- ¿Interrumpo algo? – Preguntó PABLO al día siguiente por la tarde.
Entró en el patio de la casa de los ESPOSITO y enseguida se dibujó una mirada entre incrédula y divertida en su rostro.
PETER trató de mirar a su amigo con mala cara, pero era sumamente difícil parecer amenazante con una diminuta tacita de té entre los dedos. Todavía resultaba más difícil teniendo en cuenta que estaba sentado a una mesa de tamaño infantil, con el cuerpo replegado sobre sí mismo, con las rodillas en contacto con el mentón y las nalgas apretadas en una diminuta sillita. Dirigió a PABLO la mirada más seria que logró esbozar en tales circunstancias.
- ¿Por qué? No, qué va, PABLO. No interrumpes nada. De hecho, llegas justo a tiempo para unirte a nosotros - Señaló una sillita vacía levantando levemente la barbilla - Por favor, toma asiento.-
PETER casi se ríe a carcajadas al ver la expresión de horror en el rostro de Justin.
- Oh, no - Dijo PABLO - No es nece...-
- No digas tonterías - Le interrumpió PETER - Insistimos. PABLO, permíteme que te presente a la señorita Callie ESPOSITO, la mejor anfitriona de todo Halstead. Callie, te presento al señor PABLO MARTINEZ, un buen amigo mío.-
Callie miró a PABLO desde debajo del ala de un inmenso sombrero adornado con plumas de colores.
- Encantada, señor MARTINEZ - Le dijo con una dulce sonrisa - Siéntese, por favor. Estábamos a punto de empezar a tomar el té - Rodeó la mesa y sacó una sillita para PABLO - Puede sentarse aquí, al lado de la señorita Josephine Chilton-Jones.-
PETER vio cómo la mirada de PABLO deambulaba entre la minúscula silla, la muñeca no demasiado limpia y la expresión expectante de la pequeña Callie. Consciente de que había perdido la batalla, PABLO se acercó a la diminuta silla y se sentó con suma cautela. Las caderas le chocaban con los brazos de madera y, al igual que PETER, las rodillas le llegaban a la altura del mentón.
- ¡Maravilloso! - Exclamó Callie, batiendo palmas entusiasmada - Serviré el té mientras esperamos a que Grimsley nos traiga las pastas.-
Callie vertió el té ceremoniosamente en cuatro tazas y se las pasó a sus cuatro invitados. PABLO miró perplejo su taza, del tamaño de un dedal, y contuvo la risa.
Grimsley llegó con una bandeja de pastas y la dejó en el centro de la mesa.
- Buenas tardes, señor Mallory.-
PABLO miró hacia arriba desde su postura encorvada.
- Buenas tardes, Grimsley.-
- ¡Qué suerte que haya llegado a tiempo para tomar el té! - Dijo el lacayo con expresión de absoluta seriedad.
Hizo una reverencia y salió del patio.
Callie pasó la bandeja de pastas a los invitados, sin dejar de conversar, y fue rellenando las tacitas en cuanto se vaciaban -con un sorbo bastaba., comportándose como una perfecta anfitriona. Cuando se dio cuenta de que la tetera estaba vacía, se excusó para volverla a llenar.
Solos en el patio, PABLO miró a PETER de soslayo.
- No lo digas, PABLO.-
- ¿Que no diga qué?-
- Lo que estás pensando.-
PABLO miró a su amigo entornando los ojos.
- De hecho, me estaba preguntando qué diablos te ha pasado en la cara.-
PETER lo fulminó con la mirada.
- Me he afeitado, por si te interesa.-
PABLO se quedó boquiabierto.
- ¿Que te has afeitado? ¿Con qué diablos lo has hecho? ¿Con un hacha oxidada?-
- Con una navaja de afeitar. Y te diré una cosa, creo que he hecho un buen trabajo. No es nada fácil afeitarse solo. Te recomiendo que valores más a tu ayuda de cámara. En cuanto llegue a Londres, pienso doblarle el sueldo a Sigfried.-
- ¿Y por qué no te has limitado a dejarte barba? - Preguntó PABLO pasándoselo en grande.
PETER suspiró para sus adentros y deseó que PABLO se limitara a guardar silencio.
- Tía JUSTINA me prefiere recién afeitado - Dijo entre dientes - Y Callie también.-
- Ah, ya entiendo - Dijo PABLO asintiendo con la cabeza. Luego miró la mano de PETER - ¿Y ese rasguño en la mano? ¿Otra marca de la batalla contra la barba?-
- Es un recuerdo del día que salí a pescar con los chicos.-
PABLO enarcó las cejas.
- ¿A pescar?-
- Sí, pesqué ocho peces y sólo me caí dos veces al río.-
A PABLO casi se le salen los ojos de las órbitas. Luego estalló en carcajadas. Rió hasta que empezaron a caerle lágrimas por las mejillas.
