domingo, 5 de junio de 2016

CAPITULO 41

Le había dejado rosas. Preciosas rosas rojas. Una docena. Estaban en el banco situado delante de su taquilla.
Ella las recogió, sonriendo.
— ¡ Ay! — musitó y se chupó el dedo del que manaba una gotita de sangre.
Aquellas rosas tenían espinas.
Aun así, la idea de las rosas era tan romántica, sexy y dulce...
Rocio tomó una larga ducha en el club, tratando de aclararse la cabeza antes de volver a casa.
Anna lo había puesto todo en orden. Anthony dormía la siesta; Shelley estaba jugando con sus Barbies y Justin con sus camiones, mientras veían una película de Disney.
Rocio entró en la cocina y encontró a Anna troceando la verdura para la cena.
Había un enorme jarrón lleno de rosas en la mesa del comedor.
— ¿Anna?
— Las trajeron hace una hora.
—¿De quién son?
—No lo sé. La tarjeta va dirigida a usted.
Kaila entró en el comedor. Había al menos dos docenas de rosas impecablemente colocadas en un jarrón de vidrio rosa. Rocio encontró la tarjeta y la abrió. El mensaje era muy sencillo. Te quiero Rocio. Nico
Peter pasó la mañana con Jimmy en el paraje próximo a Krome, donde habían encontrado el torso enterrado cerca de un canal. Luego fue a la oficina del forense, donde los investigadores realizaron un examen inicial y determinaron que la cabeza, el brazo y el torso pertenecían a la misma mujer. Peter solicitó varias fotos de los tatuajes del cadáver sin identificar y del torso de la nueva víctima. A media tarde, ya había escaneado las fotografías e introducido la información en el ordenador, para comprobar si habían aparecido «firmas» similares en cadáveres hallados en otros estados.
La policía empezó a investigar los salones de tatuaje desde el sur de Broward hasta los condados de Dade y Monroe.
Peter trabajo hasta tarde en su habitación del hotel Coconut Grove, examinando retazos fragmentarios de información. A eso de las nueve se sentía inquieto y frustrado. Apagó el ordenador y encendió la televisión. Sonó el teléfono.
—Peter.
—Hola, papá. ¿Qué te cuentas?
—Nada. Es un lujo tenerte otra vez en la ciudad. Se me ha ocurrido llamarte para ver cómo estás.
—Las cosas van bien. Han surgido unas cuantas pistas interesantes.
—¿En serio?
—Un detalle puede ser muy significativo. Dos de las víctimas tenían tatuajes recientes.
—Los periódicos solo hablan de fragmentos de cuerpos —dijo Mariano.
—La prensa se centra en lo espeluznante. Poco podemos hacer para evitarlo.
— Bueno, ¿crees que tendrás algún hueco este fin de semana?
— Seguro que lo encontrare.
—Bien. ¿Recuerdas la inauguración de la que te hablé el otro día?
Peter se quedó en blanco, sintiéndose culpable. Sí, su padre y un amigo de este, también artista, inauguraban una galería dedicada a los artistas locales. El sábado por la noche.
—Si me es posible, allí estaré, papá.

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