miércoles, 7 de diciembre de 2016

CAPITULO 27

Cádiz España
—Dadnos un barco, padre, y os traeremos la cabeza del Diablo metida en un
cesto —juró VICO ESPOSITO.
—Sí, padre; se rumorea que el pirata tiene su casa en Andros cuando no está 
por los océanos, mandando barcos españoles al fondo del mar, o en Inglaterra,
alardeando de sus hazañas —dijo GASTON, haciéndose eco del sentir de su
hermano—. Si el rey Felipe no estuviera ocupado en reunir, armar y aprovisionar
una gran armada para enfrentarse a Inglaterra, ya habría mandado una expedición a
Andros para liquidar a ese pirata. Por desgracia, nuestro rey está atado de pies y
manos en lo económico y no puede financiar más que una expedición.
—Recuperaremos a LALI y su dote sin la ayuda del rey Felipe, y nos
encargaremos personalmente de mandar al Diablo a la perdición —prometió VICO.
Los hijos de Eduardo ESPOSITO eran españoles de sangre caliente y estaban
sedientos de lucha. Acababa de llegar de La Habana la noticia de que el Santa María
se había ido a pique y que a LALI la había raptado el Diablo. Tanto LALI como su
dote habían desaparecido. Ahora sus hermanos reclamaban acaloradamente la
sangre de PETER y la venganza.
—No nos precipitemos. Quizá deberíamos esperar a que nos pida un rescate —
sugirió don Eduardo.
—No podemos esperar tanto —escupió VICO—. Mientras nosotros estamos
aquí sentados sin hacer nada, ese canalla está deshonrando a nuestra hermana. Don
MARIANO ya no la va a querer; eso lo sabemos todos.
—Seguramente el pirata sabe lo valiosa que es nuestra hermana —dijo
GASTON, el más juicioso de los dos hermanos—. Es posible que no le arrebate la
virginidad, sabiendo que con eso disminuye el valor que ella tiene para nosotros. Por
eso debemos actuar con rapidez, y atacarle cuando menos se lo espere.
—Sí —coincidió, impaciente, VICO—. Si nos dais un barco y cincuenta
hombres, rescataremos a LALI y se la llevaremos a su prometido a La Habana, con
su dote intacta —añadió.
—¿Y qué pasa con su reputación? —preguntó don Eduardo—. Don MARIANO
podría no querer a LALI incluso si por algún milagro el Diablo ha respetado su
virginidad. La gente hablará, correrán rumores sobre su secuestro que ni siquiera el
gobernador general podrá atajar.
—Duplicad la suma de la dote —aconsejó GASTON—, y la llevaremos con
nosotros. Don MARIANO es demasiado listo para rechazar semejante oferta.
—¿Estáis seguros de que podréis encontrar la isla de Andros? —preguntó don
Eduardo, mordaz.
—Dadnos un capitán que conozca esas aguas y la encontraremos —le aseguró
Arturo—. Nos acercaremos en una noche sin luna, le atacaremos cuando menos se lo
espere.
—Mmmm... Eso podría funcionar —musitó don Eduardo, después de
reflexionar cuidadosamente sobre el asunto—, si es que le pilláis en Andros. Pero en
lugar de matar a ese malnacido, llevadlo a La Habana. Habrá que reservarle a don
Diego el placer de matarlo. LALI es su prometida; él es el más perjudicado por su
secuestro.
—Sí, padre, lo haremos como habéis dicho —asintió Celestino—. Tengo la
certeza de que él está todavía en Andros. No se irá antes de haber enviado su
petición de rescate o de haber recibido una respuesta. ¿Cuándo partimos?
—Voy a hacer los preparativos. El Santa María está ahora en el puerto. Dadme
un día y una noche para aprovisionarlo, encontrar los hombres que necesitáis y sacar
de mis arcas fondos adicionales para aumentar la dote de LALI lo bastante como
para que a don MARIANO la oferta aún le resulte apetitosa.
—No os fallaremos, padre —prometió VICO—. Rescataremos a nuestra
hermana y la depositaremos en manos de su prometido.
Andros, Islas Bahamas
Tres semanas más tarde
Abriéndole los muslos con las rodillas, PETER apretó hacia el interior de LALI,
llenándola de su fuerza, y haciendo que un suave suspiro asomara a sus labios. La
boca de él tomó su boca , enfebrecida, urgente, mientras sus caderas se movían en
seductora invitación. LALIl e respondía arqueándose hacia él, llevándolo más
adentro de su melosa dulzura. PETER dejó escapar un gruñido; el sabor y el calor de
LALI le ponían loco por liberarse. Sus bronceados hombros brillaban de sudor, y las
escuetas líneas que dibujaban su rostro revelaban el alto grado de autocontrol que
estaba ejerciendo.
¿Qué tenía LALI que le hacía desearla con todas sus fuerzas?, se preguntaba, y
no por primera vez. No se cansaba nunca de penetrarla, de hacerla suya una y otra
vez. No tenía más que mirarla para desearla. Después de que él descubriera su
verdadera identidad, había aceptado ponerse su propia ropa, mucho más bonita, y
algunas veces un pareo que Lani le había regalado. A él como más le gustaba era con
el pareo, con los pies y los hombros descalzos, los magníficos pechos liberados de su
férrea armazón. Incluso con el pelo corto, ella era una destacada belleza. Y por más
que él tratara desesperadamente de negar el embrujo que ella desplegaba sobre sus
sentidos, su cuerpo reaccionaba a la mínima.
Gimiendo suavemente entre dientes, LALI se sintió transportada en un

