LALI
estaba mirando fijamente por la ventana del salón, observando cómo el
cielo se aclaraba con la llegada del amanecer. Hacía una hora que el
médico había dicho que James sobreviviría. La bala sólo le había rozado,
pero había perdido mucha sangre, de ahí su prolongada pérdida de
conciencia. Su familia había ido a verlo a su alcoba, pero LALI se había
quedado en el salón, a pesar de la invitación de ROCIO para que los acompañara. Ella no era un miembro de la familia y además prefería estar sola.
Notó que alguien le tocaba la espalda y se volvió. ROCIO estaba a su lado.
- Acabo de estar en la habitación de PETER - Le dijo.
- ¿Cómo está?-
- Está durmiendo. El médico le ha dado láudano.-
LALI apretó fuertemente los ojos y exhaló aliviada.
- Gracias a Dios.-
ROCIO sonrió.
- Gracias a usted. Estaría muerto si no hubiera sido por usted.-
LALI miró hacia abajo mientras sus dedos jugueteaban nerviosamente con
los pliegues de su vestido marrón. Se había traído una muda de ropa
porque había planeado quedarse a allí a dormir tras la fiesta.
- Gracias por su hospitalidad, pero realmente debo volver a casa.-
- No puede pensar en marcharse ahora. Está amaneciendo y no ha dormido nada.-
- Debo volver con mi familia.-
«¡Necesito salir de aquí!»
ROCIO le dirigió una penetrante mirada, pero LALI se mantuvo en sus trece. Al final, ROCIO dijo:
- Si es eso lo que desea... Pero ¿No quiere ver a PETER? Todos los demás han ido a ver cómo está.-
- No - Contestó LALI enseguida, negando con la cabeza - No es necesario.-
Una expresión de preocupación y extrañeza se dibujó en el rostro de ROCIO.
- ¿Por qué no quiere verle? ¿Ha pasado algo en el jardín que no me haya explicado?-
LALI bajó los ojos y miró fijamente la alfombra.
«Soy el marqués de Glenfield... No tengo el deseo ni la intención de
proseguir esta discusión. Cualquier relación que hayamos podido tener es
cosa del pasado».
LALI parpadeó para contener las lágrimas que amenazaban con aflorar a borbotones.
- No. No ha pasado nada.
- Vaya a verle - Insistió ROCIO, estrechando las manos de LALI entre las suyas - Él la necesita.-
«Ojalá fuera cierto».
- No, no me necesita.-
- Sí que la necesita, LALI. Y usted lo sabe. Venga. La acompaño.-
De pie junto a la cama, mirando a PETER desde arriba, LALI tuvo la
extraña sensación de que se repetía la historia. Él llevaba un vendaje
blanco alrededor de la cabeza parcialmente cubierto por un mechón de
pelo negro. Sus rasgos, relajados; su respiración, regular. Tenía
exactamente el mismo aspecto que el hombre que ella había rescatado y
cuidado en su casa.
«¿Sólo fue hace unas pocas semanas? Parece que haya transcurrido toda una vida».
En menos de un mes todo su mundo había cambiado, elevándola a las
alturas del éxtasis sólo para hundirla en las profundidades de la
desesperación. Se había enamorado profunda, loca y perdidamente de un
completo extraño, un hombre que había descubierto que no conocía en
absoluto, un hombre que aquella noche le había dejado tan claro como el
agua que ella no significaba nada para él y que no quería tener nada que
ver con ella.
«Si fueras la persona que yo creía que eras, un
simple tutor, un hombre sin familia que me necesitaba, me quería y me
deseaba, como yo te deseaba, te quería y te necesitaba a ti...»
Se le escapó una sola lágrima que le resbaló lentamente por la mejilla.
«No desees lo que no puedes tener».
LALI se dio media vuelta y se dirigió a la puerta. Se detuvo
momentáneamente en el umbral y observó al hombre que yacía en aquella
cama. Lamentó profundamente la pérdida de PETER LANZANITIEL, el hombre
de quien se había enamorado. Y deseó una larga y feliz vida al marqués
de Glenfield, fuera quien fuese.
Luego cerró silenciosamente la puerta tras de sí.
