejor amigo a los ojos y maldijo entre dientes.
—Voy a confesarte algo, NICO—habló serio. RIERA asintió lentamente —Me pasan cosas con LALI.
—Pero eso yo ya lo sabía —aseguró. PETER frunció el ceño —Mira,
hermano, no por nada soy tu mejor amigo. Te conozco mejor que nadie, y
me he dado cuenta de todo el día de tu cumpleaños.
—¿Y por qué no me dijiste nada? —quiso saber.
—¿Para qué? —inquirió encogiéndose de hombros —Ibas a negármelo.
—Tienes razón, iba a hacerlo —dijo pensativo.
—¿Y qué piensas hacer? Estás en un gran, enorme y complicado lío.
—No lo sé… estoy tan confundido. Si MERY me perdona, tendré que olvidarme completamente de esta confusión.
—¿Y si no te perdona?
—Si no me perdona…
—¿Quién tiene que perdonarte? —preguntó él.
PETER giró rápidamente la cabeza para observar a su querido primo parado en la entrada.
—PABLO —dijo entre contento y asombrado —¿Qué haces aquí, primo?
Se acercó a él y se abrazaron amistosamente. PETER lo soltó y lo miró a la cara.
—Vine de visita, PETER —le dijo. LANZANI sonrió contento.
—¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no me dijiste que venías?
—Llegué ayer cerca del medio día. Quería que fuera una sorpresa. Nadie lo sabe aun… ni siquiera el tío NICO L.
—Es genial que estés aquí, PABLO—aseguró —Pero pasa, por favor…
—Hey NICO —saludó PABLO.
—¿Qué tal, MARTINEZ? —se acercó a él mientras se limpiaba las manos con un trapo, luego se la estrechó —¿Cómo has estado?.
Por alguna razón, NICO no confiaba en PABLO, jamás lo había hecho. Pero
siempre trababa de mostrarse amable y considerado, sabía lo mucho que
PETER quería a su primo.
—Muy bien, ¿y tú?
—Perfectamente —sonrió con los labios sellados.
—Esto se ve realmente distinto… ¿Qué han hecho?
—Oh, un poco de ayuda femenina —contestó NICO.
En ese momento alguien entró al taller. Los tres se giraron a ver y al instante PABLO sonrió.
PETER se puso realmente pálido, no la esperaba allí.
—MERY… —murmuró LANZANI. La castaña tragó saliva y clavó la mirada en PABLO. ¿Qué más tenía que pasarle? ¿Qué más?
—¿Po… podemos hablar, PETER? —preguntó en voz baja.
—Sí, vamos —dijo él y dejó sus cosas sobre una mesa para acercarse a
ella. Tomó su abrigo y se giró a ver a su amigo y a su primo —Vuelvo en
un rato…
—Nosotros cuidaremos bien el negocio —sonrió PABLO sin dejar de mirar a PETER.
—Lo sé —sonrió apenas PETER
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