jueves, 2 de junio de 2016

CAPITULO 26

Observándola, Peter se preguntó qué habría ocurrido entre ellos. Parecían ser buenos amigos. La pareja perfecta. Darryl era un hombre apuesto, alto y fornido. Lali, por su parte, era una mujer deslumbrante. Eran como Ken y Barbie, el rey y la reina del baile. Ella aún sonreía prestamente cuando su ex marido le hacía algún comentario. Peter tuvo la impresión de que Darryl seguía enamorado de su ex mujer.
¿Cuáles eran los sentimientos de Lali?
¿Por qué diablos se habían separado?
Aunque guardó las distancias, Peter se acercó lo suficiente para oír algunos de los comentarios que le hacían a Lali.
—Lali, tienes que dejarme que te pinte con ese vestido — decía Nicolas.
—¡Lali! Será solo un fin de semana. ¡ Imagínate, tú en las playas blancas de Cozumel! —exclamó un conocido publicista gay.
—Cielo, ya sé que no quieres aprovecharte del nombre de tu familia, pero si aceptaras posar para el póster de la asociación de artistas, sería estupendo para el negocio. ¡Y los beneficios irían destinados a obras de beneficencia!
La que había hablado era una atractiva mujer de mediana edad, claramente mecenas de las artes.
— ¡Peter!
Peter se giró.
Su hermanastro, Gaston, guapo como un modelo, con su pelo rubio, sus ojos azules y su bronceado perfecto, se acercaba con una morena del brazo.
— Peter, te presento a Sheila Ormsby. Sheila toca con...
—Con los Storn Fronts —dijo Peter estrechándole la mano. Era atractiva, con hoyuelos en las mejillas y una amplia sonrisa. Tendría unos veintitantos años. La había visto tocando el teclado la noche anterior, mientras Lali cantaba.
—No tuve oportunidad de conocerte anoche—dijo Sheila sonriendo. Sus hoyuelos resultaban encantadores.
—Hacía mucho tiempo que no veía a Lali.
—Eso he oído Gas dice que eres como el hijo pródigo que acaba de volver.
Peter miró a su hermano, arqueando una ceja, y Gas se encogió de hombros.
Extrañamente, sus parientes se habían pasado la velada intentando presentarle a una mujer tras otra. El hecho de ser viudo despertaba tal conducta en los demás.
—Bueno, Sheila, es un placer conocerte, y lamento no haber tenido ocasión de saludarte anoche. ¿Cuánto tiempo llevas tocando?
— Toda la vida- contestó Sheila.
Gas sonrió burlón y se alejó, dejando a su hermano para que hablase de música con Sheila. Mientras charlaban, regresó su padre, acompañado de la atractiva mecenas de las artes... de la hija de esta, una voluptuosa joven con una lustrosa melena negra, herencia de un padre colombiano.
En el transcurso de la conversación, Peter se percató de que Rocio consultaba nerviosamente su reloj, y luego se excusaba y entraba en la casa.
Lali, que al parecer había estado observando a Rocio, se excusó también.
Cande hizo lo propio.
Lleno de curiosidad, Peter se acercó a las mesas de comida desplegadas en el patio y miró a través de las puertas de cristal, parcialmente abiertas, que daban acceso al salón. Rocio estaba hablando por teléfono. Las otras dos hermanas permanecían cerca, con gesto preocupado.
Peter sirvió hielo en su copa mientras Rocio colgaba el teléfono con tanta fuerza, que el golpe se oyó incluso en el patio. Lali se aclaró la garganta.
—Rocio—dijo suavemente—. No puedes ponerte así cada vez que Nico no pueda hacer algo. Es abogado.

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