Los dolores de parto de LALI empezaron por la mañana exactamente nueve meses después del día de la boda.
PETER deambulaba nerviosamente sobre la alfombra del despacho privado
de su casa londinense intentando concentrarse en algo, cualquier cosa
que no fuera el terror malsano que amenazaba con desmontarlo. Miró el
reloj de sobremesa y se dio cuenta de que sólo había pasado un minuto
desde la última vez que lo había mirado.
Alguien llamó a la puerta, y él la abrió tan bruscamente que casi arranca las bisagras de cuajo. Lucy estaba de pie ante él.
- ¿Ya está? - Preguntó PETER.
Lucy negó con la cabeza con una compasiva sonrisa en los labios.
- Podría durar varias horas más.-
PETER se pasó las manos por el pelo.
- ¿Varias horas más? ¿Es normal que dure tanto?-
- Sí - Lucy lo tomó del brazo y estiró delicadamente de él para sacarlo
de la habitación - ¿Por qué no vienes al salón? Tu madre y tu padre
acaban de llegar, y Gregory, ROCIO y PABLO también están aquí.-
PETER se paró en seco, frenando a Lucy.
- No estoy de humor para dar conversación a nadie.-
PETER escúchame, por favor. LALI está bien. Todo va a ir bien. ¡Mírame a
mí! Hace sólo un mes que di a luz y me encuentro estupendamente.-
- Pero está tardando tanto...-
- De hecho, sólo lleva un par de horas - Dijo Lucy riéndose y volviendo
a tirar de PETER - El tiempo se te pasará mucho más deprisa si te
distraes haciendo algo en vez estar aquí de pie, solo y mirando el
reloj.-
Tiró de él hasta que logró que se moviera.
PETER entró
en el salón y olvidó momentáneamente su preocupación ante una visión que
le alegró la vista. Callie presidía una mesa llena de tacitas de té
instalada en el centro del gran salón. Habían traído sus diminutos
muebles de la casa de los ESPOSITO, y alguien se las había apañado para
conseguir sillitas adicionales para la ocasión. PETER sospechaba que
había sido su padre, pero el duque se negaba en redondo a admitirlo.
Alrededor de la mesita, con sus largos cuerpos hechos un ocho en
aquellas diminutas sillitas infantiles, estaban sentados Gregory, PABLO,
Marshall Wentbridge, Grimsley, Winston y, lo más increíble de todo, el
padre de PETER. PETER contuvo una carcajada al ver a su indómito padre
sentado en una sillita rosa, con las piernas dobladas y las rodillas
clavándosele en el pecho, y bebiendo té de una tacita del tamaño de un
dedal.
- Te están esperando - Dijo Lucy en voz baja, haciendo un gran esfuerzo por parecer seria.
Las expresiones de los semblantes de los hombres sentados a la mesa
oscilaban entre el dolor, la sorpresa, la resignación y el horror.
- Odio esas asquerosas sillitas - Musitó PETER.
- Si - Dijo Lucy, con ojos maliciosos - Ya me lo parecía a mí.-
- Ya veo que no voy a obtener ninguna misericordia de tu parte - Dijo PETER en tono jocoso.
- Ni la más mínima.-
Conteniendo un suspiro, PETER se unió al resto de los hombres y se
aposentó con cuidado en la sillita que quedaba libre. Callie le dirigió
una radiante sonrisa y le ofreció un dedal de té y una pasta, y él supo
que había perdido la batalla.
No hacía ni un minuto que PETER se había sentado a la mesa, cuando un lacayo entró en la habitación.
- El médico me ha pedido que le venga a buscar, milord - Dijo el
lacayo, intentando poner cara de póquer ante la visión de su señor hecho
un ocho en aquella diminuta sillita.
PETER notó que se quedaba sin
riego sanguíneo en la cabeza. Se puso en pie de un salto, nada fácil con
una sillita rosa pegada a las nalgas, y dijo con brusquedad:
- Quíteme esta maldita cosa de encima.-
El lacayo se apresuró a liberarle.
PETER salió a toda prisa del salón, subió las escaleras corriendo y a
punto estuvo de tirar al suelo al médico al cruzarse con él en el
pasillo.
