PETER se enderezó de un salto. Le costó un instante aclarar sus pensamientos,
y cuando lo hizo se maldijo a sí mismo por idiota. Intentó alcanzar su espada, que
nunca dejaba muy lejos, pero ya era demasiado tarde. En un abrir y cerrar de ojos se
le echaron encima más hombres de los que podía contar.
LALI soltó un grito y trató de taparse con la sábana. Los intrusos la miraban
con lascivia, y el pánico se apoderó de ella. ¿Habrían invadido la isla brutales piratas,
o nativos poco amistosos? Dio un respingo cuando reconoció a su hermano, y supuso
que lo habían enviado para rescatarla.
—Tápate —gruñó VICO, lanzándole a LALI una mirada violenta y ceñuda—.
¿Qué ha sido de mi inocente hermana?
Y entonces sucedió todo tan rápido que LALI apenas tuvo tiempo de pensar, y
mucho menos de hablar. Los secuaces de VICO embistieron contra PETER, y al
mismo tiempo PETER arrastró a LALI fuera de la cama. Tuvo que contemplar con
horror creciente la paliza que le dieron a PETER hasta dejarlo inconsciente.
—Llevadlo al barco —ordenó VICO a sus hombres. Luego volvió la atención
hacia LALI—. ¿Dónde está tu ropa?
—Hay un baúl en mi dormitorio —señalaba hacia un cuarto del fondo del
pasillo—. ¿Qué le vas a hacer a PETER?
—No te preocupes por él, que no te volverá a hacer daño —dijo secamente
VICO—. Estará a buen recaudo encadenado en la bodega hasta que lleguemos a La
Habana. El Diablo no volverá a corromper a ninguna mujer.
—¡A La Habana! —LALI parecía perpleja—. Pero ¿para qué vamos a ir a La
Habana? Yo quiero volverme al convento.
—Eso ni se plantea. Adonde hay que llevarte es con tu prometido. —VICO
entrecerró los párpados y la fulminó con la mirada—. ¿Qué demonios te has hecho
en el pelo?
—Me lo corté. Pero olvídate de eso ahora. Sabes tan bien como yo que don
MARIANO ya no me va a aceptar. —Se había imaginado que sentiría una vergüenza
espantosa por el pecado que había cometido con PETER, pero para su sorpresa no
era así—. Me has encontrado en la cama de PETER. Don MARIANO me va a repudiar; es
un hombre de honor.
—No te metiste por tu gusto en la cama de ese pirata —dijo arteramente VICO.
Su expresión se volvió adusta cuando comprendió lo que había que hacer para salvar
la reputación de su hermana. Él y GAS ya habían discutido lo que ocurriría si de
hecho el Diablo había violado a su hermana—. Don MARIANO tendrá en cuenta tu
viudedad y te aceptará con una generosa ampliación de tu dote.
—¿Mi viudedad? No... no te entiendo.
—Ahora no hay tiempo para explicaciones. Vístete. Tenemos que volver al
barco antes de que nos descubran.
—Deja a PETER en Andros —le suplicó LALI—. Ya me tienes a mí, no hay
necesidad de seguir derramando sangre.
—¿Que deje aquí al Diablo? ¿Te has vuelto loca? GAS me cortaría la
cabeza. Han ofrecido una sustanciosa recompensa por ese pirata. Te ha deshonrado a
ti, una joven inocente que iba al encuentro de su prometido. El Diablo merece morir
por sus muchos delitos de piratería contra España. Estoy seguro de que don MARIANO le
reservará una muerte lenta y dolorosa.
Tiró de ella hacia su dormitorio y la empujó dentro.
—Date prisa y vístete. Yo me quedo aquí mismo esperándote. Uno de mis
hombres llevará tu baúl a bordo del Santa María en cuanto estés lista.
PETER volvió en sí poco a poco, notando que le dolía la cabeza y tenía el
cuerpo magullado. Los hombres de ESPOSITO le habían vapuleado hasta que perdió el
sentido y luego lo arrastraron desnudo por el barco y lo encadenaron a un tabique de
la fría, húmeda y mohosa bodega. Estaba oscuro; oyó el correteo de las ratas y las
sintió pasar rozándole las piernas desnudas. Lanzó patadas al aire, maldiciendo con
ferocidad cuando uno de los roedores le hundió los afilados dientecillos en el tobillo.
