¿Qué hombre en su sano juicio la dejaría marchar por propia voluntad una vez que
ella le hubiese llenado la cama de gloria?
—VICO, cuánto me alegro de volver a veros —dijo don MARIANO mientras le
apretaba la mano a modo de bienvenida. Desvió la mirada de manera casi insultante
hacia LALI—. Y tú has cambiado mucho, querida.
—La última vez que nos vimos yo tenía diez años —dijo LALI con amargura.
—Sentaos, sentaos. Tenéis que contármelo todo. No esperaba veros en La
Habana. Cuando me enteré de que el Santa Cruz había sido hundido y a ti te había
raptado el infame Diablo, perdí toda esperanza de volver a verte. Debes de haber
sufrido mucho. Vuestro padre debe de haber tenido que desprenderse de una
fortuna para recuperarte.
VICO se aclaró la garganta.
—Hay muchas cosas que vos no sabéis, Excelencia. Tal vez lo mejor fuese que
LALI vaya a descansar mientras nosotros discutimos el asunto que tenemos entre
manos.
—Perdóname, querida —dijo don MARIANO volviéndose hacia LALI—. Debes de
estar agotada. —Tiró del cordel del badajo para convocar a un lacayo que recibió
instrucciones de conducir a LALI a una de las habitaciones de invitados y llamar a
una sirvienta para que atendiera sus necesidades. Cuando LALI se hubo ido, don
Diego volvió su mirada negra y resplandeciente hacia VICO—. Ahora podéis
empezar, señor ESPOSITO. Contádmelo todo.
Arturo se quedó contemplando a don MARIANO, estudiándolo en silencio. Hacía
años que no veía a aquel hombre, pero lo encontró poco cambiado por el paso del
tiempo. De estatura media, su figura aristocrática y esbelta y su postura arrogante
daban idea de su carácter voluble y de su naturaleza cruel. Sólo aquellos que habían
tratado con él de cerca conocían su lado oscuro y vengativo. La boca, bajo el fino
bigote, mostraba sus dientes perfectamente blancos y su naturaleza interesada. A
pocas personas se les permitía conocer al verdadero don MARIANO. Sólo mostraba de sí
mismo lo que favorecía a sus propósitos.
Pero a VICO, un hombre más conocido por su temperamento explosivo que
por su buen juicio, don MARIANO le pareció un caballero digno y sensato, capaz de tratar
con amabilidad a su hermana. Cuando hubo llegado a esa conclusión, VICO se
lanzó a relatar vividamente el rescate de su hermana, sin mencionar el detalle de que
LALI había sido descubierta en la cama del pirata. Tampoco explicó los motivos de
la boda precipitada a bordo del Santa María.
—Nuestro padre pensó que lo mejor sería traer a LALI y al pirata directamente
a La Habana —explicó VICO al llegar al final de su relato—. Una vez que os hayáis
encargado de la ejecución del pirata, LALI estará libre para volver a casarse. —
VICO sonrió, pensando que había manejado la situación con bastante sensatez en
ausencia de GAS.
Pero no era tan fácil engañar a don MARIANO.
—¿Por qué considerasteis vos y vuestro hermano que era necesario obligar al
Diablo y a LALI a casarse? —Tenía la expresión rígida, la voz tensa.
—Pensamos que era necesario para acallar los rumores que van a surgir en
torno al secuestro de LALI. Como pronto va a quedar viuda, no creo que eso vaya a
causar ningún problema.
—Mmm... —dijo don MARIANO golpeteando su escritorio con los dedos—. Puede
que tengáis razón. Aun así, todavía no me habéis dicho lo que realmente quiero
saber. —Miró fijamente a VICO a los ojos—. ¿Ha mancillado el pirata a la mujer que
me estaba destinada?
VICO tragó saliva con visible dificultad. Tenía la esperanza de que ese asunto
tan delicado no saliera a la luz. Por desgracia, era algo que don MARIANO tenía derecho a
saber.
—Tenemos buenas razones para creer que sí. Pero nuestro padre se preparó
para semejante desgracia y tomó medidas. Ya os he dicho que hemos recuperado la
dote de LALI en su totalidad. Lo que aún no he mencionado es que, en vista de lo
ocurrido, nuestro padre, en su generosidad, ha duplicado la cantidad que había
acordado inicialmente con vos. Todos los doblones de oro, todas las joyas y todas las
piezas de plata están, intactos, a bordo del Santa María. Y todo eso os pertenecerá a
vos en cuanto os caséis con LALI.