- Enhorabuena, milord - Dijo el médico con una cordial
sonrisa - La marquesa se ha portado espléndidamente. Ella está bien y su
bebé, una niña, perfectamente - Inclinó la cabeza en la dirección de la
alcoba de LALI - Le están esperando.-
PETER corrió a toda velocidad
por el pasillo y entró en la alcoba; el corazón le latía tan fuerte que
pensó que, efectivamente, iba a desmayarse.
La visión que le alegró la vista le hizo derretirse por dentro.
LALI estaba sentada en la cama, con un camisón limpio de algodón.
Acunaba en sus brazos un pequeño bultito envuelto en una sábana de color
rosa. Levantó la vista, vio a PETER, y una dulce sonrisa iluminó su
rostro.
- Mírala, PETER. ¿No es preciosa?-
PETER se acercó a la
cama. Sintió que le temblaban las piernas. Se arrodilló, tomó la mano de
LALI y le dio un cariñoso beso en la palma.
- ¿Te encuentras bien, cariño? - Dijo con un ronco susurro y luego carraspeó.
- Estoy bien - Dijo ella con ternura - Sinceramente, PETER. Me encuentro perfectamente.-
PETER había oído historias sobre mujeres que habían fallecido en el
parto. Muertes largas, angustiosas, tremendamente dolorosas.
«¡Dios mío! - se había repetido una y otra vez mientras LALI estaba dando a luz - Su misma madre murió al dar a luz a Callie».
Se le helaba la sangre sólo de pensarlo.
- Sinceramente, LALI, he pasado unos nervios de muerte - Admitió él tímidamente.
LALI le apretó la mano.
- Me encuentro estupendamente. Sólo un poco cansada. Ahora ven y siéntate a mi lado para conocer a tu hija.-
- Mi hija - Repitió PETER en tono de reverencia.
Se sentó con sumo cuidado en la cama junto a LALI y miró dentro de la
sábana. En cuanto vio el milagro que era su hija, se enamoró de ella. Su
boquita de piñón se abrió en un inmenso bostezo.
- LALI, es preciosa!-
- ¿Estás decepcionado porque no ha sido un niño? Soy consciente de la importancia de un here...-
PETER la hizo callar con un tierno beso.
- ¿Cómo se te ocurre preguntarme algo semejante? Estoy encantado con mi
pequeña. Y con su madre. Aceptaré agradecido todas las hijas que
quieras darme. Las mimaré hasta la saciedad y dispararé a todo hombre
que ose acercarse a ellas - Su mirada volvió a quedarse prendada del
milagro que era su bebé - Mira qué bonita es. Tendré que alejar a sus
pretendientes a bastonazos.-
- No durante algunos años - Dijo LALI con una sonrisa que irradiaba serenidad - ¿Qué nombre le pondremos?-
PETER tocó tiernamente la manita de su hija. La pequeña abrió el puño y
apretó fuertemente sus perfectos y minúsculos deditos alrededor del
pulgar de su padre. Una oleada del más puro amor le infló el pecho hasta
tal punto que casi se le corta la respiración. De repente, se le hizo
un nudo en la garganta.
«Dios mío, otro ángel».
- Creo que deberíamos ponerle un nombre que hiciera honor a su madre - Dijo él tiernamente.
- ¡Santo Dios! ¿No querrás ponerle LALI? - Dijo ella con una risita - Y
no pienso seguir la tradición de los ESPOSITO de poner a los hijos el
nombre del lugar donde fueron concebidos. La verdad, no me hace ninguna
ilusión que nuestra hijita se llame Carruaje.-
PETER volvió a mirar
su dedo apresado por la diminuta mano de la pequeña, ahora dormida,
luego levantó la vista y miró a su hermosa esposa. Sintió que se le
inflaba el pecho, y le dio un vuelco el corazón del profundo amor que le
embargaba.
Una vez repuesto, cerró fuertemente los ojos y besó a LALI en la frente.
- Quiero ponerle un nombre en honor a su madre - Repitió con un emocionado susurro - Ángela, quiero que se llame Ángela.-
~Fin.
Que lindos :)
ResponderEliminarque lindoos, vas a subir otra nove?
ResponderEliminarMuy buena la novela.
ResponderEliminarVas a subir otra ?
Subirás pronto otra?!!
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