CAPITULO 56

 Confesiones.2

Se puso lentamente de pie para mirarla fijo a los ojos. Su corazón latía descontrolado, eufórico por el nuevo sentimiento descubierto. Se sentía algo aturdido. Tenía unas terribles ganas de estrecharla entre sus brazos y besarla hasta más no poder.
—PETER —lo llamó ella....
—¿Qué? —le preguntó confundido.
—Ya puedes soltarme —le sonrió y él fue consciente de que aun la tenía sujeta por la cintura.
—Oh, lo siento —la soltó y dio un pequeño paso hacia atrás para darle espacio.
—Necesito…, creo que voy ir a tomar un baño y luego voy a dormir un poco, estoy algo cansada —le costó sonriendo levemente.
—Está bien —asintió bobamente —Duerme todo lo que quieras, ¿te despierto para la cena?
—Sí, por favor —asintió.
—Bien, ve tranquila…
Ella lo miró una vez más y luego se encaminó hacia su habitación. PETER observó como ingresaba y el sonido de la puerta al cerrarse lo sacó de sus pensamientos.
Soltando un suspiro fue hacia la sala, en ese momento el teléfono comenzó a sonar. Se acercó rápidamente a contestar.
—Diga —atendió.
—¿Todo esta bien por allí? —preguntó NICO con voz cauta. PETER sonrió.
—Sí, ahí bajo —le informó.
Al llegar al taller divisó a su mejor amigo ya cambiado y listo para irse. NICO lo miró con algo de desconfianza.
—¿Ya se te fue el mal humor? —inquirió.
—Lo siento —se disculpó —No quise agarrármelas contigo, ni dejarte solo trabajando…
—Vaya, llegó LALI y la fiera en ti se aplacó, ¿Por qué será?
—Vamos a tener una niña —le contó ignorando completamente la pregunta de su amigo. NICO alzó las cejas sorprendido.
—¿Qué? —preguntó.
—Vas a ser tío de una pequeña y preciosa niña, RIERA.
—No es cierto —aseguró mientras una pequeña sonrisa curvaba sus labios.
—Claro que sí, tarado —le dijo divertido.
Soltando una pequeña carcajada, NICO, se acercó a PETER para terminar en un afectuoso abrazo. PETER lo apretó con fuerza. Habían vivido millones de cosas con NICO, y siempre estaba para apoyarlo, escucharlo, soportar sus humores. NICO era un verdadero amigo de oro. Se alejaron el uno del otro, y NICO le sonrió.
—Estoy muy feliz por ti, hermano —le dijo —Vas a ser un padre increíble… Y pobre del que se atreva a tocar a mi sobrina.
—Es bueno saber que voy a poder contar contigo para ser un guardabosques —rió PETER.
—¿Ya lo saben tus padres? —preguntó.
—No, un aun no. LALI acaba de darme la noticia…
—Aaaah, es por eso que te cambió el humor —sonrió —Pero me gustaría saber cual fue el motivo de tu enojo.
—Celos —contestó al instante.
—¿Celos? —repitió su amigo.
PETER volvió a suspirar.
—Vi a LALI en un bar con su obstetra y yo… me puse como loco. Empecé a sacar muchas conclusiones sin sentido, fue raro.
—¿Se lo dijiste a LALI? ¿Le dijiste todas esas conclusiones sin sentido que se te ocurrieron?
—Si —dijo apretando los dientes.
—Y de seguro que ella te dijo que eras un imbécil…
—Exacto —se acercó a un auto y cerró una de las puertas —Dijo que yo era peor que su padre y que su abuelo…
NICO frunció el ceño.
—¿Y por qué dijo eso?
—Dijo que por lo menos ellos no buscaban que ella los quisiera.
NICO sonrió comprendiendo aquello.
—Estás haciendo las cosas mal, PETER —le aseguró mientras se acercaba a él y palmeaba su hombro —Volviste con MERY —PETER solo asintió —Si no la vas a dejar… no te metas más en el corazón de LALI…
—Pero…
—Yo no me haré responsable de lo que EUGE pueda llegar a hacerte si lastimas a su mejor amiga.
El moreno guardó silencio y asintió.
—Gracias —le dijo luego de unos segundos.
—Hasta mañana —se despidió NICO y se encaminó hacia la salida. PETER se quedó pensando en las palabras de su mejor amigo… y él tenía razón. Estaba haciendo las cosas realmente mal.

LALI comenzó a despertarse al sentir un pequeño gruñido proveniente de su estomago. Abrió los ojos y se encontró con la vista del techo. Su estomago volvió a gruñir. Una sonrisa perezosa se formó en sus labios. Se tocó la panza.