Como si fuera la primera vez
Un mes después…
Las lágrimas caían por sus mejillas mientras estaba parada frente a aquella fría e insípida inscripción. ...
ALEJO William ESPOSITO, hijo, padre y abuelo, descansa en paz.
Un mes. Un m es entero su abuelo había luchado como ella se lo había pedido, pero su cuerpo ya no pudo más. Ella lo esperaba, pero el dolor era tan intenso, que ninguna espera la podía haber preparado.
Alguien se paró a su lado. No le hizo falta mirar para saber quien era. El aire cambiaba cuando él estaba cerca. Se aproximó más a ella, y la dejó apoyarse contra su costado. La morena apoyó la cabeza sobre su hombro.
—Es hora de ir a casa —le dijo él. LALI se secó las lágrimas con el dorso de la mano.
—Lo sé —asintió con un nudo en la garganta —Solo que… me cuesta un poco aceptarlo.
—Te entiendo, preciosa —susurró él y beso su sien —El día que mi abuelo murió me negaba a dejar el cementerio. No quería dejarlo allí. Pero debes saber que él ya no está aquí, solo está su cuerpo.
Ella asintió y se acercó más a él para abrazarlo y esconder su rostro contra su pecho. Tenerlo allí con ella era una bendición.
—¿Los periodistas siguen allí? —quiso saber.
—Sí, son como moscas… Pero podemos salir por otra parte.
—Sí, me parece bien.
Su abuelo había muerto hacía dos días. Al ser un hombre muy conocido en el mundo de los negocios, la noticia de su muerte había volado por todos lados. Y los periodistas ahora buscaban algún pedazo de ella para mostrar al público.
Observó una vez más la tumba, rodeada de hermosas flores. Se inclinó y acomodó una rosa blanca.
—Espero que ya estés en paz —le dijo.
Se puso de pie y tomó la mano de PETER para salir de allí. Ya no necesitaba eso, ya no. Había compartido unas hermosas cuatro semanas con su abuelo y su hija. El dolor no iba a quitarle aquello.
Caminaron en silencio, él apretaba su mano, dándole un callado consuelo. ¿Qué sería de ella sin él? PETER era maravilloso. Era un padre increíble. Solo faltaba dejar aquellas cosas tontas atrás para que todo fuera perfecto. Solo necesitaban pasar esa barrera que los alejaba. Necesitaban sentirse como la primera y única vez que había hecho el amor. Pero ella no estaba del todo lista. Las complejidades de una mujer que acababa de dar a luz eran algo complicadas de explicar.
Llegaron hacia la salida trasera del cementerio privado y al salir las molestas cámaras los encontraron. LALI gruñó por lo bajo y agachó la cabeza para que no vieran sus ojos hinchados. PETER la rodeó por los hombros y la acercó a sí mismo. Varios flashes sonaron a su alrededor y varias mujeres se le acercaron con un micrófono.
—¿Cómo te sientes, LALI? —preguntó una —¿Qué se siente saber que eres la heredera de todo el imperio LALI?
LALI no contestó, siguió avanzando, sintiendo unas terribles ganas de golpear a esa mujer. Ella no sentía nada con respecto al maldito dinero, solo tenía un gran vacío, de esos que hacen doler el pecho.
—Hay rumores de que la hija que tuviste es hija de tu ex prometido BENJAMI AMADEO y que le negaste la paternidad…
—Déjenme en paz —murmuró nerviosa. Sintió el cuerpo de PETER tensarse a su lado y eso no era bueno. Sabía que PETER, jamás sería capaz de golpear a una mujer, pero que le diría algo… lo haría. Lo miró y observó su mandíbula apretada. Sabía que se estaba conteniendo. Le tocó la mano y él la miró —Sácame de aquí, por favor —le pidió.
Él asintió y acelerando el paso, la llevó hasta el auto. Subieron y él prendió marcha a gran velocidad. El viaje fue algo silencioso y PETER contestaba cortamente. La morena miró la hora, todavía no eran ni las dos de la tarde. Pensó en su hija. La extrañaba. Necesitaba a aquella pequeña cosita regordeta que la ayudaba a pensar en cosas lindas. Pero ALLEGRA había sido llevada de paseo por sus abuelos paternos. NICO L y GIMENA habían aceptado encantados cuidarla y le habían dicho que la llevarían de nuevo a casa por la tardecita. Entonces ahora cuando llegaran estarían solos. Su corazón comenzó a latir con fuerza dentro de su tórax. Hacía tanto tiempo que no estaban total y completamente solos. Miró por la ventana, aun había un par de nubes, pero el cielo de primavera comenzaba a despejarse.
El auto se detuvo frente a la casa. Ella alejó la mirada de la ventana y se giró a verlo. Él también la miró. Esperó a que ella dijera nada, pero LALI no tenía intensiones de hablar, no en aquel auto. PETER suspiró y se bajó, ella imitó su acción.