Su único consuelo era que LALI no estaba sufriendo. Su hermano nunca le haría
daño.
Por enésima vez, PETER maldijo su propia falta de cuidado. Estaba tan
embobado con LALI que en ningún momento había considerado la posibilidad de
que Santiago enviara a sus hijos a asaltar su fortín de Andros. Antes de perder el
conocimiento había oído a alguien decir que los cofres que contenían la dote de Lucía
habían sido localizados en un almacén e iban a ser trasladados al galeón. A él el botín
no le importaba, y por él se lo podían quedar. Lo que de verdad le dolía era perder a
LALI sin haber tenido ocasión de decirle... Demasiado tarde. Endemoniadamente
tarde.
Mientras PETER lamentaba su destino, LALI estaba sentada en el espacioso
camarote del capitán con la cabeza gacha mientras sus hermanos la reprendían
rotundamente. El cura encargado de aconsejar a LALI después del rescate
permanecía de pie a un lado, con un gesto tan reprobatorio como el de los dos
hermanos. Los tres consideraban que su actitud hacia el infame pirata era
escandalosamente licenciosa.
—¿Cómo puedes pedir piedad para ese malnacido, después de lo que te ha
hecho? —se encolerizó VICO.
—Porque él te forzó, ¿verdad? —inquirió GAS, más razonable.
—Al principio... no exactamente... fue más bien como... seducción.
—¿Te metiste por tu propia voluntad en su cama? —tronó VICO—. ¿Me estás
diciendo que tú misma te prestaste a ser la amante del Diablo?
—No exactamente —se defendió LALI—. Por lo menos al principio no, en todo
caso. Le supliqué que me devolviera a casa. Incluso me hice pasar por monja, pero al
final PETER se salió con la suya.
—Deberías haberte quitado la vida —dijo severamente el cura, avanzando hasta
el círculo de luz—. Pero lo que ya está hecho no se puede cambiar. Debemos
rectificar este terrible error de inmediato.
LALI levantó los ojos, mirando directamente al cura.
—No deseaba morir por mi propia mano. Como vos decís, lo hecho, hecho está.
Desafortunadamente, nada que no sea un milagro puede cambiar lo que ya ha
ocurrido. Si me aceptan en el convento, dedicaré el resto de mi vida a Dios.
—Eso no va a ser necesario, LALI —le aseguró GAS—. Ese miserable te ha
seducido, y nos vamos a encargar de que haga lo que corresponde por ti antes de que
muera. Estás prometida con don MARIANO, y está en juego el honor de nuestro padre.
VICO y yo haremos lo necesario para asegurarnos de que don MARIANO no tenga que
buscarse ninguna otra novia.
LALI enarcó las cejas.
—No lo entiendo. ¿Cómo vais a arreglar las cosas? Ya nada es lo mismo. Don
MARIANO espera una novia inocente.
GAS y su hermano intercambiaron una mirada cómplice.
—La honra de don MARIANO quedará mucho más entera si se casa con una viuda,
en lugar de con una virgen deshonrada. Las viudas es normal que se casen.
—Pero yo no soy ninguna viuda. Don MARIANO no se va a creer una mentira tan
flagrante.
—Ah, querida hermana —la informó GAS—, la verdad es que sí lo serás,
en cuanto te hayas casado con el Diablo y a él lo ejecuten por los malvados actos de
piratería que ha cometido en alta mar. Una viuda riquísima, por cierto.
LALI estaba boquiabierta.
—¡Eso es ridículo! PETER no va acceder a eso. Y yo tampoco.
El cura dio un paso adelante.
—Estás muy perturbada, pequeña. Me disgusta ver cómo te ha embaucado ese
pirata para hacerte su amante. Tu familia no quedará satisfecha hasta que su pecado
contra ti quede reparado. La única manera de arreglar esto es casarte con el Diablo. Y
en cuanto el pirata sea ejecutado tú podrás continuar con tu vida. Serás una
respetable viuda. Una viuda rica. Don MARIANO estará complacido.