remolino sin control. Los labios de PETER iban de su boca a sus pechos, lamiéndole
y chupándole los pezones, llevándola cada vez más cerca de ese momento de éxtasis
hacia el que se debatía su cuerpo. Ya no tenía miedo de ese momento de esplendor
suspendido en que explotaría en un clímax fulminante. No era ya la inocente que
había sido, porque su virtud había quedado completamente comprometida. PETER
se había encargado de que así fuera. A pesar de su inexperiencia, a LALI no le cabía
duda de que PETER era un amante increíble. Un amante insaciable y exigente que la
mantenía hechizada en las redes de su seducción.
PETER prodigaba tiernos cariños a los pezones de LALI, deleitándose en la
forma en que ella gemía y se arqueaba hacia él. Levantó la cara de su suculento
banquete y la contempló intensamente.
—Me encantan tus pezones —en su voz ronca proliferaba su deseo de ella—,
tan grandes y rosados, como si reclamaran mi atención. Eres exquisita, LALI, no
podría haber deseado una amante mejor. —Se introdujo más a fondo, para retroceder
luego, dentro, fuera. El sudor que goteaba de su cara caía sobre los pechos de ella—.
¡Ahora, querida, ahora!
LALI apenas oía sus palabras. Estaba ya tratando de alcanzar aquella alta
meseta de placer a la que sólo PETER podía llevarla. Estaba convencida de que
ningún otro hombre tenía el poder de elevarla hasta alturas tan impresionantes. En
algún punto del camino, el muy traidor de su cuerpo había apuñalado sus altos
ideales. Su pecado se hacía más grave cada vez que caía entre sus brazos y volvía a
deleitarse con su forma de hacer el amor. Pero ella sabía que llegaría un día en que
tendría que arrepentirse de sus pecados, y enfrentarse al hecho de que PETER la
estaba utilizando sin más. Él era un potente y sensual pirata que tomaba a las
mujeres a su antojo y luego, con la misma facilidad, las desechaba, como había
desechado a MERY.
De pronto, los pensamientos de LALI se dispersaron; las caderas de PETER
bombeaban vigorosamente, proyectándola más allá del límite. Le agarró con fuerza
los hombros y gritó. Su cuerpo se estremecía, recorrido por sucesivas olas de pura
dicha. Después de exprimirla hasta la última gota de placer, PETER se precipitó
hacia su propio clímax, vertiendo su semilla en una violenta carrera hacia el éxtasis.
Pasaron algunos minutos antes de que PETER aflojara y se acomodara al lado
de LALI. No habló; no era capaz. Como siempre, hacerle el amor a LALI le afectaba
de una forma que le resultaba alarmante. Por lo que lograba recordar, jamás, desde
que se convirtió en adulto, había tenido una mujer con tanta repercusión en su vida.
Y sin embargo, por más que hiciera recuento de las muchas formas en que LALI le
inspiraba y le excitaba, sabía que tendría que dejarla marchar muy pronto. NICO RIERA volvería con el rescate, y él mandaría a LALI de vuelta con los suyos. Por
más océanos que los separaran, no iba a olvidar nunca a aquella mujer española que,
aspirando a la santidad, había tenido que conformarse con el paraíso.
LALI sintió que PETER salía de ella y se volvía de espaldas. Lo sintió
vivamente como un rechazo. Era lo bastante aguda como para darse cuenta de que si
él la deseaba físicamente era porque negaba de plano lo que ella era. No había nada