Tuvo que pasar una semana entera para que LALI empezara a volver a ser
la misma de antes. Por fin, aunque no se encontrara exactamente bien,
por lo menos, no se encontraba tan francamente mal. Todavía le dolía el
pecho cuando pensaba en PETER, pero había tomado la firme determinación
de quitárselo de la cabeza.
Afortunadamente, tenía muchas cosas con
que mantenerse ocupada, la más importante de la cuales era el séptimo
cumpleaños de Callie. LALI se complicó bastante la vida organizando la
fiesta, en parte porque quería que aquél fuera un día memorable para
Callie, pero también porque aquella celebración le proporcionaba algo en
que centrarse. La familia al completo estaba sumamente ajetreada
haciendo regalos y buscando lugares ingeniosos donde ocultarlos de los
curiosos ojos de Callie.
- No encuentro ninguno de mis regalos - Se quejó Callie el día antes de la fiesta.
- Se supone que no tienes que encontrarlos - Le contestó LALI con una sonrisa - No habrá regalos hasta mañana.-
- He buscado por todas partes. Hasta en el cuarto de Winston - Callie
se acercó a LALI y le susurró al oído - Tiene dibujos de señoritas medio
desnudas debajo de la cama.-
La sonrisa de LALI se esfumó.
-
Callie, es de mala educación meter las narices en las cosas de otras
personas. Estoy segura de que esas señoritas son, ejem... Amigas de
Winston.-
- No, no lo creo. Parecen malas y...-
- ¿Por qué no
vas a buscar a Lucy y a los chicos y bañáis a Winky, Pinky y Stinky? -
Sugirió LALI en un intento desesperado de cambiar de tema de
conversación - No podrán asistir a tu fiesta si van así de sucios.-
- Desde luego que no - Asintió Callie, cambiando de foco de atención - Sobre todo Stinky.-
Al cabo de menos de media hora, los ESPOSITOS bajaron en masa al lago,
cargados con cubos y jabón. Silbaron para llamar a los perros y, en
cuestión de segundos, las tres inmensas bestias salieron del bosque a
toda velocidad. Los chicos llenaron los cubos y tiraron agua sobre los
perros mientras éstos corrían de aquí para allá. Winky, Pinky y Stinky
conocían muy bien el juego y, moviendo las colas y ladrando
ruidosamente, se lanzaban contra el agua, intentando coger al vuelo la
espuma. Todo el mundo estaba riendo, sin aliento y empapado, cuando una
voz masculina irrumpió en la algarabía.
- Parece ser que siempre
encuentro a las damas ESPOSITO en las situaciones más sorprendentes cada
vez que se me ocurre venir sin avisar.-
Todo el mundo se volvió
hacia la voz. Marshall Wentbridge estaba de pie a unos seis metros, con
una amplia sonrisa. El rostro de Lucy se tiñó de un rojo intenso
mientras dirigía a LALI una mirada de angustiado bochorno.
- Hola,
Marshall - Gritó LALI, saludándole con la mano. Luego guiñó rápidamente
el ojo a Lucy y añadió - ¿Le gustaría unirse a nosotros?-
Marshall
se acercó, quitándose la chaqueta mientras caminaba, con los ojos
clavados en Lucy. Tras dejar la chaqueta en la hierba, se sumergió en el
agua hasta las rodillas sin dudarlo ni un momento.
- ¿Qué hago? - Preguntó con una maliciosa sonrisa en su atractivo rostro.
LALI le lanzó un trapo mojado, que se estrelló contra la camisa de Marshall, mojándosela.
- Coja un perro, cualquier perro, e intente lavarlo - Le hizo un gesto jovial con la mano - Buena suerte.-
A los seis les costó más de una hora encontrar alguna mejoría en el
aspecto de los perros. En cuanto conseguían coger a un perro y lavarlo,
la maldita bestia corría al bosque y regresaba cubierta otra vez de
barro y hojas secas. Pero, por fin, los animales se tranquilizaron y,
entre risas y bromas, los ESPOSITO lograron bañarlos con la impagable
ayuda de Marshall.
