domingo, 5 de junio de 2016

CAPITULO 42

— Bien. Gas agradecerá tu presencia.
—¿Ah, sí? —inquirió Peter, divertido.
— Tu hermano dice que quizá la prensa lo deje en paz si tú estás allí. Siempre lo están acosando, preguntándole por qué no se ha dedicado al arte. Por lo visto, responder que carece de talento no le funciona. Quizá el sábado te persigan a ti, en vez de a él.
Peter se rio.
— Oye, papá, ¿irá el resto de la familia?
—¿El resto de la familia?
Peter hizo una leve mueca.
— Sí, ya sabes. Nicolas y su prole. Y Pablo.
— Sí, claro, imagino que irán. Están invitados, en cualquier caso. ¿Hay algún problema?
—No, desde luego que no.
Se despidieron y colgaron. Peter se levantó y se desperezó, cansado pero inquieto.
El teléfono sonó otra vez. Era Rocio, que llamaba simplemente para saludar. La otra línea sonó también. Era Pablo. Peter recibió una tercera llamada de Cande, quien habló profusamente de hallazgos forenses antes de confesar que se trataba de una llamada de cortesía y que se alegraba de su vuelta.
Y el teléfono volvió a sonar. Peter se dijo que no esperaba que fuese Lali.
No era ella. Era Gas. Había ido al cine con una chica en Cocowalk. Ella vivía en el Grove, y Gas acababa de dejarla en su casa, de modo que quizá podían quedar los dos para tomar una copa.
A Peter le gustó la idea.
Coconut Grove, aun a las diez de la noche de un día entre semana, bullía de actividad, lleno de turistas procedentes de todas. partes. Peter compró algunos periódicos y se dirigió hacia Pat Tuesday’s, donde sabía quedado con Gas.
Gas ya estaba sentado en la barra con una cerveza, viendo las finales de hockey.
Peter se sentó a su lado y pidió lo mismo.
—¿Te has aburrido de la chica, eh?
Gas sonrió lentamente y se encogió de hombros. No era ni dos años mayor que Peter. Mariano había cambiado de esposas con mucha celeridad en su juventud. Sin embargo aunque eran parecidos en edad y complexión física, se diferenciaban en casi todo lo demás. Gas había sido un gran estudiante; era serio, sensible y un genio de las finanzas. Había pasado varios años trabajando como corredor de bolsa ,y luego se dedicó a invertir sus ahorros. Ya no necesitaba trabajar. El tiempo que pasaba al sol había vuelto su cabello rubio platino y, a pesar de su carácter serio, tenía unos ojos azules que podían iluminarse rápidamente con un brillo de melancólica diversión, como ahora.
—Tenía pensado pasada noche con ella, pero no me invitó. Es enfermera. Entra en el hospital a las seis. Una buena chica. Ya veremos cómo va.
— Ya es hora de que te lo tomes en serio con una mujer.
— Yo me tomo en serio a las mujeres — aseguró Gas—. ¿Y a ti? ¿Cómo te va en la ciudad perversa y salvaje?

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