Al abrir la puerta, él le dio el paso. Observó como subía la escaleras y se dijo a sí mismo que ya no podía más. No quería un día más sin ella entre sus brazos, piel contra piel. Ya no podía tolerar la tortura. LALI ingresó al reconfortante ambiente de la casa, dejó su bolso sobre el sillón y se quitó el pequeño abrigo de hilo y giró para ver como él ingresaba.
PETER entró y cerró la puerta detrás de sí con un poco de fuerza. Dirigió sus pasos hacia la cocina sin siquiera mirarla. LALI soltó un suspiro y fue detrás de él. Sabía que estaba así por lo que aquella estúpida periodista había dicho. Ella se detuvo en la entrada y lo divisó buscando algo de tomar en la nevera.
—PETER, sé que estás molesto por lo que esa mujer dijo y yo…
—No, tú no sabes nada —la detuvo él mientras tomaba un poco de agua. LALI se tensó. No quería discutir con él, no ahora. Solo necesitaba su consuelo, un abrazo, que le dijera que ese dolor iba a irse con el tiempo.
—No quiero que pelees conmigo, no ahora…
Él la miró. ¿Cómo se atrevía ella a hacerlo sentir culpable? No, él no tenía la culpa. Pero mierda que se odiaba a sí mismo cuando veía dolor en sus ojos.
—Bien, necesito ir a trabajar —le dijo y apoyó el vaso sobre la mesa.
Caminó hacia donde estaba ella y pasó por su lado. LALI cerró los ojos y apretó los dientes. No, no iba a irse para explotar de rabia en otro lado. Se giró y caminó unos pasos rápidos, lo tomó del brazo haciendo que se detuviera.
—No te vayas.
—LALI, por favor, necesito ir a bajo —le dijo sin mirarla.
—Dime que pasa, dime que sientes, necesito saber que piensas, déjame escucharte… siempre estás tú escuchándome a mí, tú nunca me dices que quieres o que necesitas.
Él se giró lentamente a verla. Tragó saliva. Era un cerdo, claro que sí. Pero solo Dios sabía cuanto la necesitaba en ese momento. Saber que era total y completamente suya. Que ya ninguna estúpida periodista la perseguiría para decirle que se decía por ahí que su hija era hija de otro hombre. En cierto modo estaba herido. Herido en su orgullo.
—Te necesito, LALI —murmuró sin apartar la vista de ella —Necesito hacerte mía de nuevo, quiero hacer el amor contigo…
El corazón de LALI se aceleró, aquellos ojos miel le decían todo lo que él no se animaba a decir con palabras.
—Yo… —las palabras se atoraron en su garganta.
—Lo sé —la interrumpió —¿Qué diablos pasa conmigo? No es el momento. Acabas de perder a tu abuelo y yo solo pensando en… eso —sonrió con cierta amargura —Lo lamento, preciosa, soy un mal nacido…
Él se alejaba de nuevo. LALI no reaccionó al instante. Pero ya estaba cansada de ser algo precioso para él. Quería ser su mujer. La mujer con la que él necesitaba compartir el placer, con la que compartir el cansancio de un largo día de trabajo. Quería ser la mujer con la que desahogara sus penas y rabias. Al diablo con sus complejidades. Ella también lo necesitaba de aquella manera.
—Espera —elevó un poco su voz cuando él ya estaba por salir. PETER se giró a verlo. Su rostro era una mueca de rabia y cierto dolor. Tal vez pensaba que ella lo rechazaba.
¿Por qué tenía que ser tan complicado? Porque ahora no había alcohol de por medio que movieran sus actos. Era total y completamente consciente. Esta sería como su primera vez juntos, total y completamente libres de cargos y culpas.
—¿Qué? —inquirió él.
—Yo también te necesito, PETER —las palabras salieron suaves de sus labios, en un intento de que la voz no le temblara —Te necesito tanto…
Él se quedó quieto como una roca, sus pupilas dilatadas. Sus ojos brillaron al escuchar sus palabras. Cerró la puerta despacio y apoyó la frente en la misma.
—No, mi amor, no lo quiero así. No quiero que te sientas obligada o presionada, LALI. No me lo perdonaría jamás.
Ella se acercó con paso decidido hasta él. Tomó su rostro con ambas manos y tiró de él hasta que sus labios se encontraron.
Desde que ALLEGRA había nacido, la había besado despacio, pausadamente, como si ella se fuera a romper. No quería más eso. Quería besos de verdad, besos con pasión, que la dejaran sin aire, que le hicieran temblar hasta el alma. Ya no era una niña y maldita sea que quería a ese hombre.
Por fiiiiiin!!!!!!
ResponderEliminarHasta que por fin que se decide!!
ResponderEliminarAl fin!
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