que pudiera cambiar su ascendencia española, o el hecho de que era hija de su padre.
Decidió no romper la precaria paz que había entre ellos, y volviéndose de cara a la
pared se entregó al sueño. En algún momento de la noche, PETER se abrazó a su
cuerpo desnudo, sujetándola fuerte, como si temiera que se la fueran a arrancar de
las manos.
El Santa María entró navegando en la cala, al abrigo de la noche sin luna. La isla
de Andros yacía dormida y quieta. Ningún movimiento en la playa. El barco echó el
ancla a poca distancia de la orilla, y se arriaron dos botes para que desembarcara una
partida de hombres armados. Con VICO y GAS a la cabeza, la expedición se
dirigió a tierra entre el deslizarse silencioso de los remos por el agua. Vararon los
botes en la playa, arrastrándolos hasta ponerlos a resguardo entre la maleza y los
árboles. VICO condujo a la mitad de los hombres en una dirección mientras los
demás seguían a GAS en otra. Como era poco lo que se sabía de Andros, los dos
grupos buscaban la guarida del Diablo. Los españoles no habían encontrado ningún
barco en la pequeña cala, y eso podía ser buena o mala señal. Podía significar que el
Diablo ya no estaba en la isla, lo cual sería malo si se había llevado consigo a LALI. Si
tenían suerte, igual podía significar que el Diablo había despachado su barco sin
llevarlo él mismo y que lo iban a encontrar en su casa durmiendo como un bendito.
Que la playa no estuviera vigilada sorprendió a los dos hermanos, pero no les
impidió seguir internándose en la isla.
Fue VICO quien encontró un camino entre los árboles. Condujo a sus hombres
sin hacer ruido a través de la noche tenebrosa y se vio recompensado cuando en un
claro del bosque apareció ante ellos una casa campestre. No había vigilantes a la
vista, y a VICO le pareció una estupidez por parte del Diablo no estar prevenido
para una invasión. Pero claro, cómo iba a saber él que los ESPOSITO eran capaces de
asaltar su isla para recuperar lo que les había robado. Andros quedaba lejos de todas
partes y rara vez pasaba por allí algún barco.
VICO se encontró la puerta sin trancar y les hizo a sus hombres una seña para
que entraran, mofándose otra vez de aquella falta de cuidado. Subió despacio las
escaleras, con sus hombres pisándole los talones. Andaban muy callados y con
mucho cuidado. El candelabro que Lani solía dejar en la mesita que había al final de
la escalera les alumbró el camino. VICO abrió la primera puerta que encontró y
miró hacia dentro. Las bisagras chirriaron; se quedó inmóvil un instante. El cuarto
estaba vacío, y siguieron adelante.
Más allá, Arturo entreabrió otra puerta del pasillo y contempló el interior. Al
ver en la cama una sombría figura, abrió de un golpe la puerta con un estrépito
rotundo. Uno de sus hombres había cogido un candelabro de la mesita del pasillo y
lo introdujo en el dormitorio, proporcionándole luz suficiente para ver dos cuerpos
desnudos íntimamente entrelazados en la cama.
—¡Qué malnacido! ¡Qué asqueroso malnacido! ¡Vas a pagar por haber
deshonrado a mi hermana!
 —

1 comentario:

  1. Oh oh! Ohh noo! Plis subi la maraton ya no se d q maneras pedirte:(

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