Peter carraspeó cuando la mano de ella se cerró en torno a su pene, aún
dolorido por la erección, aún palpitante. El autocontrol de Peter pendía de un hilo
muy fino. Le hacía falta bien poco para unirse al éxtasis de Lali. Haciendo acopio
de fuerzas, le apartó bruscamente la mano. Decidió que aquél era un momento tan
bueno como cualquier otro para poner a prueba su fuerza de voluntad y demostrar
que podía resistirse a los encantos tan seductores de Lali. Iba a ser el mayor reto de
toda su vida. Cuando abrió la boca, su voz era una estrangulada parodia de
frustración y deseo contenido.
—¡No, Lali! —las palabras le salieron con mayor aspereza de lo que había
calculado.
Lali apartó la mano como si se hubiera quemado.
—No tenía intención de... de... ofenderte. Quería complacerte.
Los pesados párpados de Peter descendieron para esconder su angustia. No
podía permitirse que Lali supiera lo difícil que le resultaba protegerse el corazón
contra ella. Bruscamente, se la arrancó del regazo y la sentó en el asiento que tenía al
lado.
—Pasaremos la noche en una fonda —dijo Peter fríamente—. El viaje desde
Portsmouth hasta mis propiedades no suele hacerse muy pesado, pero hemos salido
del Vengador cuando era ya tarde, de modo que necesitamos hacer una parada. No
me gusta estar en el camino por la noche y sin escolta. Los bandoleros abundan por
estos parajes. Ya he mandado gente por delante para que nos reserven habitaciones y
nos resuelvan la comida y el baño.
Lali observaba a Peter consternada. ¿Qué era lo que había dicho o hecho
ella para que él cambiara de parecer tan bruscamente? Se había transformado de
amante en desconocido en un abrir y cerrar de ojos. A pesar del breve interludio de
hacía unos instantes, le pareció que Peter estaba desechando deliberadamente la
posibilidad de continuar en lo sucesivo con esas intimidades. Había llegado a decirle
que la iba a dejar en el campo mientras él perseguía sus intereses en Londres y
revoloteaba alegremente por la corte. Bueno, Lali admitió que no eran exactamente
ésas las palabras que él había utilizado, pero ella sabía leer entre líneas.
La oscuridad se cernía sobre el filo del atardecer cuando el carruaje entró
haciendo gran estruendo en el patio de la fonda de La Herradura y la Pluma. El
posadero salió a recibirlos, secándose las manos en el sucio delantal.
—Bienvenido, Capitán —lo saludó efusivamente, al corriente como estaba de la
visita de Peter —. No solemos tener a menudo clientes tan distinguidos en La
Herradura y la Pluma. Sentaos mientras mi mujer os prepara una buena cena. Todo
es poco para el Diablo y su señora esposa.
Se volvió hacia Lali y la sonrisa se le borró del rostro.
—Disculpad, Capitán Lanzani , creí que vendríais acompañado de vuestra esposa.
Lali retrocedió y se pegó a Peter . Evidentemente, aquel hombre esperaba
una delicada doncella inglesa de tez clara en lugar de una señorita española morena
y seductora. ¿Acaso era aquél el perfecto ejemplo de la reacción que iba a encontrar
en Inglaterra ante su casamiento?
—Estás en lo cierto, posadero —dijo Peter un poco enfadado—. Esta es, de
hecho, mi esposa.
—Pero... pero es española, Capitán. Pensé, quiero decir, toda Inglaterra sabe
que...
—¡Maldita sea! —farfulló Peter al ver el aire compungido del rostro de Lali.
A pesar de lo que él mismo sintiera hacia los malditos españoles, no le gustaba
ver que sus paisanos ofendían a Lali.
—Me importa bien poco lo que opine todo el mundo en Inglaterra acerca de mi
matrimonio. Nadie tiene nada que opinar en este asunto. Estoy muerto de hambre. A
mi esposa y a mí nos gustaría que nos sirvieran la cena de inmediato.
—Sí, Capitán —dijo el posadero haciendo una reverencia servil.
Sabía que había excedido los límites de la cortesía, pero se había quedado tan
estupefacto ante la visión de la mujer española del Diablo que no había podido
contener la lengua.
—No le hagas caso, Lali —dijo Peter una vez que se hubieron sentado en
una mesa reservada junto al fuego.
Lali se quedó mirando las llamas que bailaban y sintió que el calor le entraba
en los huesos congelados. Tras una larga pausa de contemplación silenciosa, se
volvió hacia Peter .
—No tienes que disculparte por tus paisanos. Me ha quedado muy claro.
Sienten lo mismo que tú por mi país. Pero están equivocados. El rey Felipe jamás
mandaría una armada contra tu reina. No hay tazón ahora que la reina María
Estuardo ha muerto.
—Eso está por verse —dijo Peter secamente.
Llegó la comida y la conversación quedó interrumpida mientras ambos se
concentraban en el festín que les habían puesto delante.
Cuando Lali dejó el tenedor, bostezó ampliamente. Advirtiendo que estaba
agotada, Peter chasqueó los dedos. El posadero apareció como por arte de magia
haciendo reverencias.
—Enséñale a mi esposa su habitación —dijo Peter —. Y encárgate de tener
una bañera preparada para que pueda darse un baño antes de retirarse.
El posadero, un hombre bajito y rechoncho de ojos azules muy vivos, se volvió
muy estirado hacia Lali.
—Haced el favor de seguirme, Lady Lanzani . Mi mujer se encargará de vuestro
baño.
—Gracias —dijo Lali amablemente.
Antes de seguir al posadero, le preguntó a Peter:
—¿Vas a venir?
—Me voy a quedar contemplando el fuego durante un buen rato y me voy a
terminar el coñac. Pero no tienes que preocuparte de que pueda despertarte cuando
me vaya a dormir, porque tengo mi propia habitación.
Lali lo miró atónita.
—¿Has pedido habitaciones separadas?
Hay peter q colera me das,comp estas haciendo sufrir a lali:(
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