En cuanto concluyeron, LALI envió a Callie y a
los chicos por delante para que se lavaran y se cambiaran de ropa. Se
agachó para recoger los cubos y el poco jabón que había sobrado y,
cuando se levantó, vio a Lucy y a Marshall muy cerca el uno del otro,
cogidos de la mano. LALI enseguida apartó la mirada, sin querer
interrumpir un momento tan íntimo. Se apresuró a recoger el resto de los
utensilios y, cuando se disponía a volver a casa, se le acercaron Lucy y
Marshall. LALI no pudo evitar fijarse en la expresión radiante de sus
rostros y en que iban cogidos de la mano.
Tuvo que hacer un esfuerzo
para contener la risa al contemplar el aspecto desaliñado de Marshall.
Tenía una pinta de lo más impropia de un médico. Se preguntó qué
pensarían sus colegas del Ilustre Colegio de Médicos si le vieran en
aquel estado.
- Ha sido muy amable de su parte ayudarnos a bañar a los perros - Dijo LALI con una sonrisa.
Marshall sonrió.
- Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien.-
LALI volvió a coger los cubos que había depositado puntualmente en el suelo.
- Bueno, si me disculpan, ahora soy yo la que necesito desesperadamente bañarme.-
- Si no le importa - Se apresuró a decir Marshall - Me gustaría hablar un rato con usted.-
Volviendo a dejar los cubos en el suelo, LALI le dedicó toda su atención.
- Por supuesto que no me importa, Marshall. Usted dirá.-
Marshall carraspeó varias veces.
- Bueno, ejem, en ausencia de una madre o un padre de familia, y puesto
que usted es la adulta que lleva la casa... - Se detuvo a media frase,
ruborizándose un poco más con cada minuto que pasaba - Bueno, siendo ésa
la situación, creo que usted debe ser la primera en saber que le acabo
de pedir a Lucy que se case. Conmigo - Volvió a carraspear.
LALI_
tuvo que hacer un gran esfuerzo por mantener una expresión de seriedad
acorde con la solemnidad de la situación. Allí estaban los dos, con
aquel aspecto tan desaliñado, fuertemente cogidos de la mano y con el
amor reflejándose ostensiblemente en sus radiantes rostros. Se volvió
hacia Lucy.
- ¿Quieres casarte con Marshall, Lucy? - Preguntó LALI en lo que esperaba que pareciera un tono serio.
Lucy asintió tan enérgicamente que LALI temió que se fuera a marear.
- Oh, sí.-
Luego LALI se volvió hacia Marshall:
- ¿Por qué quiere casarse con mi hermana?-
- Porque la quiero - Dijo sin dudar - Quiero compartir mi vida con ella. Quiero que sea mi esposa.-
LALI sonrió.
- Eso es cuanto necesito saber - Se acercó y los abrazó a ambos a la
vez - Estoy muy contenta por los dos - Dijo, conteniendo las lágrimas.
«Todo cuanto quería para ella se está haciendo realidad».
Frotándose los ojos, LALI añadió con una risita:
- Estaba pensando, Lucy, que nos hemos gastado una fortuna comprándote
vestidos preciosos, y mira en qué momento se le ha ocurrido a Marshall
pedirte que te cases con él. Hueles a perro muerto y pareces un gato
ahogado.-
Lucy se rió y miró a Marshall con ojos radiantes de felicidad, quien la rodeó por la cintura y la apretó contra su costado.
- Pero un gato ahogado muy hermoso - Dijo Marshall. Miró al rostro de
Lucy, que le observaba emocionada desde abajo y se desvaneció su risa.
La miró extasiado y añadió - Francamente hermoso.-
LALI era lo
bastante inteligente como para saber cuándo estaba de más su presencia, y
aquél era, sin lugar a dudas, uno de esos momentos. Se apresuró a
disculparse y dejó solos a Lucy y a Marshall. Cargada de cubos y trapos,
tomó el sendero que llevaba hasta la casa. Justo antes de que el
sendero describiera un recodo, miró hacia atrás. Lucy y Marshall estaban
fundidos en un fuerte abrazo y Marshall besaba apasionadamente a su
hermana. LALI se dio la vuelta y reanudó su camino. Sabía lo maravilloso
que es y lo dichosa que se siente una mujer cuando el hombre a quien
ama la estrecha entre sus brazos. Agradeció a Dios que la felicidad de
Lucy fuera real y no un mero producto de su imaginación.
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