—No necesitamos tu conformidad, LALI —la previno VICO—. El padre
Ricardo te va a casar con ese pirata sin importar cuánto queráis oponeros cualquiera
de los dos. Lo va a hacer porque es lo que Dios quiere.
El padre Ricardo asintió sagazmente con la cabeza.
GAS se acercó a la puertGAS se sacó del bolsillo una llave y se la dio.
—Tráenos al pirata aquí arriba, Julio. Dale algo de ropa; no queremos que
ofenda a la novia en el día de su boda.
—Dios —el ruego de LALI se quebró en un sollozo—. Si accedo a casarme con
él, ¿le perdonaréis la vida?
—Si lo hiciéramos no serías viuda, ¿sabes? —dijo GAS—. No temas,
hermana, nosotros no mataríamos a un cuñado nuestro. Le dejaremos esa
desagradable tarea a don MARIANO. A nuestro padre le complacerá ver cómo hemos
arreglado las cosas.
Los dos hermanos eran parecidos de aspecto. Los dos morenos y apuestos,
esbeltos de cuerpo y de facciones elegantes. VICO, que era el más joven y el de
temperamento más explosivo, era algo más musculoso que GAS, el más
razonable de los dos. LALI los quería muchísimo a ambos, pero en aquel preciso
instante habría sido capaz de retorcerles el cuello.
PETER daba furiosas patadas al aire cada vez que uno de sus compañeros
peludos le atacaba directamente. Tiró de las cadenas que lo sujetaban, maldiciendo a
sus captores y a todos los españoles en general. En todos los años que habían pasado
desde que estuvo cautivo, jamás había llegado a imaginar que pudieran capturarlo
por segunda vez. Juró que, si lograba salir de aquélla, no le volvería a ocurrir nunca.
De pronto, PETER se puso tenso al percatarse de que alguien se acercaba desde
arriba. Una pálida luz se vertió por la rejilla que había en lo alto de la escalera de
mano. Se oyó un chirrido, y ante su vista apareció un hombre. Un marinero moreno
que se quedó mirando a PETER con palpable satisfacción.
—Ya no somos tan gallito, ¿eh, Diablo? —le dijo Julio en español rápido.
—Yo nunca lo he sido —le respondió PETER en el mismo idioma.
Sorprendido, el marinero le lanzó a PETER una mirada de admiración.
—Ya veo que habláis nuestro idioma. Mejor, porque así podréis participar
plenamente en la ceremonia de matrimonio que se va celebrar en vuestro honor.
Se acercó cautelosamente al tabique para soltar las cadenas de PETER del lugar
donde estaban sujetas a una argolla de hierro. Luego dio un paso atrás, apuntándole
con la espada desenvainada.
Al poco, un segundo marinero se asomó por la escalera con un fardo bajo el
brazo.
—¿Estás ahí abajo, Julio?
—Has llegado justo a tiempo, Mateo. Dale al capitán la ropa. No estaría bien
que asistiera a la boda sin ropa adecuada.
Mateo bajó por la escalera y le tendió a PETER el hato de ropa ensartándolo en
la punta de su espada.
PETER dudó un instante antes de aceptar el andrajoso par de pantalones y la
camisa raída que le ofrecía. Los contempló un momento; luego se encogió de
hombros, mirándose las muñecas y los tobillos encadenados.
—Quitadme las cadenas.
—Primero las de las piernas —opinó Mateo—. No me fío de este malnacido.
Julio se acercó con cautela a PETER.
—Ponle la espada en la garganta, Mateo. Es un hombre peligroso. —Julio se
acercó hasta PETER y, agachándose, le abrió los grilletes de las piernas—. Ya está —
dijo, dando un paso atrás—, ya os podéis poner los pantalones.
PETER se embutió en aquellos deteriorados pantalones de lona que tan mal le
quedaban y se ató los cordones de la cinturilla. En cuanto terminó, Julio volvió a
ponerle los grilletes en los pies y le abrió los de las muñecas.
—Ahora la camisa —dijo, pinchando a PETER con la punta de su espada—. Y
no intentéis ninguna audacia. Estamos en alta mar; no tenéis escapatoria.
y cuando lo hizo se maldijo a sí mismo por idiota. Intentó alcanzar su espada, que
nunca dejaba muy lejos, pero ya era demasiado tarde. En un abrir y cerrar de ojos se
le echaron encima más hombres de los que podía contar.
