Pablo se reclinó, contemplando sus propias palabras. Sonrió complacido.
Lo hacía cada vez mejor, e iba a conseguir que le publicaran antes de que nadie supiera que estaba intentando escribir una novela. Lo había mantenido en secreto, pues no deseaba que los demás creyeran que buscaba la ayuda de Nicolas o su influencia para tener éxito. Podía conseguirlo por sí mismo.
La escena era de todo punto espeluznante.
Buena, pero espeluznante.
Y muy diferente de lo que Nicolas escribía.
Aquello era mucho más gráfico.
Real.
Amaneció.
La luz se filtraba en el dormitorio a través de la persiana.
Peter se despertó lentamente y encontró a Lali allí, a su lado.
Desnuda.
Aún profundamente dormida.
De lo cual se alegro Peter. Aquella mañana hablar resultaría incómodo para ambos. Además, deseaba contemplarla un rato. Yacía boca abajo, la espalda cubierta por la cascada de su cabello rubio. Sus piernas eran largas y bien torneadas. Lali no tenía el aspecto anoréxico que caracterizaba a tantas modelos; su condición física era espléndida. Nalgas bonitas, prietas y redondeadas.
Contuvo el impulso de acariciarla. Podía despertarse.
Pero Peter frunció repentinamente el ceño, inclinándose y apartando un pico de sábana que ensombrecía el lado derecho de su cadera. Alli, justo debajo de donde habría estado la línea del bikini, había un tatuaje. Diminuto, discreto, muy bonito.
Pero hizo que a Peter la sangre se le helara en las venas.
Era una rosa.
Una rosa roja.
Peter se movió tan bruscamente que Lali se desperté con un sobresalto. Vio que la estaba observando.
— ¿Dónde te has hecho ese tatuaje? — inquirió él violentamente.
—¿Qué?
—El tatuaje. ¿Dónde y cuándo te lo has hecho?
— ¡ La verdad, no creo que sea asunto tuyo! — replicó ella irritada.
Peter respiré hondo, reparando en que estaba tenso y actuando como un sargento de artillería.
—Es importante, Lali.
Ella se quedé mirándolo un momento, y luego hizo ademán de retirarse, como ansiosa por recoger la bata e irse cuanto antes. Peter la agarró por el brazo.
—Lali, vuelve aquí.
—Suéltame, Peter.
— Lali, dos de las víctimas tenían rosas tatuadas.
—Muchas mujeres tienen tatuajes.
Lo hacía cada vez mejor, e iba a conseguir que le publicaran antes de que nadie supiera que estaba intentando escribir una novela. Lo había mantenido en secreto, pues no deseaba que los demás creyeran que buscaba la ayuda de Nicolas o su influencia para tener éxito. Podía conseguirlo por sí mismo.
La escena era de todo punto espeluznante.
Buena, pero espeluznante.
Y muy diferente de lo que Nicolas escribía.
Aquello era mucho más gráfico.
Real.
Amaneció.
La luz se filtraba en el dormitorio a través de la persiana.
Peter se despertó lentamente y encontró a Lali allí, a su lado.
Desnuda.
Aún profundamente dormida.
De lo cual se alegro Peter. Aquella mañana hablar resultaría incómodo para ambos. Además, deseaba contemplarla un rato. Yacía boca abajo, la espalda cubierta por la cascada de su cabello rubio. Sus piernas eran largas y bien torneadas. Lali no tenía el aspecto anoréxico que caracterizaba a tantas modelos; su condición física era espléndida. Nalgas bonitas, prietas y redondeadas.
Contuvo el impulso de acariciarla. Podía despertarse.
Pero Peter frunció repentinamente el ceño, inclinándose y apartando un pico de sábana que ensombrecía el lado derecho de su cadera. Alli, justo debajo de donde habría estado la línea del bikini, había un tatuaje. Diminuto, discreto, muy bonito.
Pero hizo que a Peter la sangre se le helara en las venas.
Era una rosa.
Una rosa roja.
Peter se movió tan bruscamente que Lali se desperté con un sobresalto. Vio que la estaba observando.
— ¿Dónde te has hecho ese tatuaje? — inquirió él violentamente.
—¿Qué?
—El tatuaje. ¿Dónde y cuándo te lo has hecho?
— ¡ La verdad, no creo que sea asunto tuyo! — replicó ella irritada.
Peter respiré hondo, reparando en que estaba tenso y actuando como un sargento de artillería.
—Es importante, Lali.
Ella se quedé mirándolo un momento, y luego hizo ademán de retirarse, como ansiosa por recoger la bata e irse cuanto antes. Peter la agarró por el brazo.
—Lali, vuelve aquí.
—Suéltame, Peter.
— Lali, dos de las víctimas tenían rosas tatuadas.
—Muchas mujeres tienen tatuajes.
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