El nudo que se le hizo a PETER en la garganta estuvo a punto de cortarle la respiración.
- No - Dando un buen trago al brandy, miró fijamente las llamas.
«¿Por qué diablos no consigo mitigar el dolor? ¿Cuánto brandy necesitaré beber para que desaparezca de una vez por todas?»
- No es mi intención criticarte, PETER, pero... ¿Consideras que beber
hasta la inconsciencia es el mejor remedio a seguir? - Le preguntó PABLO
con voz serena - Sea quien sea, la persona que ha intentado matarte
está ahí fuera, esperando otra oportunidad. Apenas podrás defenderte si
estás como una cuba.-
PETER apoyó la cabeza en el respaldo de la
butaca y cerró los ojos. El fuerte licor se iba filtrando en su
interior, y él estaba empezando a alcanzar el estado de vacío mental que
buscaba. Tal vez el alcohol no le ayudaría a encontrarse bien, pero,
por lo menos, le evitaría encontrarse tan mal. De hecho, con un poco de
suerte y unas cuantas copas más, dejaría de recordar cualquier cosa que
le resultara dolorosa.
- Te importa. Ella te importa, ¿Verdad? - La
afirmación de PABLO, formulada con una gran delicadeza, golpeó a PETER
como un jarro de agua fría - Por eso te sientes tan desgraciado.-
PETER abrió los ojos e inmediatamente se percató de su estado de
embriaguez. Tres PABLO flotaban en el aire delante de él. Volvió a
cerrar fuertemente los ojos.
- No sé de qué me estás hablando - Le dijo arrastrando la voz.
- Sí, lo sabes - Dijo PABLO implacablemente - No has sido el mismo
desde que volviste a Londres. Estás triste, enfadado, con un humor de
perros, y saltas a la más mínima contra todo el que se te acerca. No es
que te merecieras ganar ningún premio de sociabilidad antes de tu
estancia en Halstead, pero ahora estás insoportable, casi imposible.-
- No me adules tanto que luego no pasaré por la puerta.-
- Si te importa tanto esa mujer, ¿Por qué no vas a verla? Dile quién
eres en realidad. Sé sincero con ella. Si le importabas cuando no eras
más que un tutor, le encantará saber que eres un marqués y el heredero
de un ducado.-
- Me detestaría por haberle mentido - Dijo PETER en
tono sepulcral y desapasionado. Dio un buen trago al brandy - LALI
valora la sinceridad y la honestidad por encima de todo. Créeme, PABLO,
ella está mucho mejor sin mí.-
- En tu estado actual, no lo dudo. Pero está más claro que el agua que tú no estás mejor sin ella.-
- Aunque quisiera volverla a ver, no puedo. No en mi actual situación -
Dijo PETER con voz gangosa y cansina - Mi vida corre peligro. Si LALI
estuviera conmigo, ella también correría peligro. Si yo volviera ahora a
Halstead, pondría a toda su familia en peligro. Si me siguieran,
guiaría a un asesino hasta su puerta.-
PABLO lo miró fijamente, con un destello de comprensión en los ojos.
- ¡Por Dios, PETER! No sólo te importa, estás enamorado de ella, la quieres.-
PETER negó con la cabeza y se arrepintió inmediatamente de haberlo
hecho cuando el movimiento le desencadenó al instante un fuerte
martilleo en las sienes.
- No digas ridiculeces. El amor no es más que un conjunto de palabras biensonantes recitadas por hombres como lord Byron.-
- Tal vez pensaras eso antes, pero me apuesto lo que quieras a que últimamente has cambiado de opinión.-
James hizo un gran esfuerzo por abrir sus pesados párpados y miró el
fuego. Ante él danzaban bellas imágenes, imágenes que llevaba las dos
últimas semanas tratando de olvidar. Pero no lo conseguía. Por mucho que
trabajara o por mucho que bebiera, no podía quitarse a LALI de la
cabeza. LALI riéndose, LALI jugando con los niños, LALI leyéndole un
cuento a Callie, LALI dando clases sobre Shakespeare a los chicos, LALI
riñendo sin enfadarse a sus salvajes perros, LALI envolviendo a Lucy con
una colcha apolillada para ocultar su vestido mojado de la mirada de
Marshall Wentbridge.
No podía dejar de dar vueltas a los días que
había pasado en la casa de los ESPOSITO, y se dio cuenta de que aquélla
había sido la época más feliz de toda su vida. A los ESPOSITO les
importaba él. No su fortuna. Le habían incluido en todos los aspectos de
sus vidas, habían compartido con él cuanto tenían. Nunca se había
sentido tan a gusto en toda su vida. Y todo se había acabado. Todo.
«¡Maldita sea! ¡Cómo lo echo de menos!»
PETER echaba de menos el ruido, la confusión y el caos general que
reinaba en la casa de los ESPOSITO. Echaba de menos el sonido de las
risas y el calor de las sonrisas que se intercambiaban en la mesa del
desayuno. Echaba de menos coger la diminuta mano de Callie durante la
oración de la cena. Y sobre todo, echaba de menos a LALI.
