sábado, 18 de junio de 2016

CAPITULO 52

—Gracias por preocuparte —murmuró ella—. Lo siento. Supongo que, dadas las circunstancias, 
debí haber llamado a Cande o a papá antes de irme — suspiró con hastiada exasperación 
¡Esa maldita periodista! No se ha dejado ni un solo detalle de mi vida. Otra vez hemos tenido que revivir la muerte de mi madre. 
— ¡ Ah, mi niña! — se compadeció Michelle. 
—Mostraron tu casa.., por televisión. ¿No puedes demandarlos por eso? —sugirió Sheila. 
—No lo creo —murmuró Lali—. De todos modos, no importa. Dónde vivo nunca ha sido un gran secreto. 
Peter la miraba fijamente. No estaba contento. Por su aspecto, Lali supo que estaba pensando que antes, probablemente, no importaba que sus señas se conocieran públicamente. 
Pero ahora sí. 
—Bueno —dijo Michelle—, a partir de ahora ese asesino tendrá que pensárselo dos veces. Con tanto aviso, las jóvenes irán con mucho más cuidado. 
Peter negó con la cabeza lentamente. 
—Ojalá eso fuese cierto. Ese hombre es extremadamente listo.., y cautivador. La gente tiende a creer que tales asesinatos violentos deben de ser obra de un loco. Están seguros de que reconocerían a un hombre semejante, piensan que debe de parecer un monstruo, cuando su verdadero poder radica en su capacidad de parecer no solo respetable, sino seguro. Un protector de los inocentes. 
Michelle meneó la cabeza y se persignó. Héctor siguió su ejemplo. Lali se sintió tentada de hacer lo mismo mientras miraba a Peter. 
—Ay, Dios —murmuró Sheila—, qué final tan deprimente para una velada maravillosa —se acercó más a Peter y le sonrió—. Reconozco que me da miedo volver sola a casa. 
— Peter tiene coche, él te llevará — dijo Lali, aunque detestaba profundamente la idea. 
¿Acaso estaba protegiendo los intereses de Cande?, pensó burlándose de sí misma. 
En su fuero interno, sentía cierta aprensión. Cande se había enamorado recientemente. Si su amante no era Peter, ¿podía ser...? 
—Claro —dijo Peter mirando a Lali—. Llevaremos a Sheila antes de dirigirnos a casa de tu padre. 
Sheila pareció contrariada; no era lo que ella tenía en mente, pero accedió. En realidad, sí que estaba un poco nerviosa. Pero volvió a animarse en el trayecto hacia su casa, charlando con Peter en el asiento delantero. Habló de cómo era vivir sola, de lo mucho que valoraba normalmente su independencia. 
—Claro que, ahora... ¡Pero, bueno, me niego a permitir que un animal como ese me amargue la vida! No quiero seguir hablando de él. Lali, he oído que tu padre asistirá a la inauguración de una galería patrocinada por el padre de Peter. Resulta fascinante que sigan siendo tan buenos amigos. 
—La inauguración es el sábado —le dijo Peter —. Nos encantaría que asistieras. 
—Vaya, y a mí me encantará ir contigo. Muchísimas gracias. 
Peter frunció el ceño. 
— Sheila, yo no he... 
—Oh, ahí está la casa. Entraré corriendo. Tengo aquí la llave, por supuesto. Oh, detesto estar tan nerviosa. ¿Te importaría acompañarme un momento y echar un vistazo por los alrededores de la casa?

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