miércoles, 29 de junio de 2016

CAPITULO 65

   No hay nada que contar. Estaba soñando con la noche en que murió mi madre. Era todo tan real, tan aterrador... Sentí como si el asesino se acercara a mí, como si pudiera verme mientras yo intentaba llegar hasta Gimena. 
Peter permaneció callado un momento. Entrelazó los dedos con los de ella. 
—No deberías haberte involucrado en esto. 
Ella se encogió de hombros. 
—Ya he colaborado con VICO  en otras ocasiones. Pero esto parece distinto... No sé. Me trae a la memoria lo que le sucedió a mi madre. 
—Todas son rubias —murmuré Peter. Luego la miró—. Como Gimena. 
—Harry Nore... 
—Harry Nore está en libertad. 
—¿Qué? —dijo Lali con un jadeo ahogado, incorporándose —. Peter, si está en la calle, quizá sea él quien comete esos crímenes horribles. Peter... 
— VICO tiene a toda la policía del estado buscándolo, así que darán con él. —Oh, Peter, tal vez... 
—Lali, voy a decirte lo mismo que le dije a VICO. No creo que Harry Nore sea el autor de esos crímenes. ¿Qué mujer en su sano juicio se excitaría pensando en pasar un fin de semana con alguien como Nore? Tiene la sonrisa de un mandril, apesta a rayos y evidentemente está mal de la chaveta. 
—Lo dejaron salir del manicomio para dementes criminales —le recordó Lali—. Quizá se haya curado. 
—Claro. Y de pronto se ha vuelto tan guapo y encantador como Sean Connery, ¿no? Ese tipo seduce a mujeres jóvenes y atractivas. Un lunático viejo e histérico no se convierte en un donjuán así como así, créeme. 
Lali tragó saliva, inquieta, cerró los ojos y suspiró. 
— Sé que encontraron el arma homicida en su poder. Nore tenía el cuchillo, manchado con la sangre de mi madre. Pero nunca creí que hubiera sido él. No me cuadraba. 
Peter alzó las manos en un gesto exasperado. 
—En aquella época yo era demasiado joven e inexperto como para reparar en ello. Pero piénsalo. Encontraron a Harry Nore en la cocina de un vecino, cortando pan como si tal cosa. Pero cuando tú «viste» al asesino, con el cuchillo que mató a tu madre, llevaba puestos guantes. Unos guantes color carne, como los que usan los médicos. 
Lali asintió. 
— Si no fue él, entonces el verdadero asesino simplemente se deshizo del cuchillo... — se estremeció nuevamente. Estaba empapada en sudor, y el aire acondicionado le producía frío—. Voy a darme una ducha rápida. 
Peter asintió. 
Una vez en el cuarto de baño, sin embargo, 
Lali volvió a sentirse nerviosa. Asomó la cabeza por la puerta. 
—No me moveré de aquí —prometió él. 
Lali se despojó de la combinación y se metió en la ducha, dejando que el agua caliente se deslizara por su rostro y por su cuerpo. Mientras se aplicaba champú en el pelo, oyó la voz Peter. 
— ¿Lali? 
—¿Qué? 
Él entró en la ducha, situándose detrás de ella. Desnudo. 
—No quería asustarte —dijo. 
La rodeó con sus brazos y la apreté contra sí. Luego le retiró el cabello empapado 
del cuello, besándole la nuca. La poseyó por detras, arrancándole jadeo tras jadeo, haciendo que gritara su nombre. Alcanzaron el clímax jutos. Luego Lali se derrumbé contra el cuerpo de él.  

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