«¡Por
todos los santos! ¡Cómo la echo de menos! Añoro su ternura y su bondad.
Me muero por sentir el tacto de sus manos, el sabor de sus besos, la
sensación de su cuerpo contra el mío, piel con piel, aquella mirada de
amor y admiración brillando en sus expresivos ojos».
- Les echas de menos.-
Las palabras de PABLO reflejaron con tal precisión los pensamientos de
PETER que éste no se pudo contener una risa llena de amargura. Luego
tragó saliva y asintió.
- Sí.-
«Les echo muchísimo de menos. No te imaginas hasta qué punto».
Le costó un gran esfuerzo decir aquella palabra con el inmenso nudo que
se le había hecho en la garganta. Tras engullir el poco brandy que le
quedaba en la copa, PETER dejó con cuidado la copa junto a la garrafa
que había en la mesa de caoba. Se inclinó hacia delante, apoyó los codos
en las rodillas y hundió el rostro en las palmas. Se sentía vacío,
triste, desgraciado, increíblemente culpable y mucho más que un poco
borracho.
- Me dijo que se había enamorado de mí. Que me quería -
Dijo PETER arrastrando la voz, incapaz de contener las palabras - Me
dijo que no tenía por qué irme, que podía buscarme un trabajo como tutor
en Halstead y ser un miembro más de la familia.-
Se pasó las manos
por la cara y luego entrelazó fuertemente los dedos de ambas manos entre
las rodillas abiertas, bajando la cabeza en un gesto de profunda
aflicción. Súbitamente, levantó la cabeza y clavó su apagada mirada en
PABLO.
- ¿Y sabes qué hice yo cuando me dijo que me quería? ¿Sabes
qué le di yo a cambio de lo bien que se había portado conmigo? ¿A cambio
de haberme salvado la vida? ¿De ofrecerme su amor? - Se le escapó una
risa amarga - Ahora te explico lo que hice, lo que le di yo a cambio. Le
robé la inocencia y me marché a la mañana siguiente. Sin una palabra.
No, eso no es del todo cierto. Le dejé una carta en la que le decía que
se buscara a otro hombre a quien amar.-
PABLO lo miró fijamente, visiblemente impresionado.
- ¿Comprometiste la reputación de la señorita ESPOSITO?-
- Completamente.-
PABLO miró a PETER con los ojos como platos. Abrió la boca, pero no le salieron las palabras.
- ¿Nada que añadir? - Dijo PETER con una rancia sonrisa en los labios - ¿He conseguido impresionarte?-
- He de reconocer que sí - Admitió PABLO. Tras una larga pausa,
preguntó - ¿Has considerado la posibilidad de que hayas podido dejarla
embarazada?-
PETER sintió como si faltara oxígeno en la habitación.
«¡Dios! ¿Cómo no he pensado en eso antes…? Porque estaba demasiado
abatido para pensar con claridad». -- No, no lo había considerado.-
- ¿Y si está embarazada?-
El brandy estaba haciendo que a PETER le diera vueltas la cabeza a gran velocidad.
- No lo puedo saber. Ya haré mis averiguaciones discretamente dentro de
varios meses para saber cómo está y si está esperando un hijo.-
-
¡Dios mío, PETER! Creí que era una posibilidad factible que la señorita
ESPOSITO perdiera la cabeza por ti, pero debo admitir que, a pesar de
mis bromas, nunca pensé seriamente que tú pudieras perderla por ella.-
- Es un ángel - Dijo PETER, arrastrando tanto la voz que apenas se le
entendía. Se le cayeron los párpados y luego añadió - Hermosa LALI, del
valle de heno. ¡Dios, cómo la echo de menos...!-
Su voz se fue desvaneciendo y se le desplomó la cabeza hacia un lado.
PABLO negó repetidamente con la cabeza, visiblemente sorprendido. No se
podía creer que PETER estuviera reducido a un estado tan lamentable. Y
estaba francamente sorprendido por lo que PETER acababa de reconocer en
pleno estupor etílico.
«Debo ayudarle a recuperar la sensatez e
intentar mantenerlo sobrio o, si no, sea quien sea la persona que quiere
verlo muerto, seguro que logra su objetivo».
Cogió a PETER por las axilas y lo levantó de la butaca.
« ¡Dios! Pesa una tonelada. Una tonelada de peso muerto empapado en brandy».
PETER se enderezó un poco y PABLO medio lo empujó y lo arrastró
escaleras arriba. Lo llevó a una de las habitaciones para invitados y lo
dejó caer sin demasiados miramientos sobre la cama.
PABLO miró a su
amigo con el corazón encogido y embargado por la lástima. En vista de
las palabras de PETER y de su estado actual, tan impropio de él, PABLO
sólo podía concluir que su amigo estaba enamorado de LALI hasta la
médula. Se preguntaba cuánto tiempo tardaría él en darse cuenta. Lo
único que PABLO deseaba es que no tardara demasiado.
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