LALI soltó un grito y trató de taparse con la sábana. Los intrusos la miraban
con lascivia, y el pánico se apoderó de ella. ¿Habrían invadido la isla brutales piratas,
o nativos poco amistosos? Dio un respingo cuando reconoció a su hermano, y supuso
que lo habían enviado para rescatarla.
—Tápate —gruñó VICO, lanzándole a LALI una mirada violenta y ceñuda—.
¿Qué ha sido de mi inocente hermana?
Y entonces sucedió todo tan rápido que LALI apenas tuvo tiempo de pensar, y
mucho menos de hablar. Los secuaces de VICO embistieron contra PETER, y al
mismo tiempo PETER arrastró a LALI fuera de la cama. Tuvo que contemplar con
horror creciente la paliza que le dieron a PETER hasta dejarlo inconsciente.
—Llevadlo al barco —ordenó VICO a sus hombres. Luego volvió la atención
hacia LALI—. ¿Dónde está tu ropa?
—Hay un baúl en mi dormitorio —señalaba hacia un cuarto del fondo del
pasillo—. ¿Qué le vas a hacer a PETER?
—No te preocupes por él, que no te volverá a hacer daño —dijo secamente
VICO—. Estará a buen recaudo encadenado en la bodega hasta que lleguemos a La
Habana. El Diablo no volverá a corromper a ninguna mujer.
—¡A La Habana! —LALI parecía perpleja—. Pero ¿para qué vamos a ir a La
Habana? Yo quiero volverme al convento.
—Eso ni se plantea. Adonde hay que llevarte es con tu prometido. —VICO
entrecerró los párpados y la fulminó con la mirada—. ¿Qué demonios te has hecho
en el pelo?
—Me lo corté. Pero olvídate de eso ahora. Sabes tan bien como yo que don
MARIANO ya no me va a aceptar. —Se había imaginado que sentiría una vergüenza
espantosa por el pecado que había cometido con PETER, pero para su sorpresa no
era así—. Me has encontrado en la cama de PETER. Don MARIANO me va a repudiar; es
un hombre de honor.
—No te metiste por tu gusto en la cama de ese pirata —dijo arteramente VICO.
Su expresión se volvió adusta cuando comprendió lo que había que hacer para salvar
la reputación de su hermana. Él y GAS ya habían discutido lo que ocurriría si de
hecho el Diablo había violado a su hermana—. Don MARIANO tendrá en cuenta tu
viudedad y te aceptará con una generosa ampliación de tu dote.
—¿Mi viudedad? No... no te entiendo.
—Ahora no hay tiempo para explicaciones. Vístete. Tenemos que volver al
barco antes de que nos descubran.
—Deja a PETER en Andros —le suplicó LALI—. Ya me tienes a mí, no hay
necesidad de seguir derramando sangre.
—¿Que deje aquí al Diablo? ¿Te has vuelto loca? GAS me cortaría la
cabeza. Han ofrecido una sustanciosa recompensa por ese pirata. Te ha deshonrado a
ti, una joven inocente que iba al encuentro de su prometido. El Diablo merece morir
por sus muchos delitos de piratería contra España. Estoy seguro de que don MARIANO le
reservará una muerte lenta y dolorosa.
Tiró de ella hacia su dormitorio y la empujó dentro.
—Date prisa y vístete. Yo me quedo aquí mismo esperándote. Uno de mis
hombres llevará tu baúl a bordo del Santa María en cuanto estés lista.
PETER volvió en sí poco a poco, notando que le dolía la cabeza y tenía el
cuerpo magullado. Los hombres de ESPOSITO le habían vapuleado hasta que perdió el
sentido y luego lo arrastraron desnudo por el barco y lo encadenaron a un tabique de
la fría, húmeda y mohosa bodega. Estaba oscuro; oyó el correteo de las ratas y las
sintió pasar rozándole las piernas desnudas. Lanzó patadas al aire, maldiciendo con
ferocidad cuando uno de los roedores le hundió los afilados dientecillos en el tobillo.