Los ojos de don MARIANO brillaron con placer avaricioso.
—¿Ha duplicado la dote? —repitió, con la mirada turbia de emoción. La dote de
LALI ya era generosa antes de que su ansioso padre la incrementara.
En aquel preciso momento anunciaron la llegada de GAS, que exigía
audiencia inmediata con don MARIANO. El gobernador general se la concedió. Se le
ensombreció el semblante cuando vio a PETER, que entraba en la sala arrastrado
por GAS y sus hombres.
—Así que éste es el infame Diablo —dijo don MARIANO fríamente y con desdén—,
el azote del Virreinato de Nueva España. Ahora ya no parecéis tan peligroso, pirata.
—Se llama PETER LANZANI— le informó GAS—. Es cortesano de la reina de
Inglaterra.
—Lástima que vaya a morir de forma tan poco aristocrática en La Habana. —
Don MARIANO sonrió levemente. La de aquel infame Diablo iba a ser una muerte lenta—.
Ha mancillado a mi prometida y se ha enriquecido saqueando a los españoles.
Quiero ver a este hombre en el infierno por todo lo que me ha robado.
PETER, divertido, torció el gesto con ironía.
—Ningún hombre, incluido vos, obtendrá de LALI lo que a mí me dio por su
propia voluntad. Si a vos o a sus hermanos os preocupara lo más mínimo su
bienestar, la devolveríais al convento. Eso es lo que ella quiere.
—¡Canalla! —don MARIANO le asestó a PETER un brutal golpe a la altura de la
cintura que le hizo tambalearse hacia atrás—. Tengo intención de dejar a LALI viuda
muy pronto, y me voy a casar con ella como don Eduardo y yo teníamos planeado.
Pero antes os voy a hacer sufrir por haber mancillado a mi futura esposa. Una muerte
rápida es poco para lo que se merece semejante malnacido violador de españolas.
Antes de que PETER hubiera logrado recomponerse, don MARIANO llamó a los
guardias e hizo que se lo llevaran a los calabozos situados cerca del Malecón, en ellos
el aire enrarecido y sucio y la humedad amansaban rápidamente a los presos más
recalcitrantes, si es que no enfermaban y morían antes.
Cuando se llevaron a PETER de la sala a rastras, don MARIANO se volvió como una
fiera a encarar a los hermanos ESPOSITO.
—¿No será que vuestra propia hermana se prestaba de buen grado a ser la
barragana del pirata? Quiero la verdad.
VICO se levantó disparado de su asiento, pero GAS, sabiamente, lo
retuvo.
—Nuestra hermana fue forzada, don MARIANO. LALI era una inocente, criada
como Dios manda en un convento. Confío en que no estaréis pensando que ella incitó
al pirata a que la violara.
—Por supuesto que no, no creo que LALI tenga ninguna culpa —mintió don
MARIANO con diplomacia—. Es joven. No temáis, ella y yo nos vamos a llevar muy bien
una vez que entienda cuál es su lugar. Y en cuanto a la dote —le recordó a
GAS—, ¿la habéis traído con vos? ¿No me habrá mentido VICO al decirme que
don Eduardo, en su generosidad, ha duplicado la suma que habíamos acordado? —
Estaba casi salivando.
—Mi hermano ha dicho la verdad. Nuestro padre ha incrementado la dote de
LALI con la esperanza de que esa pequeña indiscreción suya sea más fácil de pasar
por alto.
—Es muy generoso —dijo don MARIANO—, aunque tampoco era necesario. LALI
es un tesoro. Fue una sabia decisión casarla con ese granuja inglés. Eso dará reposo a
las malas lenguas. Una vez que sea viuda, la gente se olvidará de su deshonra. Podéis
dejar a PETER LANZANI a mi cargo: será ejecutado de la manera oportuna. Podéis
marcharos tranquilos de La Habana sabiendo que LALI está ahora bajo mi
protección.
—Gracias, don MARIANO —dijo GAS—. Nosotros tenemos que marcharnos de
inmediato. El rey Felipe necesita todos los barcos que pueda conseguir para su
expedición. Se está reuniendo en Lisboa una armada muy grande que pronto va a
navegar por aguas inglesas. La reina hereje será destituida por la gloria inmensa de
Dios. Con un poco de suerte, el Santa María puede llegar a tiempo para unirse a la
armada.
