martes, 27 de diciembre de 2016

CAPITULO 44


—Harás lo que hacen otras esposas en tu situación. Te quedarás en casa a
supervisar a los criados y a cuidar de la propiedad. Y a criar a nuestros hijos, si algún
día los tenemos —añadió, pensando en lo miserablemente que había fracasado en su
intento de mantenerse apartado de la cama de Lali. Podía ser que en aquel mismo
instante llevase ya un hijo suyo en su interior. Aquel pensamiento le dejó un sabor
amargo en la boca. Jamás, ni en sus peores pesadillas, se habría imaginado que sus
hijos tendrían una madre española.
Estando Lali en West Sussex y él en Londres, le resultaría mil veces más fácil
olvidarse de que tenía una esposa y, más aún, una esposa española. Había infinidad
de cortesanas de sangre caliente que no iban a desperdiciar la ocasión de aliviarlo de
la soledad.
Antes de que Lali diese con una respuesta adecuada, llamaron a Peter de
fuera, y la dejó que se reconcomiera en silencio. ¿Acaso Peter pretendía dejarla
muriéndose de asco en su casa de campo mientras él iba con la mejor de las
disposiciones a atender los bailes de su reina? ¿Y qué sería de ella durante aquellos
meses que él tenía que pasar en el mar, saqueando barcos españoles por la gloria de
Inglaterra? ¿Qué iba a ser de ella en aquel país hostil, sin amigos en los que
apoyarse?
El barco atracó como el que no quiere la cosa. Antes de que Peter y Lali
bajaran a tierra, Peter envió a Riera a alquilar un carruaje que los llevara hasta
Haslemere, en West Sussex. Lali tuvo ocasión de enterarse de que no se encontraba
a gran distancia de Portsmouth. Cuando Peter reapareció a su lado, se había
ataviado a la última moda con unas calzas ajustadas, unos bombachos satinados
cortos y un jubón bordado. Estaba realmente apuesto, pensó ella mientras admiraba
sus largas piernas torneadas. Pero a ella le gustaba mucho más con sus pantalones de
siempre, la camisa blanca al viento y las botas altas, que era lo que se ponía a bordo
del Vengador.
Por desgracia, su propio atuendo dejaba mucho que desear. Y no había nada
que pudiera hacer para arreglarse el pelo trasquilado. Aunque algo le había crecido,
todavía lo llevaba indecentemente corto, enmarcándole la cara y toda la cabeza con
una masa descontrolada de rizos de ébano.
Temblando bajo uno de los voluminosos pliegues de la capa de Peter, Lali
se acurrucó en el asiento al lado de su marido mientras el coche que habían alquilado
traqueteaba por aquel camino de cabras. Advirtiendo que estaba incómoda, Peter
se la colocó entre los brazos, demasiado consciente de que, una vez que hubieran
llegado a su casa, toda intimidad entre ellos debía necesariamente terminar. Lali se
estaba volviendo demasiado imprescindible para su bienestar; tenía que darle cierta
perspectiva a aquel casamiento forzado. Una vez que estuviera en la corte, entre los
suyos, esperaba que el poder que tenía Lali sobre él disminuyera.
—¿Qué opinas del invierno inglés? —preguntó Peter en un intento de que
sus pensamientos se alejaran del cuerpo tibio que llevaba acurrucado en el regazo.
—No me gusta —dijo Lali con toda sinceridad.

1 comentario:

  1. Pobre lali como esta sufriendo,no merecemos otros cap por el domingo y ayer q no subiste? Plis

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