sábado, 24 de diciembre de 2016

CAPITULO 38

Si no supiera que eres una bruja mentirosa, me sentiría inclinado a creerte. El
milagro del que hablas, en realidad, no fue ningún milagro. No sé todavía cómo supo
Nico dónde encontrarme, pero tengo que agradecerle que llegara justo cuando llegó.
—Si te intereso tan poco, ¿por qué no me dejaste allí, en lugar de arriesgar tu
vida para volver a buscarme?
—No me digas que ya te has olvidado de que eres mi esposa. Mi esposa infiel
—aclaró—. Tardaste bien poco en meter a Martinez en tu cama. ¿Sabían tus
hermanos que no tenía ninguna intención de casarse contigo?
—Jamás se habrían ido si hubieran sabido cuáles eran las intenciones de don
Martinez . Ese hombre es un embustero de los buenos y no tiene escrúpulos.
—Algo tendría que te gustara —insinuó crudamente Peter .
—Mentí, Peter , para librarte de recibir más palizas. Don Mariano me obligó a
decirte cosas que no eran ciertas para salvarte de la tortura. Todo lo que dije era
mentira.
—Incluido lo que me estás diciendo ahora. —Peter tenía el gesto pétreo,
implacable, y una Voz tría e inexorable.
De repente el chinchorro chocó contra el casco del Vengador. Varios hombres
empezaron a subir a toda prisa por el entramado del cordaje mientras otros
aseguraban el bote con unas amarras que les tiraban de arriba. Cuando no quedaba
en el bote nadie más que Peter y Lali, lo izaron a bordo. Al poco rato, las velas se
desplegaban para atrapar la brisa y el Vengador navegaba libremente a favor del
viento, alejándose de La Habana y del peligro. Palidísimos jirones de color malva
coloreaban el cielo de levante, anunciando un nuevo día.
Peter se agarró al pasamanos y se quedó mirando la costa que retrocedía
hacia el horizonte. Recordó vivamente su corta estancia en aquella isla hostil. Si no
llega a ser por Nico aquél habría sido el último día de su vida. Su cuerpo amoratado y
maltrecho se habría deshecho en polvo y cenizas en suelo extranjero. Pero el
recuerdo de las palabras de Lali le dolía mucho más que la tortura que había
soportado. Ella le había dicho que lo odiaba y que le deseaba la muerte. Se había
convertido en la amante de Martinez . Su sufrimiento la había complacido
enormemente. Soltando el pasamanos, se volvió hacia Lali con los ojos brillantes de
furia.
Cuando las velas del Vengador se tendieron al viento, Lali intentó conservar la
calma, en la esperanza de que Peter , una vez que se le enfriara el carácter,
conseguiría ver las cosas con más claridad. ¿Cómo podía no saber que ella jamás
había sentido aquellas cosas tan hirientes que le dijo? ¿No se daba cuenta de que ella
habría hecho y dicho cualquier cosa con tal de salvarlo de la tortura? Pero, cuando él
se dio la vuelta para mirarla a la cara, tenía el fuego del infierno ardiendo en lo más
profundo de aquellos ojos de color azul grisáceo. A ella el corazón se le agitó de
forma salvaje. ¿Qué era lo que le iba a hacer?
Agarrando a Lali del brazo, Peter tiró violentamente de ella hacia su
camarote y, al llegar, la arrojó dentro. Él entró detrás y dio un portazo. El odio
insoslayable que sentía por ella resultaba un espectáculo sobrecogedor. Ella no se
merecía que la tratara de aquella manera.
—¿Q... Qué es lo que vas a hacer? —le preguntó, retrocediendo para alejarse de
su furia implacable.
—Todavía no he decidido tu castigo. Cuando lo decida, serás la primera en
saberlo. Nunca quise una esposa, Lali, pero ahora que la tengo pienso hacer todo lo
que sea necesario para mantenerte a raya. Tus hermanos no nos hicieron un favor a
ninguno de los dos al empeñarse en casarnos.
—Entonces, ¿ya no queda nada entre nosotros, nada sobre lo que podamos
volver a empezar?
Peter le echó una sonrisilla lasciva.
—Queda la lujuria, Lali . Eso no podemos negarlo ninguno de los dos. —Y,
dándose la vuelta, salió hecho una furia del camarote.

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