—Daos prisa, amigos míos. Voy a enviar a mis hombres de más confianza al
Santa María para descargar la dote de LALI y ponerla bajo mi custodia. También voy
a autorizar a mi secretario a que os pague la recompensa por haber apresado al
infame Diablo. Se os dará todo lo que necesitéis para aprovisionar vuestro barco para
la travesía.
—¿No deberíamos despedirnos antes de LALI? —preguntó GAS, no tan
seguro, de repente, de las intenciones de don MARIANO hacia su hermana. No había
mencionado el matrimonio. Aquel hombre era demasiado diplomático, demasiado
frío y calculador. Estaba empezando a preguntarse vagamente si VICO y él habían
hecho bien en traer a LALI a La Habana.
—Mejor será no añadir más disgustos a los que ya tiene. Yo le comunicaré
vuestra partida de la forma más amable posible.
—No sé —dijo GAS lleno de dudas—. LALI estará esperando encontrarse
con nosotros esta noche.
—Don MARIANO tiene razón —apoyó VICO, que tenía sus ansias puestas en el
dinero de la recompensa—. Es mejor que dejemos a LALI con su prometido. Él se
encargará de hacer lo que corresponde. Nosotros ya hemos cumplido con nuestra
misión. Nuestro padre puede estar satisfecho.
GAS no estaba del todo convencido, pero dejó sus dudas a un lado. A fin
de cuentas, MARIANO MARTINEZ era un hombre honrado y respetable.
Don MARIANO había puesto a disposición de LALI todo tipo de lujos y
comodidades. Ella había agradecido poder darse ese baño que tanto necesitaba, y
después había probado la comodidad de la cama. Enseguida se había quedado
dormida y, más tarde, la despertó la criada diciéndole que don Diego contaba con su
presencia en la cena. Y que la cena se servía a las nueve en punto.
LALI quería estar lo más guapa posible, y se puso uno de los hermosos vestidos
de su ajuar. La seda de la que estaba hecho tenía un reflejo amarillo de un encanto
especial y, en cuanto a su forma, el cuello se cerraba en una ancha golilla que rodeaba
su garganta y enmarcaba la delicada belleza de su cara. La sirvienta chasqueó la
lengua con desaprobación ante el corte tan poco a la moda del pelo de LALI; pero
cuando le hubo colocado la mantilla de encaje sobre la peineta azul turquesa en lo
alto de la coronilla, su falta de pelo resultaba apenas perceptible.
Había un motivo importante para que LALI quisiera estar más guapa que
nunca. Aún albergaba la esperanza de convencer a sus hermanos y a don MARIANO de
que le salvaran la vida a PETER. Era una flaca esperanza, pero una esperanza al fin
y al cabo. Si fracasaba, esperaba convencerlos de que la dejaran pasar el resto de sus
días en un convento para redimir sus pecados. Si PETER iba a morir en plena flor de
la vida, ella no le encontraba el sentido a la suya propia. Preferiría verlo con otra
mujer antes que verlo muerto.
Al dar las nueve, LALI bajó delicadamente por la curva que dibujaba la larga
escalera hacia la planta baja. Don MARIANO la estaba esperando al pie de la escalera.
—Has sido puntual; qué agradable detalle. —La recorrió de pies a cabeza con
una mirada penetrante que detuvo a la altura de su cara. La admiración brilló en las
profundidades vibrantes de sus ojos. Pero por detrás de la admiración merodeaba
otra cosa: algo profundo, oscuro y perturbador.
—Siempre soy puntual —murmuró LALI.
Él le ofreció su brazo y ella lo aceptó con elegancia, reprimiendo un escalofrío
de repulsión. Apenas conocía a aquel hombre, pero ya lo había juzgado severamente.
Ningún hombre podría salir bien parado al compararlo con su apuesto pirata.
Pasaron al comedor, que la luz de las velas que había en los candelabros mantenía en
penumbra. ALALI observó la habitación y estuvo a punto de desmayarse al ver que la
mesa estaba puesta para dos.
—¿No van a cenar mis hermanos con nosotros esta noche?
A él se le puso un brillo oscuro en los ojos. La sonrisa que le arqueó los labios
tenía un aire siniestro a la luz de las candelas.
—Tus hermanos se han vuelto a España. Estaban ansiosos por llegar a tiempo
para unirse con el Santa María a la armada del rey Felipe. —La hizo sentarse en la
silla que había a su derecha y, acto seguido, se sentó él a la cabecera de la mesa.
—¿Sin despedirse de mí? Ellos no harían una cosa semejante. ¿Qué les habéis
hecho?
Oh noo :(
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