PETER esperó pacientemente mientras ella rezaba, sin prestar atención al
hecho de que estaba alargando a propósito sus oraciones más de lo habitual. Algo le
decía que esa noche ella iba a necesitar toda la ayuda que pudiera conseguir.
—¿Has terminado ya, hermana LALI? —le preguntó, recalcando el
tratamiento—. Se está enfriando la comida.
—Sí —dijo LALI, concentrándose en la comida que tenía en el plato. Cogió el
tenedor y empezó a comer.
PETER la contemplaba con ojos de calor y de hambre.
—¿Pasa... pasa algo? —preguntó ella, nerviosa.
—No; estás preciosa esta noche, aunque preferiría verte con algo un poco más
colorido. Pero aun así el negro te sienta bien. Es mucho más atrayente que aquel gris
mortecino. Lástima que esté lloviendo. Un paseo por la playa sería la guinda perfecta
para un día esclarecedor como el de hoy.
—¿Esclarecedor? ¿Por qué?
—Por cosas que a ti no te interesan. Dejémoslo en que hoy me he enterado de
algo que me complace.
A LALI no le gustó el rumbo que estaba tomando la conversación, así que lo
desvió.
—Hoy he visto llegar al Gloria de la Reina. ¿Ha vuelto el señor RIERA? ¿Por
qué no está cenando con nosotros?
—El señor RIERA está ocupado esta noche.
—Ah. ¿Os habéis decidido a liberarme? Pronto tendréis que partir para cumplir
con vuestros trabajos de pirata. Os coge justo de camino.
—Tú déjame a mí a mi ritmo, Hermana, a mi ritmo. ¿Has terminado de cenar?
LALI apoyó el tenedor en el plato.
—Sí.
—Pues te acompañaré a tu cuarto.
—No es necesario.
Los ojos de PETER se hicieron plata pura.
—Cómo que no. Ven conmigo, Hermana.
LALI sabía que estaban solos en la casa. Después de preparar la cena, Lani se
había ido al pueblo a estar con su propia familia. No volvería hasta la mañana
siguiente temprano.
—Buenas noches, Capitán —dijo LALI cuando llegaron ante su dormitorio.
PETER alzó la encrespada ceja y abrió la puerta. Lani había encendido un
candelero antes de marcharse a pasar la noche fuera; bañaba la habitación en un
fulgor dorado. Cuando Lucía entró e intentó cerrarle la puerta en la cara a PETER, él
la empujó y entró también.
—Disculpadme mientras rezo mis oraciones —le dijo ella. Su voz temblaba. La
forma en que PETER la estaba mirando le producía hormigueos y ardores. Se acercó
a su cama y se arrodilló, para rezar con más fervor que nunca.
PETER se sentó al borde de la cama, contemplándola con un destello
depredador en los ojos. Ella rezó larga e intensamente, hasta que le dolieron las
rodillas y la espalda. PETER no parecía conmovido por sus prolongadas plegarias,
sino bastante impaciente, mientras Lucía renovaba sus votos de mantenerse pura
para Dios y le pedía fuerzas para resistir la malvada tentación de Satanás. Durante su
perorata, PETER sonreía sin ganas.
—Ya está bien, LALI —dijo impaciente al cabo de un rato largo.
—Por favor, marchaos de mi dormitorio para que yo pueda recogerme.
—Estoy en mi casa, y tú eres mi... invitada. Iré a donde me plazca.
—Vuestra prisionera, queréis decir.
—Llámalo como quieras. He tenido más que paciencia contigo. Ya sabes tú lo
que quiero.
—Lo que queréis es violar a una mujer que está reservada a Dios.
Los ojos de PETER centellearon peligrosamente.
—No he violado a una mujer jamás en mi vida, y no tengo intención de
empezar ahora. ¿Cómo sabes que lo tuyo es la vida religiosa? Parece un tipo de vida
de lo menos apetecible. Hasta un tonto se daría cuenta de que tú eres una criatura
sensual, tan poco apropiada para la vida religiosa como yo mismo. Y yo no soy un
tonto.
LALI se llenó de aire los pulmones, airada.
—No sé de qué me estáis hablando. Hasta que os conocí, jamás me había
besado nadie. Me pareció terrible que me besarais. —Eso, pensó con determinación
LALI, que se enterara de una vez de lo que le parecían a ella sus intentos de
seducción.
—¿Sabes? —dijo PETER—. Puede que no lo haya intentado lo suficiente. —Y
agarrándola del brazo, la levantó y se la sentó en el regazo.
—¡No me toquéis! ¡Soy una sierva de Dios! —PETER se limitó a sonreír. Quizá
no lo estaba diciendo con suficiente convicción—. ¿Me habéis oído? Soy una monja,
una religiosa.
—Y yo soy un santo. —Y su boca se abalanzó sobre la de ella, jugueteando con
la lengua en sus labios antes de cubrirlos por completo.
LALI respiraba de forma entrecortada. El beso de PETER hacía que las
palabras que acababa de decir resultaran ridículas. En realidad sus besos no le
parecían terribles: le encantaban. Le encantaba su sabor, el calor húmedo de su boca,
el aroma dulce de su aliento, su excitación. ¡Iba a ir derechita al infierno!
Él la empujó sobre la cama y se inclinó sobre ella para continuar con renovado
fervor el asalto a su boca. LALI intentó que se le despertara la rabia y trató de
romper el lazo sensual que el tendía sobre sus sentidos. PETER se desprendió del
beso y le lanzó una sonrisa de animal de presa.
—Ah, hermana LALI —dijo, volviendo a recalcar el tratamiento—. No creo que
pudiera soportar que te gustaran mis besos. Olvídate de todo ese absurdo de ser
monja y entrégate a mí. Yo te daré placer; un placer tan grande que vendrás a
pedirme más.
Uhhh que pasara!!! Hace una maraton plis
ResponderEliminar