Su único consuelo era que LALI no estaba sufriendo. Su hermano nunca le haría
daño.
Por enésima vez, PETER maldijo su propia falta de cuidado. Estaba tan
embobado con LALI que en ningún momento había considerado la posibilidad de
que Santiago enviara a sus hijos a asaltar su fortín de Andros. Antes de perder el
conocimiento había oído a alguien decir que los cofres que contenían la dote de Lucía
habían sido localizados en un almacén e iban a ser trasladados al galeón. A él el botín
no le importaba, y por él se lo podían quedar. Lo que de verdad le dolía era perder a
LALI sin haber tenido ocasión de decirle... Demasiado tarde. Endemoniadamente
tarde.
Mientras PETER lamentaba su destino, LALI estaba sentada en el espacioso
camarote del capitán con la cabeza gacha mientras sus hermanos la reprendían
rotundamente. El cura encargado de aconsejar a LALI después del rescate
permanecía de pie a un lado, con un gesto tan reprobatorio como el de los dos
hermanos. Los tres consideraban que su actitud hacia el infame pirata era
escandalosamente licenciosa.
—¿Cómo puedes pedir piedad para ese malnacido, después de lo que te ha
hecho? —se encolerizó VICO.
—Porque él te forzó, ¿verdad? —inquirió GAS, más razonable.
—Al principio... no exactamente... fue más bien como... seducción.
—¿Te metiste por tu propia voluntad en su cama? —tronó VICO—. ¿Me estás
diciendo que tú misma te prestaste a ser la amante del Diablo?
—No exactamente —se defendió LALI—. Por lo menos al principio no, en todo
caso. Le supliqué que me devolviera a casa. Incluso me hice pasar por monja, pero al
final PETER se salió con la suya.
—Deberías haberte quitado la vida —dijo severamente el cura, avanzando hasta
el círculo de luz—. Pero lo que ya está hecho no se puede cambiar. Debemos
rectificar este terrible error de inmediato.
LALI levantó los ojos, mirando directamente al cura.
—No deseaba morir por mi propia mano. Como vos decís, lo hecho, hecho está.
Desafortunadamente, nada que no sea un milagro puede cambiar lo que ya ha
ocurrido. Si me aceptan en el convento, dedicaré el resto de mi vida a Dios.
—Eso no va a ser necesario, LALI —le aseguró GAS—. Ese miserable te ha
seducido, y nos vamos a encargar de que haga lo que corresponde por ti antes de que
muera. Estás prometida con don MARIANO, y está en juego el honor de nuestro padre.
VICO y yo haremos lo necesario para asegurarnos de que don MARIANO no tenga que
buscarse ninguna otra novia.
LALI enarcó las cejas.
—No lo entiendo. ¿Cómo vais a arreglar las cosas? Ya nada es lo mismo. Don
MARIANO espera una novia inocente.
GAS y su hermano intercambiaron una mirada cómplice.
—La honra de don MARIANO quedará mucho más entera si se casa con una viuda,
en lugar de con una virgen deshonrada. Las viudas es normal que se casen.
—Pero yo no soy ninguna viuda. Don MARIANO no se va a creer una mentira tan
flagrante.
—Ah, querida hermana —la informó GAS—, la verdad es que sí lo serás,
en cuanto te hayas casado con el Diablo y a él lo ejecuten por los malvados actos de
piratería que ha cometido en alta mar. Una viuda riquísima, por cierto.
LALI estaba boquiabierta.
—¡Eso es ridículo! PETER no va acceder a eso. Y yo tampoco.
El cura dio un paso adelante.
—Estás muy perturbada, pequeña. Me disgusta ver cómo te ha embaucado ese
pirata para hacerte su amante. Tu familia no quedará satisfecha hasta que su pecado
contra ti quede reparado. La única manera de arreglar esto es casarte con el Diablo. Y
en cuanto el pirata sea ejecutado tú podrás continuar con tu vida. Serás una
respetable viuda. Una viuda rica. Don MARIANO estará complacido.
—No necesitamos tu conformidad, LALI —la previno VICO—. El padre
Ricardo te va a casar con ese pirata sin importar cuánto queráis oponeros cualquiera
de los dos. Lo va a hacer porque es lo que Dios quiere.
