Al encontrar de pronto su boca libre de los electrizantes besos de PETER,
recurrió a su fervor religioso para protegerse del apuesto pirata. Cuando PETER se
desplazó con sus besos hacia el cuello y empezó a desabrocharle por delante el
vestido para llegar a sus pechos, LALI invocó en voz alta el nombre de Dios, rezando
por que la liberara.
PETER sonrió con lástima, porque sabía que en realidad estaba luchando por
conservar su virginidad para su prometido español. Ahora PETER la tenía calada.
Lo que ella temía era que si él le quitaba la inocencia ya no podría casarse con el gran
gobernador general de Cuba. Ella y su familia afrontarían una deshonra
irremediable, no tendrían la menor posibilidad de celebrar un matrimonio
prestigioso. Decidió que sería divertido seguirle a LALI el juego hasta el batacazo
final. Pero ni un paso más allá.
—¿Tan importante es tu virginidad, santita? —se burló.
—Es lo único que tengo para ofrecerle a Dios —respondió fervientemente
LALI.
—Pues hala, consérvala un poquito más. —PETER se puso de pie,
preguntándose cuánto tiempo podría soportar seguir con aquel juego. Las entrañas le
ardían, la hombría le latía dolorosamente—. Guárdala bien, monjita, durante el
tiempo que yo te lo permita. Que sepas sólo que muy pronto te la voy a quitar.
LALI lo vio salir a grandes pasos de su dormitorio, con el miedo y el deseo
luchando en su interior. PETER LANZANI era la encarnación del mismísimo Diablo. La
tentaba hasta más allá de lo concebible, prometiéndole cosas que ella sólo podía
imaginar, haciéndola retorcerse de deseo. ¿Cuánto tiempo iba a poder resistirse al
poderoso imán de su seducción? ¿Por qué no lograba convencerle de que la liberara?
¿Por qué no se creía que era monja? ¿Es que había visto en ella algo que le hubiera
hecho pensar que estaba mintiendo?
La seducción sutil de PETER continuaba interminablemente. Era encantador,
atento, un maestro del pecado y la sensualidad. Pretendía robarle la honra, y ella no
podía hacer nada para evitarlo. Muy pronto, LALI lo sabía, se saldría con la suya y
ella caería en sus brazos como ciruela madura. ¿Y qué iba a ser de ella entonces?
Pasaron varios días sin que nada ocurriera. PETER supo exactamente cuándo
cayó la gota que colmó su vaso. Fue mientras ella rezaba inclinada sobre la comida.
Había esperado todo lo que podía, mucho más de lo que nunca se hubiera creído
capaz de esperar. Si LALI no hubiera continuado desinflando su deseo con aquel
fervor religioso, ya haría mucho tiempo que la habría hecho suya. Pero, ahora que
sabía que en realidad no era monja, ya no había nada que le impidiera continuar
hasta el final. Cuanto antes se acostara con LALI, antes podría devolverla
deshonrada a su familia. Intentaba convencerse a sí mismo de que seducir a la hija de
don Eduardo ESPOSITO calmaría su sed de venganza contra aquellos a quienes tan
apasionadamente odiaba.
Esa noche, después de la cena, PETER sugirió que dieran un paseo por la
playa. LALI rehusó, recordando lo que había ocurrido, o había estado a punto de
ocurrir, la última vez que salieron juntos a pasear a la luz de la luna. Pero PETER se
negó a aceptar un no por respuesta. Llegaron a la playa justo cuando la luna salía por
el horizonte del mar. Él la guió un trecho por entre los árboles hasta donde no podían
ser vistos y allí extendió su casaca en la arena.
LALI dudó.
—Creo... creo que me voy a volver... Siento de pronto la necesidad de rezar...
Él la agarró por la cintura y la tumbó a su lado.
—Esta vez no te va servir, LALI. Ahora lo sé.
LALI fijó la mirada en él.
—¿Que sabéis qué?
—Que eres LALI ESPOSITO, la hija de don Eduardo ESPOSITO. Viajabas a La
Habana para casarte con don MARIANO MARTINEZ, gobernador general de Cuba. Tu
prometido se puso furioso cuando se enteró de que te había secuestrado el Diablo.
Ofrecen toda una recompensa por mi cabeza.
LALI se le quedó mirando.
—¡No, eso no es verdad! La hija de don Eduardo era Carlota. Yo no era más que
su acompañante.
—No hace falta que sigas mintiendo, LALI. Envié a NICO RIERA a La Habana
porque tuve la sensación de que me estabas mintiendo desde el principio. En La
Habana se habló mucho de lo que le había ocurrido al Santa Cruz, incluido el hecho
de que la prometida del gobernador general había sido secuestrada por el Diablo.
Así que ya ves, LALI, lo de interpretar ese papel sólo te ha servido para retrasar
lo inevitable.
—No estaba interpretando ningún papel —negó acaloradamente LALI—. Es
verdad que quiero hacerme monja. Ya lo sería si mi padre no me hubiera sacado del
convento antes de haber podido hacer los votos definitivos. El matrimonio entre don
MARIANO y yo estaba acordado desde hacía años, pero yo tenía la esperanza de que se
suspendiera. Por desgracia, mi padre veía las cosas de otra forma.
—Alabo tu fe —dijo PETER—, pero te pienso hacer mía por más horas que
quieras pasarte de rodillas rezando.
—Por favor, os lo ruego. Podéis obtener de mi padre más dinero si me
devolvéis intacta.
Él soltó una carcajada.
—¿Piensas que tu prometido se va a tragar que no te he hecho mía ni una sola
vez?
—Me da igual lo que él crea. Lo sabré yo y lo sabrá Dios. Sólo espero volver al
convento y dedicar mi vida al servicio de Dios.
—No me lo creo —el tono de PETER era bajo, seductor, imperativo—. Bésame,
LALI. Bésame con todo el celo y todo el fervor que dedicas a tus rezos.
—No.
—¿Tienes miedo?
—Sí. —Y era verdad que lo tenía.
Ohhhh :O pliiis subi una maraton de 3 capitulos no seas malita jijiji
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