- ¡Santo Dios, PETER! - Dijo por fin, secándose las mejillas con una servilleta de lino - Pero... ¿Qué demonios te está pasando? Tomas el té con niñas pequeñas. Te vas de pesca con muchachos. Te destrozas la cara. ¡Dios mío! Pero si no tienes ni idea de afeitarte, ni de pescar. Aún tienes suerte de no haberte rebanado el cuello. O de haberte ahogado en el río. ¿Acaso sabes nadar?-
Sintiéndose insultado, James contestó:
- Por supuesto que sé nadar.-
PABLO volvió a estallar en carcajadas.
- PABLO - El tono de aviso de la voz de PETER era inconfundible.
- ¿Sí?-
- La única razón de que no te haya lanzado de bruces contra el suelo es que tengo el culo permanentemente pegado a esta maldita sillita de muñecas. Tal vez no pueda volverme a levantar nunca más. Pero, si lo hago, ten por seguro que haré que te arrepientas de tu falta de respeto.-
PABLO dio un mordisco a una pasta, haciendo caso omiso de las amenazas de su amigo.
- Lo dudo. Podría sacarte hasta la última libra que posees haciéndote chantaje con lo que he visto hoy. A propósito, estas pastas están para chuparse los dedos - Añadió guiñando exageradamente el ojo a PETER.
Callie regresó con una tetera humeante, y el grupo se pulió una taza tras otra, o un sorbo tras otro, del caliente brebaje y otra bandeja de pastas. Cuando se acabó la segunda tetera, Callie se levantó.
- Muchísimas gracias por acompañarme a tomar el té - Dijo con una reverencia. Cogió a la señorita Josephine Chilton-Jones de la silla y la abrazó fuertemente - Ahora debo acostar a la señorita Josephine. Buenas tardes, caballeros.-
Y, asintiendo educadamente, salió del patio.
PETER y PABLO se miraron mutuamente. Al final, PETER suspiró y dijo:
- Necesito levantarme de esta silla. Tengo todo el cuerpo agarrotado.-
PETER intentó incorporarse, en vano.
- Me temo que el culo se me ha quedado enganchado entre los brazos de la silla.-
PETER intentó levantarse, pero no lo consiguió.
- Bueno, esto es un verdadero tostón - Comentó entre dientes - Y, encima, necesito aliviarme desesperadamente. He debido de beber por lo menos cuarenta y tres tazas de té.-
PABLO rió.
- Cuarenta y siete. Pero, ¿Para qué contarlas?-
- ¿Por qué están ahí sentados? - Preguntó Andrew mientras entraba en el patio.
Miró boquiabierto a los dos hombres y se dibujó una expresión de horror en su rostro.
- ¡Ah, ya! Déjenme que lo adivine. ¡Callie les ha invitado a tomar el té! ¿Verdad?-
PETER esbozó una mueca de arrepentimiento.
- Eso me temo.-
PABLO se inclinó y se quedó mirando fijamente al chico.
- Pero... Andrew, ¿Qué diablos te ha pasado en la cara?-
Andrew se palpó la mejilla y dirigió una tímida sonrisa de complicidad a PETER.
- El señor LANZANITIEL me ha enseñado a afeitarme.-
- ¿Que el señor LANZANITIEL te ha enseñado...? - PETER sacudió enérgicamente la cabeza - Ya puedes darle las gracias a Dios, chico. Tienes mucha suerte de poderlo contar. PETER no tiene ni idea de...-
- ¡Ejem! - PETER dirigió a su amigo una mirada asesina para hacerle callar y luego se volvió hacia Andrew - ¿Y si nos echaras una mano para levantarnos?-
- Con mucho gusto - Dijo Andrew.
Se inclinó hacia delante y primero ayudó a PETER y luego a PABLO a desencajar las caderas de las diminutas sillas, intentando no romper éstas.
PABLO levantó una de las sillas después de liberar las nalgas y dijo:
- Resistente, para ser tan pequeña. Es increíble que haya podido soportar mi peso.-
- Gracias, Andrew - Dijo PETER frotándose los agarrotados muslos.
Andrew dirigió a los dos amigos una sonrisa de complicidad.
- No hay de qué. He tenido que soportar más de una de las dichosas meriendas de Callie y estoy bastante familiarizado con esas horribles sillitas.-
Cogió una pasta de la bandeja prácticamente vacía, se la llevó a la boca y entró en la casa a paso lento.
PABLO recogió del suelo el paquete que había traído y apremió a PETER:
- Vamos, PETER. Salgamos de aquí antes de que nos ocurra algo más.-
PETER asintió, y tomaron un sendero de piedra que se alejaba de la casa. Tras andar durante un rato, se detuvieron y se sentaron en un banco de piedra.
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