El padre Ricardo asintió sagazmente con la cabeza.
GAS se acercó a la puertGAS se sacó del bolsillo una llave y se la dio.
—Tráenos al pirata aquí arriba, Julio. Dale algo de ropa; no queremos que
ofenda a la novia en el día de su boda.
—Dios —el ruego de LALI se quebró en un sollozo—. Si accedo a casarme con
él, ¿le perdonaréis la vida?
—Si lo hiciéramos no serías viuda, ¿sabes? —dijo GAS—. No temas,
hermana, nosotros no mataríamos a un cuñado nuestro. Le dejaremos esa
desagradable tarea a don MARIANO. A nuestro padre le complacerá ver cómo hemos
arreglado las cosas.
Los dos hermanos eran parecidos de aspecto. Los dos morenos y apuestos,
esbeltos de cuerpo y de facciones elegantes. VICO, que era el más joven y el de
temperamento más explosivo, era algo más musculoso que GAS, el más
razonable de los dos. LALI los quería muchísimo a ambos, pero en aquel preciso
instante habría sido capaz de retorcerles el cuello.
PETER daba furiosas patadas al aire cada vez que uno de sus compañeros
peludos le atacaba directamente. Tiró de las cadenas que lo sujetaban, maldiciendo a
sus captores y a todos los españoles en general. En todos los años que habían pasado
desde que estuvo cautivo, jamás había llegado a imaginar que pudieran capturarlo
por segunda vez. Juró que, si lograba salir de aquélla, no le volvería a ocurrir nunca.
De pronto, PETER se puso tenso al percatarse de que alguien se acercaba desde
arriba. Una pálida luz se vertió por la rejilla que había en lo alto de la escalera de
mano. Se oyó un chirrido, y ante su vista apareció un hombre. Un marinero moreno
que se quedó mirando a PETER con palpable satisfacción.
—Ya no somos tan gallito, ¿eh, Diablo? —le dijo Julio en español rápido.
—Yo nunca lo he sido —le respondió PETER en el mismo idioma.
Sorprendido, el marinero le lanzó a PETER una mirada de admiración.
—Ya veo que habláis nuestro idioma. Mejor, porque así podréis participar
plenamente en la ceremonia de matrimonio que se va celebrar en vuestro honor.
Se acercó cautelosamente al tabique para soltar las cadenas de PETER del lugar
donde estaban sujetas a una argolla de hierro. Luego dio un paso atrás, apuntándole
con la espada desenvainada.
Al poco, un segundo marinero se asomó por la escalera con un fardo bajo el
brazo.
—¿Estás ahí abajo, Julio?
—Has llegado justo a tiempo, Mateo. Dale al capitán la ropa. No estaría bien
que asistiera a la boda sin ropa adecuada.
Mateo bajó por la escalera y le tendió a PETER el hato de ropa ensartándolo en
la punta de su espada.
PETER dudó un instante antes de aceptar el andrajoso par de pantalones y la
camisa raída que le ofrecía. Los contempló un momento; luego se encogió de
hombros, mirándose las muñecas y los tobillos encadenados.
—Quitadme las cadenas.
—Primero las de las piernas —opinó Mateo—. No me fío de este malnacido.
Julio se acercó con cautela a PETER.
—Ponle la espada en la garganta, Mateo. Es un hombre peligroso. —Julio se
acercó hasta PETER y, agachándose, le abrió los grilletes de las piernas—. Ya está —
dijo, dando un paso atrás—, ya os podéis poner los pantalones.
PETER se embutió en aquellos deteriorados pantalones de lona que tan mal le
quedaban y se ató los cordones de la cinturilla. En cuanto terminó, Julio volvió a
ponerle los grilletes en los pies y le abrió los de las muñecas.
—Ahora la camisa —dijo, pinchando a PETER con la punta de su espada—. Y
no intentéis ninguna audacia. Estamos en alta mar; no tenéis escapatoria.
Ojala tenga una forma d escapar quiza teniendo a lali por rehen y ella quiera cooperar y quedarse con el.
ResponderEliminarCreo q ni lees mis comentarios pero bueno los seguire dejando y ya ni decirte q hagas maraton no?